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¿Tendrá AA algún día un gobierno personal?

Enero de 1947

Con casi toda seguridad, la respuesta a esta pregunta es que no. Este es el veredicto de nuestra experiencia.

Para empezar, cada miembro de AA ha sido un individuo que, a causa de su alcoholismo, raramente podía gobernarse a sí mismo. Ni tampoco podía otro ser humano gobernar la obsesión del alcohólico por la bebida, ni su avidez de salirse con la suya. Incontables veces, los parientes, los amigos, los jefes, los médicos, los clérigos, los jueces, cada uno a su manera, han tratado de disciplinar a los alcohólicos. Casi sin excepción, los intentos de influir por coacción en la conducta del alcohólico han fracasado completamente. No obstante, nosotros los alcohólicos podemos ser guiados, podemos ser inspirados; al unimos a AA, podemos sometemos a la voluntad de Dios, y lo hacemos gustosamente. Por lo tanto, no es de extrañar que la única autoridad real que se encuentra en AA sea la de un principio espiritual. Nunca es una autoridad personal.

Nuestro individualismo irrazonable (egocentrismo, si así lo prefiere) era, por supuesto, la razón principal por la que fracasamos en la vida y nos entregamos al alcohol. Al no poder coaccionar a otros a estar de acuerdo con nuestras ideas y deseos, bebíamos. Cuando otras personas trataban de coaccionamos, también bebíamos. Aunque ahora nos encontramos sobrios, llevamos todavía vestigios de aquellas características que nos hacían resistir a la autoridad. En esto, probablemente, está la clave del porqué no existe ningún gobierno personal en AA. No hay honorarios ni cuotas, ni reglas ni reglamentos; ninguna exigencia de que los alcohólicos se sometan a los principios de AA; ningún individuo investido de autoridad personal sobre otro. Aunque no es una virtud resplandeciente, nuestra aversión a la obediencia contribuye mucho a asegurar que estemos libres de todo tipo de dominación personal.

No obstante, es cierto que la mayoría de nosotros, en nuestra vida personal, nos atenemos a los Doce Pasos Sugeridos de recuperación. Pero lo hacemos porque hemos elegido hacerlo. Preferimos la recuperación a la muerte. Entonces, poco a poco, llegamos a damos cuenta de que la mejor base de la vida es una base espiritual. Nos sometemos a lo sugerido porque queremos hacerlo.

De la misma manera, la mayoría de los grupos de AA están dispuestos a atenerse a los "Doce Puntos de Tradición Para Asegurar Nuestro Futuro." Los grupos quieren evitar las controversias sobre cuestiones ajenas, tales como la política, la reforma o la religión; se aferran a su único objetivo de ayudar a los alcohólicos a recuperarse; dependen cada vez más del automantenimiento en vez de depender de la caridad de gente ajena. En sus relaciones públicas, insisten cada vez más en la modestia y el anonimato. Los grupos de AA se atienen a estos principios tradicionales por la misma razón por la que el miembro individual se atiene a los Doce Pasos para la recuperación. Los grupos se percatan de que, de no hacerlo, se desintegrarían, y pronto descubren que el atenerse a nuestra Tradición y experiencia es la base de una vida de grupo más feliz y eficaz.

Dentro de AA no existe ninguna autoridad humana establecida que pueda obligar a un grupo a hacer nada. Algunos grupos, por ejemplo, eligen a sus líderes. Pero aun teniendo un mandato así, cada líder descubre que, aunque puede guiar por su propio ejemplo o por persuasión, nunca puede dárselas de jefe. Si intenta hacerlo, en la siguiente elección los electores pueden abandonarlo.

La mayoría de los grupos de AA ni siquiera eligen a sus líderes. Prefieren tener comités rotativos para llevar sus simples asuntos. Estos comités siempre son considerados como servidores; sólo tienen autoridad para servir, nunca para mandar. Cada comité realiza lo que cree que son los deseos del grupo. Nada más. Aunque en el pasado los comités trataban de disciplinar a los miembros descarriados, y aunque a veces han elaborado un sistema detallado de reglas y, en ocasiones, se han constituido así mismos como jueces de la moralidad de sus compañeros, no ha habido ningún caso, que yo sepa, en el que estos esfuerzos aparentemente virtuosos hayan tenido ningún efecto duradero, si no fuera ¡ la elección de un nuevo comité!

