PSICOTERAPIA GESTALT:

 Una auto-actualización autocreadora

Mtro. Alejandro Vera Ramírez, 2006.

Universidad de Guadalajara*

 

 

RESUMEN (ABSTRACT)

 

El enfoque psicoterapéutico Gestalt se define desde una perspectiva psicológica integral, como una auto-actualización autocreadora. Proponemos una revitalización de sus fundamentos filosóficos y científicos al resaltar su congruencia con la biología del conocimiento (Maturana y Varela, 1984), estableciéndose correspondencias con conceptos que Fritz Perls (1974, 1975, 1976) elabora en su teoría, tales como autenticidad, frontera de contacto, polaridad identificación/alienación y autoregulación organísmica. Desde lo fenomenológico-existencial, es un trabajo integrativo y experiencial que concibe la relación terapéutica entre seres humanos determinados estructuralmente y con una organización viviente autopoiética y operacionalmente autónoma que deriva en seres-en-el-lenguaje como seres sociales. Nuestra existencia (ser-en-el-mundo) se contextualiza en una dinámica histórico-cultural, que codetermina nuestros mundos experienciales como construcciones colaborativas que realizamos en la convivencia amorosa con los otros. La experiencia del sentido de actualidad en el proceso y diálogo psicoterapéutico conlleva una actitud de co-participación espontánea y creativa de los involucrados en una dinámica de apoyo (confianza) y confrontación (perturbación), asumiendo la libertad y la responsabilidad del ser auténtico y su auto-actualización.

 

Palabras clave (Key Words): Psicoterapia, Gestalt,  fenomenológico-existencial.


 

INTRODUCCIÓN

 

“La Psicoterapia Gestalt es un enfoque terapéutico

que busca la congruencia del ser, pensar, sentir y hacer

sin connotaciones idílicas de ser humano

sino  con el propósito de formar “seres vivientes existenciales”

aquí y ahora con su singular y única manera de ser-en-el-mundo.”

 (Covarrubias, 2005:11)

 

La enseñanza de modelos psicoterapéuticos es parte importante en la formación y entrenamiento de los psicoterapeutas en casi todo el mundo, desde distintos enfoques de enseñanza y bajo diversos modelos de intervención. Tanto el psicoanálisis, las terapias conductuales, cognitivas, las terapias familiares, grupales e individuales, las terapias existenciales y transpersonales y, particularmente con su especial modelo formativo, la psicoterapia Gestalt. En Latinoamérica la influencia de este estilo de trabajo ha tenido un desarrollo exponencial, especialmente en la experiencia mexicana, que ha nivel Europeo es reconocida como de las más importantes a nivel mundial.

 

Este enfoque psicoterapéutico desarrollado en el siglo XX, por Fritz Perls, integró en su práctica y fundamentos, respecto a la filosofía, el método fenomenológico resaltado por Husserl y llevado por Heiddeger al campo de la hermenéutica. En sus orígenes tiene influencia del pensamiento de Friedlaender, y posteriormente incorpora aportaciones de las filosofías orientales. A nivel científico, Perls retoma en sus fundamentos los aportes que la nueva física (einsteniana) trae como consecuencia en el nacimiento de nuevos paradigmas emergentes en la ciencia occidental, alejándose cada vez más del racionalismo y el positivismo. Retoma así  el holismo de J. C. Smuts y en el campo del conocimiento psicológico, algunos principios de la psicología de la forma o psicología de la Gestalt, y principalmente, con formación específica en el psicoanálisis freudiano, Perls asume sus experiencias directas con los aportes de Karen Horney y Wilhelm Reich, así como de su constante diálogo y confrontación con los fundadores del humanismo en psicología, Maslow y Rogers, sólo por mencionar algunos personajes que fueron contemporáneos del fundador de este enfoque.  A nivel técnico, Fritz Perls se nutrió de diversas experiencias y técnicas que fueron tejiendo su particular quehacer terapéutico, sumándole, desde lo axiológico, una  peculiar actitud de autenticidad a su trabajo. Actitud que será el sustrato de las experiencias emotivas reportadas por quienes coparticipaban en el proceso de crecimiento humano con Fritz.

