Excepcionalismo en Geografía

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Excepcionalismo en Geografía: un análisis metodológico.

 

 

Fred Schaefer*

 

University of Iowa, centro de la actividad de Fred K. Schaefer;  (Alemania, 1904- EEUU, 1953)

La metodología de una disciplina no es un cajón de sastre de técnicas especiales. En geografía, técnicas tales como la elaboración de mapas, los "métodos" de enseñanza, o las exposiciones históricas sobre el desarrollo de la ciencia se toman con frecuencia, erróneamente, como metodología. El propósito de este trabajo es el de contribuir a disipar esta confusión. La metodología propiamente trata de la posición y objeto de una disciplina dentro del sistema total de las ciencias, y del carácter y naturaleza de sus conceptos.

La metodología se enriquece con el cambio y la evolución. En una ciencia activa los conceptos están siendo continuamente refinados o totalmente desechados. Las leyes y las hipótesis son, según los casos, confirmadas o descartadas o, en ocasiones, reducidas a la situación de aproximaciones más o menos satisfactorias. La metodología es la lógica de este proceso. Es por ello por lo que las discusiones metodológicas son, sobre todo, en las disciplinas jóvenes, una señal de salud. Vista bajo esta perspectiva, la metodología de la geografía es demasiado complaciente. Algunas ideas fundamentales han permanecido indiscutidas durante décadas a pesar de que existen poderosas razones para dudar de ellas. Otras, medio olvidadas, yacen dispersas, expuestas a una lenta erosión, como los tells de la llanura del Irak. Spethmann1 puso esto de relieve cuando lamentaba en 1928 que la metodología que Hettner 2 acababa de publicar era en lo esencial una colección de artículos que tenían veinte o treinta años, en un momento en que casi todas las ciencias experimentaban cambios y progresos casi febriles. Si pasamos a Norteamérica, podemos añadir que en 1939 Hartshorne3 volvió a formular muchas de las ideas de Hettner con pocos cambios y escasa crítica. Y lo que es peor todavía, la propia obra de Hartshorne, indudablemente un hito importante en la historia del pensamiento geográfico norteamericano, ha permanecido indiscutida en los trece años que han transcurrido.

La bibliografía metodológica es reducida. Alexander von Humboldt, que ha sido llamado, con razón, el padre de la ciencia geográfica, fue también el primer autor relativamente moderno que prestó atención a la lógica de sus conceptos. Dos generaciones transcurrieron antes de que Hettner realizara la siguiente contribución importante. Pero sólo dos años después de la aparición del libro de Hettner un filósofo de la ciencia austriaco, Víctor Kraft publicó un ensayo sobre esta disciplina que todavía no ha sido superado en cuanto a claridad y síntesis. Aparte de estos trabajos, la obra de Hartshorne en Norteamérica ha sido la única aportación y con mucho la más importante de las recientes. De la discusión que seguirá a continuación quedará claro que mientras Hartshorne sigue a Hettner, bastante fielmente en algunos aspectos puede decirse que Kraf continúa más de cerca las tradiciones de Humboldt.

Capítulo I

Los geógrafos que han escrito sobre el objeto y naturaleza de la geografía comienzan con frecuencia de forma apologética, como si tuvieran que justificar su misma existencia. Y extrañamente o quizás no tan extrañamente, psicológicamente hablando llegan a reivindicar demasiadas cosas. En tales escritos la geografía, junto con la historia, aparece como la "ciencia integradora", completamente distinta a las otras disciplinas y cuya única importancia encuentra su expresión en los métodos especiales que debe usar para alcanzar sus profundos resultados. Por desgracia, los resultados reales de la investigación geográfica, aunque no deben ser minimizados, están un poco faltos de estas profundas y grandiosas visiones que uno esperaría de tan exuberantes caracterizaciones de la disciplina. En realidad el desarrollo de la geografía ha sido más lento que el de algunas de las otras ciencias sociales, como por ejemplo la economía. Parte de este retraso quizás se deba a las irreales ambiciones que ha hecho nacer la confusa idea de una única ciencia integradora con una única metodología propia. Por otra parte, no hay necesidad de defensas que con mucha frecuencia preceden lamentaciones exageradas. Después de todo, la existencia de una disciplina es principalmente un resultado de la división del trabajo y no necesita nin­guna justificación "metodológica" En este obvio sentido la geografía es sin ninguna duda un importante campo.

Con el desarrollo de las ciencias naturales en los siglos XVIII y XIX quedó claro que la mera descripción era insuficiente. La descripción, incluso si es seguida por una clasificación, no explica la forma en que se distribuyen los fenómenos en el mundo. Explicar los fenómenos que se han descrito significa siempre reconocerlos como ejemplos de leyes. Otra forma de decir lo mismo es insistir en que la ciencia no está tan interesada en los hechos individuales como en los patrones que presentan. En geografía las variables fundamentales desde el punto de vista de la elaboración de patrones son naturalmente las espaciales, están regidas por leyes. Para esta nueva clase de trabajo deben facilitarse instrumentos en forma de conceptos y leyes. De aquí que la geografía tenga que ser concebida como la ciencia que se refiere a la formulación de leyes que rigen la distribución espacial de ciertas características en la superficie de la tierra. Esta última limitación es esencial: con el notable desarrollo de la geofísica, la astronomía y la geología, la geografía ya no puede seguir tratando de todo nuestro planeta, sino sólo de la superficie del mismo y "de los fenómenos terrestres que ocupan su espacio".5

Humboldt y Ritter reconocieron como el objeto fundamental de la geografía el estudio de la forma en que los fenómenos naturales, incluyendo el hombre, se distribuyen en el espacio. Esto implica que los geógrafos deben describir y explicar la forma en que las cosas se combinan "para ocupar un área". Naturalmente estas combinaciones se modifican de un área a otra. Áreas distintas contienen distintos factores o los mismos factores en diferentes combinaciones. Tales diferencias, bien en la combinación de factores o bien en su disposición de un lugar a otro, constituyen el fundamento de la noción, de sentido común, de que las áreas son diferentes. Siguiendo a los geógrafos griegos este punto de vista es denominado corográfico o corológico, según el nivel de abstracción. La geografía, pues, debe prestar atención a la disposición espacial de los fenómenos en un área y no a los fenómenos mismos. Lo que importa en geografía son las relaciones espaciales y no otras. Las relaciones no espaciales existentes entre los fenómenos en un área constituyen el objeto de otros especialistas tales como los geólogos, antropólogos y economistas. De todas las limitaciones que afectan a la geografía ésta parece ser la más difícil de observar para los geógrafos. Incluso, a juzgar por algunas investigaciones recientes, los geógrafos no siempre distinguen claramente entre, por ejemplo las relaciones sociales, por un lado, y las relaciones espaciales entre factores sociales por otro. Realmente, puede decirse sin exagerar que la mayor parte de lo que se encuentra en un área determinada es de primario interés para otros científicos sociales. Por ejemplo, las conexiones entre ideología y comportamiento político o las existentes entre los caracteres psicológicos de una población y sus instituciones económicas no conciernen al geógrafo. Si intenta explicar tales cuestiones el geógrafo se convierte en un aprendiz de todo y oficial de nada. Lo mismo que los otros especialistas el geógrafo haría mejor en cultivar su especialidad, es decir, el estudio de las leyes referentes a la organización espacial. Pero ello no significa que alguna de estas leyes "geográficas" no sean de interés de otras disciplinas.

Kraft, comentando a Humboldt y a Ritter, coincide con ellos en que la geografía es, por lo menos potencialmente, una ciencia que trata de descubrir leyes, en que está limitada a la superficie de la tierra y en que es esencialmente corológica. Incidentalmente, piensa también que esto basta para situar a la geografía lógicamente aparte, como una disciplina independiente.

El punto de vista corológico enfrenta a la geografía con un problema que ha producido más malentendidos y controversias metodológicas que cualquier otro. Las investigaciones de los geógrafos sean geógrafos físicos, económicos o políticos, son de dos diferentes tipos: sistemáticas o regionales. Una región contiene, sin duda, una combinación singular, única, e incluso en algunos aspectos uniforme, de especies o categorías de fenómenos. El detalle con que el geógrafo regional describe, enumera o cataloga estos rasgos al comienzo de su investigación depende, naturalmente, del tamaño de la región considerada. A continuación deseará reunir información sobre la distribución espacial de los individuos en cada clase. Pero también esta información pertenece a sus datos más que a sus resultados, pues en realidad no va más allá de la mera descripción. Su tarea específica como científico social comienza solamente en esta fase. Primeramente debe tratar de hallar estas relaciones existentes entre los individuos y las clases en virtud de las cuales el área considerada posee ese carácter unitario que hace de ella una región. En segundo lugar, debe identificar las relaciones que existen en dicha área particular como ejemplos de las interrelaciones causales que en virtud de leyes generales entre tales características mantienen en todas las circunstancias conocidas los individuos, las clases o cualesquiera otras categorías que se posean. Este segundo paso conduce, pues, a una aplicación de la geografía sistemática al área en cuestión. Sólo cuando se han dado estos dos pasos puede decirse que se ha logrado un conocimiento científico de la región.

Llegamos así a la geografía sistemática. Su método no es diferente en principio del de cualquier otra ciencia social o natural que trate de establecer leyes o lo que significa lo mismo, haya alcanzado la fase sistemática. Las relaciones espaciales entre dos o más clases específicas de fenómenos deben ser estudiadas en toda la superficie terrestre para poder obtener una generalización o ley. Aceptemos, por ejemplo, que encontramos dos fenómenos que se dan frecuentemente en el mismo lugar. Puede entonces formularse una hipótesis que establezca que siempre que en un lugar aparezcan los miembros de una clase, los de la otra clase aparecerán también allí, bajo las condiciones especificadas por la hipótesis. Para comprobar tal hipótesis el geógrafo necesitará un número suficiente de casos y de variables más amplio que el que puede encontrar en una sola región. Pero si ello es confirmado en un número suficiente de casos, entonces la hipótesis se convierte en una ley que puede ser utilizada para "explicar" situaciones aún no consideradas. Las condiciones actuales de nuestra disciplina muestran un estado de desarrollo, bien conocido de otras ciencias sociales, en el cual la mayor parte de los geógrafos todavía están preocupados con las clasificaciones en lugar de tratar de establecer leyes. Ya sabemos que la clasificación es el primer paso en cualquier tipo de trabajo sistemático. Pero cuando no llegan a darse los otros pasos que siguen lógicamente y la clasificación llega a ser el fin de la investigación científica, entonces el campo científico de que se trata se hace estéril.

