Quiero, en primer lugar, expresar mi gratitud a un gran amigo, el profesor Fernando Martín Rodríguez, por haber sido el responsable de que esté yo aquí esta tarde. Su sentido de la amistad, su honestidad profesional, su generosidad para con los demás, hacen imposible negarle una colaboración, como la que modestamente yo ofrezco hoy. No voy a descubrirles el Barrio a quienes han sido capaces de crearlo. No vengo tampoco a decir palabras vacías sobre una estructura social de la que solo tengo información puntual. Pero si quiero que sepan que lo que he reflexionado para contarles esta noche es tremendamente sincero, porque he reflexionado sobre mi entorno, mis vivencias y mis años juveniles, para trasladarlos a este entorno que en los últimos diez años ha pasado del cero al infinito. Y lo que queda. Se le puede suponer su nombre, desde los comienzos de la comunicación entre La Laguna y Santa Cruz. Promontorio elevado, se destacaba en la topografía incluso por su proximidad a la curva que se hizo para bordear el monasterio de Santa María. Ya el lugar en que se ubicó posteriormente el monasterio, fue elegido cuando la conquista para que descansaran las tropas del Adelantado y de lo legendario y antiguo del término y del lugar hablan con voces altas la imaginería, las pinturas y la orfebrería. Singulares ejemplos de lo que digo las tienen los vecinos a diario, en sus visitas al santuario, donde aprecian al arcángel Gabriel y a Santa María, como figuras aun hieráticas, procedentes de un entorno arcaico, aparentemente lejos del renacimiento al que de forma tardía pertenecen, agrupadas en torno a los lienzos antiguos y desgastados, que junto con todo el lugar parece que se ha paralizado en el tiempo, quedando estáticos, silentes y hieráticos. Y no deja de ser cierta la disculpa para no llegar a visitar Gracia, la tangencialidad de las miradas hacia este lugar, en el que nunca hubo donde aparcar, salvo con la licencia de hacerlo en su interior. De ahí que yo no hubiera entrado antes entre estas paredes, por falta de una oportunidad, no por falta de curiosidad. Seguramente el haber sido un refugio monástico, me impidió, realmente conocer lo que hoy ya estoy degustando. La imagen que el santuario dejó de dar cuando se le envolvió en estos horrendos edificios de dudosa arquitectura, aunque tuvieran un fin bueno, hizo desaparecer la bella estampa que se reproduce en la visita de Sabino Berthelot, en el primer tercio del siglo XIX. La Laguna se ha caracterizado por guardar referentes históricos de casi todo su patrimonio monumental. No podía faltar una cita de Santa María de Gracia entre todos los documentos que guarda esta ciudad cinco veces centenaria. La encontramos en la Guia Histórica del reverendo José Rodríguez Moure. El historiador nos habla así de este recinto cuando reflexiona sobre la ermita: "Es la primera y principal la de Nuestra Señora de Gracia, situada junto al antiguo camino que conducía a Santa Cruz y hoy sobre un pequeño promontorio, entre otro antiguo camino de la capital, pero más moderno que el primitivo, que casi pasaba a la puerta, y la carretera provincial que conduce a la Orotava. El que recuerde el hecho del voto ofrecido a Dios por el Adelantado y conquistadores cuando la batalla de La Laguna, al ver la ermita de Nuestra Señora de Gracia, sepa que en su solar el canónigo Samarinas entonó el "Te-Deum" en acción de gracias por la victoria alcanzada, sagrada función en que le ayudaron los otros eclesiásticos y religiosos que acompañaban al ejército invasor. Dice Núñez de la Peña que esta ermita fue el primer templo de piedra que construyeron los conquistadores, porque las iglesias de Nuestra Señora de la Concepción y del convento franciscano, eran todavía tapias y tablas cuando se hizo esta obra: y aunque esta opinión no se corrobora con dato alguno, como no tenemos nada que a ella se oponga, la