Las Hijas de la Serpiente

Kababelan

Página actualizada el 29 de junio de 2006

HATHOR

Diosa Madre que nutre al Universo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

   

La Diosa Hathor es tal vez la más compleja y fascinante de las divinidades egipcias. Encarnó arquetipos (modelos o matrices de la supraconsciencia) múltiples, incluso contrapuestos, pues representaba un lejano periodo de la historia donde la mente humana aún no había entrado en la plena polaridad, siendo los contrarios integrantes del Todo.

Fue la diosa primigenia por excelencia y de ella salieron probablemente las demás divinidades egipcias femeninas, con las cuales muchas veces se confunde.

Con el paso de los milenios la diosa Isis asumió parte de los arquetipos de Hathor y la desplazó como principal diosa de Egipto. En el transcurso de aquella dilatada civilización de más de 30 siglos las mentes humanas se fueron distanciando de la primigenia forma de concebir la relación con el mundo transcendente y fuéronse perdiendo los antiguos secretos, los cuales al final de aquella gloriosa civilización eran tan sólo un lejano recuerdo al igual que lo fue el misterio de los que construyeron la antigua Esfinge.

En la vieja cultura del Nilo los dioses eran representados con atributos de elementos de la naturaleza o bien de animales. Esta simbolización chamánica-totémica significaba que los dioses en realidad no eran sino metáfora o personificaciones de las poderosas y enigmáticas fuerzas que se esconden tras la dinámica de la Naturaleza. El Universo es el verdadero dios y los egipcios concebían no un universo material y azaroso como hace la ciencia actualmente, de cuyo azar surgen las denominadas leyes naturales,  sino un universo constituido de energía mental y conciencia y por tanto modificable mediante el manejo de la magia. En vez de hablar de leyes de la naturaleza los egipcios hablaban de dioses. Pero nunca olvidaron que los dioses no eran sino meros conceptos creados por los hombres para hablar y personificar las misteriosas fuerzas de un cosmos mental y mágico.

La diosa Hathor simbolizaba el aspecto femenino del Universo, en todas sus variantes: maternales, seductoras, creadoras, destructoras, iniciadoras .... Los egipcios la representaron con cinco personificaciones principales: una joven dulce, alegre y hermosa (diosa de la belleza y el amor), una vaca maternal nutricia (diosa madre creadora), una sabia e iniciática serpiente (secretos de la inmortalidad), un gato juguetón y sensual (lo lúdico y festivo) y una poderosa y terrible leona (guerra y destrucción).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  Mediante estas cinco metáforas arquetípicas los egipcios querían simbolizar aspectos en sí mismos contrapuestos:  belleza,  amor,  juego,  alegría,  danza, música, iniciación, creación y nacimiento;  y frente a ello muerte, guerra y furia destructora. Es decir luz y oscuridad, día y noche, muerte y vida, creación y destrucción.

Aquella lejana época nos puede parecer ahora extraña o incluso ingenua, pero los egipcios aunque enigmáticos no fueron nunca una cultura de ingenuos, sino que en su plenitud llegaron a comprender aspectos del mundo que incluso hoy día se nos escapan.

 

 

 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La Diosa Bast o Basteh

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  Hathor representada con cuernos y un disco solar simbolizaba a la vaca divina que sustenta y nutre al universo. El sol sobre su cabeza significaba que era la hija/hermana (o incluso madre) del supremo dios Ra, en realidad Hathor no era sino su múltiple desdoblamiento femenino.

Los egipcios pintaban frecuentemente a Hathor como una cósmica vaca que cubría todo el firmamento y que en realidad lo creaba. Y artísticamente la representaban con una mujer con cabeza de vaca o tan sólo con las orejas de este animal.

Pero la dulce y bella diosa Hathor tenía la capacidad de transformarse (entre otras mutaciones divinas) en una todopoderosa leona, capaz de destruir el mundo entero si su furia era desatada o recibía el mandato del dios Ra para que castigara a sus enemigos.

 
 

 

 

 

 

 

 

El faraón Micerinos, su esposa y en el centro Hathor.