La actual falta de claridad acerca del papel relativo y de la importancia de la geografía regional y de la sistemática puede probablemente ser rastreada según la preferencia dada a una u otra en los distintos períodos de la historia de la disciplina. Por ejemplo: el geógrafo físico, al sentir más de cerca el impacto del desarrollo de las ciencias naturales, sintió a veces la necesidad de instrumentos específicamente propios en la forma de funciones, reglas o leyes. La geografía física tuvo por ello una fase, a fines del siglo XIX, en que se concentró sobre la investigación sistemática a expensas de los estudios regionales. Algunos de estos autores aparentemente sintieron que la investigación regional, al no conducir directamente a la formulación de leyes, no valía la pena de ser realizada y por consiguiente debía ser abandonada. Posteriormente, a comienzos de nuestro siglo, cuando el interés comenzó a desplazarse hacia la geografía social o humana, los geógrafos sociales, en buena parte como reacción frente a esta exclusiva concentración en los estudios sistemáticos por parte de los geógrafos físicos, desdeñaron los someros esfuerzos sistemáticos que, en ausencia de una adecuada ciencia social a la que recurrir, intentaban hallar las leyes que regulaban los aspectos espaciales de las variables sociales. Cualquier generalización, claramente reconocida como tal fue considerada vacía y poco práctica por estos autores la geografía regional aparecía ante ellos como la única ocupación honorable. A estos hombres debemos la masa de la bibliografía descriptiva que, naturalmente, contiene mucho material valioso. En aquellos casos en que superaron sus creencias metodológicas actuaron con gran percepción o más bien con una especie de intuición artística. Pero, en cambio, en todos sus escritos metodológicos se alineaban con los oponentes del método científico.

Todas estas confusas controversias duran todavía, hasta el punto de que aún hoy pocos artículos o libros están libres de ellas. Hay, sin embargo, un pequeño progreso. Casi nadie pretende hoy que uno u otro de los enfoques, el regional y el sistemático, sea totalmente inútil y deba ser por ello abandonado. En su versión contemporánea la discusión adopta la forma del viejo cuento del huevo y la gallina, discutiendo todavía la importancia relativa de la investigación sistemática y de la regional. Hettner creía que el núcleo de la geografía era lo regional. Hartshorne pensaba que la geografía sistemática es realmente indispensable para la investigación regional cualquiera que lo prefiera, o que por temperamento sea apto para ella, deberá al mismo tiempo cultivar la sistemática, aunque opinaba que el corazón de la geografía es, a pesar de todo, el estudio regional. Imaginemos, por ejemplo, a un físico contemporáneo manteniendo que la física teórica tiene su lugar y que a sus devotos se les debería dejar en paz, pero que el corazón auténtico de la física es lo experimental o un economista que cree que sólo el estudio de la economía "regional" actual o pasada es economía en sentido propio, mientras que la parte sistemática de la economía la que formula sus leyes, es simplemente un esotérico entretenimiento.

Ni Humboldt ni Ritter se preocuparon por estas pseudodeducciones. Comprendieron con claridad que la geografía sistemática trata de formular las reglas y leyes que son aplicadas en geografía regional. Humboldt se dio cuenta de que la formulación y comprobación de leyes es el más elevado objetivo al que puede aspirar un científico. El geógrafo sistemático, al estudiar las relaciones espaciales entre un limitado número de clases de fenómenos, llega por un proceso de abstracción a leyes que representan situaciones que son artificiales en el sentido de que sólo un número de factores relativamente reducido son causalmente operativos en cada una de ellas. Prácticamente ninguna ley individual de este tipo, ni incluso un cuerpo de leyes, convendrá completamente a una concreta situación. En este sentido no polémico cada región es, desde luego, única. Sólo que esto no es peculiar a la geografía. Como en todos los otros campos de la ciencia la aplicación conjunta de las leyes disponibles es el único camino para presentar y explicar el caso de que se trate. Hasta qué punto podrán explicar las leyes conocidas y qué complejas situaciones podrá aprender un científico, es una cuestión de grado que depende del nivel de desarrollo de la disciplina. Ritter, uno de los primeros geógrafos modernos, no tenía ningún conocimiento sistemático a su disposición. Consciente de esta limitación, mantuvo la geografía regional, que fue la que atrajo particularmente su atención, en un nivel puramente descriptivo. Pero desde luego no elevó a virtud su elección y no dedujo ningún principio metodológico de lo que era una limitación práctica. Inversamente, la geografía regional no tiene por qué sentirse inferior a la rama sistemática. Porque la geografía sistemática tendrá siempre que obtener sus datos de la geografía regional, al igual que la física teórica contará siempre con los trabajos de laboratorio. Más aún, la geografía sistemática recibe una gran orientación de la geografía regional en lo que respecta al tipo de leyes que debería buscar. Porque, insistimos, la geografía regional es como el laboratorio en el que las generalizaciones del físico teórico deben soportar la prueba de la experimentación y la verdad. Parece que puede decirse, pues, como conclusión que la geografía regional y sistemática son aspectos inseparables e igualmente indispensables de nuestra disciplina.

Quizás una de las causas de la innecesaria discusión entre los sistemáticos y los regionalistas sea puramente psicológico. No todo buen físico teórico será también un buen físico experimental, ni viceversa. Generalmente la habilidad para organizar una ciencia teóricamente no va siempre asociada con un interés igual y una aptitud parecida en la recolección de sus datos. Igualmente, la aplicación de leyes a situaciones concretas exige una aptitud especial. Pero no hay ninguna razón para que tales diferencias temperamentales tengan que ser elevadas a posiciones pseudometodológicas.

Hettner, al igual que Kraft, habló de los enfoques complementarios que originan un "dualismo" que sitúa la geografía aparte de todas las otras disciplinas. Ya debería estar claro que en realidad no hay en todo ello nada exclusivo o peculiar de la Geografía. Si el término se utiliza para expresar oposición o conflicto, entonces es frecuentemente confundidor. Sin embargo, este llamado "dualismo" ha sido citado en apoyo de la pretensión de que la geografía es una disciplina metodológicamente única. Tampoco la complejidad de la situación con la que se enfrenta el geógrafo regional es en ningún sentido tan fuera de lo ordinario para que éste tenga una tarea singularmente difícil de "integración", según otro significado del brillante término. Muy al contrario está al mismo nivel que los otros científicos sociales. Cuando el economista aplica sus generalizaciones o leyes a un orden económico dado no solamente trata con la complejidad de la situación puramente económica, sino que tiene en cuenta los factores políticos, psicológicos y sociales que las influyen. Esta es, después de todo, la esencial de la llamada economía institucional. Similarmente, un sociólogo que analiza una determinada sociedad primitiva, o una comunista o agraria, se enfrenta con situaciones muy complejas. En el lenguaje pretencioso de algunos geógrafos, tal sociólogo "integra" no sólo fenómenos heterogéneos, sino también, claramente, leyes heterogéneas. Decir que la tarea de estos científicos sociales es menos compleja o menos integradora que la de los geógrafos no tiene ningún sentido. Si acaso es aún más compleja. Pues la tarea específica del geógrafo en el análisis de una región se limita sólo a las relaciones espaciales. En consecuencia, aun el más completo análisis geográfico de una región proporciona sólo un conocimiento parcial de ella. Después de que la investigación geográfica haya sido realizada todavía queda mucho trabajo antes de comprender completamente la estructura social de esta región. Esto es obvio porque ¿cómo podría alcanzarse tal comprensión sin considerar ni siquiera factores tales como ecología, la economía, las instituciones y las costumbres de la región? En cierta manera, el geógrafo proporciona sólo el marco para posteriores estudios de otros científicos sociales. Es por ello absurdo mantener que los geógrafos se distinguen entre los científicos debido a la integración que realizan de fenómenos heterogéneos. La geografía no tiene nada de extraordinario en este sentido. Puede incluso suponerse que esta noción es una pervivencia del tiempo en que no existían ciencias sociales y las ciencias naturales estaban poco desarrolladas, y que esfuerzos tan pintorescos y enciclopédicos como la historia natural y la cosmología ocupaban aún su lugar.

Hemos visto que existe un amplio grupo de ideas que son variaciones de un mismo tema: la geografía es muy diferente de las demás ciencias sociales, metodológicamente única, por así decir. Esta posición influyente y persistente en sus diversas variaciones merece un nombre particular. Yo denominaré excepcionalismo y por el momento investigaré acerca de algunas de sus raíces históricas.

Capítulo II

El padre del excepcionalismo es Immanuel Kant. Aunque fue sin lugar a dudas uno de los mayores filósofos del siglo XVIII, Kant era un pobre geógrafo comparado con sus contemporáneos e incluso con Bernard Varenius que murió más de un siglo y medio antes que él. Kant postuló la posición excepcionalista no sólo para la geografía, sino también para la historia. Según él tanto la historia como la geografía se encuentran en una posición excepcional, diferente a la de las llamadas ciencias sistemáticas. Esta agrupación de la geografía con la historia ha inducido a muchos autores posteriores a elaborar la pretendida similitud con el fin de obtener algún conocimiento acerca de la naturaleza de la geografía. Esta es sin duda una de las raíces de la variante historicista de la pretensión de singularidad a la que nos vamos a referir ahora. Pero antes veamos lo que el propio Kant dijo. Kant explicó a lo largo de su carrera docente un curso de geografía física casi cincuenta veces. El texto de sus lecciones, o más bien, las notas de clase, fue publicado en 1802, dos años antes de muerte. Es en esta obra donde se encuentra su juicio sobre la geografía y la historia que ha sido tan reverentemente citado una y otra vez por aquellos que han hecho de él la pared maestra del todo geográfico. Ritter lo utilizó, al igual que hicieron Hettner y, eventualmente Hartshorne. Humboldt, y esto es interesante, ni cita a Kant ni cita ni comparte su punto de vista. Tampoco Kraft. Pero veamos ahora las palabras del maestro:

"Podemos referirnos a nuestras percepciones empíricas bien de acuerdo con conceptos, bien según el tiempo y el espacio en el que se encuentran realmente".