Sin duda, puedo hacer estas afirmaciones con la mayor seguridad. Porque yo también, he tratado de gobernar AA. Cada vez que me esforcé tenazmente por hacerlo, me hicieron desistir con un abucheo - tan sonoro que en varias ocasiones parecía que yo estaba destinado a una excomunión rápida y segura.

Sentado en mi despacho en nuestra Oficina Central, a menudo miro la avalancha de problemas personales, de grupo y de intergrupo, según nos van llegando. En fechas recientes, la marea ha estado subiendo tan rápidamente que nos vemos inundados cada mañana con una oleada de cartas y entre ellas invariablemente hay una por lo menos que nos informa de un problema transcendental en alguna que otra parte del mundo. La Oficina Central de AA se ha convertido en un foco de situaciones críticas, hasta tal grado que una "crisis" al día es una cuestión rutinaria.

En una época me sentía tentado a tomar una postura clara y firme con respecto a cada uno de estos problemas, a ejercer tanta presión y tanta autoridad como pudiera, a escribir cartas acaloradas a los individuos y grupos equivocados diciéndoles lo que debían hacer. En tales momentos, me sentía convencido de que AA necesitaba un gobierno personal firme - alguien, por ejemplo, como yo mismo.

Después de haber luchado durante unos cuantos años por dirigir el movimiento de AA, tuve que rendirme - sencillamente no funcionaba. Todo intento de imponer mi autoridad personal siempre suscitaba confusión y resistencia. Si tomaba partido en alguna polémica, algunos me citaban alegremente, mientras que otros murmuraban, "¿Y quién se cree que es este dictador?" Si hacía algunas críticas severas, me devolvían el doble. El poder personal siempre falló. Puedo ver sonreír a mis viejos amigos de AA. Están recordando aquella época en la que ellos, también, se sentían llamados poderosamente a "salvar el movimiento de AA" de esta o aquella amenaza. Pero, sus días de hacer el papel de "Fariseo", ya se han pasado. Así es que, tanto para ellos como para mí, aquellos cortos lemas de AA, "Tómalo con Calma" y "Vive y Deja Vivir," han cobrado una profunda importancia y significación. De esta manera, cada uno de nosotros llega a comprender que en AA podemos ser únicamente servidores.

Hace mucho tiempo que nosotros aquí en la Oficina Central nos damos cuenta de que únicamente podemos suministrar algunos servicios indispensables. Podemos facilitar información y literatura; podemos comunicar, generalmente, la opinión de la mayoría de los AA referente a nuestros problemas actuales; podemos ayudar a nuevos grupos a ponerse en marcha, dándoles consejos si nos lo piden; podemos vigilar las relaciones públicas de AA en general; a veces, podemos servir de intermediarios para resolver un problema. Del mismo modo, los editores de nuestra revista mensual, el Grapevine de AA, la consideran simplemente como un espejo de la vida y el pensamiento de AA hoy en día. Ya que sirven simplemente como tal, no pueden mandar ni hacer propaganda. Así ocurre también con los custodios de la Fundación Alcohólica (nuestro comité de servicios generales de AA) quienes saben que no son más que guardianes, guardianes que aseguran la eficacia de la Oficina Central de AA y del Grapevine de AA, y que son los depositarios de nuestros fondos generales y nuestras Tradiciones - guardianes y nada más.

Está clarísimo que, aun aquí en el mismo centro de AA, solamente puede existir un centro de servicio - custodios, redactores, secretarias, etc. - cada uno cumpliendo sin duda una función vital, pero ninguno que tenga autoridad para gobernar Alcohólicos Anónimos.

No tengo la menor duda de que tales centros de servicio - internacional, nacional, metropolitano o local - serán suficientes para el futuro. Mientras evitemos la acumulación peligrosa de riqueza y la creación de un gobierno personal en estos centros, no podremos desviarnos. Aunque la riqueza y la autoridad constituyan la base de muchas instituciones muy nobles, nosotros los AA nos damos cuenta ahora de que no son apropiadas para nosotros. ¿No hemos descubierto que lo que es bueno para uno es malo para otros?

¿No haremos lo adecuado si podemos aferrarnos aun parcialmente a los ideales fraternales de los primeros Franciscanos? Que todos nosotros los AA, ya seamos custodios, editores, secretarios, porteros o cocineros - simplemente miembros - siempre recordemos lo insignificantes que son la riqueza y la autoridad comparadas con la inmensa importancia de nuestra fraternidad, amor y servicio.

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