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México. Agosto 2007.
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• | Los toreros | Una historia de Javier González Batta

Edilberto se despertó con la fresca de las 7 de la mañana, al llegar su hermana del trabajo. El no cree en el cuento de que se la pase de mesera en un restorán de chinos toda la noche. Tampoco lo mortifica; cada quien su rollo.
Y no es que a esas horas Edilberto deje de tener sueño, sino que tiene que desocupar la cama para Hortensia, porque ni modo que duerman juntos. De chicos no importaba, pero ahora que la Tencha tiene bien rellenas sus formas, está cañón, piensa él. "Si acaso fuera mi novilla, todavía, pero así, chale".

     Prefiere salir a hurtadillas porque su mamá lo anda cazando para que desayune o se tome un café, y para evitar al ruco, siempre a la expectativa para regañarlo, mejor sale sigiloso, con las tripas pegadas.

     Al segundo chiflido se reporta el Bizcocho, compañero de andanzas, negocios y accesorios.

-¿Qué Pachuca por Toluca, mi Edi?
-Lo que tú Querétaro, Bizcochón.
Y entre piquetes de costillas, zapes y carreritas a ver quien llega primero al mercado, hacen sus ejercicios matinales para instalarse, ya con hambre, en la fonda de la Güera.
Cuando hay para ello, se atracan con los huaraches de costilla, y si no, se conforman con un guajolote (torta de tamal) y un jarro de humeante atole de fresa. Y ya la hicieron.

De ahí pasaron a surtirse a la bodega.
-¿Qué te vas a llevar, Edi?, le pregunta uno de los gerentes del bodegón con mercancía quién sabe de qué dudosa procedencia.
-¿Qué queda, Negro?
-De tocho. Hay yilets, cepillos, casets...
-¿Ya no hay videos pornos?
-¡Uy, carnal, te quieres sacar la lotería sin jugarla!
-Yo decía. Dame los casets, pues. De los Sony de 90 minutos.
-¿No los quieres diunavez cantados por Madona?
-¡Órale!
-Pásale pa adentrito y ahí te doblo la voz.
-Chale. Y tú, Bizcocho, ¿qué te vas a llevar?
-Unos paraguas, de aquellos.
-¿De aquellos? Serán de los otros. ¿no?
Con eso de que apuntas para un lado y ves pal otro.
-Ya, Blanca Nieves.
-Ya sabe, Bizcocho que este Negro esclavo tuyo...
-Serás de las Lomas...
-Bueno, ya déjense de albures, ¿cuánto va a ser de la lana?
-Son 500 de cada uno.
-Yaaa, ¿a poco ya subieron otra vez los casets?
-¿Que tú no oíste que ya subió la azúcar?
-Sí, ya, güey.

-Pos, órale, par, caminando y haciendo pipí pa no encharcarse. Y no me vayan a salir con que la tira les recogió la mercancía, orita que anda muy sacalepunta, porque a mí me pagan todo, ¿entendido?

Y así, entre chanzas, albures y amenazas, Edilberto y el Bizcocho, que se llama Silvestre, para eso de las 11 de la mañana empezaron su quehacer de vendedores ambulantes. Para entonces ya habían pasado con la líder que les dijo en qué calles iban a trabajar. "Y mucho cuidadito", les movió el índice de arriba abajo, "con meterse al Centro Histórico, si lo hacen es bajo su riesgo, y ni crean que voy a meter las manos. El Centro Histórico, para nosotros, es ya nomás cosa de turistas. ¿Entendieron?

No muy convencidos se lanzaron por donde nunca deja de haber gente, pero también con mucha competencia. Hay para todos. Fue un recorrido entre las repúblicas Centroamericanas y las del Cono Sur; Costa Rica, Nicaragua, Ecuador, Brasil, Argentina, Paraguay y Chile, entre otras.

Las propuestas del Bizcocho eran: "¡Lleve su paraguas para que no moje. Son de colores y de sabores... los besos que le dará a su chava debajo de él. Lleve su paraguas para que no se empape, ni se aguade!"
Edilberto por su parte ofrecía "casets de a 15 pesos con 90 minutos para oír a Yutú, los Beattles, Madona y a la greñasuelta de la Trevi".

Al filo de las cinco de la tarde, no resistieron la tentación del desafío que es ahora el Centro Histórico, y más que por hacer más ventas, se metieron por medir piernas con los elementos de la policía 2000 y la corretiza que les dieron.
De eso se estaban riendo cuando merendaban garnachas, molotes y un suculento plato de pozole cada uno en la Flor de Iztapalapa. Y de que en cuanto acabaron las segundas pecsis, ambos eructaron al mismo tiempo.
"Se oye mal pero descansa el animal", dijo doña Flor.

 


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