"La clasificación de las percepciones según los conceptos es lógica mientras que la que se realiza según el tiempo y el espacio es una clasificación física. Por la primera obtendremos un sistema de la naturaleza, tal como el de Linneo, y por la segunda una descripción de la naturaleza".

"Por ejemplo, si yo digo que el ganado está incluido en la clase de los cuadrúpedos o en el grupo de esta clase que posee pezuñas hendidas, esto es una clasificación que yo realizo a mi mente y, por tanto, una clasificación lógica. El sistema es como un registro del todo en él yo coloco cada cosa en su clase correspondiente incluso si se encuentran en lugares del mundo diferentes y ampliamente separados".

"Según la clasificación física, sin embargo, las cosas se consideran de acuerdo con su localización sobre la tierra. El sistema hace referencia a su lugar en su clase, pero la descripción geográfica de la naturaleza muestra donde aparecen en la tierra. Así el lagarto y el cocodrilo son básicamente el mismo animal. El cocodrilo es simplemente un lagarto enormemente grande. Pero uno y otro se encuentran en diferentes lugares. El cocodrilo vive en el río Nilo y el lagarto sobre la tierra, también en el mismo país. En general, aquí consideramos el marco de la naturaleza, la tierra misma y los lugares en que las cosas se encuentran realmente, en contraste con los sistemas en que preguntamos no sobre el lugar de nacimiento, sino sobre la similitud de formas..."

"La historia y la geografía podrían ser denominadas, por así decir, una descripción, con la diferencia de que la primera es una descripción según el tiempo y la segunda una descripción según el espacio. De aquí que la historia y la geografía aumenten nuestro conocimiento respecto al tiempo y al espacio".

"...La historia, por consiguiente, difiere de la geografía sólo respecto al tiempo y al espacio. La primera es, como se ha señalado, una relación de acontecimientos que se suceden en el tiempo la otra una relación de hechos que se dan unos junto a otros en el espacio. La historia es una narración, la geografía una descripción..."

"Geografía es el nombre para la descripción de la naturaleza y del conjunto del mundo. La geografía y la historia juntas llenan el área entera de nuestra percepción: la geografía la del espacio, la historia la del tiempo".8

Las gigantescas realizaciones de Kant en su propio campo, así como la influencia que este infortunado juicio ha tenido sobre los geógrafos requiere una cuidadosa crítica, tanto sistemática como histórica. La crítica sistemática puede realizarse siguiendo dos líneas principales. En primer lugar, la distinción tal como ha sido propuesta es en sí misma insostenible. Simplemente, no es cierto que las disciplinas sistemáticas como, por ejemplo la física, hagan caso omiso o, al menos, descuiden, las coordenadas espacio-temporales, de los objetos que estudian. Sólo hay que pensar en la astronomía newtoniana para darse cuenta inmediatamente lo equivocado de esta idea. Porque ¿qué son leyes "sistemáticas" de la astronomía, como la Kepler, sino una serie de reglas para calcular, a partir de las posiciones de los cuerpos celestes en un momento dado las posiciones de otro momento? El error es realmente tan obvio que uno pregunta inmediatamente por su causa plausible. La respuesta, me parece, es histórica. Cuando Kant escribió este pasaje en su juventud, no había experimentado aún todo el impacto de la ciencia newtoniana. Por consiguiente él pensaba en las leyes sistemáticas como leyes esencialmente clasificadoras, al estilo de las de Aristóteles y Linneo, en lugar de la variedad de leyes de procesos de Newton. Para el Kant "precrítico" de 1756 esto tiene sentido, por lo menos biográficamente. Pero puede dudarse de si Kant habría escrito aun este pasaje durante su período crítico, en su madurez de los años setenta y ochenta del siglo XVIII, tras haber experimentado el impacto completo de Newton y Hume. Es en este período, sin embargo, cuando realizó la obra magistral sobre la que descansa su autoridad. Resulta, pues, particularmente desafortunado que tantos geógrafos hayan utilizado de forma reverencial una idea tan patentemente inmadura de su juventud.

En segundo lugar, ya observamos que la noción de la geografía resultante es descriptiva en el más estricto sentido del término. Evidentemente, por el solo hecho de que Kant pensara que no existían leyes de la geografía o de los procesos socio-históricos, no se sigue que éstas no existan. Los hechos han probado ampliamente que estaba equivocado. Históricamente se puede comprender la razón de que mantuviera tales puntos de vista a mediados del siglo XVIII. Las ciencias sociales virtualmente no existían en aquel momento. Su lugar estaba ocupado por la historia narrativa, por las reflexiones morales o por una mezcla de ambas. La obra pionera de Bodin estaba olvidada, Maquiavelo era odiado o había sido refutado como un tentador diabólico, Montesquieu era más frecuentemente alabado que entendido, las grandes contribuciones de Voltaire, Hume y Adam Smith pertenecían todavía al futuro o no habían penetrado aún en los recintos académicos de la provinciana Koenigsberg (un simple vistazo a la Geografía moral de Kant o como diríamos hoy antropología comparativa, basta para convencer a cualquiera de que es tan groseramente clasificatoria y enumerativa como su Geografía física). Las ciencias biológicas eran todavía en aquel momento en gran parte clasificatorias o, como se dice en estos casos, taxonómicas. Por eso no era anormal después de todo que Kant concibiera en 1756 la geografía exclusivamente como un catálogo de ordenación espacial y distribución de características taxonómicas. Lo que él formuló era así no tanto un esquema metodológico de lo que hoy llamamos geografía, sino más bien, en términos extraordinariamente abstractos, los patrones de las cosmologías entonces usados cuya historia literaria se remontaba a la Edad Media. El Cosmos de Humboldt es el último y, a causa de su méritos estilísticos, el más famoso espécimen de este género literario. Se olvida así que el mismo Humboldt estableció en otros escritos una clara distinción entre la descripción cosmológica, por un lado, y la geografía por otro. El encanto literario del Cosmos ha eclipsado, desgraciadamente, este hecho. Pero no debe olvidarse que juzgar a Humboldt como geógrafo por lo que dijo en su Cosmos es como juzgar la contribución de Darwin a la biología a partir del diario que llevó en el Beagle. Por ello en el capítulo introductorio del Cosmos Humboldt 9 explicó pacientemente al público en general la diferencia entre ciencia y cosmología. Todas las ciencias, según él, tratan de establecer leyes, es decir, que son, en último término nomotéticas. La cosmología no es una ciencia racional sino en el mejor de los casos, una atenta contemplación del universo. Tal contemplación posee su lugar. Cualquier otro que se atribuya el "pretensioso nombre de un sistema de naturaleza" no es más que taxonomía, un simple catálogo de fenómenos. Tras realizar brevemente estas observaciones fundamentales Humboldt como es lógico esperar en la introducción a su propia cosmología continúa su exposición y a partir de entonces trata sólo ocasionalmente de la geografía. La cosmología es descriptiva, como una especie de arte. Señala que no debería estudiarse sin una buena formación previa en ciencias sistemáticas tales como la física, la astronomía, la química, la antropología, la biología, la geología y la geografía. Es lamentable que Hettner, y siguiendo a él Hartshorne, confundieran esta exposición con un examen de la metodología de la geografía. Realmente Humboldt no es una autoridad correctamente citada en apoyo del excepcionalismo. No debemos confundirnos por el hecho de que el gran Kant denominara un día geografía a lo que en la terminología de Humboldt es cosmología.

Tras hacer una presentación crítica como la que hemos realizado podemos preguntarnos por qué razón Humboldt, manteniendo tales opiniones, dedicó tanto tiempo, esfuerzo y entusiasmo a la cosmología. La cuestión merece una respuesta, la cual, por la naturaleza de los hechos tiene que ser otra vez histórica. Humboldt vivió en un momento en que un hombre de genio podía todavía aprehender y hacer contribuciones importantes a prácticamente todas las ciencias. Su propia investigación técnica fue realizada en estrecha cooperación personal con científicos creadores de la moderna ciencia, tales como Gay-Lussac, Lalande, Arago, Thénard, Fourcroy, Biot, Laplace, Couvier, Gauss, y otros muchos. Poco después de esta época tal versatilidad quedó para siempre más allá de la capacidad humana. El conocimiento de Humboldt, sin embargo, era todavía universal al mismo tiempo que técnico, en el sentido de que podía mantenerse en contacto con los descubrimientos más especializados en diversos campos. Un hombre de este calibre podía muy bien concebir la idea de una gran sinopsis que contribuyera al goce intelectual y a la ilustración de un amplio número de lectores. Una presentación o, como diríamos hoy, una popularización, de este género tendría que ser descriptiva más bien que analítica. Esto puede ser aceptado como la razón que existe tras el entusiasmo de Humboldt por la cosmología. En otras palabras, él consideraba su Cosmos como una obra literaria, más que como una contribución a la ciencia. Otra circunstancia puede ser aducida en apoyo de este punto de vista. Humboldt era, después de todo, una figura del movimiento romántico, un contemporáneo de Herder y Schelling, en su juventud abrazó al panteísmo de Goethe. Nada es más característico del romanticismo que la pretensión de una visión sinóptica del universo. El Cosmos de Humboldt y su inclinación a una cosmología general son, por consiguiente, fácilmente comprensibles como su tributo al "Zeitgeist" romántico. La obra conoció un gran éxito en todo el mundo, incluyendo los Estados Unidos. Pero, desde nuestro punto de vista, es más importante ver claramente que Humboldt no confundía la cosmología con lo que él claramente reconocía como la ciencia geográfica, aunque pensara que aquélla poseía también un lugar legítimo. En cuanto a la naturaleza de la geografía no estaba de acuerdo con Kant. La apariencia superficial de lo contrario se debe al hecho de que Humboldt trató la historia y la cosmología como disciplinas especiales al margen de las ciencias. Kant pretendía lo mismo para la historia y la geografía. La cuestión es que a lo que Kant llamó geografía Humboldt le llamó cosmología, destacando al mismo tiempo la naturaleza científica de la geografía propiamente dicha.

