GRANDES NATURALISTAS EN COCHABAMBA
ALCIDE D'ORBIGNY

Un gran destino en una vida breve

Oscar A. Quiroga (*)

En los albores del siglo XIX, en 1802, nace Alcide Vìctor Marie Dessalines d'Orbigny, en Couëron, una pequeña ciudad de Bretaña. Alos 24 años de edad comienza la gran aventura científica de su vida en un viaje por Sud América. Las experiencias y observaciones recogidas en 7 años de investigación, se traducirán en una obra muy extensa, titulada: Viajes por América Meridional.

Enviado por el Museo de Historia Natural de París en misión científica, partiendo del puerto de Brest (31-VII-1826) llegó Alcide d'Orbigny a la América del Sud al puerto de Rio de Janeiro (24-IX-1826); en viajes de estudio visitó la Argentina, Brasil, Chile, Perú, Uruguay y entre 1830 y 1833 también Bolivia, que había alcanzado su independencia como país, tan solo unos años antes.

Su visita a Bolivia coincidió con el gobierno del Mcal. Andrés de Santa Cruz, un periodo en el que el país entra en una fase de institucionalización y afirmación de su soberanía.

Recibió de aquél gobierno el apoyo necesario para profundizar sus estudios en los campos de la botánica, la zoología, la geología y otros aspectos de la vida del Nuevo Mundo.

De esta magnífica experiencia, nos interesa de modo particular, el capítulo de su obra, referente al departamento y la ciudad de Cochabamba.

Describe d'Orbigny su ingreso a Cochabamba por Ayopaya. Sus peripecias y sucesos de viaje están relatados con amenidad y minucioso detalle. Capta los personajes con aguda penetración psicológica, con sutil observación la naturaleza. El paisaje lo subyuga. Riscos imponentes, picos elevados. Gargantas y cañadas. Cactus y árboles espinosos en las zonas secas, vegetación exuberante en las regiones húmedas.

Su primer encuentro con el mundo habitado de la región, es el burgo de Machacamarca, que fue mayorazgo del Marqués de Montemira. Escenario en la guerra de la independencia de las luchas irreducibles del General Lanza. Más adelante llegó a la pequeña población de Palca, aquí avistó campos sembrados de maíz y trigo. De la antigua iglesia, destruida durante la revolución de Tupac Amaru, quedaban sólo ruinas. Las riquezas minerales de la región eran la mina de plata, recientemente descubierta y un lavadero de grandes pepitas de oro.

Pasando por el villorrio de Santa Rosa, donde sólo cosechó contrariedades, finalmente llegó a Morochata, allí los Andes con sus cumbres nevadas se muestran imponentes. Le impresionó la extrema pobreza. Tramontando esos riscos, abandonó Ayopaya.

En aquel trayecto, recolectó plantas interesantes e invalorables informaciones geológicas, de esa cadena de montañas desconocidas de los geógrafos.

Avanzando en su camino, bruscamente avistó los ricos valles de Cochabamba, ningún contraste le fue más impresionante. Las rocas áridas, que todavía lo rodeaban, le permitían ver a la distancia, maravillado, la inmensa llanura cultivada; también "sembrada en todas partes de casas, de bosquecillos, donde se distinguía un gran número de aldeas y una gran ciudad, a la cual sus edificios daban el aspecto de una reina en medio de sus súbditos".

"La vista de la cúpula de las iglesias, de los campanarios de los conventos de Cochabamba" le hicieron evocar esa vida intelectual de que había estado privado y de la que sentía una verdadera necesidad.

D'Orbigny rememora que en la época de la Audiencia de Charcas, mientras dependía de Lima, Cochabamba permaneció como simple asiento de un Corregidor. En 1776 pasó a la jurisdicción del Virreinato de Buenos Aires y seis años después el Virrey elevó su rango a Intendencia (1782), incorporando a su territorio la provincia de Santa Cruz, con las Misiones de Moxos y Chiquitos, alcanzando en extensión mucho más de la mitad del antiguo Alto Perú. Se cumplen, no menos de 4 décadas de integración.