 

Considero que estos fundamentos obraron su influencia sobre todo en las premisas y sustratos experienciales de su práctica clínica, más que sobre las sobredeterminaciones teóricas de lo que Fritz llamaría más tarde Psicoterapia Gestalt. Por ello, propongo aquí como eje central, la temática de la actualización, y específicamente la auto-actualización autocreadora, como guía fundamental de una definición de este enfoque psicoterapéutico. Tal eje implica incluir aquí y ahora, referencias actuales a lo que hemos reconocido en las aportaciones epistemológicas y teóricas que las ciencias biológicas y sociales han realizado en el presente. Entre estas aportaciones, en este trabajo destaco de forma relevante, las aportaciones de Humberto Maturana a la biología del ser humano y que impacta a todas las ciencias humanas y las explicaciones científicas en las psicoterapias integrales, que han abierto su abanico de explicaciones a una integración omnicuadrante y omninivel, como lo ha propuesto el psicólogo integral y pensador, Ken Wilber (2000).

 

¿Qué es la psicoterapia Gestalt?

 

            No hay una definición estática de lo que es la psicoterapia Gestalt. La primera prueba de ello son las diversas definiciones aportadas por los terapeutas que han escrito libros respecto a ella. De acuerdo a su particular y original configuración personal, cada uno aporta una perspectiva que nace de su propio trabajo y proceso en este campo.  Esta variación no es motivo de dispersión o debilidad conceptual, por el contrario, ha resultado en un enriquecimiento de perspectivas dentro del mismo enfoque. La dialéctica del conflicto no es negado y podemos encontrar escuelas divergentes. Sin embargo, es propio de la Gestalt definirse como un proceso de construcción que esta determinado por la percepción global generada por cada individuo particular y en cada situación específica, sin alterar la estructura y organización esencial que le conserva en sus cambios como una unidad. Por ello es relevante contextualizar en cada caso, como es que la Gestalt es configurada y  por quién. Nos implicamos por esto personalmente, en nuestra propia manera de vivir y por ello, de conocer y conceptualizar este enfoque psicoterapéutico.

 

            En lo particular, la psicoterapia Gestalt esta siendo para mí, un enfoque psicoterapéutico de contacto fenomenológico, existencial, integrativo y experiencial, en donde el proceso y diálogo giran entorno a una actitud de co-participación espontánea y creativa, de los involucrados en una dinámica de apoyo (confianza) y confrontación (perturbación) con la libertad y la responsabilidad, del ser auténtico y su auto-actualización.

 

            Siendo así, aquí y ahora se presenta como una psicoterapia que une aportes epistémicos, teórico-metodológicos y técnico-instrumentales esenciales para el desarrollo del potencial humano y su integración,  tanto de la tradición y la vanguardia de la psicología y la psicoterapia, en  una configuración holística original.

 

            Vamos presentando algunas derivaciones de esta definición. Primeramente la palabra Gestalt en los diccionarios conserva el sentido histórico que la palabra tuvo gracias a los psicólogos de la forma, de la “psicología Gestalt”: “teoría según la cual nuestro campo perceptivo (y también nuestro campo intelectual, mnésico, afectivo, etcétera) se organiza espontáneamente bajo la forma de conjuntos estructurados y significantes (“formas buenas” o Gestalten fuertes y gestantes)” (Ginger y Ginger, 1993:14). La palabra Gestalt, es de origen alemán y sin equivalencia exacta en nuestra lengua. “Gestalten” se traduce como “poner en forma, dar una estructura significante”. Como proceso es Gestaltung, en su sentido de implicar un proceso, una “formación”. Por ello Gestalt  remite al proceso de configurar, de formar estructuras significantes unitarias. Unidades de sentido en la experiencia perceptiva y, por ello en el conocimiento de lo vivido (pensado, recordado, emocionado, sentido, actuado, etc.).

           

            Gestalt implica como categoría teórica, una visión de la percepción, como una percepción constructiva de Totalidades de sentido que trascienden las partes de cualquier sistema, para dar cuenta de la emergencia cualitativa de esa misma totalidad, de figura-fondo, de experiencia-contexto, de ser-mundo. Ello implica que lo percibido y el perceptor se implican mutua y necesariamente. Ser-en-el-mundo indisociables, a menos de perder el propio ser.