Capítulo III

El gran prestigio de Hettner ayudó a perpetuar una confusión que sólo recientemente ha sido desentrañada. Invocando la formidable autoridad de Kant, Hettner imprimió con éxito a la geografía la pretensión excepcionalista en analogía con la teoría. Sobre esta falacia básica construyó una elaborada argumentación. Los principios de la historia natural o cosmología fueron violentamente introducidos en la geografía. Se elaboraron falsas analogías entre la historia y la geografía. De esta forma la geografía quedó abierta a toda una serie de acientíficas, por no decir anticientíficas: el argumento típicamente romántico de la singularidad, hipostatización del hecho bastante incontrovertido de que debe esperarse la interacción de las variables en un holismo antianalítico; en conexión con esto la falsa pretensión de una función integradora específica de la geografía y finalmente, la apelación a la intuición y al espíritu artístico del investigador en lugar de la sobria objetividad de los métodos científicos normales. Examinemos con detalle ahora por lo menos algunos de estos puntos.

Comencemos con una breve exposición de la posición de Hettner en uno de sus dos principales aspectos. La historia y la geografía son ambas esencialmente corológicas. La historia ordena los fenómenos en el tiempo, la geografía en el espacio. Ambas, en contraste con otras disciplinas, integran fenómenos heterogéneos entre sí. Estos fenómenos son también únicos. Ningún acontecimiento histórico, ni ningún período histórico es igual que otro.

En geografía tampoco existen dos fenómenos o dos regiones que sean iguales. Ambas ciencias se enfrentan así con el problema de explicar lo único. Tal explicación es, por consiguiente, diferente a todas las explicaciones científicas que "explican" de acuerdo con unas leyes. Pero no existen leyes para lo único; es inútil, pues, tratar de buscar leyes o predicciones históricas o geográficas. Lo mejor que se puede esperar es, a la manera de Dilthey, una especie de "comprensión" o, más francamente, comprensión intuitiva. Una diferencia idiomática entre el alemán y el inglés ha contribuido a oscurecer el sesgo básicamente anticientífico de esta doctrina. Hettner denominó a la historia "tiempo-wissenschaft" y a la geografía "espacio-wissenschaft". Hartshorne, utilizando correctamente el diccionario, tradujo estas expresiones como "ciencia del tiempo" ("time science") y "ciencia del espacio" ("space science"). Pero la cuestión es que el término alemán Wissenschaft es mucho más amplio que el inglés science o el francés science.

Para un alemán Wissenschaft es cualquier cuerpo organizado de conocimiento y no sólo lo que nosotros llamamos ciencia. La ley es denominada "Rechtwissenschaft" la crítica histórica o incluso la numismática si es cultivada concienzudamente con la erudición típicamente germana pueden adquirir el carácter de Wissenschaften por propio derecho. Esto en lo que respecta a la posición de Hettner y a la terminología. Vamos ahora a la crítica.

El uso del término historia en la discusión metodológica es asombrosamente ambiguo. En aras de la precisión se le dará aquí por el momento sentido muy restringido. La historia o la investigación histórica es la indagación de acontecimientos que ocurrieron en el pasado. Naturalmente, no todos los acontecimientos pasados son de igual interés para el historiador. Lo que le preocupan son fenómenos tales como, por ejemplo, el movimiento de la frontera norteamericana durante el siglo XIX o la recepción del derecho romano a fines de la edad media. Sin embargo, no hay necesidad de comenzar con una distinción metodológica entre estos y otros acontecimientos pasados. Los hechos históricamente significativos son simplemente aquellos que interesan al historiador de acuerdo con lo patrones en los que espera ordenarlos. Debería aceptarse sin discusión que la indagación de los acontecimientos pasados, incluso si no son tan difíciles de aprehender como los pensamientos y motivos de gente desaparecida, no es de ninguna manera una cuestión sencilla. Muy al contrario. Muchas ciencias y también los más elaborados "métodos científicos" que permiten inferir a partir de un vestigio las características de aquel objeto o hecho que lo originó, deben ponerse al servicio de esta muy difícil empresa de indagar el curso histórico de los acontecimientos. En este no polémico y auxiliar sentido, la historia, ciertamente, hace uso de la ciencia y de sus métodos. Pero lo que consigue de esta forma es, no obstante, simple descripción y, por la naturaleza de los hechos, una muy selectiva descripción también. La ciencia, o quizás Wissenschaft, comienza sólo cuando el historiador no es ya un historiador en el sentido restringido del término y trata de ajustar los hechos investigados a modelos. Es esto lo que todos los historiadores tratan de hacer, tanto si son conscientes de ello como si no lo son. Entonces, desde un punto de vista lógico, cabe preguntarse qué están haciendo. En este punto comienza la discusión. Una confusa variedad de análisis han sido propuestos. Básicamente existen dos puntos de vista, el enfoque científico y el historicismo.

El punto de vista científico, que es el que aquí se adopta, pretende que todos los datos que se encarga de recoger el historiador en sentido restringido del término no son más que materia prima para el científico social. En otras palabras, aparte de las dificultades técnicas que han sido mencionadas, no hay en principio ninguna diferencia entre el uso del último censo que realiza un científico social, por un lado, y, por otro, el uso que hace de aquellas variables de un censo romano que han sido establecidas por los historiadores. Al llegar aquí resulta obvia la torpeza terminológica de definir la historia de forma tan restringida como hemos hecho en aras de la precisión. Pues ningún historiador que valga la pena se detendrá aquí. Pensemos, por ejemplo, que está interesado en los precios que regían en la antigua Roma durante cierto período. Naturalmente, lo primero que hará será investigar cuáles fueron estos precios. Pero a continuación deseará superar este objetivo limitado y tratará de establecer la forma en que interaccionan la demanda y los abastecimientos entre sí y con otros factores sociales pertinentes para producir tales precios. Las relaciones causales sobre las que basa tal "explicación" no son leyes históricas especiales sino obviamente, tal como son, las leyes de la teoría económica. De forma similar ocurriría en otros ejemplos que pudieran ponerse. Esta es la cuestión. Con referencia a la geografía, se desprende en consecuencia que el historiador que, como hacen todos los historiadores, va más allá del simple hallazgo de los hechos, es comparable al geógrafo regional. Al colectar los hechos, el historiador hace lo que el geógrafo regional realiza al reunir los suyos. Al tratar de comprenderlos o, mejor, explicarlos, hace exactamente lo que hace el geógrafo regional al aplicar la geografía sistemática a su región. En este sentido, la historia es una ciencia o, de forma menos ambigua es ciencia social aplicada a las condiciones de una "situación histórica especial". Vista de este modo la analogía de Hettner es aceptable. Pero entonces hemos seguido simplemente sus palabras, no su significado. ¿Cuál es este significado? Ello nos conduce al otro punto de vista, al historicismo.

El historicismo mantiene que hay una manera alternativa, radicalmente diferente, de comprender el pasado o, en este caso, el presente como un producto del pasado. El fundamento de ello es la creencia de que simplemente ordenando los acontecimientos pasados en su sucesión temporal aparecerá alguna especie de modelo "significativo", ya sea cíclico, progresivo, o de otro tipo. Para comprender algo es necesario y suficiente conocer su historia. Una vez más no hay discusión si se toma esto para significar que el conocimiento de la situación pasada de un sistema y de las leyes de su desarrollo conduce al conocimiento de su situación presente. Pero resulta difícil ver qué tipo de comprensión puede ganarse simplemente de la contemplación de las fases sucesivas de un proceso en desarrollo. En otras palabras, en la interpretación historicista el "método genético" no produce nada.

Para bien o para mal el espíritu anticientífico del historicismo fue una de las más importantes fuerzas intelectuales del siglo XIX. A través de Hettner penetró en el pensamiento geográfico y, como hemos visto, afectó poderosamente su curso. De forma característica, la primera sentencia de la obra metodológica de Hettner afirma: "El presente sólo puede ser entendido a partir del pasado". También su obra sobre geografía social y cultural ejemplifica el método genético aplicado a la geografía. Y, como puede esperarse de un hombre de su aliento y su visión, una parte importante del material no es en absoluto geográfico, sino antropológico, cultural o político10. Desde luego, es una lectura interesante. Pero también el Cosmos de Humboldt constituye una lectura interesante y, sin embargo, no es geografía. Entre los geógrafos norteamericanos, Carl Sauer es quizás el representante más notable del historicismo, basando su geografía de forma consistente en la premisa de Hettner anteriormente citada.

El argumento en favor de la singularidad del material geográfico se basa tanto lógica como históricamente en el historicismo. El principal protagonista de esta corriente en Norteamérica es Hartshorne. De esta manera se entiende bien la razón de que haga resaltar el paralelismo kantiano entre historia y geografía. Si la historia, según los historicistas, trata hechos singulares y si la geografía es como la historia, entonces la geografía trata también lo único y debe intentar "comprender" en lugar de buscar leyes. El silogismo anterior no puede ser criticado. Para refutarlo es preciso, tal como hemos tratado de hacer, atacar la premisa en que se apoya. De esta manera, volvemos a la tesis de la singularidad como tal y después al uso que Hartshorne hace de ella.

