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La relación del individuo con AA como grupo

Julio de 1946

Puede ser que Alcohólicos Anónimos sea una nueva forma de sociedad humana. El primero de los Doce Puntos de nuestra Tradición de AA dice: "Cada miembro de Alcohólicos Anónimos no es sino una pequeña parte de una gran totalidad. Es necesario que AA siga viviendo o, de lo contrario, la mayoría de nosotros seguramente morirá. Por eso, nuestro bienestar común tiene prioridad. No obstante, el bienestar individual le sigue muy de cerca." Esto representa un reconocimiento, común en todo tipo de sociedad, de que a veces el individuo tiene que anteponer el bienestar de sus compañeros a sus propios deseos descontrolados. Si el individuo no cediera nada al bienestar común, no podría haber sociedad alguna - solo la obstinación desembocada; la anarquía en el peor sentido de la palabra.

No obstante, el tercer punto de nuestra Tradición de AA parece ser una invitación abierta a la anarquía. Aparentemente, contradice el primer punto. Dice: "Nuestra Comunidad debe incluir a todos los que sufren del alcoholismo. Por eso, no podemos rechazar a nadie que quiera recuperarse. Ni debe el ser miembro de AA depender del dinero o de la conformidad. Cuandoquiera que dos o tres alcohólicos se reúnan en interés de la sobriedad, podrán llamarse un grupo de AA." Esto implica claramente que un alcohólico es miembro si así lo dice él; que no podemos privarle de ser miembro; que no podemos exigirle ni un centavo; que no podemos imponerle nuestras creencias o costumbres; que él puede burlarse de todo lo que nosotros sostenemos y, no obstante, seguir siendo miembro. En realidad, nuestra Tradición lleva el principio de independencia individual a tal fantástico extremo que, mientras tenga el más mínimo interés en la sobriedad, el alcohólico más inmoral, más antisocial, más criticón puede reunirse con unas cuantas almas gemelas y anunciamos que se ha formado un nuevo grupo de Alcohólicos Anónimos. En contra de Dios, en contra de la medicina, en contra de nuestro programa de recuperación, incluso unos en contra de otros - estos individuos desenfrenados todavía constituyen un grupo de AA, si así lo creen.

A veces nuestros amigos no alcohólicos nos preguntan: ¿Les hemos oído decir que AA tiene estructura social segura? Deben estar bromeando. Según lo vemos nosotros, su Tercera Tradición parece tener unos cimientos tan firmes como los de la Torre de Babel. En el primer punto, ustedes dicen sin rodeos que el bienestar del grupo tiene la preferencia. Luego, en el punto tres, pasan a decir a cada AA que nadie le puede impedir que piense y haga como mejor le venga. Es cierto que en el segundo punto hablan vagamente de una autoridad final, 'Un Dios amoroso tal como se exprese en la conciencia de nuestro grupo." Con todo respeto a sus opiniones, visto desde afuera, este punto parece poco realista. Después de todo, el mundo actual no es sino la triste historia de cómo la mayoría de los hombres han perdido su conciencia y, por ello, no pueden encontrar su camino. Ahora llegan ustedes los alcohólicos (gente poco equilibrada además, ¿verdad?) para decirnos amablemente:

  1. Que AA es un hermoso socialismo - muy democrático.

  2. 2) Que AA también es una dictadura, sus miembros sujetos al mandato benigno de Dios. Y finalmente,

  3. 3) Que AA es tan individualista que la organización no puede castigar a sus propios miembros por mal comportamiento o incredulidad.

"Por lo tanto," continúan nuestros amigos, "nos parece que dentro de la Sociedad de Alcohólicos Anónimos ustedes tienen una democracia, una dictadura y una anarquía, todo funcionando al mismo tiempo. ¿Se acuestan tranquilamente en la misma cama estos conceptos que hoy día están en tan violento conflicto que van desgarrando el mundo? No obstante, sabemos que AA da resultados. Así que ustedes, de alguna forma, deben de haber reconciliado estas grandes fuerzas. Díganos, si pueden, ¿qué es lo que mantiene unido a AA? ¿Por qué no acaba AA desgarrado también? Si todo AA tiene una libertad personal que puede incluso llegar al libertinaje, ¿por qué no estalla su Sociedad? Debería explotar, pero no lo hace."

Es probable que, al leer nuestro primer punto, nuestros amigos del mundo de afuera, tan perplejos por esta paradoja, pasen por alto una declaración muy significativa: "Es necesario que AA siga viviendo o, de lo contrario, la mayoría de nosotros seguramente morirá."