damos por buena. Pero si nada tenemos que oponer a la opinión de Núñez dc la Peña, continua diciendo Moure, relativo a que fuera la primera iglesia que de mampostería se edificara, si aseguramos que ni es la actual en un todo, ni que desde el principio se le dio las grandes proporciones que hoy tiene, pues no era de área mayor la parroquia de los Remedios cuando la fundaron, en 1515. Lo que si es cierto es que en 1532 ya estaba perfeccionada la obra y que a la santa imagen se la tenía bastante devoción, porque a causa de la sequía que hubo en dicho año, el Cabildo General acordaba procesión de rogativas en 10 de mayo, la que saliendo de la parroquia de Remedios terminaba en la ermita de Gracia; también, por acuerdo de la misma corporación, era traída a esta ciudad en 1711 la santa imagen por igual motivo, haciéndole durante su estancia solemnes novenarios y otros cultos en varias iglesias, fiestas que se repitieron después, y aún en nuestra edad, a causa de la fiebre amarilla que se 'padeció en Santa Cruz en el año 1861, y otra sequía que hubo el 69. Algunas veces la hemos visto también en la parroquia del Sagrario. Aunque la primitiva obra se amplió allá por los años de 1600, el estado actual data de mediados del siglo XIX, en que fue su mayordomo D. Juan Bencomo, presbítero sacristán mayor colector de la parroquia de los Remedios, virtuoso sacerdote que tuvo el mérito de haber educado a sus sobrinos, los hermanos del mismo apellido, que tanto bien hicieron a la ciudad y a isla toda. Este celoso mayordomo amplió la capilla mayor, fabricó el camarín, sacristía, cocina y otras dependencias para servicio, y, por último, mudó la puerta mayor de los pies del templo al costado, para ponerla a cubierto de los vientos que allí soplan con crudeza, proveyendo además a la imagen de buenos vestidos y algunas alhajas de plata. En principios del siglo XX se hizo el remate de la torrecilla, única obra que se pudo verificar, pues en la incautación se arrebató a esta ermita todos sus bienes. A los ancianos oí decir que adornaban las paredes de este santuario los retratos de los conquistadores, cuadros que fueron quitados por un mayordomo simple, a causa de su mal estado y a los cuales, aunque no se cree fueran auténticos, siempre debieron respetarse: hoy, además de los que representan imágenes de santos, están también algunos con favores alcanzados por intercesión de la Virgen". Siempre me quedó como un lugar a donde venir algún día; un lugar al que siempre he guardado un profundo respeto por su ubicación de corte romántico y en el que se protegían a las niñas del Buen Consejo, para evitar, por la voluntad del Obispo Fray Albino, que se descarriaran en aquel mundo estrecho del que casi todos venimos, por edad, por gobierno, por represión y por falsa moral. Pero allí cerca estaba el Lomo del Guirre o el Lomo Guirre que se desparramaba por el Camino de la Hornera, bajaba por unas lindes ahora incalculables y se envolvía sobre sí mismo por las inmediaciones de la Finca de España. Caminos trazados al ritmo de las pendientes, cruces en damero sobre los anteriores; calle primera, segunda transversal; casa del rey y de la reina; casa de Clemencia Hardisson, Casa de los insignes próceres Nicolás y Patricio Estévanez, Casa del Cura. Recuerdos que ahora me vienen de aquella ilustre dama, doña Clemencia, de cuando visitamos esas estancias y compartimos algún café en el patio, hablando de artistas que allí habían estado y contemplando pequeñas obras escultóricas y bastantes cuadros de los canarios de mediados de siglo que habían dejado algunas piezas repartidas por las enormes paredes de la casa de las hermanas Hardisson. Gestos y finura aprendidos en la Europa libre anterior a la Guerra mundial, practicados en la isla, donde la cultura de los años treinta había sembrado importantes parcelas y entregados a modo de ofrenda en los hospitales