La principal dificultad de la tesis en favor de la singularidad es que, como dice Max Weber, prueba demasiadas cosas. ¿Hay realmente dos piedras completamente iguales en todos los detalles de color, forma y composición química?. Sin embargo, la ley de la caída de los cuerpos de Galileo es válida para ambas. Igualmente a pesar de ser limitado nuestro conocimiento psicológico, podemos asegurar que dos personas no registran las mismas reacciones ante un mismo hecho. ¿Significa esto que nuestros psicólogos no han descubierto ni una sola ley?. Todo esto nos viene a decir que se trata de una cuestión de grados. En las leyes físicas, cuando se han encontrado unas leyes o un conjunto de variables, tales que dos objetos o situaciones coincidan en estas variables o índices, aunque sean diferentes en otros aspectos, se admite que el futuro de los objetos respecto a estos índices será también predecible. Hasta qué punto y cuánto se alcanzará en otros campos un estado tan satisfactorio como el anterior es una cuestión práctica, que será decidida por comprobaciones y errores, pero que no puede ser juzgada por un argumento pseudometodológico. Naturalmente, las ciencias sociales no están tan desarrolladas como las físicas. Esto es lo que significamos cuando decimos que están menos desarrolladas. Por otra parte, también es verdad que las ciencias menos desarrolladas en este sentido acuden, a veces, con gran éxito a la búsqueda de leyes estadísticas. La cuestión de si este tipo de leyes son una medida de nuestra ignorancia temporal o si resultan definitivas es un asunto puramente especulativo. Ciertamente el reciente desarrollo de las ciencias físicas debería levantar dudas a cualquiera que trate de negar sobre estos supuestos la unidad lógica de las ciencias. Llevando todo esto al campo de la geografía, podemos decir que la diferencia entre las diferencias de dos regiones "únicas", por una parte y las igualmente numerosas diferencias entre nuestras dos piedras por otra, es simplemente una cuestión de grado.

Hay todavía otro malentendido que no permite a algunos valorar este punto. Las piedras no caen, como tácitamente supone la fórmula de Galileo, en el vacío: de hecho caen diferentemente de acuerdo con sus características y el medio que atraviesan. Los aviones, por ejemplo, no caen normalmente. ¿Significa ello, entonces, que la ley de Galileo es falsa o que hay tantas leyes como condiciones atmosféricas? ¿O bien que existen otra serie de leyes para los aviones? Obviamente, ésta no es la forma como funciona la ciencia. Lo que verdaderamente hacen los científicos es esto: aplican para cada caso concreto juntamente todas las leyes que conciernen a aquellas variables que consideran más importantes. Las reglas por las cuales estas leyes se combinan, reflejando lo que se denomina la interacción de las variables, se encuentran entre las regularidades que la ciencia trata de explicar. En realidad están entre las más poderosas leyes de la naturaleza, y su mera existencia refuta las exageradas pretensiones de varios tipos de holismo y de gestaltismo. De esta manera no hay por qué desafiar, como hace Hatshorne, al científico social para que busque una ley que explique situaciones como las del puerto de Nueva York. Descriptivamente, la situación es desde luego, única, en el sentido de que nunca habrá una región o localización exactamente igual que las del puerto de Nueva York con todos los servicios que proporciona a su área dependiente. Nunca habrá una ley que explique todo esto. Pero ¿por qué ha de haber una ley para un solo caso? por otra parte, los geógrafos urbanos conocen ya hoy unos principios sistemáticos, que aplicados conjuntamente al puerto de Nueva York, explican bastante, aunque no todo, lo referente a sus funciones y estructura. Esta es la cuestión. ¿Abandonaremos el intento porque no podernos explicarlo todo? A este respecto la geografía se encuentra con las mismas dificultades que las demás ciencias sociales. O ¿vamos a abandonar la sociología porque las predicciones de los resultados electorales no son tales como algunos desearían o porque no podemos decir si la Argentina será una dictadura o una democracia dentro de cinco años?. Estos consejos de desaliento se oyen ahora con frecuencia. Pero sin duda, ello no es más que una señal de la crisis intelectual de la época.

Hartshorne, como todos los grandes pensadores, es bastante consistente. Desde luego, él rechaza toda la ciencia social y es bastante escéptico acerca del futuro de la sociología. Con respecto a la singularidad dice: "aunque este margen está presente en todos los campos de la ciencia de forma más o menos amplia, el grado en que los fenómenos son únicos no es sólo mayor en geografía que en otras ciencias, sino que además lo único es aquí de importancia decisiva"11. Por lo tanto, las generalizaciones en forma de leyes son inútiles, si no imposibles, y cualquier predicción en geografía tiene un valor insignificante12. De esta manera llega a la misma conclusión que Kant después de largas discusiones: "Ambas, la geografía y la historia, podrían ser descritas como ciencias ingenuas "naive sciences", examinando la realidad desde un punto de vista ingenuo, mirando a las cosas tal como están dispuestas actualmente, en contraste con la más sofisticada y artificial presentación de las ciencias sistemáticas que sacan de su situación verdadera a cierta clase de fenómenos"13. Podría decirse que Hartshorne va aún más lejos que el mismo Kant. Para Kant la geografía es una descripción, mientras que para Hartshorne es una "ingenua ciencia" o, mejor si aceptamos su significado de ciencia, una ingenua descripción. Como se podría esperar de esto, y como ya hemos indicado anteriormente, los estudios regionales constituyen para Hartshorne el corazón de la geografía.

La terminología que emplea tiene su origen, en gran parte, en el filósofo historicista alemán Rickert, el cual hace la distinción entre las ciencias ideográficas y las nomotéticas. Las primeras describen lo "único" y las segundas buscan las leyes. La geografía es según Hartshorne, esencialmente idiográfica. En el momento en que una ley es descubierta o aplicada se abandona al campo de la geografía. Lo que ésta estudia son hechos. "En su examen ingenuo (de la geografía) de las interrelaciones de los fenómenos en el mundo real descubre fenómenos que la visión académica sofisticada de las ciencias sistemáticas puede no haber observado, presentándolos de forma útil al estudio en sí mismos, y así añada material al campo de los estudios sistemáticos"14 . En otras palabras, Hartshorne adopta permanente y sistemáticamente una visión muy restringida de la geografía, tal como nosotros hemos hecho de forma puramente incidental y por razones de la discusión con la historia.

A través de Hartshorne, principalmente los geógrafos norteamericanos han tomado a Hettner como la mayor figura y autoridad en apoyo de la concepción ideográfica que defienden. En estas circunstancias es importante señalar que la imagen que Hartshorne muestra del autor alemán es parcial, al mismo tiempo que sus citas son incompletas. Como se ha señalado anteriormente hay otro aspecto de la obra de Hettner. En realidad este autor podría ser citado igualmente, para apoyar la postura nomotética. Consideramos, por ejemplo, un pasaje de uno de sus primeros escritos:

"Por lo tanto, si nosotros aceptamos en geografía la necesidad de las relaciones y, al igual que en las ciencias naturales, las excepciones en éstas sólo como aparentes, como lagunas en nuestro conocimiento, entonces, con la aparición frecuente de condiciones similares, llegamos a la posibilidad de establecer leyes antropogeográficas".

"No podemos decir que condiciones similares producen en todas partes y siempre efectos similares. Tal afirmación olvidaría el hecho de que la gente es distinta y, por lo tanto, puede actuar diferentemente bajo condiciones naturales similares. También sería falso decir que gentes semejantes actúan igual bajo condiciones naturales diferentes. Las leyes antropogeográficas han de tener presente tanto las diferencias de las condiciones de existencia como la diferencia de las personas. Es evidente que nunca se repetirán exactamente las mismas situaciones. Cada situación es individual, única y como consecuencia ninguna ley será capaz de explicar la totalidad de los fenómenos como en las ciencias naturales. Siempre habrá algo que tendrá que ser explicado por otra ley diferente o quedar sin explicación."

"No hay entre el hombre y el medio (environment) relaciones absolutas que sean válidas en todo momento. Con el desarrollo de la humanidad cambia la naturaleza de las relaciones entre el hombre y el medio."

"El desarrollo de estas relaciones se basa en la constancia de los efectos, aunque las causas que producen estos efectos pueden haber desaparecido hace tiempo"15.

Esta cita no es esporádica en el pensamiento de Hettner, ya que en su obra principal de 1927, pueden encontrarse pasajes como este que sigue:

"A pesar de que el método individualizador es apreciado y necesitado, debe decirse que la geografía recibe sólo a través del método generalizante su carácter estrictamente científico. Solamente el tratamiento genérico que concentra muchas propiedades y características en una sola palabra, hace posible una descripción concisa y relativamente corta. Así se creó la base para una forma más concisa de explicación apoyada en la investigación comparativa y conduce ante la formulación de leyes. Al hacer esto la geografía moderna se ha adelantado a la historia"16.

Se puede estar de acuerdo o no con estas citas, las cuales, por lo que conocemos, no habían sido hasta ahora traducidas a nuestro idioma. Pero difícilmente puede negarse que, aún tomadas en sí mismas, son una declaración en favor del concepto de geografía que defendemos aquí y al que se han opuesto duramente algunos. Tampoco ha sido desconocido este aspecto del pensamiento de Hettner por todos los geógrafos norteamericanos. Isaiah Bowman, por ejemplo, uno de los pioneros de la geografía norteamericana, señaló que la búsqueda de leyes y la predicción basada en las leyes es "la medida de una ciencia"17.