Esta dura aserción lleva implícito todo un mundo de significado para cada miembro de Alcohólicos Anónimos. Aunque es totalmente cierto que ningún grupo de AA puede forzar a ningún alcohólico a contribuir dinero, o a someterse a los Doce Pasos de nuestro programa de recuperación o a los Doce Puntos de la Tradición de AA, no obstante, cada miembro de AA se ve obligado, a la larga, a hacer estas mismas cosas. La verdad es que, en la vida de cada alcohólico, siempre hay un tirano al acecho. Se llama alcohol. Astuto, despiadado, sus armas son la aflicción, la locura y la muerte. No importa el tiempo que llevemos sobrios, él se queda siempre a nuestro lado, vigilando, listo para aprovechar cualquier oportunidad de reanudar su trabajo de destrucción. Como un agente de la Gestapo, amenaza a cada ciudadano AA con la tortura y la extinción - a menos que el ciudadano AA esté dispuesto a vivir sin egoísmo, a menudo anteponiendo a sus planes y ambiciones personales el bienestar de AA en su totalidad. Aparentemente, ningún ser humano puede forzar a los alcohólicos a vivir juntos feliz y útilmente. Pero el Sr. Alcohol puede hacerlo - ¡y a menudo lo hace!

Esto se puede ilustrar con un historia: Hace algún tiempo, hicimos una lista larga de nuestros aparentes fracasos durante los primeros años de AA. A cada alcohólico que aparecía en la lista, se le había dado una buena orientación. La mayoría habían asistido durante varios meses a las reuniones de AA. Después de recaer y volver a recaer, todos desaparecieron. Algunos decían que no eran alcohólicos. Otros no pudieran aceptar nuestra creencia en Dios. Unos cuantos habían llegado a tener intensos resentimientos para con sus compañeros. Anarquistas convencidos, no podían ajustarse a nuestra Sociedad. Y como nuestra Sociedad no se ajustaba a ellos, se marcharon. Pero solo temporalmente. En el curso de los años, la mayoría de estos llamados fracasos han retornado, convirtiéndose a menudo en miembros excelentes. Nunca les perseguimos; volvieron por motivo propio. Cada vez que veo a uno que acaba de volver, le pregunto por qué se ha vuelto a unir a nuestro rebano. Invariablemente, su respuesta es más o menos así: "Cuando me puse en contacto por primera vez con AA, me enteré de que el alcoholismo es una enfermedad: una obsesión mental que nos impulsa a beber, y una sensibilidad corporal que nos condena a la locura o a la muerte si seguimos bebiendo. Además me di cuenta de que AA daba resultados, al menos para algunos alcohólicos. Pero luego me disgustaron los métodos de AA y llegué a odiar a algunos de los alcohólicos que conocía allí, y todavía seguía con la idea de que podía dejar la bebida por mis propios medios. Después de varios años de beber de forma terrible, me di cuenta de que era impotente para controlarlo, y me rendí. Volvía a AA porque no tenía otro sitio al que recurrir; había probado todo lo demás. Llegado a este punto, supe que tenía que hacer algo rápidamente: que tenía que practicar los Doce Pasos del programa de recuperación de AA; que tenía que dejar de odiar a mis compañeros alcohólicos; que ahora tenía que ocupar mi sitio entre ellos, como una pequeña parte de esa gran totalidad, la Sociedad de Alcohólicos Anónimos. Todo se reducía a la simple alternativa de 'actuar o morir.' Tenía que ajustarme a los principios de AA - si no, podría despedirme de la vida. Se acabó la anarquía para mí. Y aquí estoy."

Esta historia muestra por qué los AA tenemos que vivir juntos - si no, nos vamos morir solos. Somos los actores de un drama inexorable, en el que la muerte es la apuntadora de los que vacilan en sus papeles. ¿Hay alguien que pueda imaginarse el imponer en nosotros una disciplina más rigurosa que ésta?

No obstante, la historia del beber descontrolado nos muestra que el temor, por sí solo, ha disciplinado a muy pocos alcohólicos. Para mantenernos unidos a nosotros, los anarquistas, se necesita mucho más que el mero temor. Hace unos pocos años, dando una charla en Baltimore, me estaba dilatando sobre los grandes sufrimientos que nosotros los alcohólicos habíamos conocido y supongo que mis palabras tenían un fuerte olor a autoconmiseración y a exhibicionismo. Insistía en describir nuestra experiencia de bebedores como una gran calamidad, un terrible infortunio. Después de la reunión, me abordó un cura católico y, con tono muy amable, me dijo: "Le oí decir que creía que su forma de beber era un infortunio. Pero a mí me parece que, en el caso suyo, era una tremenda buenaventura. ¿No fue esa experiencia horrible lo que le humilló tanto que hizo que pudiera encontrar a Dios? ¿No fue el sufrimiento lo que le abrió los ojos y el corazón? Todas las oportunidades que usted tiene hoy, toda esta maravillosa experiencia que usted llama AA, tuvieron su origen en un profundo sufrimiento personal. En su caso no fue ningún infortunio. Fue una invaluable buenaventura. Ustedes los AA son gente privilegiada."

