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La Gesta de Malvinas

ART�CULOS VARIOS


Fuente: "La Naci�n"


Malvinas, 20 a�os despu�s: las memorias de Margaret Thatcher

La Dama de Hierro pens� en renunciar

En su pr�ximo libro, "Statecraft", la ex primera ministra cuenta detalles de c�mo tom� la decisi�n de enviar tropas para combatir en las islas, ante la presi�n de Washington por mantener las negociaciones con la junta militar argentina
Thatcher, recientemente retirada de la vida p�blica por problemas de salud, recuerda con detalles los tiempos de la guerra
LONDRES.- Lady Margaret Thatcher ha vertido en papel y tinta su versi�n de la Guerra de Malvinas con la verba destinada a los h�roes de bronce. Menos de un tercio de las 914 p�ginas de su segundo tomo de memorias ("Los a�os de Downing Street") fue dedicado al tema aun cuando todo el mundo reconoce que el conflicto del Atl�ntico Sur fue el pin�culo de su carrera.

�Revelar� alg�n detalle crucial en su �ltimo libro "Statecraft" (Artesanado del Estado) que no saldr� publicado hasta el 2 de abril? S�lo el peri�dico The Times, que se cree ha pagado una cifra con m�s de seis ceros a la derecha para publicarlo, puede saberlo.

El estilo de la Dama de Hierro es categ�rico, inflexible. En materia de detalles, sin embargo, ya sea por sus 76 a�os o para evitar una ola de juicios la baronesa se mostr� parca.

Dos episodios apenas escapan a esa tendencia: el momento en el que confiesa haber contemplado presentar su renuncia de haber aceptado los argentinos retirarse de las islas y c�mo se tom� la orden del hundimiento del Belgrano.

"Al Haig (el secretario de Estado norteamericano) hab�a encontrado a los argentinos todav�a m�s imposibles que en su primera visita. La Casa Blanca lo instruy� a decirle a la junta que si persist�an en su intransigencia esto resultar�a en una ruptura de las conversaciones y que los Estados Unidos dejar�an en claro qui�n ten�a la culpa.

M�s adelante agrega: "Fue el lunes 19 de abril que primero le� las �ltimas propuestas discutidas por Al Haig y los argentinos en Buenos Aires. Eran bastante inaceptables. Cuanto m�s cerca uno las miraba, m�s claro se hac�a que los argentinos estaban todav�a tratando de mantener lo que hab�an tomado a la fuerza. Los argentinos quer�an darse a s� mismos la ventaja militar y tener a nuestras fuerzas enviadas lejos de las islas. Quer�an inundar a las islas con su propia gente, cambiar la naturaleza de la poblaci�n. Finalmente, no estaban preparados a permitir a los isle�os escoger si quer�an volver bajo la administraci�n brit�nica".

De su narrativa queda en claro que dentro de sus propias filas algunos cre�an posible evitar la guerra.

"Al Haig pidi� que Francis Pym, que hab�a reemplazado a Peter Carrington en el Foreign Office (Carrington renunci� por no haber previsto la ofensiva argentina), viajara a Washington para discutir nuestros puntos de vista sobre el texto argentino. Francis llev� nuestros comentarios detallados y las enmiendas esenciales al texto argentino. Su misi�n era tambi�n obtener una garant�a norteamericana sobre la seguridad de las islas.

"Desgraciadamente, al d�a siguiente en la Casa de los Comunes, Francis dio la impresi�n de que no usar�amos la fuerza mientras las negociaciones continuaran. Esa era una posici�n imposible para nosotros, permiti�ndoles a los argentinos estirarnos en forma indefinida, de modo que tuvo que retornar a los Comunes m�s tarde y retractar lo dicho con otra alocuci�n.

"El mi�rcoles notifiqu� a Al Haig v�a Nico Henderson, nuestro embajador en Washington, que una decisi�n firme hab�a sido tomada para recuperar las islas Georgia del Sur. Haig se mostr� sorprendido y consternado. Pregunt� si la decisi�n era final. Confirm� que lo era. Nosotros lo est�bamos informando, no consult�ndolo. M�s tarde le dijo a nuestro embajador que �l pensaba que ten�a que avisar a la junta argentina de nuestra operaci�n. Esto nos pareci� inaudito. Henderson lo persuadi� a reflexionar. Pym pas� el jueves en Washington discutiendo nuestras propuestas con Haig. No lleg� muy lejos en la idea de una garant�a norteamericana (...).