 

            Somos parte de lo observado en la medida que no hay una naturaleza independiente de nuestra experiencia perceptual como seres vivientes. Co-participamos en lo observado desde el acto de observación del presente del que, como humanos, podemos ser autoconscientes (el “darse cuenta”). Esta misma  autoconciencia es una cualidad gestáltica de lo social operando en el lenguaje[1], (dimensión propiamente intersubjetiva) en la que fincamos nuestra identidad. Como la experiencia es un proceso constructivo, en el caso particular de la autoconciencia, nuestra propia identidad es autocreativa. 

 

            Darse cuenta de sí (nuestra autenticidad) nos posiciona en la inmanencia de trascendernos a nosotros mismos, en nuestra cualidad autocreadora (auto-actualización). Darse cuenta (observar autoconciente) es un modo de vivir. Como modo de vivir, es un modo de conocer (nos), es “la experiencia cognoscitiva del presente en el lenguaje como fenómeno social”[2]. Es en esencia nuestra esencia. A todo esto llamamos conceptualmente Gestalt en este contexto.

 

  • ¿Qué entendemos por psicoterapia?

 

            Es a partir de la reflexión que implica rebasar el preconcepto médico popular de Terapia, como “reparación” y “cura” de alteraciones o “daños”, de “enfermedades”; que en nuestra perspectiva es importante recuperar lo que Ginger (1993) ubica en el término de terapia a partir de la relación etimológica que encuentra del término salud con el de unificación, de integridad. Entendemos entonces la salud como una Gestalt, es decir como una forma global, integrada, con una percepción de sentido unificante. Es decir, la Salud implica un estado de integración global del ser que tiene como consecuencia un estado de bien-estar. En ello reconocemos la consideración de la Organización Mundial de la Salud, que implica el estado de bienestar completo, físico, mental y social. Es por ello, que en esta dimensión de la TERAPIA hemos de incluir esta referencia a la salud, en nuestro caso psicológica, como figura central del cambio psicoemocional.

 

            La experiencia humana puede ser vivida en una vida llena de insatisfacciones y sufrimientos, que son explicadas o descritas por las personas desde su perspectiva. Estamos en un mundo y conocerlo, como señala Maturana (1984:10) implica que no podemos separar “nuestra historia de acciones –biológicas y sociales—de cómo nos aparece ese mundo. Es tan obvio y cercano que es lo más difícil de ver.” Ya Perls afirma desde mediados del siglo veinte, que “el neurótico no ve lo obvio[3]. Por ello abrirse a la posibilidad de un bienestar armonioso (estar en congruencia), nos coloca en la posición de trascender la limitada visión de quedarnos en el campo de la deficiencia, y activar motivaciones hacia la creación de opciones y acciones congruentes con nuestras posibilidades y realizaciones concretas en los contextos específicos con los que vivimos. La perturbación estratégica de centrarnos en la salud y no en la enfermedad, reorganiza nuestra experiencia emocional sobre nosotros mismos. Activamos entonces, una perspectiva holística de desarrollo que supere nuestra actual condición problemática, sin renunciar a nuestro derecho a la diferencia, a nuestra “originalidad irreductible”. ”Esta [noción de] terapia reúne entonces la noción de desarrollo personal, de formación y de apertura del potencial humano. (Ginger y Ginger, 1993:15).

 