Francisco de Viedma le atribuyó en aquél entonces 22,500 habitantes; para d'Orbigny la ciudad y sus arrabales, patios y jardines, el sinnúmero de casas de dos pisos, "la hacen aparecer infinitamente más poblada de lo que es en realidad".

El trazo de la ciudad es regular, un damero de bloques iguales, con calles bien empedradas de 9 metros de ancho y dos grandes plazas. La Plaza Principal en el centro de la ciudad, tiene a su alrededor 4 iglesias, destaca la Matriz, construida de piedra y la casa del Cabildo. También en medio de la plaza daba alegría una fuente de agua. Dice d'Orbigny "sin duda alguna, la más hermosa plaza que pueda verse en cualquiera de las ciudades de la República".

El Dr. Barrionuevo, culto médico recibido en Francia, le sirvió de cicerone en la visita de la ciudad.

Es el mes de septiembre, Cochabamba engalanada de flores, perfumada de aromas delicados, exuberante en las campiñas que le rodean, luce sin duda sus mejores atributos naturales. Imaginamos que en este marco d'Orbigny disfruta de la naturaleza que ama.

El describe los habitantes de la ciudad: "Las mujeres ricas con nuestras modas francesas más o menos atrasadas, llevan los cabellos cayendo sobre los hombros y divididos en una serie de trencitas, cuyo conjunto es bastante agradable; nada llevan por lo demás en la cabeza; pero usan, por lo general, un rebozo español de hermosos chales de seda de nuestras fábricas de Lyon".

"Las mujeres de los artesanos mestizos tienen también los cabellos divididos de la misma manera y la cabeza cubierta de un sombrero de hombre, blanco o negro, lo que es poco gracioso y choca a los extranjeros". El resto del vestido, nos dice, no es de mejor gusto, llevan una blusa de lana y un rebozo de vivos colores, así como faldas de bayeta, rojas, rosas, verdes, siendo preferidos los tintes brillantes. Esas polleras son tableadas para aumentar el espesor, y bordadas con cintas. "Cuanto más rica es la persona, mayor es el número de polleras, así sucede por lo general que -ella- parece, por ostentación, tan ancha como alta y rodar antes que caminar" Critica la falta de gracia y responsabiliza al dictamen de la moda.

"Los hombres de la sociedad visten a la francesa; los indios y mestizos llevan el poncho corto, con un chaleco redondo sobre una camisa de lana, y un calzón abierto de ambos lados, que llega hasta media pierna".

El idioma general de Cochabamba es el quechua. Las clases cultas hablan, de igual modo, el castellano.

El prefecto era un personaje culto, nutrido de buenas lecturas, con modales que serían bien apreciados en los salones de París, a quien guarda d'Orbigny profundo agradecimiento por la grata acogida que le dio en Cochabamba.

Por lo demás, los cochabambinos se muestran en todas partes. Sus disposiciones mercantiles, sus cualidades de hombres de empresa, su capacidad en múltiples actividades, los aclimatan por doquier, en el mundo entero.

Al partir de la ciudad, su trayecto lo conduciría por los valles altos, semejantes al que abraza Cochabamba. Entre campos que esperan las lluvias y terrenos cultivados, atraviesa el valle de Cliza, d'Orbigny hace mención especial de Tarata, Punata y Arani, destacando la última por su iglesia rica en platería y su famosa virgen Nuestra Señora de la Bella que atrae muchos peregrinos.

Se incluyen, en el periplo de d'Orbigny por el departamento de Cochabamba, sus exploraciones por la provincia de Mizque que le dan la oportunidad de conocer otro jirón del territorio, el pueblo de Pocona, el burgo de Totora, así lo llama y la misma ciudad de Mizque.

Para llegar a Pocona, que gozó de ser ciudad, hubo de recorrer por el sendero que el Inca transitara quinientos años antes, cuando llevó sus conquistas hasta Chuquisaca por la provincia de "Mizqui". "Esos recuerdos del antiguo esplendor de la monarquía de los Incas, dice d'Orbigny, me hicieron experimentar un sentimiento penoso, cuando comprobé hasta que punto estas regiones antes ricas están actualmente despobladas, sobre todo de indígenas".