Cuando hacernos hincapié en esta manera de pensar de Hettner, no acusamos a Hartshorne de interpretarlo erróneamente. Indudablemente Hettner defendió en diferentes épocas y lugares tanto la concepción ideográfica como la nomotética en geografía, y, a pesar de la complejidad y amplitud de su pensamiento, no llegó a integrarlas. Esto requiere algunos comentarios tanto lógicos como históricos. Lógicamente, debe notarse nuevamente que no hay conflicto u oposición entre los aspectos descriptivo y sistemático de la geografía, lo mismo que sucede con cualquier otra ciencia, física o social. Las dificultades aparecen cuando el componente descriptivo está, a la manera alemana, racionalizado dentro del método idiográfico que es entonces concebido como coordinado con el de la ciencia explicativa. Históricamente parece correcto decir que Hettner no vio esto claramente a consecuencia del ambiente historicista que le rodeaba. La fuerza del historicismo en el pensamiento alemán, académico o de otro tipo, desde el tiempo de Hegel hasta nuestros días ha sido considerable. No obstante las universidades alemanas durante este tiempo llegaron a ser unos de los centros, quizás el más importante, donde se desarrollaron con más fuerza las ciencias naturales, en conexión con lo que se ha llamado la filosofía positivista de la ciencia, la cual insiste en la importancia de las leyes y en la unidad metodológica de toda la investigación. Estas dos filosofías nunca han estado reconciliadas en el pensamiento alemán. Tampoco es Hettner, y con él la geografía, la única víctima de esta lucha. Quizás el caso más trágico y el de consecuencias más resonantes haya sido el de Karl Marx. No hay duda de que Marx hizo algunas contribuciones importantes en el campo de la economía. En este sentido continuó, de manera característica, el trabajo de los economistas clásicos británicos, los cuales concebían su campo como una disciplina sistemática y estaban bastante libres de la influencia de Hegel. Tampoco podemos negar que el intento de Marx de analizar el proceso histórico a pesar de lo parcial y sesgado que su punto de vista puede ser, representa un intento atrevido de aplicar el pensamiento científico a situaciones concretas. El sesgo historicista aparece en la concepción que tiene Marx de la historia como una progresión "inteligible". Desde aquí hay un paso solamente a la concepción de la historia como un progreso hacia la meta deseada. En otras palabras, la historia misma cuida de nuestras aspiraciones. Esta es la teleología básica del historicismo. Desde un punto de vista lógico esta equivocación es mucho más viciadora o, si se quiere, viciosa, que la preocupación de Marx por las variables económicas.

Capítulo IV

El impacto del excepcionalismo en la Geografía ha sido profundo. Esta es la razón de que haya sido necesario dedicar más tiempo a su refutación. La discusión metodológica es esencialmente dialéctica ya que de la crítica mutua entre diferentes puntos de vista se sigue la clarificación de ideas. A primera vista este sistema puede parecer estéril, pero en realidad no es así. Ahora volveremos sobre un grupo de temas más específicos. Está primero el tema de la oposición de la ciencia pura y la ciencia aplicada. En segundo lugar, se debe prestar atención a las dificultades que la geografía comparte con otras ciencias sociales. A continuación realizaremos algunos comentarios sobre los instrumentos específicamente geográficos. En cuarto lugar señalaremos que nuestra atención dominante a la estructura, al contrario que en otras ciencias sociales, tiene ciertos aspectos lógicos. Todo esto conduce al quinto punto, una reexaminación del concepto de región y, en conexión con esto, de las pretensiones del holismo. Sexto, la geografía comparativa y la tipología deben de ser reconocidas en lo que son. Séptimo, algunas pretensiones recientes de naturaleza más metafísica en relación con la libertad de la voluntad exigen que entendamos claramente la muy perturbadora idea del determinismo geográfico. Como conclusión, no estará de más que insistamos en la relación que existe entre la geografía y otras ciencias afines ya ahora o en un futuro previsible.

Al igual que otros, también nosotros hemos hablado ocasionalmente sobre la aplicación de las leyes, y conceptos de la geografía sistemática al material regional. En cierta manera esto es bastante inofensivo. No obstante es falso, o al menos puede conducir a error, oponer la geografía sistemática a la regional como una especie de ciencia pura y ciencia aplicada. La verdad es que no hay tal distinción metodológica entre ciencia pura y aplicada. Sólo hay ciencia y ciencia aplicada. Si existe alguna distinción ésta es práctica, una cuestión de interés o énfasis. Las leyes que los científicos "puros" buscan no son en absoluto diferentes de los que ellos mismos o sus colegas aplicados utilizan. Inversamente, algunas de las más importantes ideas teóricas han sido sugeridas por problemas técnicos. Insistiendo una vez más en un campo en el que todas estas cosas han sido ampliamente practicadas, diremos que la tecnología de la física no es una rama de la física comparable o coordinada con la termodinámica o la mecánica, por ejemplo. Ni tampoco es la misma noción de aplicación tan poco ambigua como se podría suponer. Tiene por lo menos dos sentidos. El geógrafo regional que explica algunas características de la región mediante el uso de leyes aplica éstas en un sentido. El planificador regional o conservador del suelo aplica las mismas leyes en un sentido diferente de aplicación. De hecho es un ingeniero social. El alto prestigio y el justificado interés que despierta la aplicación en el sentido de tecnología social es, para bien o para mal, una de las más sobresalientes características de nuestra civilización. Sin embargo, debemos estar en guardia contra el silogismo siguiente: la ciencia aplicada es el corazón de la ciencia la geografía regional es ciencia aplicada, luego la geografía regional es el corazón de la geografía.

Con el fin de clarificar algunos aspectos lógicos, se ha usado repetidamente de la física, que es incuestionablemente la más desarrollada de las ciencias. Al hacer esto no se niega que existan diferencias importantes entre las diversas disciplinas. Pero tampoco en este sentido se encuentra la geografía en un espléndido aislamiento. En realidad, comparte la mayor parte de sus peculiaridades metodológicas con otras ciencias sociales. Aunque no es éste el lugar para un tratamiento exhaustivo del tema, no podernos dejar de citar algunas de estas características. La más seria dificultad que todas las ciencias sociales comparten, es su limitada o falta total de experimentación. Desde luego, es igualmente verdad, y ha sido frecuentemente observado, que tampoco puede experimentarse en astronomía y a pesar de ello la astronomía es la más antigua, la más precisa y la más fructífera de las ciencias naturales. Pero esto es más bien la excepción que confirma la regla. Ocurre que los procesos celestes son periódicos o casi periódicos y dependen de un muy limitado número de variables. En cuanto a otra dificultad, la cuantificación, que nos permite usar los ricos recursos de la inferencia matemática, no se consigue fácilmente en las disciplinas sociales. En este sentido la geografía y la economía están, al parecer, en una situación algo mejor que, por ejemplo, la ciencia política o la sociológica. En ausencia de una fácil experimentación y cuantificación, el cuerpo de leyes razonablemente aceptables no es tan impresionante en las disciplinas sociales como en física o, incluso, en biología. Es por desgracia demasiado cierto que los científicos sociales, y los geógrafos entre ellos, están todavía en la oscuridad en lo que respecta a las variables que son relevantes en una situación dada. Naturalmente, si conociéramos las variables no sería difícil conjeturar las leyes. Y si pudiéramos experimentar no necesitaríamos conjeturar. Como ha sido señalado ya anteriormente las técnicas estadísticas demuestran ser un poderoso instrumento para resolver la situación. Al igual que los demás científicos sociales, los geógrafos han empezado a apreciar este instrumento. Hay, pues, muchas diferencias importantes entre las ciencias naturales y las ciencias sociales. Desde un punto de vista lógico se trata de diferencias de grado, no de naturaleza. La cuestión de si finalmente las ciencias sociales serán tan perfectas como las naturales es una cuestión práctica. Afirmar que no será posible alcanzar este estudio es una postura dogmática. Pero cualquier afirmación contraria es igualmente apriorística. Ante el examen ello se revela usualmente como un alegato tan romántico para tales ideas metafísicas como la libertad de la voluntad.

Hay un aspecto importante en el que la geografía difiere de las otras ciencias sociales. Estas últimas, al madurar, se concentran más y más en el descubrimiento de leyes de procesos, es decir, leyes que son en un aspecto importante como las leyes de la astronomía newtoniana. Dada la situación de un sistema en un cierto punto en el tiempo, las leyes de procesos permiten la predicción de los cambios que ocurrirán. La geografía es esencialmente morfológica. Las leyes estrictamente geográficas no contienen referencias al tiempo y al cambio. Con ello no pretendernos afirmar que las estructuras espaciales que exploramos no sean como cualquier estructura, el resultado de procesos. Pero el geógrafo, en su mayor parte, trata estas estructuras tal como las encuentra, es decir, ya elaboradas (en lo que se refiere a la geografía física, los procesos a largo término que producen estas estructuras caen dentro del campo de la geología). Consideremos a esta luz el continente hipotético de Koeppen. La expresión hipotético indica simplemente que Koeppen sólo considera, para el propósito de su generalización climática, unas pocas variables. Para éstas establece una correlación espacial que constituye una ley morfológica. Sin duda, el llamar a estas correlaciones relativamente toscas tipos, en lugar de leyes, representa una laudable prueba de modestia. Pero sería un claro error pensar que estos tipos, en este preciso sentido de tipos, son diferentes a las leyes. Esta ausencia del factor tiempo dentro de la geografía física es la fuente de un fenómeno peculiar dentro de todas las ramas de la geografía humana. El "proceso social" es, como la misma expresión indica, un proceso en el sentido lógico y este proceso interacciona con los factores geográficos. Aceptemos en aras del razonamiento, que dos regiones son iguales en todos sus aspectos físicos fundamentales. Pueden diferir, y generalmente ocurre, respecto a alguna o a todas las variables que interesan al geógrafo económico o social. La razón para ello es que las poblaciones de las dos regiones pasaron por procesos diferentes. Los tipos de poblamiento, por ejemplo, pueden variar de acuerdo con el estado de la tecnología en el momento de la ocupación. En realidad, no estamos en este caso frente a un fallo de la geografía como ciencia social, ni, como alguno podría pretender, con una quiebra de la causalidad. Lo que ocurre, más bien, es que no hemos descubierto el punto exacto en el que los geógrafos deben cooperar con todos los otros científicos sociales, si es que unos y otros intentan conseguir explicaciones cada vez más comprensivas. La cuestión de si el geógrafo debe insistir en la investigación estrictamente morfológica que puede realizar por sí mismo, o si debe cooperar con otros científicos sociales no es un asunto teórico, sino un problema práctico del que volvemos a tratar al final de este trabajo.