            La dimensión formativa de la Terapia psicológica o psicoterapia, la percibimos aquí (en y) como una Gestalt, como un trabajo integral que implica la dimensión de la experiencia emotiva, conductual y cognitiva; en la relación humana, intersubjetiva. No consideramos a la persona en proceso, como un “enfermo” o un “sujeto sometido” a las fuerzas únicas, de lo inconsciente “sintomático”, como nos proponen los modelos médico-psiquiátricos dominantes en el siglo pasado. Mas bien, entendemos que las personas aprendemos formas inadecuadas para mantener nuestro bienestar e identidad, en nuestras interacciones cotidianas, sacrificando en buena medida nuestra autenticidad --dejamos de ser quienes somos, para ajusstarnos a una supuesta descripción alienada, de lo que “deberíamos ser” nosotros mismos --  y también sacrificamos nuestra capacidad de “darnos cuenta” de lo actual, del aquí y ahora de la experiencia que efectivamente vivimos, al interrumpir el flujo de la conciencia experiencial --en una temporalidad alienada de su presente, alejada de su auto-actualización--  así como nos involucramos en un proceso evaluativo de lo vivido en el presente (lo juzgamos), mediante explicaciones a posteriori de la misma experiencia; explicaciones mayormente inadecuadas y en experiencias emotivas autodestructivas. Nos autolimitamos a partir de una experiencia de aprendizaje que ignora nuestra propia esencia, la conciencia de nuestra propia estructura y organización gestáltica como seres vivientes, humanizados en el amor y el conocimiento.

 

  • La experiencia de contacto fenomenológico: Lo existencial, experiencial e integrativo de la psicoterapia Gestalt.

 

            La historia de la ciencia, nos ha mostrado como pasamos de epistemologías racionalistas y empiristas, al reconocimiento de la subjetividad en la investigación. Lo interesante ha sido que precisamente en el momento en que se cuestiona la noción misma de conocimiento por parte del “conocedor”, entra en crisis la noción heredada del positivismo en las ciencias humanas, pues es específicamente en estas ciencias donde se constituye la paradoja de que no es posible conocer el conocimiento dejando fuera al sujeto del conocimiento. Ya que en ellas pretendemos conocer al ser humano, excluyendo al propio ser humano con los argumentos de una  racionalidad “objetiva”. Esta problemática de la participación del propio sujeto en estas ciencias genera la crisis de los paradigmas del conocimiento surgidos en el sistema-mundo capitalista. Es en el ámbito filosófico donde la crítica se asume y es precisamente la fenomenología, la que alerta sobre el problema y sugiere “permanecer atentos y abiertos a la experiencia del conocimiento humano”. Reconociendo la necesidad de reflexionar sobre el asunto, suspendiendo nuestros juicios y presuposiciones, para mantenernos alertas y autoconscientes de la posibilidad de describir lo que se da, tal como se da.

 

            Por esta razón, en esta tarea de observación, como observadores establecemos distinciones, es decir realizamos el acto de “señalar cualquier ente, objeto, cosa o unidad, [y este acto] está amarrado a que uno realice un acto de distinción que separa a lo señalado como distinto de un fondo.”[4] Aquello que nos distingue como seres vivientes es precisamente nuestra organización. La organización se define como “aquellas relaciones que tienen que existir o tiene que darse para que algo sea”, y las relaciones que caracterizan a los seres vivos es que nos producimos constantemente a nosotros mismos. A esto es a lo que Maturana y Varela (op. cit) han denominado organización autopoiética. La aparición de los seres orgánicos implica un metabolismo celular que produce componentes que se integran  al mismo mecanismo que los produce. Aquí queremos resaltar que algunos de esos componentes “conforman un borde, un límite para esta red de transformaciones. En términos morfológicos… [lo percibimos] como una membrana esta membrana no sólo limita la extensión de la red de transformación que produjo sus componentes integrante, sino que participa en ella.”[5] Es parte y delimitación de su unidad, de su peculiaridad holística, de su totalidad. A nivel psicológico, respecto a la vida psíquica, en Gestalt denominamos a la frontera de la identidad psicológica como frontera de contacto y es una estructura de la organización autopoiética de la conciencia humana como personalidad.

 

