VOLVER ATRAS

GANAS DE MOUNTAIN BIKE

   

Hoy me he levantado con ganas de bici, de mountain bike, de tierra, piedras y saltos. Así que cojo mi Bianchi amarilla de cuadro estrafalario, pero efectivo, con horquilla rígida violeta. No está mal el cacharro que me han dejado. El triángulo principal es de cromoly, el grupo un LX de los primeros, pero no tiene mucho trote. El manillar es Specialized de aluminio, la cubierta trasera una Ritchey Z-Max y cambié el sofá que tenía instalado por un sillín fino que me encontré en el garaje, más adecuado para grandes kilometradas. También monté un portabotellín con el bidón de Sram, las manetas de freno las bajé a posiciones razonables, le di la vuelta a la tija del sillín, habían puesto la piña del revés, ajusté el cambio, aceite a la cadena y a rodar. No me quejo del comportamiento de “mi bici prestada”.

Hoy me he levantado con ganas de mountain bike, así que salgo rumbo a los caminos y sendas que transcurren a lo largo del río Adige, el segundo más largo de Italia, a su paso por la provincia de Verona.

Llevo un buen rato pedaleando. No hay bajadas, no hay subidas, ni curvas, ni saltos, ni trialeras. Me siento como un biker de las llanuras. Como un cowboy galopando hacia la puesta de sol, sin más estorbos que un esporádico cactus o un flacucho coyote. No se ve el final del camino, pero éste sigue, así que yo continúo en mi empeño de desgastar el pedalier.

Hace tiempo que no veo una curva en la pista interminable. Más que un sendero para la mountain bike parece una autopista.

Me aburro. No me divierto en este terreno tan liso, sin alicientes. Acelero para notar la sensación de vértigo, la adrenalina a flor de piel. Ya me lo paso mejor. Las piedras empiezn a volar a los flancos de la bici, el aire me golpea sobre la cara y siento como la llanta trasera pega en el suelo. Pienso ... pinchazo. Miro para abajo, y sí, he pinchado. Se ha pellizcado la cámara. La verdad es que estaba un poco pobre de aire, y al ir tan rápido sobre las piedras, pues pasa lo que pasa. Menos mal que estoy cerca de casa y en quince minutos llego andando, con la brava Bianchi pinchada.

Después de todo, sigo con ganas de mountain bike. La fiebre nunca se va.

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