"El s�bado 24 de abril fue una de las jornadas cruciales en la historia de las Falklands y una cr�tica para m� personalmente -subraya Thatcher-. Temprano esa ma�ana Francis Pym, de vuelta de los Estados Unidos, vino a mi estudio para darme los resultados de sus esfuerzos. S�lo puedo describir el documento que me trajo como una rendici�n sin condicionamientos. Haig era un persuasor poderoso y cualquiera del otro lado de la mesa ten�a que enfrent�rsele con firmeza, no darle terreno. Haig hab�a jugado claramente con la inminencia de las hostilidades y el riesgo de que Gran Breta�a perdiera apoyo internacional de estallar el conflicto.

"Le dije a Francis que los t�rminos eran totalmente inaceptables. Francis no estaba de acuerdo (...). Lo que se nos propon�a era que nuestras fuerzas abandonaran las zonas definidas en siete d�as, quit�ndonos as� de cualquier palanca militar sobre el proceso de retirada, y que nos dispers�ramos a los 15 d�as (...).

"Fue John Nott (ministro de Defensa) quien encontr� el camino por seguir. El propuso que no hici�ramos comentarios en el borrador y que le pidi�ramos a Haig que lo presentara primero a los argentinos. Si ellos lo aceptaban, seguramente habr�amos estado en dificultades (...).

Si los argentinos lo rechazaban, pod�amos urgir a los Estados Unidos para que se inclinara a nuestro favor, tal como Haig hab�a indicado que lo har�a, siempre y cuando no interrumpi�ramos las negociaciones. "Y as� la crisis pas�. No habr�a podido permanecer como primera ministra si el gabinete de guerra hubiera aceptado las propuestas de Pym. Habr�a renunciado", confes� la Dama de Hierro.

Cuando se trata del Belgrano, sin embargo, sus admisiones se limitan a calificar al incidente como "una de las m�s decisivas acciones militares de la guerra". El relato no pasa los tres p�rrafos. "Una gran cantidad de cosas err�neas y maliciosamente absurdas han circulado -dice al final de su explicaci�n-. La decisi�n de hundir el Belgrano fue tomada por razones estrictamente militares y no pol�ticas. M�s a�n, los eventos que siguieron han m�s que justificado lo realizado. Como resultado de la devastadora p�rdida del Belgrano, la armada argentina regres� a puerto."

Por Graciela Iglesias
Corresponsal en Gran Breta�a

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Malvinas, 20 a�os despu�s

EE.UU. temi� una intervenci�n rusa

En documentos reservados del Departamento de Estado, la administraci�n norteamericana expres� su recelo por una posible reacci�n anticolonialista en el caso de que decidieran intervenir en el conflicto en favor del Reino Unido

La visita del enviado de Reagan, Alexander Haig, durante la guerra; sonrisas con Galtieri y con el canciller Costa M�ndez
1� de abril de 1982

Querida Margaret:

Acabo de hablar en extenso con el general Galtieri. Le transmit� mi preocupaci�n por la posibilidad de una invasi�n argentina (a las islas Malvinas). Le advert� que el inicio de operaciones militares comprometer�a de manera seria las relaciones entre los Estados Unidos y la Argentina (�) Le dije que estaba listo para enviar un representante personal para que ayude a resolver las cuestiones entre la Argentina y el Reino Unido. El general escuch� mi mensaje, pero no asumi� ning�n compromiso (...) Mientras que tenemos una pol�tica de neutralidad en lo que refiere a la cuesti�n de la soberan�a, no seremos neutrales si los argentinos apelan al uso de la fuerza. Los mejores deseos,

Ron

Cuando Margaret Thatcher recibi� el mensaje de Ronald Reagan, faltaban apenas horas para que las Fuerzas Armadas argentinas tomaran las islas Malvinas. Leopoldo Fortunato Galtieri sigui� adelante con el desembarco, y aunque su advertencia hab�a sido deso�da, el presidente norteamericano intentar�a de todas maneras impedir la guerra.

Ante una confrontaci�n, la administraci�n Reagan le iba a dar apoyo militar al Reino Unido. Pero busc� eludir ese escenario porque lo consideraba riesgoso para los intereses de los Estados Unidos en su competencia global contra la Uni�n Sovi�tica, seg�n surge de la lectura de m�s de 170 cables internos del Departamento de Estado que fueron desclasificados a pedido de LA NACION.

Los documentos muestran a un gobierno preocupado por la posibilidad de que una alianza abierta de Reagan con los ingleses despertara una fuerte reacci�n "anticolonialista" en el continente americano. Cre�a que, si eso suced�a, la campa�a encubierta que libraba en Am�rica Central como parte de su cruzada anticomunista se iba a ver muy debilitada. Tem�a, adem�s, que la Uni�n Sovi�tica hiciera pie en Am�rica del Sur.