            Tanto las dinámicas de las redes de transformación posibilitan el borde, como el borde posibilita las redes de transformación dinámica, por lo que no son fenómenos secuenciales, sino dos aspectos de un fenómeno unitario. Nuestra conciencia y su mundo están indisolublemente ligados, ocurren simultáneamente. En la experiencia vivida, descubrimos que toda conciencia es conciencia de algo, que la conciencia no es nada, sin una relación con el mundo. Por ello retomamos la formulación heideggeriana de la existencia como ser-en-el-mundo. Ahora bien, nuestra relación con ese mundo no es de causa-efecto, como lo plantea el paradigma newtoniano-baconiano (Aguirre-Rojas, 2003), pues ocurre de manera necesaria y simultanea. La operación funcional de los organismos vivientes y sus contextos es independiente, por ello la responsabilidad se asume de manera personal, dejando atrás el responsabilizar al medio de lo que ocurre en nuestra estructura, como si fuésemos determinados por el contexto. Somos determinados por nuestra estructura y en nuestras interacciones con el medio pueden  “gatillarse” cambios que dependen de nuestra propia dinámica[6]. Como seres vivos somos unidades autónomas y es en la autopoiésis donde nos realizamos y especificamos a nosotros mismos.[7]  Por ello para las ciencias humanas “la fenomenología  surge como respuesta a la problemática de investigar  realidades cuya “naturaleza y estructura” solo pueden ser captadas desde “el marco de referencia interno del sujeto que las vive y experimenta” (Martínez, 1996:167).

 

            Así, por ejemplo, la interacción psicológica entre el individuo y su contexto fue descrito por Perls como una fenomenología de la frontera de contacto y de acuerdo a él, esta es una función de discriminación que realiza la personalidad y que se da como una distinción básica de tres zonas de espacialidad psíquica en donde ubicamos (y elegimos) que ocurre la experiencia, así el observador puede ubicar los objetos de su percepción en estas zonas: Zona externa (todo lo que existe de la piel hacia fuera). Zona Intermedia (todo lo que existe de la piel hacia adentro), y la Zona de la Fantasía (pensamientos, conceptos, abstracciones, imágenes, sueños, etc.)... otros autores denominan a este fenómeno como el proceso de contacto-retirada. “Este “contactarse con” y “retraerse de”, esta aceptación y rechazo, son las funciones más importantes de la personalidad integral y son ambas, aspectos diferentes de la misma cosa: la capacidad de discriminar”. (Perls citado por Salama y Villareal, 1988: 33-34).

 

            La manera como vivimos la experiencia no responde a una “realidad” independiente de la persona, por el contrario, en nuestra capacidad de establecer distinciones, discriminamos un interior y exterior, mediante la construcción de esta frontera, de este borde de contacto, y así lo vivimos experiencialmente. Aún en este reconocimiento de nuestras fronteras subjetivas, tenemos que reconocer que en nuestra peculiaridad como existentes, somos seres contextuales, y que nos encontramos estableciendo estas distinciones de figura-fondo, que son reversibles y simultáneas, hasta que establecemos una predominancia por nuestras explicaciones de lo experienciado. “Pero lo fenomenológico no significa exclusivamente creer que las cosas son como yo pienso o quiero, sino que las cosas son así, para mí. Un para mí engarzado a mi relación con el mundo, a mi modo de vivirlo, y darme cuenta de cómo lo vivo, suspendiendo, poniendo “entre paréntesis” mis condicionamientos, mis juicios y sobre todo, mis prejuicios.” (Covarrubias, 2005: 59-60).

 

            El compromiso de la Gestalt de Perls con la fenomenología existencial, se da como una filosofía de vida y se manifiesta en un desarrollo centrado más  en la práctica clínica viviente, que en el despliegue o la contrastación de lo teórico, que es evaluado en esta situación como juicio y prejuicio cientificista. La experiencia de entrar en un proceso psicoterapéutico gestáltico nos conduce a una práctica que nos incluye en un vivir en la percepción fresca y directa, que atiende lo que emerge en la experiencia, ocurriendo en lo que Perls denomino la autorregulación organísmica[8]: “En la autorregulación organísmica, escoger y aprender suceden holísticamente, esto es, con una integración natural de cuerpo y mente, pensamientos y sentimientos, espontaneidad y premeditación.”[9]

                 

Así reconocemos, en este acercamiento fenomenológico al flujo de nuestra experiencia presente, que en tanto relación con el mundo, la experiencia humana no puede dividirse; más que metafóricamente y con sus respectivas consecuencias; en “interior” y “exterior” como lo plantea la dicotomía del positivista, del investigador  autodenominado “objetivo”. Para la perspectiva fenomenológica la intencionalidad, en un sentido psicológico, implica la no separación del sujeto y el objeto de conocimiento. Es la relación lo que nos define.  “el mundo es negado como exterioridad y afirmado como “medio”, el yo es negado como interioridad y afirmado como “existente” (Lyotard, 1954[10]). La manera como nos comportamos responde entonces a lo que vivimos, especialmente a la manera como lo vivimos.