de campaña de París, donde la singular dama ejerció de enfermera en los frentes de batalla franceses de los años cuarenta, en aquella terrible segunda Guerra Mundial. Gentes aguerridas, valerosas y sencillas, de las que necesariamente tenemos que sentirnos orgullosos y muy en especial, del insigne don Nicolás Estévanez que fue capaz de romper su sable de militar en un acto público, de repudio al ejército español, al que pertenecía en la provincia de Cuba, que castigó con la pena de muerte a ocho estudiantes de medicina en La Habana, a los que se acusó falsamente de haber cometido un delito. Una gran placa, en el Hotel Inglaterra, Junto al Capitolio, hace justo homenaje a nuestro ilustre paisano, que nos engrandece cada vez que alguien lee el gran epitafio que le dedicaron sus ilustres conciudadanos de La Habana. Hora será, un día, en que alguien rescate ese edificio que está ahí enfrente y que hoy injustamente llora en ruinas, el olvido de tan insignes próceres isleños. El orgullo que deberíamos tener por ser quienes fueron y hacer lo que hicieron, es sobrado para tener un permanente recuerdo a esa generación de venerables estadistas, poetas, escritores y músicos, que hicieron posible que nuestra historia discurriera por unos derroteros y no por otros y que nuestras sensibilidades fueran de una manera y no su contraria. Alguien debe hacer posible el milagro de una rehabilitación de la casa de Gracia, porque con ello haríamos justicia a quienes nos han honrado con su sabiduría y nos han dado sobrados gestos para sentirnos inmensamente orgullosos de estos y otros próceres que han dado sentido a nuestras vidas. Una bella descripción del paisaje la hace Sabido Berthelot cuando realiza su primera visita a la Isla en 1820: "Pero antes de llegar a La Laguna hagamos una pausa en nuestras digresiones. Acabamos de salvar la última pendiente. El camino es más llano, el horizonte comienza a ensancharse y se descubre toda la campiña. A nuestra derecha, verdes valles con cultivos escalonados en las laderas. Más arriba, montañas neblinosas cuyos oscuras cimas surgen por instantes entre los claros de las nubes. A la izquierda, un barranco donde crecen los cactus, los áloes y las retamas de España. Al fondo, los Montes de la Esperanza, con sus bosques de pinos. Al borde del camino, la ermita de Santa María de Gracia: fue fundada por el conquistador Alonso de Lugo para conmemorar la victoria conseguida sobre los guanches en aquella famosa jornada en la que el príncipe Tinguaro perdió la vida después de haber combatido valerosamente". De joven, cuando ya tuve que transitar por esta zona, al tener que derramarme del estrecho círculo lagunero de calles, casonas, plazas y poetas, pude comprobar que sólo se dibujaban las líneas del Camino de la Hornera y la carretera General. Ya por la carretera había discurrido en la infancia en la jardinera del tranvía o en los asientos de madera, bajo el trole que hacía brotar cascadas de chispas eléctricas en todo su recorrido, casi siempre precedido de la campanilla que hacía sonar el conductor, cuando bajaba a toda velocidad, impulsado por su propio volumen de acero y por la velocidad que se le imprimía desde el Tanque de Abajo y cuando subía arrastrando la parsimonia ralentizada por el enorme peso de su estructura y la sobrecarga de gentes que se derramaban por las ventanillas y por las plataformas delantera y trasera hata llegar a Tacoronte, vomitando gentes en todas las paradas y llenando de cacharros de lechera y sacas de carbón, la Plaza de la Concepción, en su obligada parada casi de fielato. Efectivamente recuerdo los hechos externos a este recinto sagrado y, sin embargo, no entré nunca a esta iglesia y no me lo explico. Sé que pasaba la guagua y el tranvía daba la vuelta por su curva. Sé que hubo un descarrilamiento del tranvía y un asesinato; sé que la prensa de la época dedicó