TRANSFIGURACIONES DE LAS VOCES POÉTICAS

 

“Fuegos en fuga”

redimidos entre sueños,

que se apetecen

con mujeres

necesarias.

 

Reunión de llamaradas

con preguntas,

porque no llegan a cenizas

sino tiemblan.

 

Purificadas en la voz 

que fue palabra

y sigue siendo

entre los rumbos

auspiciados.

 

Una edición

del tetragrama

sin olvido,

para fundar la especie

que es poética.

 

Este libro que ha nacido recientemente, reúne a cuatro líricas que se diferencian y amalgaman a la vez.

CRISTINA BERBARI accede de la mano del poeta valenciano Pere Bessó, ruiseñor con efluvios de la piel abierta, en su decir de magia atomizada en símbolos de arcana ascendencia, sentimental sensible. Cercano a Cristina, pues ha traducido al catalán la colección “Generación dos mil gente de arte”, dirigida por nuestra poeta y en la cual figura ella misma junto a otros laboriosos como Lina Caffarello.

La cita de Bessó invade con  la metapoesía encarnada en el aroma, el viento y el agua, en un diapasón que cita a la vertiente aédica.

En el segundo epígrafe, la poeta elige o es seducida por el atormentado Charles Baudelaire, que se envuelve con el ángel y la paradoja entre el júbilo y la angustia.

El poema de apertura, “Espejo”, asigna la función identitaria, cuestiona sobre la mismidad que erosiona el tiempo. Se suceden preguntas sin respuestas y una orden solicita triunfar sobre la nada.

En otra composición, “Eloisa, viuda”, enmarca el amor de Abelardo, con la mención de Ovidio en el enlace vital de la única vez del erotismo unitivo.

En prosa poética atraviesa el devenir de Camille Claudel y su avatar junto a Rodin, en simbiosis con su propia talla de enamorada y cariátide víctima.

LINA CAFFARELLO atraviesa su primera página con las palabras de quien fuera el maestro y estímulo de quien desenvuelve estas implicancias. Lina selecciona dos comparaciones de  Roberto Juarroz: “como las mareas que no tienen costa”, “como el vuelo que no pertenece al pájaro”. Este creador sentía que la poesía es “presencia que acompaña”, como en este caso, en solidez de vinculación genesíaca.

En el poema inicial se asocia con el revolucionario Andy Warhol y asistimos a la contracara de su rebeldía; pues leemos que se vertía como una revancha de la tristeza padecida en la niñez.

“Quasi una fantasía” (Esercizi per pianoforte) se despliega entre los nombres propios de la teoría musical que marcan el ritmo y la significancia, así como los adornos de estilo. Es como un monólogo que incita a la interpretación de la partitura, en complicidad estética con la voz autoral.

“Ophir” ubica al receptor en esta ciudad de Babilonia, referida en el Génesis, frecuentada por Salomón por sus tesoros y mítica para diversas culturas. Antepone la cita del poeta Manuel Ruano, especialista en Lautremont y en el decir emblemático. La emisora se dirige a Ophir, que fue gloriosa en tiempos bíblicos, reducida a piedras repetidas.

“Hoguera” ofrece una sinfonía alegórica entre ceremonias herméticas, donde es común el no lugar y la alguna innominada, junto con las oscilaciones. Sólo queda el destino de las llamas.

“No, no hables” está preludiado por un fragmento de Neruda, donde se enuncia que la razón

es superada por el tacto.

Poesía con ritornello esdrújulo, que despliega encarnaciones míticas y corporiza la estimulación de la escritura con la energía del vitalismo.

“Verano” se abre con versos de Sylvia Plath, la desesperada bostoniana que sugiere sin determinar y su tormento se expande en su “Campana de cristal”.

Brilla el neologismo, la enumeración y la connotación inspirada. Tiene sabor dionisiaco y necesidad de plenitud.

“En abril” comparte el propósito de realizar un abandono originario. Se registran filosofemas acerca de la intrahistoria en dialogía con imágenes diversas y constelaciones de cuño panteísta.

“Perfiles” se diseña con palabras de Antonio Tabucchi (autor italiano que admiró a Pessoa y Portugal), que escribió acerca de la afirmación austera y sin esperanza acerca de alumbrar lo escondido.

Surgen el asombro, el susto, el sueño; allí el lirismo personificado con equipaje entre calles, con resonancias y acertijos.

“Rondó de París”, atiende a la estructura de la composición musical, cuyo tema se reitera en el nombre de la Ciudad Luz. Inscribe a Cortázar, que nos saluda desde su definición sobre el lugar que lo habitó.

La poeta recorre lugares y el emblema de la Tour Eiffel. Asigna especificidades a cada espacio nombrado desde la evocación.