 

...lo que esta detrás de la práctica [gestáltica] es una filosofía de vida, una actitud ante la vida, más que una teoría de la mente (...) todos los métodos o todas las técnicas son extensiones de esa actitud, más que una teoría psicológica. Una filosofía de vida que implica una creencia en la conciencia del momento, una creencia en la autenticidad, una creencia en la comunicación genuina, cosas así” (“Carmen Mateu entrevista a Claudio Naranjo”, en Naranjo, 2002:19)

 

Nuestra peculiar forma de experimentar el mundo es de manera histórica. Por ello los fenomenólogos afirman que “La existencia del hombre es una existencia situada e histórica. El hombre es siempre en situación, y toda situación está ubicada en el tiempo; esta lo constituye intrínsecamente” (Ardiles, 1977:22).  Aspecto histórico que es experienciado en el presente como un Aquí y ahora. Un aquí y ahora que surge, por supuesto de la modificación de un estado previo. Somos unidades conectadas históricamente por el fenómeno de la reproducción, por lo que constituimos sistemas históricos. Los cambios que se dan en nuestra estructura sin que se modifique nuestra organización autopoiética, es lo que se denomina ontogenia, y la transformación ontogenética no cesa hasta nuestra desintegración. “…toda variación ontogenética resulta de una manera distinta de ser en el mundo donde se está, porque es la estructura de la unidad la que determina como interactúa en el medio y qué mundo configura.” [11]

 

Ahora bien, en tanto nuestro sistema nervioso opera en la clausura operacional y el lenguaje es recursivo, los seres humanos, como seres vivos, operamos siempre en nuestro presente estructural. “El pasado como referencia a interacciones ocurridas, y el futuro como referencia a interacciones por ocurrir, son dimensiones valiosas para comunicarnos entre nosotros como observadores, pero no entran como tales en el operar del determinismo estructural del organismo en cada momento.” (Maturana y Varela, 1984:82). Una descripción acorde con estos descubrimientos científicos, eran ya formulados a nivel psicológico por Fritz Perls desde su primer libro. En Yo, Hambre y Agresión, es este texto retomando el principio de la indiferencia creativa de Friedlaender, comenta que el “punto cero psicológico” es el siempre presente, que se alargamos hacia delante y hacia atrás, para describir lo pasado y el futuro. Aun así, el centro de nuestro tiempo y espacio es el presente. Cualquier afirmación de realidad, la hacemos efectivamente desde el presente. en la obra de Fagan y Shepherd (1970) encontramos además que es en su intención de transmitir el significado de la palabra  ahora que para Fritz, sólo el ahora existe, que se da la siguiente equivalencia: Ahora = experiencia = conciencia = realidad. A este conjunto de reflexiones, es también a lo que aquí denominamos el sentido de actualidad, y la auto-actualización por supuesto que implica esta dimensión temporal presente, reconociendo en ello nuestra naturaleza intrínseca, y por tanto, nuestra autenticidad como particulares seres vivientes. “La terapia gestáltica tiene por objetivo el despertar de la conciencia, del sentido de la actualidad y de la responsabilidad, y es equivalente a decir que su objetivo es la capacidad de vivenciar o experienciar fenomenológicamente la existencia en búsqueda de autenticidad.” (Naranjo, 1990:60)

 