espacios especiales a aquellos sucesos, pero no tuve nunca la oportunidad de romper el hechizo de sus muros, descubrir la soledad de aquellas jóvenes que vivían en semi encierro cuidadas por monjas, hasta que alguien pudiera darles una oportunidad para no caer en la tentación en la que se creía a pies juntillas. Sin embargo si tengo un recuerdo fijo de las estatuas del Rey y de la Reina que se guarecían en sendos patios de la vera derecha del Camino de la Hornera. Creo que no desaparecieron hasta hace unos quince años, donde la tabla rasa de la especulación, hizo temblar a los patios con perros negros tendidos al sol y a las figuras bastante remendadas de unos monarcas de los que nunca supe en que país reinaron. Un día la Autopista, a mediados de los años cincuenta, cortó el Camino de la Hornera que seguía rondando las montañas y los muros de fincas, hasta desembarcar, bajando lo que hoy es el Cardonal, y empatando con la carretera que también en su día unía la Cuesta con Taco y seguía rumbo al sur, por la cuesta de las Tablas, sorteando fincas, subiendo y bajando y alargando su camino que en su momento dejaba un descanso en Granadilla. Poco más y el recuerdo de los barrancos y de la casa de Mac Key, puedo percibir de aquellos años jóvenes. La lentitud con que el proceso constructivo se va produciendo, no permite ver prosperar el caserío, a pesar de que ya hoy tiene cuatro mil habitantes. Los pueblos crecen, las edificaciones surgen como por encanto. Las parcelas van definiendo entornos y aparecen un día las calles Osa Mayor, Osa Menor, Universo, Vía Láctea que universalizan con ricos nombramientos, el enclave de uno de los más importantes Centros Científicos de España, el Instituto Astrofísico de Canarias, por un lado, y por otro el Museo de la Ciencia y el Cosmos, que con su enorme parabólica trata de circunscribir a aquel espacio su ubicación, al carecer de número los edificios dentro de esa Vía Láctea y evitar, por tanto, queden perdidos en el espacio. Nadie iba a pensar, tampoco, que el camino de las estrellas iba a quedar marcado en el Lomo del Guirre, ave rapaz que siempre hizo sus nidos entre las paredes de los barrancos cercanos y que como depredador y voraz carnívoro estará toda la vida acechando a las Osas galácticas. Allí, en aquel lugar se mezcla la historia y la leyenda, con el futuro. La Avenida de los Menceyes, el monumento a Bencomo, la astrofísica en su más genuina manifestación, la Vía Láctea; el aprendizaje de una ciencia hermosa, la práctica científica que inspecciona el Universo; el juego didáctico del Museo, el Instituto de secundaria Domingo Pérez Minik y los miles de escolares que cada año juegan en los paneles definidos por científicos, para aprender del Universo. Y cuando reflexiono sobre este hermoso barrio, me doy cuenta que por lógica, cada cual tiene aquel rincón donde desarrolló sus primeros años, que serán los que les marcarán para toda su vida. Unos han tenido la fortuna de haber disfrutado el campo, las montañas y las viejas casuchas que fueron de abuelos en abuelos, de cosechas entre bancales, de cuidados de cabras y de amaneceres llenos de vacaciones de verano y de negros e intensos inviernos. Otros tuvieron como lugar de desarraigo el suburbio donde los nacieron las circunstancias y los infortunios. Algunos nacimos en barrios serenos, tranquilos o bulliciosos, en casas confortables o lugares incómodos y molestos. Pero todos hemos nacido para luego tomar caminos que nos llevarán, siempre, al recuerdo de aquella infancia por la que también siempre, habrá valido la pena pasar. Un día caí en un barrio donde me desarrollé y por el que sigo teniendo uno de los mejores recuerdos de mi vida. Y aunque muchos hayamos vivido el mismo barrio, para cada cual es el suyo, es su punto de vista, sus vivencias personales, sus miradas con sus ángulo, sus luces y sus sombras. Mi barrio es mío