La diosa Hathor preside a la pareja real de los faraones sentada en el trono.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Escultura de Sejmet, la terrible Leona divina, el Ojo de Ra, el poder destructor. Rol muy similar a la diosa hindú Kali en su aspecto también de furia destructora.

 

 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mas otro de sus aspectos principales era ser la joven diosa del amor y la belleza, que luego los griegos (milenios posteriores) llamarían Afrodita y los romanos Venus. Así Hathor era en Egipto el lucero del alba y también el del ocaso. Recibía a los vivos y acompañaba a los muertos en su tránsito al Otro Mundo (uno de sus hijos, Anubis, era el dios de los muertos). Por ello era llamada también la Señora de Occidente (lugar de tránsito y puerta al Otro Mundo). Recordemos que también en Occidente era donde estaba la gran diosa de los celtas en su isla mítica de Avalon, el reino originario de las hadas celtas, y también Hathor era la madre de las hadas egipcias, llamadas las Siete Hathors.

Esta multifacética diosa Hathor también fue identificada en otras culturas de Oriente Próximo y el Mediterráneo con Astarté, Isthar, Tanit, Hécate ...

Hathor era sin duda una diosa primigenia, salida de la noche de los tiempos, que englobaba múltiples aspectos, de algunos de los cuales brotarían después otras divinidades egipcias, como la famosa diosa Isis, de la cual a su vez derivó posteriormente la futura Virgen María de los cristianos.

Otro de los sorprendentes desdoblamientos de esta enigmática y antigua diosa era el de ser encarnación de la Furia. Y entonces recibía el nombre de Sekhmet (Sejmet). Se la veneraba así como una Leona Divina cuya fuerza sanguinaria una vez desatada era imparable. Se convertía de esta manera en diosa de la guerra y de la destrucción. Para los antiguos egipcios Ra (el Sol) enviaba a su Ojo (la destructora Sejmet) cuando debía eliminar a sus enemigos. De tal forma los egipcios no tenían un dios de la guerra sino una diosa llamada Sekhmet (el Ojo de Ra). Según una de aquellas viejas leyendas la única forma de detener a Sejmet una vez había iniciado su sed de sangre era mediante argucias filosóficas que la calmaran y la hicieran retornar a su naturaleza de joven dulce y bella, como las artimañas del sabio dios Thot, o bien emborrachándola con alguna bebida mágica para dormirla, pues de lo contrario su furia imparable destruía sistemáticamente el mundo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hathor representada como Sekhmet, con el báculo de diosa y el ankh de la vida eterna. Ahora no lleva los atributos de los cuernos de vaca junto al disco solar sino la cabeza de leona. Como Sejmet se la llamaba también el Ojo de Ra.

   

Hathor junto al Faraón. Permanentemente la cobra está presente en sus coronas e igualmente sobre el disco solar de la parte superior.

Como diosa serpiente es el aspecto menos conocido de la diosa Hathor. Siendo la diosa más antigua de Egipto encarnaba los tiempos en que la Gran Serpiente había sido la divinidad principal, antes de la evolución religiosa que derivó en los nuevos dioses como Ra, Osiris, Isis, Horus, etc, del periodo clásico dinástico. Los egipcios siempre mantuvieron este símbolo serpentino de la Cobra, cuyo significado era la iniciación en el misterio de los dioses y de las fuerzas secretas que sostienen la creación del mundo. Todo faraón que se considerara hijo divino debía llevar el símbolo serpentino, que le confería el rango de hijo de la serpiente.

En este grabado vemos a Tutankhamon y su esposa/hermana, ambos con la cobra real divina sobre su frente, como parte de la corona.

Con el paso de los milenios y el cambio de los paradigmas culturales las religiones se transforman pero por alguna inescrutable razón conservan viejos símbolos del pasado religioso. Así los egipcios mantuvieron siempre a la serpiente, los musulmanes la Luna y la Kaaba, los cristianos el sol pagano y los ritos de la sangre, etc.

 

   
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La Diosa Isis, que al final del imperio egipcio acabó desplazando a Hathor, va vestida de blanco y sobre la cabeza lleva una corona distinta: el llamado trono de Isis.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En esta pintura mural Hathor acerca el ankh de la inmortalidad a Nefertari para que la reina lo pueda inspirar y así entrar en la vida eterna.

