(Un
murmullo hay en la cocina
del
trajín de la dueña e' casa.)
Algo
está diciendo entre dientes
porque
la comida no alcanza.
Y
es por culpa que se ha llenado
de
guitarreros su casa.
Va
corriendo hasta el gallinero
y
en una furtiva pasada,
pide
que desenfunden pronto
las
maderas bien encordadas.
Ya
rezonga y dice ¿a qué vienen?
si
ninguno toca nada.
En
su cara hay una sonrisa
que
la alegría ha dibujado,
cuando
escucha que ya en su patio,
los
guitarreros han cantado
la
tonada y en el cogollo
su
nombre han mencionado.
II
(En
su mesa muy bien tendida
la
cazuela ya está esperando)
y
no falta algún descuidado
que
con tinto le va manchando
ese
mantelito bordado
que
ella planchó rezongando.
Para
darle gusto a los dedos
nos
prendimos a la guitarra.
Y
el barullo se hace más grande
mientras
van desfilando jarras.
Y
otra vez vienen los rezongos
porque
ninguno se calla.
Disfrutando
de nuestras cosas
dice
que ella de buena gana,
siempre
espera la serenata
que
alguien le dará en su ventana.
Pero
no puede con su genio
la
rezongona cuyana.