y sólo mío, aunque también sea tuyo y sólo tuyo. Cada cual lo habrá vivido a su modo y manera, al igual que cada día de la semana, siendo el mismo, es diferente para cada ser humano. De ahí que la visión del barrio o el recuerdo de la ciudad sea diferente para cada cual y la suma de todas esas diferencias sería lo que se aproximaría a la realidad misma de la colectividad que, en definitiva, formarán la realidad de la ciudad, aún estando en la periferia. Cuanta gente habrá que recuerde el Lomo Guirre o el entorno de Gracia como una zona marginal, alejada de todos y de todo, sin derecho a progresar. Cuanta gente habrá que solo recuerde cuatro casuchas antiguas mal distribuidas por aquí o por allá. Cuantas gentes recordarán a aquellos ancianos de su época que vivieron otros momentos más tristes o más alegres y quizás mucho más distantes de este barrio hoy próspero. Así es la evolución humana, una evolución hecha por el empuje de sus ciudadanos que tratan de mejorar su entorno y perfeccionar su medio. Seguramente esos recuerdos siempre surgen cuando nos esforzamos por rememorar las cosas que ahora exigen un esfuerzo mucho mayor, al tratar de ser sincero. Y esos recuerdos nos llevan a testimonios duros, a escenas que nunca creímos que volveríamos a recordar y a secuencias que valió la pena volver a sentir, por el homenaje que estamos haciendo a nuestros mayores con esta reflexión. Cuando ya vamos acariciando o quizás presintiendo la jubilación, recurrimos a aquellos años de la infancia, que fueron años de penurias aunque la infancia no nos diera la exacta dimensión del drama y si nos pueden servir para hacernos entender. Recuerdo que había unos jóvenes a los que no nos podíamos comparar, que descendían desde el Monte de las Mercedes bajando, enormemente cargadas con ramas y troncos, unas estructuras de carros con las más variopintas rodaduras, guiadas por los mayores que se pasaban el día recolectando leña para el hogar. Jóvenes tristes o divertidos, recalaban allá en torno a las cinco o a las seis, empujando por los adoquines de la calle de Juan de Vera, hasta llegar a Herradores y tomar la pendiente de Santa Cruz, para pasar a toda velocidad por la Cruz e Piedra y posteriormente por el barrio de Gracia. Burros cargados de carbón vegetal que se elaboraba en las montañas; lecheras con sus cestas con cacharros de leche aguada, alguna pescadora pregonando potas, o las señoras de Las Montañas con sus cestas de ñames, o la mujer que vendía moras, o el pregonero que recogía chatarras "baterías viejas, quemadores, cocinas, toda clase de hierros viejos..."; o el afilador que se anunciaba a los acordes de su diapasón armónico y arreglaba paraguas, tijeras, refilaba cuchillos, dando vueltas con el impulso de su pie al gran pedal que movía la polea y giraba y giraba la piedra de esmeril; camiones desvencijados con acopios importantes de caña de azúcar que, desde Tejina y Valle Guerra, iban al trapiche que estaba en la calle de San Juan o seguían rumbo a los barcos anclados en el puerto de Santa Cruz. Detrás un hombre impedía que nos colgáramos a la compuerta y evitaba la rapiña que cualquier chiquillo podía hacer del codiciado néctar. Hombres con rostros tristes que caminaban a diario su recorrido de kilómetros para llegar a la Refinería en un trasiego de ida y vuelta con su envoltorio de comida. Más tarde irían los camiones cargados de gentes que eran llevados y traídos. Y cuantos dejaron para siempre la visión de la curva de Gracia y del tranvía, cuando salieron por el puerto camino de la emigración. Todos los pueblos, todos los barrios, todos los domicilios han sido hechos desde el esfuerzo enorme de hacer posible lo imposible. Los menudos y los jóvenes éramos testigos pasivos de una situación compleja que, sólo a los mayores, a nuestros padres, preocupaba por su gravedad. Recordar sin dramatismo es saludable, porque