A lo largo de la dilatada historia de Egipto los dioses cambiaron muchas veces sus roles arquetípicos, siendo sustituidos los unos por los otros según cada periodo religioso.

Así Hathor a veces fue hija o esposa de Ra y otras esposa de Horus, así como madre de estos mismos dioses.

La historia religiosa de Egipto se alarga durante cerca de 30 siglos del periodo dinástico, más un tiempo incierto anterior, y el posterior periodo helenístico (casi diez siglos más), que serviría de transición hasta la llegada y dominio absoluto del cristianismo (alrededor del siglo IV o V dC).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Anubis, dios del tránsito al Más Allá, fue considerado hijo de Hathor, pues ésta también asumía el título de Señora del Ocaso o de Occidente..

   

Con el paso de los siglos la nueva diosa Isis asumirá en parte los atributos simbólicos de Hathor y por ello comenzará a ser representada también con cuernos de vaca y disco solar.

 

 

 

 

 

 

   
    Durante el periodo helénico romano la diosa Isis irá adoptando el aspecto de una matrona romana, y será esta imagen la que prefigura la posterior representación de las vírgenes cristianas como madre del nuevo Dios llamado Jesús que sustituirá a Osiris/Horus/Ra, mediante una nueva trinidad denominada Padre/Hijo/Espíritu Santo.

Esta Isis helénica (siglos II dC) prefigura ya la futura imagen cristiana. Es difícil aquí distinguir a Horus del niño Jesús o a Isis de la Virgen María. La imagen corresponde a una Isis romana o helenística. El tránsito al cristianismo ya estaba hecho artísticamente antes incluso de que el cristianismo triunfara. Esta Isis recibió luego el nombre de una Virgen cristiana y la estatua de piedra sobrevivió.

  kababelan@yahoo.es

 

Aquí contemplamos otra Isis helénica.

 

   

Dibujo moderno que recoge el momento en que Isis huye con su pequeño hijo Horus escondiéndose de su enemigo Seth (pasaje mitológico donde Isis amamanta oculta entre los cañaverales). Los dioses contrapuestos eran a la vez hermanos, pues en el fondo eran uno. Para los egipcios las fuerzas contrarias divinas eran también necesarias y complementarias para el fluir del universo. El auténtico mal estaba representado tan sólo por una serie de difusos demonios inferiores, una especie de energías negativas de las que había de defenderse mediante la magia. Para los egipcios la vida era una lucha constante contra estas fuerzas negativas o sombras que continuamente acosaban tanto al ser humano como a los dioses, y que son causa de las limitaciones y las enfermedades. No obstante hemos de entender siempre que el universo mítico es un universo interior y que la materia es la superficie de la realidad.

Este dibujo de un gato representaría a la gata divina Bast, que lo egipcios tenían en gran aprecio, pues representaba el aspecto lúdico, festivo y placentero de la vida.

 

 

   

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Aquí vemos una recreación moderna de una escultura de la diosa gata Bast, con un ristro, instrumento musical representativo de la diosa Hathor (y posteriormente de Isis).

 

Una recreación actual de la gata divina Bast (desdoblamiento de la gran diosa Hathor)

     

En este fragmento mural vemos una pintura de la famosa reina Nefertari, que porta un pendiente con la figura de la cobra divina. Esta se convirtió en símbolo de la realeza.

 También aquí abajo contemplamos a la reina Isabel I de Inglaterra, que se inició en los misterios del esoterismo, y en este fastuoso traje distinguimos el emblema de la Serpiente en su manga izquierda en gran tamaño.

   
    Detalle de la serpiente bordada con piedras preciosas en la manga del vestido real de Isabel I, que fue iniciada en las antiguas ciencias ocultas.

   
    Este dibujo actual muestra una joven portando en su pecho el Ankh (Anj), el antiguo símbolo de Hathor y otros dioses egipcios que representaba la vida eterna en el mundo mágico de los dioses inmortales. También el ankh podía simbolizar la eternidad de la naturaleza y de los secretos que oculta, a los que tan sólo se podía acceder mediante determinado camino mágico y secreto.

   

 

   

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Hathor: diosa del amor y de la bondad, matriz del universo.

 

   

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