"Totora está situado - nos relata d'Orbigny- bastante cerca de la cima de las montañas, en el fondo de una pequeña quebrada, en la confluencia de los riachuelos, de manera que su suelo es de lo más desigual, sus calles en pendiente y no goza de ningún panorama; tiene la ciudad, algunas casas señoriales de dos pisos, una plaza basta y una iglesia pequeña y bonita".

La cabeza de provincia es la ciudad de Mizque, si bien según la vio d'Orbigny, declinaba día tras día, fue de las más importantes del Alto Perú, su iglesia es de mucho interés; "Sus dos hermosas parroquias, así como sus cuatro conventos, están casi desiertos. Sus anchas calles, bien alineadas; sus casas espaciosas, están, por así decirlo, deshabitadas y todo anuncia la cercanía de una decadencia completa".

Meses más tarde, después de realizar una larga excursión por el territorio de las misiones del oriente, regresa a Cochabamba, tramontando el Mamoré y sus afluentes. En su trayecto encuentra una vegetación alucinante y pasando múltiples peripecias llega al territorio de los yuracarés. Le llama la atención la piel casi blanca de esta gente, sus facciones regulares y su apostura altiva. Convive en su comunidad adaptado a su modo de vida. Recoge valiosas observaciones sobre su lenguaje, usos y costumbres, nos deja información importante de sus creencias y de su hábitat. Según Martín Cárdenas, Alcide d'Orbigny tuvo oportunidad de conocer el importante libro de Tadeo Haenke sobre los yuracarés.

Cuando llega a la ciudad de Cochabamba, su estadía coincide las tres semanas de su permanencia, con la presencia del presidente de la República, Mcal. Andrés de Santa Cruz, con quien departe cotidianamente y obtiene de él permiso para abrir un nuevo camino de Cochabamba a Moxos. Tierra de promisión.

Iniciada esta empresa, en la zona de Tiquipaya, a no mucha distancia de la ciudad de Cochabamba se encontraron con cumbres elevadas cubiertas de nieve, y vieron al comienzo del valle los restos de una acequia, que en tiempos de los Incas conducía agua desde la cumbres de la cordillera hasta la planicie, para irrigar un área extensa. Admirable obra de ingeniería que los Incas ejecutaron, de manera similar en toda la extensión del incario.

El visionario, percibí en el territorio de Cochabamba un enorme potencial agropecuario. Sugirió la construcción de embalses de agua que darían auge a una gran producción. Veía en la diversificación y la introducción de nuevos cultivos el enriquecimiento de la población. También preveía en las manufacturas realizadas por gente industriosa, como la que habitaba este valle, un avance positivo en su economía.

Es evidente la confianza que deposita el presidente en el investigador, es de suponer que toma nota de sus ideas y sugerencias, cuando habla de su experiencia y sus observaciones.

Ahora nos toca conocer el científico polifacético. Lo fundamental de la obra científica de d'Orbigny es la vigencia actual de algunos de sus conocimientos geológicos, paleontológicos y su permanente aplicación.

A sus 23 años de edad estudia un grupo de animales microscópicos que denomina foraminíferos, sienta con ello el nacimiento de la micropaleontología. Describe las diferentes especies de fósiles invertebrados y su distribución en las capas geológicas, dando a conocer la primera escala de los tiempos geológicos.

La estratigrafía, la micropaleontología, contribuyen en la actualidad en tareas como la prospección petrolera; el estudio de estructuras subterráneas, con miras a su aplicación en el tendido de túneles y el almacenamiento de gas natural; no es menos importante el estudio de los foraminíferos en su aplicación a los cambios climáticos y sus proyecciones ambientales.