dentro de los singulares dramas personales, había gentes solidarias y comprensivas que echaban una mano cuando podían. Y uno eso lo agradece. Aquella primera década de mi vida fue rica, como seguramente fue rica la de cualquiera de ustedes, desde los viejos chamizos, las insuficientes viviendas, las modestas cuevas del borde de los barrancos cercanos, fue rica en experiencias que adquirieron su justa dimensión cuando mayores. Las escuchas de la BBC de Londres a las nueve de la noche, cuando se reunían los mayores de la casa y algún vecino de confianza, para entender los sucesos de la Guerra Civil y las calamidades de la Segunda Guerra Mundial. ¡"La Intuición, periódico radiofónico La Intuición!", y luego la voz inconfundible de Jorge Marín, aquel español emigrado que daba, serenamente, con su profunda voz creíble, todo lo que tenía sobre los sucesos del día y las previsiones del mando aliado. Los repasos a la revista "En guardia para la defensa de las Américas" que llegaba a casa de la mano del cónsul americano que vivía cerca y que nos mostraron las primeras fotos de las fosas comunes de los campos de concentración, o las portadas con los héroes americanos, "El soldado Kelly". Los duros años de ayuno obligado por el cerco impuesto a nuestro país y los momentos felices de la llegada de la leche en polvo, de la ayuda americana y las carnes de Mérida, de la Argentina de Perón. Y mientras se va configurando toda la ciudad de La Laguna, por sus cuatro costados, desde las Higueras de don Felipe, al cercado del Marqués, pasando por el Camino de la Vieja Picha, o desde las Viñas de Nava al barrio de Gracia, y se va derramando lentamente el barrio de la Finca España, el del Obispado, el Barrio Nuevo y se van dibujando los de la Verdellada, y otros cuya estructura va a servir para que otros se amplíen y otros crezcan, como por la acción de una mancha de aceite. La Avenida de los Menceyes se va dotando de formas y de modos urbanos, desde la Cruz de Piedra hasta la ermita de Gracia. Surgen dos vías, nacen nuevos edificios, nuevo arbolado, nuevos servicios, nuevos modos, nuevo urbanismo, nuevos mercados. Sin darme cuenta un día me marcan un itinerario nuevo y me obligo a circular por el Camino de la Hornera. La Universidad, quién lo iba a creer, empezó a ubicarse en el Lomo Guirre, en aquel entorno marcado por el Camino de la Hornera, la Autopista y la nueva avenida de Cesar Manrique, que envuelve la poligonal que cierra por la carretera General, que pronto será dotada como Avenida de los Menceyes. Derecho, Filosofía, Historia, Arte, Pedagogía, Logopedia, Económicas y Empresariales, Periodismo. Psicología, Turismo, se trasladan o surgen como nueva cimiente al amparo del volcán, de las cuevas de zahorra, del tarajal y la pitera. Nuevas vías de comunicación, nuevos puentes, nuevos enlaces, los más grandes centros comerciales; un futuro esperanzador se va labrando en este entorno y va dotándolo de sentido y que ahora se redondea con el Archivo Insular situado en la Finca del Cura y de nuevos edificios adosados o futuras facultades como la de Bellas Artes que irá, sin duda, sobre los aguacateros de la parte baja de la Finca de Mac Key Por algo estuvieron los Estévanez bajo su almendro; por algo en la residencia de Mac Kay se reunieron tantos científicos ingleses, por algo doña Clemencia protegió a artistas y compartió silencios, por algo han dado el nombre de Pérez Minik a un centro de enseñanza; aquí había surgido lo inesperado a los pies de la ermita, al amparo de los barranquillos, al zoco de los desniveles, bajo el control del guirre. Surge toda una nueva dimensión cultural amamantada por la vía láctea, oteada por la parabólica, simbolizada en el museo de la Ciencia y el Cosmos, prestigiada por el Centro Astrofísico de Canarias, avalada por las Facultades Universitarias y siempre observada y guiada por la mano de los hombres