Técnicamente, el carácter morfológico de la geografía encuentra su expresión en su propio instrumental específico: mapas y correlación cartográfica. La representación gráfica ha sido llamada la taquigrafía de la geografía. A pesar de ser en buena parte acertada, esta inteligente comparación deja de hacer justicia a nuestra técnica en, por lo menos, cuatro aspectos. En primer lugar, un mapa no es sólo una descripción taquigráfica, sino en un sentido bastante literal una imagen, exactamente igual a como un plano es una imagen de una máquina. Por ejemplo, un mapa que conserva las distancias es, en este sentido, una imagen literal de la región representada. Es como dicen los lógicos y los matemáticos, un isomorfo de ella. Las técnicas del análisis geográfico están basadas en buena parte en tales isomorfismos. En segundo lugar, las imágenes que nosotros construimos por medio de los diferentes signos cartográficos son deliberadamente selectivas en dos aspectos: cartografiamos sólo aquellas características en las que estamos interesados en aquel momento y despreciamos todas las diferencias entre las entidades que representamos por los mismos símbolos. No parece preciso insistir en lo útil que resulta poseer un vehículo tan conveniente y autorregulador para el proceso de abstracción. En tercer lugar, puesto que los mapas constituyen isomorfos espaciales reflejan directamente no sólo las diversas características que tratamos de correlacionar, sino también las mismas correlaciones. En otras palabras, realizan la misma función, o casi la misma, que los diagramas y otras representaciones de conexiones funcionales. Una buena parte de lo que otros científicos sociales consiguen de esta forma lo consiguen los geógrafos mediante la técnica de la correlación cartográfica. Mediante el simple recurso de superponer mapas con isopletas pueden descubrirse de un vistazo correspondencias tales como las existentes entre lluvia y producciones agrícolas, por lo menos en una forma preliminar y cualitativa. Es más que una técnica diferente en el sentido del término. Se trata de un instrumento especial de generalización y análisis que no es usado por ninguna otra ciencia tanto como por la geografía.

La correlación cartográfica nos conduce a dos problemas íntimamente relacionados, la llamada geografía comparativa y la tipología. El término geografía comparativa es de antigua raigambre. Humboldt lo utilizó ocasionalmente Ritter y Hettner le tenían bastante afecto. Ambos gustaban de "comparar" fenómenos geográficos amplios y complejos, continentes enteros o vastas regiones que a pesar de su complejidad presentaban algunas similitudes. Lo que debemos decir ahora es que no existen tal clase de métodos comparativos, ni en geografía ni en otras ciencias. Dicho de otra manera, el enfoque comparativo no es una tercera tendencia, además del enfoque descriptivo y el sistemático. Mucho de lo que se cubre bajo el nombre de geografía comparativa es realmente geografía sistemática aunque con bastante frecuencia, de un tipo más bien rudimentario. Otros trabajos que se denominan comparativos son, más o menos, ingenuas descripciones regionales. Tampoco es accidental el hecho de que los más interesantes intentos de esta clase se refieran a amplias áreas. Si varias de estas áreas diferenciadas en muchos aspectos, como ocurre naturalmente en las áreas amplias, presentan también algunas similitudes como indicadoras de ciertos patrones básicos. Pero entonces, ya hemos visto anteriormente que hablar de estos patrones básicos fundamentales no es más que una forma indirecta de referirse a leyes sistemáticas. Además mientras las comparaciones a gran escala pueden permitir válidas sugestiones acerca de las leyes fundamentales subyacentes, tales intuiciones deben todavía superar la prueba de la comprobación independiente en otras áreas de distinto tipo y dimensión. Hablando lógicamente, la geografía comparativa aparece así a medio camino entre la investigación sistemática y la descripción regional.

Lo mismo ocurre con la tipología. Los geógrafos ingleses y alemanes han tratado de establecer, con bastante éxito, tipos de áreas de paisaje (landschaft, belts). Las regiones climáticas, las regiones naturales, los belts trigueros, las regiones de la minería del carbón son ejemplos de ello. De nuevo es probable que las comparaciones entre los diversos especimenes de tales tipos sugiera algunas deducciones. Los excepcionalistas hablarán de la intuitiva aprehensión de tipos, igual como los psicólogos anticientíficos hablarían de la comprensión intuitiva de los tipos de personalidad. Los defensores del método científico reconocerán estas deducciones como lo que son, adivinaciones cultas de las leyes sistemáticas. No se trata aquí de desacreditar esta fase anticipatoria. Después de todo la ciencia es también una adivinación culta. Pero no existe tampoco ninguna mística particular acerca de la noción de tipo. Un tipo no es más que una clase. Una inteligente clasificación o bien anticipa o bien está basada en alguna especie de leyes. Si, como resultado, el mismo material sugiere alguna especie de clasificación por mera inspección, puede esperarse que se esté en la pista de algún tipo de leyes.

Una vez que la noción de tipo ha sido clarificada al reconocerse que no es ni más ni menos que una fructífera clasificación, se está a un paso de conseguir la clave de uno de los conceptos más fundamentales de geografía, el concepto de región. Una región se define convencionalmente como un área homogénea respecto a una o dos clases de fenómenos. Como ha señalado Palander18 uno de los más agudos críticos de la geografía económica, la noción de región en sí misma no explica nada.

En particular, no es ningún sustituto para la noción de ley morfológica o de cualquier otro tipo. De hecho está incluida en esta noción. Una ley morfológica no es, en muchos casos, más que una afirmación de las relaciones espaciales de acuerdo con unas leyes dentro de una región o entre regiones definidas mediante diferentes criterios. Desde un punto de vista puramente metodológico esto es realmente todo lo que se necesita decir sobre la noción de región. Esto no quiere decir que subestimemos el papel que ésta desempeña en geografía. La importancia de un concepto científico se mide por su fecundidad en la aplicación, no por lo que se pueda decir sobre él desde un punto de vista lógico.

Las regiones y otras entidades geográficas han sido consideradas por muchos geógrafos como un todo en el sentido que lo hace la doctrina del holismo o gestaltismo. Un todo, en esta peculiar doctrina, es más que la suma de sus partes es también único en el sentido de que sus diversas propiedades no pueden ser explicadas aplicando los métodos científicos normales a sus partes combinadas y a las relaciones que se obtienen entre ellas. Hartshorne, argumentando contra tales holistas, se opone acertadamente al uso de esta doctrina en la definición de área geográfica y de región 19. Pero tras este rechazo encuentra necesario reintroducir la doctrina en la geografía cuando, posteriormente, define las regiones culturales y, a manera de ejemplo, las unidades agrarias como un "todo primario"(primary wholes) cuyas partes sólo pueden ser entendidas en términos del todo20. Esto es, desde luego, diferente del "método simplemente analítico de Hettner" que dice Passarge, según la cita de Hartshorne. Pero el análisis lógico completo del holismo es un asunto complejo y no puede ser abordado aquí en detalle21. Lo que se desprende de todo ello es esto. Siempre que una parte insiste en que posee un todo, la otra parte afirma que no conocemos bastante para explicar su comportamiento por los métodos científicos normales. En muchos casos importantes tales explicaciones han sido propuestas más tarde. Puede por ello dudarse de si realmente existe en algún punto de la naturaleza un todo en el sentido holista. Dentro de nuestro campo, la anterior discusión sobre la geografía del puerto de Nueva York constituye un ejemplo a propósito. Hartshorne, que lo considera único, tendría que considerarlo también de forma consistente, un todo cuyas partes, como las de una unidad agraria, sólo pueden ser entendidas desde el todo. Nosotros, por el contrario, desde nuestro punto de vista nos preguntamos si alguna entidad geográfica, región o no, es un todo en este sentido metodológico.

Quien rechace el método científico, en cualquier campo, rechaza en principio la posibilidad de predicción. En otras palabras, rechaza lo que se conoce también como determinismo científico. La razón intelectual que subyace a esta actitud es en la mayoría de los casos alguna versión de la doctrina metafísica del libre albedrío. Esto puede parecer un bizantinismo en un campo como la geografía. Un vistazo a algunas recientes publicaciones22 bastaría para calmar tales dudas. En general las múltiples interrelaciones entre los diversos holismos, la doctrina de lo único, y la filosofía del libre albedrío dependen de cómo ha sido expuesta la teoría. Si el determinismo se toma para significar que en toda la naturaleza existen leyes, que no permiten ninguna "excepción", entonces éste es el fundamento común de todas las ciencias. Y si el libre albedrío significa que las decisiones humanas no están determinadas por sus antecedentes (fisiológicos y/o sociopsicológicos) entonces la voluntad no es libre. De cualquier modo, la mayor parte de los científicos, actúan de acuerdo con esta asunción y dejan muy gustosamente el debate a los metafísicos. Sin embargo, la expresión determinismo pose todavía otro significado. Por ejemplo, aquellos que censuran a Marx, por su "determinismo económico" no rechazan necesariamente la idea de la existencia de leyes universales. Lo que rechazan es, más bien, la doctrina de que si se conociera todo sobre las condiciones económicas y tecnológicas de la sociedad, se podría dentro de estos términos predecir su "superestructura" y su evolución futura. El determinismo científico así entendido debe distinguirse, pues, cuidadosamente de los diversos determinismos con un adjetivo, como por ejemplo el determinismo económico.