Es inmensa su contribución a la botánica y a la zoología. Dan testimonio los especimenes que llevó de su excursión por la América Meridional, 1610 especies de plantas: 51 especies de palmeras; 229 de gramíneas; 480 de criptógamas; además, d'Orbigny pormenoriza en su informe el hábitat de estas plantas; destacan en el conjunto 400 especies vegetales desconocidas en Europa. Del mundo animal coleccionó 4834 especies de artrópodos; 718 de moluscos, comprendidos los singulares moluscos ciegos; 783 especies de pájaros; 94 de reptiles; 25 de anfibios; 166 de peces; 163 de equinodermos y políperos y 17 especies de anélidos. También describió 160 mamíferos.

Consagran la obra científica de d'Orbigny, 54 especies que le han sido dedicadas, así como el género d'Orbinya que comprende las hermosas y gráciles palmeras Orbignia phalerata e Iriartea Orbignaria. Martín Cárdenas atribuye a d'Orbigny haber descrito varios años antes que el autor italiano la Puya Raymondi, en la región de las lagunas de Vacas.

Completan este acopio de materiales de estudio, sus colecciones de cristales y rocas; ejemplares antropológicos y arqueológicos, información sobre costumbres, lenguas, música, creencias y datos etnográficos.

Es significativa su labor de protección permanente de los pueblos originarios, sometidos con frecuencia a violaciones de su dignidad y de su libertad, situaciones de rechaza y denuncia.

D'Orbigny, acumula sistemáticamente datos físicos del país, que permiten definir una configuración geográfica de Bolivia. Descubre y nomina nuevos ríos, establece su navegabilidad y preconiza la salida al Atlántico por el Amazonas y la hidrovía Paraguay Paraná. La Sociedad de Geografía de Francia le confirió la Medalla de Oro de 1832 en mérito a su contribución en el campo del conocimiento geográfico.

Gabriel René Moreno nos ilustra sobre las publicaciones científicas realizadas, las Academias y Sociedades Científicas a la que perteneció y las distinciones conferidas a d'Orbigny; cita lo siguiente: Descripción histórica, geográfica y estadística de Bolivia, Viaje a la América Meridional, su obra mayor; El hombre americano, Carta geográfica de Bolivia, Carta geológica de Bolivia, Paleontología francesa, numerosas publicaciones botánicas y de zoología. Entre las distinciones: Caballero de la Orden Real de la Legión de Honor de Francia, Oficial de la Legión de Honor de la República de Bolivia, Caballero de la Orden San Vladimiro de Rusia, Caballero de la Corona de Hierro de Austria, Presidente de la Sociedad de Geología de Francia (1843). Entre las Academias y Sociedades Científicas: la de París, Londres, Turín, Madrid, Moscú, Filadelfia y otras. No obstante, su postulación a miembro de la Academia de Ciencias no se aceptó en 7 oportunidades.

En Cochabamba, el Museo de Ciencias Naturales recientemente inaugurado fue nominado Alcide d'Orbigny en reconocimiento a su obra científica en gran parte realizada en el país. También lleva su nombre, una hermosa avenida de la ciudad, que perdurará el recuerdo del ilustre naturalista.

Alcide d'Orbigny corona su trayectoria científica con la designación de Profesor de Paleontología del Museo Nacional de Historia Natural de París, cátedra de la que fue fundador. Se extingue la fecunda vida científica de d'Orbigny a los 55 años de edad, en junio de 1857 en Pierrefitte, su Francia natal.

Destacadas personalidades y escritores nacionales han escrito sobre su vida y obra. Citamos a Gabriel René Moreno, Martín Cárdenas, Gunnar MENDOZA, Fernando Diez de Medina, René Arze Aguirre, Alejandro Osvaldo Sanz, Carlos Ponce Sanjinéz, Mariano Baptista, Juan Albarracín Millán y muchos más. Nosotros hemos glosado, en el presente trabajo, algunos aspectos de nuestro interés, de su obra: Viaje a la América Meridional. También hacemos alusión a su importante producción científica.

(*) Miembro titular del Grupo de Estudio del Desarrollo Nacional Boliviano. GEDENABOL.

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