que han hecho posible el barrio y sus entornos. No es de extrañar que cada tarde de otoño vea desde mi Facultad de periodismo, las resecas montañas que describió Berthelot, llenas de bruma que hacen posible que reverdezcan cada año y que por abril se llenen de flores los almendros que plantaron en mis aparcamientos y circulen miles de jóvenes a diario por el Lomo del Guirre y se hayan mudado a vivir en las nuevas viviendas que cubren grandes zonas de estos barrios que tan rápidamente han proliferado. Yo sólo he querido transitar de puntillas sobre este territorio, con precaución, sin alterar el pulso ni elevar la voz. He querido recordar aspectos que tenía ya resecos en mi memoria y de ninguna manera predecir futuros y sí narrar pasados. El futuro es de ustedes, de lo que quieran hacer y de lo que les dejen hacer, pero claro está que se ha cimentado bien el caserío, se ha distribuido coherentemente bien el territorio, se han sembrado buenos vientos por lo que difícilmente se recogerán tempestades. El Guirre seguirá oteando bajo su majestuoso vuelo, a alguna presa fácil. Y de no ser así, seguramente será de otra manera, pero alguien ha inmortalizado en este asentamiento a un ave rapaz autóctona, que limpiaba de roedores e inmundicias los caminos vecinales y las fincas principales. A última hora y una vez recorrido el barrio, he creído de justicia añadir que esta zona de Gracia, es un Bien de Interés Cultural y por lo tanto forma parte, también, del Patrimonio de la Humanidad, que sólo se destaca en las entradas inmediatas al casco histórico de la Ciudad. Se cita este lugar preeminentemente en las primeras crónicas de la conquista, de él se acuerdan los sabios y los visitantes más ilustres que llegan rumbo a La Laguna y la Orotava a lo largo de los tiempos, se describe su paisaje de forma singular, aparecen inventarios de sus contenidos artísticos en documentos antiguos, es zona de estancia de singulares personalidades y viajeros ingleses, es residencia de próceres que nos han dado lustre y nos han singularizado por sus gestas y sus pensamientos. Gracia y el Lomo Guirre son, por tanto, también Patrimonio de la Humanidad y reclamo para este lugar una atención especial, una mirada singularizada, una inversión cultural que podría estar en la declaración de Sitio de interés histórico y cultural por contener la Parroquia de Santa María de Gracia, la casa solariega de los hermanos Estévanez y la singular residencia de los Mac Kay. Invito a todos los vecinos a que hagan llegar al Ayuntamiento, una petición seria y rigurosa para que adquiera la casa de los Estévanez, negocie la compra de la Casa de Mac Kay y mejore el aspecto y el entorno del islote de Gracia al que le sobran edificios horrendos que han ocultado la singularidad de lo que fue ermita y hoy ya parroquia. Los tres espacios unidos servirían para potenciar la vida cultural y social de la que tan necesitados están la mayoría de los pueblos y caseríos de la Isla. La casa Mac Kay podría convertirse en museo vivo de los viajeros que aquí han llegado, la de Estévanez en residencia de la cultura del siglo XIX y la Parroquia en centro de amalgama y encuentro de cinco siglos de historia, que sin duda han tenido que pasar por sus muros indefectiblemente. Para concluir, y como dirían los viejos monjes medievales, en sus eternos ritos polifónicos o gregorianos "Ave María Gratia Plena". Felicidades a todos en estas fiestas de Gracia. Y me alegro que al cabo de los años, cuando ya casi peino jubilación haya tenido la oportunidad de conocer este templo del que sólo presentía su perímetro y su historia. Vivirlo ha significado una gran experiencia que ha colmado mi curiosidad y me ha desvelado lo que siempre fue un misterio incomprensiblemente aceptado.

En el Lomo del Guirre: Patrimonio Marginal
Adrián Alemán de Armas
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