MIRTA CEVASCO selecciona para su apertura un fragmento del “Himno a las estrellas” de Quevedo, que fundamenta al ser a través del canto, que se entona con poesía.

En “El conquistador” se opone a la figura en razón de la defensa de América. En su soledad de ambigüedad y fama. Es la voz de América que durante cinco siglos testimonia la voracidad de quien deseó usurpar estas tierras.

En “Puerto Tablas” (paraje cercano al Río de la Plata, en el bajo San Isidro) lo presenta desde la cita de Marechal quien aboga por el cese de la mudez desde la esencia.

Sugerente, breve, una primera persona despide un paisaje en sus abocetados rumbos.

“Cristales en la arena” es un poema dedicado a la hija de la autora, cercano al mar, a la remembranza y la marea. El mito de Neptuno se desliza para enaltecer la nostalgia.

“Abstinencia” posee una condición de enclave, donde la escritura, la pausa y el deseo se encarnan en la página como huellas acústicas.

Anticipado por una cita de quien escribiera “Claroscuros del cuerpo”, Héctor Rico, sobre el ardor y el fuego que se cónstela, “Donde esperan los poemas” pide acceso con la lluvia, el cincel, el vuelo personal, el resonar de una campana, que marcan el acontecer del misterio.

“Heredera” inaugura la encarnación de una figura femenina, mujer ave entre árboles que expresan su sentir, como neoinstrumentos que perduran.

“La tarde del asombro rinde tributo a unos versos de Lina Caffarello, que evoca el aire y el destello, para testimoniar los festejos y la cercanía con el cielo.

“Celestial” situado en el Empíreo, orienta hacia el origen y se sumerge en el encanto, en la posibilidad de la indulgencia con azahares.

“Medio cielo” es un poema con raíz de maridaje místico, de laberinto propiciatorio entre aves, que lleva a una restitución del ser en transparencia.

En “La memoria del sol” aborda la temporalidad locativa y el estallido epifánico de un rezo en honor del sol y el sortilegio.

MARTA ROTONDA nos presenta al premio Nobel de Literatura del 2011, sueco, Thomas Tranströmer (surrealista y expresionista) en su meditación sobre la palabra, el lenguaje y el mito pastoral.

Y nos conduce al músico Jean Sibelius, con una poesía descriptiva y sensorial.

Asistimos a la audición de un concierto de la Sinfonía No. 1. Cada instrumento es presentación en su ingreso puntual. Finlandia vive en los acordes entre sonidos y silencios.

Cierra con la integración de Elías Lönnrot, el músico recopilador de poesía tradicional oral finlandesa, que vivió en la época romántica hasta fines del siglo diecinueve; se lo considera el segundo padre de la lengua finesa, después del traductor de la Biblia, Mikael Agrícola y descubridor botánico.

“Pierre Renoir” le inspira una agrupación de sensaciones, donde la alquimia es materia del óleo y la poeta desea asimilarse al impresionista francés en sus versos.

“Poeta” es un monólogo con interlocutor destinado, a quien se interroga sobre sus actitudes, su identidad, su derrotero final. Le solicita un encuentro axial, sin auxilio de abandono.

“Una frase galante” es definida en el poema en una enumeración encadenada que arriba hacia la hipérbole encarnada.

“Brindis” alude a un festejo para liberar el dolor de los que fatigaron la búsqueda y se abatieron en  el desengaño absoluto, pagando el precio de la soledad que se adueñó de una estrella.

“Rincón oriental” se presenta con un haiku criptado en el pensamiento unívoco. Su primera parte es una sinfonía de motivemas nipones que se arpegian en canto. La segunda parte enaltece la figura del sensei Matsuo Basho, eremita del siglo XVII que logró en la brevedad del Haiku la concisión, la sabiduría y hasta el humor, en relación sugerente con su asombro por la naturaleza.

“Sumerge en el agua sus cabellos” rescata la figura del sembrador. Despliega el filosofema de la atracción entre semejantes.

Y en la pregunta sobre la ola, se diseña el grabado en ukiyo-e de Hokusai, (nacido en Edo, actual Tokio y que vivió hasta mediados del siglo XIX) y se inmortalizó con esa envolvencia del mar que preanuncia el caos.

“El ícono” es una convergencia con un iniciado artista creador. Se presenta la voz de la poeta que agradece el encuentro con lo Supremo, encerrado en el icono de la palabra.

He tratado de compartir el sendero desde “El espejo” hasta “El ícono” ¿Será una invitación hacia el regreso al principio? ¿El itinerario entre ciclos que se abastecen con la relectura?

Dejemos que los dedos pulsen cada página de este libro, para que los significados sean y se vayan revelando, en la medida que nos entreguemos a este camino editado, que se transfigura en presencia.

 

 

Reproducción “Las hilanderas” Velázquez

Poetas como las cuatro hilanderas protagonistas... de Velázquez.

 

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