            Como seres humanos, existimos como seres contextuales (sociales-históricos, en proceso autocreador), la coherencia de nuestro operar en el presente responde a nuestra estructura viviente, que en particular es capaz de reflexividad lingüística y por ello, de mente y conciencia, de autoconciencia. Reconocernos como seres-en-el-mundo, es parte de reconocernos como totalidades, como seres integrales, como unidades autopoiéticas con nuestros contextos, sin perder por ello nuestra autonomía operacional, y por ello, nuestra libertad autocreadora determinada por nuestra estructura, nuestro ”darnos cuenta aquí y ahora”. Entrar en contacto con esta autoconciencia, no es una propuesta teórica de la psicoterapia Gestalt, es un modo de vida, una forma de experienciar, un modo de darse la vida del terapeuta que perturba la “tradición” (cultural y social, especialmente los hábitos de olvido de nuestra propia autenticidad), de aquellos con quienes forma redes de interacción en la relación terapéutica. Respetar en esa relación la autonomía del otro, es reconocer nuestra propia autonomía, y por ello, nuestra responsabilidad en que el conocimiento, que es acción efectiva, es siempre autoconocimiento. Perturbar la dinámica del otro, es un propósito que ocurre con nuestra manera de vivir, en ese instante, la relación con él. Comunicarnos desde la autenticidad de ser lo que somos. Auto-actualizándonos constantemente: integrándonos.

 

 

NOTAS


 

* Correspondencia a: Miguel Blanco 1128. Centro. Guadalajara Jalisco. México. CP. 44100. , Tel. 01 33 36132750. Email:[email protected] y [email protected]

[1]  La cibernética de segundo orden, o de los sistemas observadores le permite, de acuerdo a  Rolf Behncke a Humberto Maturana (en Maturana y Varela, 1984:XX-XXI), elaborar la tesis de que para la naturaleza cognoscitiva humana lo central es la autonomía operacional del ser vivo individual, dando cuenta así de la dimensión de conocimiento en la que surge y existe la autoconciencia (dinámica social operando en el lenguaje). Esta naturaleza de autonomía operacional se encuentra en el ser vivo, tanto como en el sistema nervioso, que se organiza como una “red circular cerrada de correlaciones internas” (teoría de la autopoiésis).

[2] Ibíd.:26.

[3] La continua recursividad del lenguaje, ya que “las palabras en el lenguaje (en la reflexión lingüística) pasan a ser objetos que ocultan las coordinaciones conductuales que las constituyen operacionalmente en el dominio lingüístico.” origina que “Aquel bagaje de regularidades propias del acoplamiento de un grupo social es su tradición biológica y cultural. La tradición es al mismo tiempo que una manera de ver y actuar, una manera de ocultar. Toda tradición se basa en lo que una historia estructural ha acumulado como obvio, como regular, como estable, y la reflexión que permite ver lo obvio sólo opera con lo que perturba esa regularidad.” (Maturana y Varela, 1984: 161-162). Por supuesto que, siendo así, esto nos ocurre a todos como humanos y no sólo a los neuróticos.

[4]  Maturana y Varela, 1984:24. además, “cada vez que hacemos referencia a algo, implícita o explícitamente, estamos especificando un criterio de distinción que señala aquello de que hablamos y específica sus propiedads como ente, unidad u objeto. Esta es una situación enteramente cotidiana y no única, en la que estamos sumergidos necesaria y permanentemente.”

[5] Ibíd.:27.

[6] “…los cambios que resultan de la interacción  entre ser vivo y medio son desencadenados por el agente perturbante y determinados por la estructura de lo perturbado. Lo propio vale para el medio, el ser vivo es una fuente de perturbaciones y no de instrucciones.” (Maturana y Varela, 1984:64).

[7] Nos es peculiar, y compartimos con los seres vivos que “su organización es tal que su único producto es sí mismos, donde no hay separación entre productor y producto. El ser y hacer de una unidad autopoiética son inseparables, y esto construye su modo específico de organización” (Maturana y Varela, 1984:29).

[8] Actualizándonos en la biología del conocimiento de Humberto Maturana, notamos en su propuesta un concepto equivalente que consiste en la clausura operacional de los organismos autopoiéticos y en especial, evidente en los vertebrados superiores, la clausura operacional del sistema nervioso. Esta dinámica circular de lo viviente enriquece el carácter autónomo de los seres vivos, particularmente expandido en los seres humanos, que como seres sociales, somos-en-el-lenguaje.

[9]  Salama y Villareal, 1988: 26-27.

[10]  Pág. 72 en el texto en español, 1989.

[11] Maturana y Varela, Op. Cit.:49,58.

[12] Maturana y Varela, 1984:164.

 

 

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