Estos últimos determinismos son teorías científicas, que deben ser aceptadas o rechazadas de acuerdo con la evidencia empírica. La geografía ha sido hechizada por su propio determinismo. El determinismo geográfico (enviromentalism) atribuye a las variables geográficas el mismo papel en el proceso social que el marxismo atribuye a las variables económicas. No existe ninguna buena razón para pensar que alguno de estos dos específicos determinismos no sean más que una grosera exageración de una reconocida concepción profunda. Es perfectamente válido investigar la influencia que el medio físico ejerce ya positivamente, ya en sentido limitante, sobre el proceso social. La mayor parte de los geógrafos esperarían encontrar algún tipo de conexiones de acuerdo con leyes en este aspecto no por esto se convierten en deterministas geográficos. Ratzel fue el primero que pensó de manera original e imaginativa en esta dirección. Lo mismo que ocurrió con Marx, puede decirse de él que no era tan exagerado como sus discípulos posteriores. En Estados Unidos, Sanple fue discípula de Ratzel. En los escritos de Ellsworth Huntington el determinismo geográfico alcanza su ápice. En Francia Demolins insistía en que si la historia de Francia tuviera que ocurrir de nuevo otra vez, su desarrollo habría seguido el mismo curso de acuerdo con el medio geográfico. Las relaciones contemporáneas contra estas exageraciones fueron comprensiblemente muy fuertes. Pero una cosa es atacar estas ideas desde el punto de vista de la ciencia y otra muy distinta es atacar el determinismo geográfico para atacar la ciencia y su idea subyacente de la existencia de leyes universales.

No podemos en tanto que geógrafos elucubrar sobre el futuro de la ciencia. Pero podemos plantearnos lo que puede deducirse razonablemente sobre el futuro de la geografía como disciplina, una unidad organizada dentro de la intrincada división del trabajo intelectual. Ello no es estrictamente una cuestión metodológica y depende de muchos factores externos. A pesar de todo, su núcleo teórico no está totalmente desligado de la metodología. Por ello debemos aventurarnos a hacer algunas observaciones como conclusión. La ciencia, para repetirlo una vez más, trata de encontrar leyes. ¿Cuáles son entonces, podemos preguntarnos, las peculiaridades de las leyes que buscamos y qué es lo que haría aconsejable que se mantuvieran juntas en una disciplina? Desde este punto de vista las leyes de la geografía se dividen, nos parece, en tres categorías. Típicas de la primera son la mayor parte de las leyes de la geografía física. Se trata de leyes que no son estrictamente geográficas. La mayoría de ellas son formulaciones especializadas de leyes establecidas independientemente en las ciencias físicas. El geógrafo toma estas leyes tal como las encuentra, las aplica sistemáticamente a las diversas condiciones que prevalecen en la superficie de la tierra, y las analiza prestando particular atención a las variables espaciales que contienen. El climatólogo usa así mucho de la física (meteorología) y el geógrafo agrario aplica a la biología (agronomía).

Típicas de la segunda categoría son muchas leyes de la geografía económica, como por ejemplo la actualmente floreciente teoría de la localización a la que puede aplicarse correctamente el nombre de teoría pues ha alcanzado este estado en el sentido estricto de que forma un grupo coherente de generalizaciones conectadas deductivamente. Como se sabe, esta teoría investiga las relaciones espaciales existentes en una región entre los lugares en los que se encuentran los diversos factores económicos (materias primas, unidades productivas, medios de comunicación, consumidores, etc.). En tanto que leyes morfológicas, son también genuinamente geográficas. En realidad, las obras pioneras en este campo han sido realizadas por economistas, con la excepción de Christaller que es un geógrafo.23 Pero con el refinamiento de la teoría la habilidad del geógrafo tendrá cada vez más importancia. Porque el geógrafo es más experto que otros en el tratamiento de los factores espaciales y conoce por su rico caudal de experiencia con cuáles otros interaccionan típicamente. En tanto que estas leyes no son morfológicas, pertenecen a la tercera categoría.

Se trata de un punto esencial. Ya nos referimos a él anteriormente, cuando utilizamos el ejemplo de las regiones similares, que presentan diferentes patrones de poblamiento a causa de los diferentes procesos sufridos por su población. Nos detendremos en el caso más general. Las ciencias sociales maduras buscan leyes de procesos. Conociendo tales leyes, si conocen los factores físicos y las características de la población que ocupa una región en un momento dado, se puede predecir idealmente el curso entero de la historia en dicha región, con tal de que se conozcan también las influencias que penetran desde el exterior. Tales leyes son, naturalmente, leyes no geográficas, y no pertenecen tampoco por entero a ninguna de las otras divisiones hoy normales, tales como antropología o economía. Las variables que pueden esperarse que entren en ellas se extienden a todo el entero campo de la ciencia social. Las variables espaciales están, esencial e inevitablemente, entre ellas, pero no son más autosuficientes que las de la economía o la sociología tradicional. Nuestra tarea consiste en hacer explícito el papel que estas variables geográficas desempeñan en el proceso social. En otras palabras, debemos tratar de explotar qué aspectos serían diferentes en el futuro si, permaneciendo iguales todas las otras variables, fueran diferentes de lo que son realmente las ordenaciones espaciales. El insistir en ello no es, como pudimos ver, determinismo geográfico. El auténtico peligro es aquí el aislacionismo geográfico. Pues ya hemos visto igualmente que la búsqueda de estas leyes sólo puede realizarse en cooperación con las otras ciencias sociales.

¿Qué podemos deducir de todo esto para el futuro de la geografía? Me parece que en tanto que los geógrafos cultiven los aspectos sistemáticos las perspectivas de la geografía como una disciplina propia son buenas. Las leyes de las tres categorías que hemos distinguido son, sin ninguna duda, interesantes e importantes a la vez y todas contienen factores espaciales en una tal extensión que exigen una habilidad especial y hace que valga la pena dedicarse al cultivo profesional de esta habilidad. Los geógrafos somos estos profesionales. No soy ya tan optimista en el caso en que la geografía rechazara la búsqueda de leyes, exaltara sus aspectos regionales, y se limitara así cada vez más a la mera descripción. En esa eventualidad, el geógrafo sistemático tendría que inclinarse más decididamente e incluso pasarse si fuera preciso a las ciencias sistemáticas.
 
 

Notas

* Doy sinceramente las gracias al profesor Gustav Bergmann, del Departamento de Filosofía de The State University of Iowa, por haber leído amablemente el manuscrito y haberme hecho sugerencias muy valiosas

1.-Hans SPETHMANN Dinamische Lánderkunde, Breslau, 1928. p. 119.

2. - Alfred HETTNER, Die Geographie, ihre Geschichte, ihr Wesen and ihre Methoden, Breslau, 1927.

3. - Richard HARTSHORNE, "The Nature of Geography", Annals of the Association of American Geographers, XXIX (1939): 171-658 (Se han hecho nuevas ediciones). Las páginas que citamos perte­necen a la cuarta edición (1951).

4.- Víctor KRAFT: "Die Geographie als Wissenschaft" in Enzyklo pádie der Erdkunde, ed. Oskar Kende. Leipzig, Wien, 1929.

5.- Carl RITTER: Uber die historischen Elemente in der geogra­phischenWissenschaft. Berlín, 1833, p. 45.

6.- Immanuel KANT: Physische Geographie. Ed. F. T. Rink, 1 mingsberg, 1802. Para ser justos con Kant, debe decirse según Adickes, el famoso estudioso de Kant, el texto edil por Rink y usado por Ritter, Hettner y Hatshorne es dudosamente auténtico. Cuatro quintas partes del manuscrito no fueron escritas por la mano de Kant. Probablemente consiste en notas tomadas por alumnos durante el primer semestre en que se dio el curso. Por otra parte, la edición fue hecha poco antes de la muerte de Kant cuando, como Adickens señala, estaba demasiado enfermo para hacer correcciones en lo que había escrito o dictado en clase antes de 1756. Aparte de esto, Enrich ADICKES en su 1 Untersuchungen zu Kant's physischer Geographie (Tuebin 1911) está más bien incómodo en lo que respecta a la ignorancia geográfica que muestra su ídolo filosófico.

7.- HARTSHORNE, op., cit. pág. 136, mantiene que Ritter parece haber expuesto la comparación tan claramente a Kant o Humboldt".

8.- IMMANUEL KANT: Physische Geographie. Ed. F. T. I Kbningsberg, 1802, vol. I páginas 6-8

9.- Alexander von HUMBOLDT: Kosmos. Entwurf einer physisch Welbeschreibung. Stuttgart. Tuebingen, 1845, vol. 1 pág. 66

10.- Alfred HETTNER: Vergleichende Ldnderkunde. vol. IV. Lei zig, Berlín, 1935 Der Gang der Kultur über die Erde. Leipzi Berlín. 1929 Das Europáische Russland. Leipzig, Berlín, 1905.

11.-HARTSHORNE, op. cit., pág. 432.

12.- Ibid, 433.

13.- Ibid., 373

14.- Ibid., 461

15.- Alfred HETTNER, Die Geographie des Menschen "Gec phische Zeitschrift"Leipzig, 1907

16.- Alfred HETTNER: Die Geographic, ihre Geschichte, ihr Wesen und ihre Methoden. Breslay, 1927. Rags. 222-223.

17.- Isaiah BOWMAN: "Commercial Geography as a Science. Re­flections on some recent Books", Geographical Review, XV (1925); 285-294. Véase también: Geography in Relation to the Social Sciences. Report of the Commission on the Social Stu-dies, Part V. American Historical Association, New York, 1934

18.- Tore PALANDER: Beitraege zur Standortstheorie. Disserta­tion, Upsala, 1935, páginas 17-20

19.- HARTHORNE: op. cit., págs. 263-266.

20.- Ibid., pág. 351.

21.- Para una discusión del holismo véase Gustav BERGMAN? "Holism, Historicism, and Emergence". Philosophy of Scienc XI (1944): 209-221. También: "Theorical Psychology", in Annual Review of Psychology, IV (1953), Stanford, por el mismo autor.

22.- Robert S. PLATT: "Determinism in Geography" Annals of the Association of American Geographers, XXXVIII (19, 126-132; y delmismo autor: "Evironmentalism versus graphy", American Journal of Sociology. LIII (19 351-358

23.- Johann HEINRICH von THUNEN: Der isolierte Staat. Rostock, 1842. August Lüsch: Die ráumliche Ordnung der Wirtschaft. Jena, 1940. Edgar M. Hoover: The location of Economic Activity, New York, 1948. Walter CHRISTALLER: Die zentralen Orte in Süddeutschland. Jena, 1933


En: Anales de Geografía, 1953.



 

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