Este sencillo y profundo comentario me conmovió mucho. Marca un momento decisivo de mi vida. Me hizo pensar como nunca en la relación que tenía con mis compañeros de AA. Me hizo poner en duda mis propios motivos. ¿Por qué había venido yo a Baltimore? ¿Estaba allí sólo para bañarme en los aplausos y la aprobación de mis compañeros? ¿Estaba allí como maestro o como predicador? ¿Me creía a mi mismo un eminente cruzado moral? Al pensarlo, me confesé avergonzadamente a mi mismo que tenía todos esos motivos, que había sacado un placer indirecto y bastante egocéntrico de mi visita. Pero ¿era eso todo? ¿No tenía otro motivo mejor que mi avidez de prestigio y aplausos? ¿Había llegado a Baltimore para satisfacer únicamente esta necesidad y ninguna otra más profunda o noble? Entonces, me vino un destello de inspiración. Bajo mi vanagloria superficial o pueril, vi obrando a Alguien muy superior a mí. Alguien que quería transformarme; Alguien que, si yo lo permitiera, me libraría de mis deseos menos honestos y los reemplazaría con aspiraciones más encomiables. En éstas, si yo tuviera suficiente humildad, podría encontrar la paz.

En aquel momento vi con perfecta claridad la razón por la que realmente debía de haber venido a Baltimore. Debía haber viajado allí con la feliz convicción de que yo necesitaba a los Baltimorenses aun más de lo que ellos me necesitaban a mí; que tenía necesidad de compartir con ellos tanto sus penas como sus alegrías; que tenía necesidad de sentirme unido a ellos, fusionándome en su sociedad; que, incluso si ellos insistían en considerarme como su maestro, yo debería considerarme a mí mismo como su pupilo. Me di cuenta de que había estado viviendo muy aislado, muy alejado de mis compañeros, y muy sordo a esa voz interior. En vez de ir a Baltimore como un mero agente que llevaba el mensaje de experiencia, llegué como el fundador de Alcohólicos Anónimos. Y, como un vendedor en una convención, me había puesto mi etiqueta de identificación para que todos pudieran verla bien. Cuánto mejor habría sido si hubiera sentido gratitud en vez de satisfacción de mí mismo - gratitud por haber padecido una vez los sufrimientos del alcoholismo, gratitud por el milagro de recuperación que la Providencia había obrado en mí, gratitud por el privilegio de servir a mis compañeros alcohólicos, y gratitud por los lazos fraternales que me unían a ellos en una camaradería cada vez más íntima, como muy pocas sociedades humanas conocen. Era verdad lo que me dijo el cura: "Su infortunio se ha convertido en su buenaventura. Ustedes los AA son gente privilegiada."

La experiencia que tuve en Baltimore no fue nada insólita. Cada AA pasa en su vida por parecidos acontecimientos espirituales decisivos - momentos de iluminación que le unen cada vez más íntimamente a sus compañeros y a su Hacedor. El ciclo es siempre el mismo. Primero, recurrimos a AA porque, de no hacerlo, podríamos morir. Después, dependemos de su filosofía y del compañerismo que nos ofrece para dejar de beber. Luego, por un tiempo, tendemos a volver a depender de nosotros mismos, y buscamos la felicidad por medio del poder y de los aplausos. Finalmente, algún incidente, tal vez un grave contratiempo, nos abre aun más los ojos. Luego, según vamos aprendiendo la nueva lección y aceptamos de verdad lo que nos enseña, entramos en un nuevo y más fructífero nivel de acción y emoción. La vida cobra un sentido más noble. Vislumbramos nuevas realidades; percibimos la clase de amor que nos hace ver que más vale dar que recibir. Estas son algunas de la razones por las que creemos que Alcohólicos Anónimos puede ser una nueva forma de sociedad.

Cada grupo de AA es un refugio seguro. Pero siempre está rodeado por el tirano alcohol. Como los compañeros de Eddie Rickenbacker, flotando en una balsa en alta mar, nosotros los que vivimos en el refugio de AA, nos apegamos unos a otros con una determinación que el mundo de afuera rara vez puede comprender. La anarquía del individuo va desapareciendo. Se desvanece el egoísmo, y la democracia se convierte en realidad. Empezamos a conocer la verdadera libertad de espíritu. Llegamos a ser cada vez más conscientes de que todo va bien; de que cada uno de nosotros puede confiar incondicionalmente en quien nos guía con amor desde nuestro interior - y desde arriba.

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