DON JOS� MAR�A de LINARES Y LIZARAZU BEAUMONT Y NAVARRA

DON JOS� MAR�A de LINARES Y LIZARAZU, Pertenec�a a la linajuda familia, de origen espa�ol, de los Condes de Casa Real de Moneda. Hijo de don Jos� Bruno de Linares y Bustillo y do�a Mar�a Josefa Romualda de Lizarazu Beaumont de Navarra y Lisperguer. Abogado de la Universidad de San Francisco Xavier de Sucre, Diplom�tico, Dictador y Presidente de la Rep�blica de Bolivia entre 1857-1861, nacido y bautizado el 10 de julio de 1808 en su hacienda de Ticala, Cant�n Miculpaya, en las cabeceras del r�o Mataca, provincia Cornelio Saavedra del actual departamento de Potos� (Bolivia), falleciendo a los 53 a�os desterrado en Valpara�so, Chile, el 6 de octubre de 1861. En el a�o 1937 fueron trasladados a la ciudad de Potos� (Bolivia) los restos del Dictador Linares, que desde su repatriaci�n al pa�s ven�an descansando en el Convento de San Felipe Neri de la capital Sucre.

Jos� Mar�a Linares ten�a 31 a�os cuando fue miembro del Congreso Nacional (1838) accedi� a la Presidencia boliviana mediante una revoluci�n el 8 de septiembre de 1857, gobern� honradamente. Redujo el Ej�rcito para que no incubase nuevas revoluciones, promulg� una nueva ley de organizaci�n del poder judicial, un C�digo de procedimiento criminal y leyes de reforma en lo civil y normativas en los juicios coactivos y contenciosos-administrativos. Aminor� la deuda p�blica e introdujo grandes econom�as, pero tuvo que sofocar cuarteladas e intentos de revoluci�n, llegando a ser mal visto por su pueblo. Para poder gobernar hubo de erigirse en dictador (1 de marzo de 1859). El 14 de enero 1861, sus ministros don Ruperto Fern�ndez y don Jos� Mar�a de Ach�, en uni�n con el Comandante en Armas en La Paz, don Manuel Antonio S�nchez, formaron un triunvirato, depusieron al Doctor Linares y organizaron las elecciones del 1 de mayo de 1861, en que result� elegido Ach�, dando as� comienzo a la VI Constituci�n del pa�s.
Por transacci�n judicial que hizo, renunci� a sus derechos sobre los mayorazgos propios de su Casa y al T�tulo Condal a favor de su hermano don Mariano.

Contrajo matrimonio en Tucum�n, Argentina, con Do�a Nieves Fr�as Gramajo, natural de Tucum�n; era hija de don Jos� Fr�as, Gobernador de Tucum�n, y de do�a Nieves Gramajo, ambos naturales y vecinos de esta ciudad argentina, tuvieron por �nica hija a Do�a Sof�a Linares y Fr�as.

Aprendi� sus primeras letras con Don Jos� Mar�a de la Paz, en Potos� y luego las continu� en el establecimiento de Don Domingo Zambrana, y en Chuquisaca estudi� gram�tica y lat�n con el presb�tero Dr. Vicente Tellez. Luego pas� al seminario San Crist�bal y concluidos sus estudios de colegio, es en la Facultad de Leyes donde acaba por destacarse en forma sobresaliente, habiendo rendido sus ex�menes del a�o 1825 en presencia del Libertador y del Mariscal Sucre, quien lo design� profesor de ret�rica del Seminario San Crist�bal �nico establecimiento de instrucci�n secundaria existente en aquella �poca.

La figura de Linares es singular y sugestiva. De estatura m�s que mediana y delgado, de corte elegante y esbelto. Bien formados todos sus miembros, componer, una noble y bella estampa, con un aire de se�or�o imponente y suave al mismo tiempo. Busto de perfecta modelaci�n Frente alta, ancha, verdaderamente espaciosa y despejada, con sienes amplias, reveladoras de talento. Cabello negro, cuidadosamente peinado con raya lateral sobre, el lado izquierdo de la cabeza. La cara un tanto alargada y de piel blanca, tostada por el sol de la puna. Ojos negros y grandes; escrutadores, profundos, llenos de pensamientos y de preocupaciones, a veces relampaguean y generalmente son serenos, con una serenidad hecha de meditaci�n y melancol�a; pero cuando ordenan parece que miran con cierto enojo. Cejas muy pobladas y nariz recta, un tanto grande. Boca muy regular y labios ajustados que se aprietan a�n m�s, por contrariedad o imperio, y cuya contracci�n se acent�a por el bigote rasurado. Mand�bulas algo prolongadas y cubiertas por patillas delgad�simas y sedosas, que al final se abultan en ligeros rizos que cubren un perfil enjunto y tenso. Su fisonom�a trasunta gran austeridad y aristocracia, la de un caballero devoto y fiel a Dios, la Patria y su Dama.

Jinete audaz y arrojado, a la grupa de su potro cinte�o bebe los vientos del Ande. Su porte es resuelto y garboso. Camina con firmeza y resoluci�n, y es de modales r�pidos y nerviosos, sin dejar de ser ceremoniosos. Hay mucho de marcial en su continente y viste casi siempre de negro, con elegancia y de manera igual y repetida. Usa cuellos altos, unas veces abiertos y generalmente cerrados, con la corbata de nudo o ros�n ce�ido lo que aumenta su aire de alcurnia. Gusta de cruzar los brazos, destacando con distinci�n la belleza de sus manos finas. Cuando as� no lo hace junta las manos en la espalda o permanece cogido de las solapas del levit�n, y tiene ademanes precisos. Acciona con sobriedad de suprema cortes�a y su palabra es de ordinario un tanto calma, aunque siempre viva, exacta y tambi�n en�rgica. La claridad de su pensamiento chispea en sus r�pidas resoluciones. Sus respuestas son �giles, relampagueantes y nunca carecen de cierta sal y gracejo andaluz, que en la intimidad lo hace a veces relatar, con pulcritud y sin verbosidad, an�cdotas divertidas. Cort�s y valiente suele ser intolerante y algo brusco en la r�plica, cuando se lo contradice; pero siempre con estilo y altura impecables, y cierto aire de superioridad, como de quien tiene la raz�n de su parte. Jam�s dice un insulto a nadie, aunque alguna vez se exalta.

Orador brioso y pensador de enjundia, es incansable en sus labores y trajines. En sus noches de insomnio gusta de reposar arrelenado en su butaca y envuelto en capa espa�ola. Intransigente con los dem�s, es veraz como pocos y sabe frenar sus pasiones y enderezar sus inclinaciones, y hasta para condenar a sus adversarios y traidores no expresa nada m�s que la verdad, con justa indignaci�n y cierta dureza.

En sus �ltimos a�os se descarna su figura, como la de los retratos e im�genes de Holgu�n, que cuando ni�o contemplaba azorado en los templos de Potos� y Chuquisaca, tomado de la mano de su madre. Franco y atrevido desde muchacho ha transformado en calma y prudencia el natural violento de su car�cter; en sangre fr�a y claridad de esp�ritu, su agitaci�n interior; su empaque y distinci�n ancestral, en la m�s pura resignaci�n. Creyente y humilde ante Dios, procur� serlo ante los hombres. Muere como un justo.

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