Le�dos 20 a�os m�s tarde, los an�lisis del Departamento de Estado parecen haber sobredimensionado, entre otras cosas, el potencial desestabilizador del conflicto en el Atl�ntico Sur. La diplomacia norteamericana no cre�a que los ingleses tuvieran garantizado el �xito en la recuperaci�n de las islas Malvinas. Desde la embajada en Londres un diplom�tico especul�, incluso, con que Thatcher pod�a llegar a encontrarse al borde de una derrota militar y que entonces recurrir�a a los Estados Unidos para que sumaran sus barcos y aviones a la batalla.

Siguiendo ese razonamiento, en el Departamento de Estado evalu� al m�s alto nivel que una escalada pod�a terminar en una confrontaci�n entre la alianza occidental y el bloque sovi�tico, aun cuando un cable concluy� que los rusos "seguramente se van a contener de una participaci�n militar directa" en el conflicto por las Malvinas.

Con esos argumentos, Alexander Haig, el secretario de Estado que fue designado por Reagan para ensayar una mediaci�n, intent� moderar los �nimos belicosos de Thatcher.

Al recibir a Haig el 8 de abril de 1982, la primera ministra le hizo saber que estaba molesta por la falta de una definici�n contundente de los Estados Unidos y dijo que no permitir�a que la decisi�n argentina de recurrir a la fuerza fuera recompensada con un cambio en el status de la soberan�a de las islas.

"El secretario dijo tener la certeza de que ella sabe de qu� lado est� el presidente", se�al� el cable que reconstruye el encuentro. Para convencer a Thatcher sobre la conveniencia de darles tiempo a los Estados Unidos para que intentara una soluci�n pac�fica, Haig present� el siguiente panorama:

"Si los brit�nicos llevan adelante una acci�n militar, �l pod�a prever un involucramiento ruso";

  • "La Organizaci�n de Estados Americanos (OEA), con sus problemas del Tercer Mundo, no ser� objetiva y formar� un consenso anticolonialista";
  • "Un desembarco en la isla principal ser� muy costoso y pondr� a la poblaci�n en peligro (�) una vez que comience el enfrentamiento, ser� una carga cada vez m�s grande y la gente se empezar� a preguntar por qu� estamos haciendo tama�o sacrificio por mil pastores".

    El secretario de Estado explic� a Thatcher que su objetivo era alcanzar "una retirada argentina de una manera que salve las apariencias para que Galtieri no sea derrocado", porque la administraci�n Reagan cre�a que "podr�a ser sucedido por alguien m�s intransigente si cae".

    La reputaci�n de Galtieri

    El dictador argentino -dijo Haig en ese encuentro- ten�a "la reputaci�n de ser un borracho y un jugador de p�ker", pero para los Estados Unidos era la mejor opci�n. Lo prefer�an antes que a las l�neas m�s duras de la junta militar, y no ten�an apuro en empujar una transici�n a la democracia.

    "Nuestra l�nea es que estar�amos gratificados de ver un retorno a la democracia, pero que el cu�ndo es algo que tienen que decidir los argentinos", dec�a un cable fechado el 16 de marzo.

    La embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires destac� en la misma comunicaci�n a Washington la "ansiedad" que mostraba Galtieri para "cooperar con nosotros en problemas hemisf�ricos acuciantes, en particular, en Am�rica Central".

    A finales de 1981, la junta militar hab�a formalizado con la CIA, la central de inteligencia norteamericana, un acuerdo de cooperaci�n para "contrarrestar la insurgencia y el terrorismo marxista alentado por Cuba en El Salvador, Nicaragua, Guatemala y Honduras", precis� Ariel Armony en el libro "Argentina, los Estados Unidos y la cruzada anticomunista en Am�rica Central".

    Tal vez por estos mismos antecedentes, a la primera ministra brit�nica le costaba creer que Galtieri fuera capaz de aliarse con el bloque comunista para librar la guerra de las Malvinas.

    "A menos que vea evidencias claras al respecto, no creemos que Thatcher pueda ser influida con la posibilidad de un vuelco argentino hacia los cubanos y los rusos", apunt� un cable originado en la embajada de los Estados Unidos en Londres.

    Haig sinti� que los brit�nicos "no hab�an meditado lo suficiente" al respecto. Por eso le pidi� a Lawrence Eagleburger, el n�mero tres del Departamento de Estado, "un an�lisis poderoso sobre las consecuencias que tendr�a el conflicto de Malvinas para nuestros intereses comunes si no es resuelto de manera pac�fica y r�pida", que usar�a en sus siguientes conversaciones con Thatcher.

    "No queremos dar ning�n paso que pueda empujar a la Argentina hacia una dependencia a�n mayor de la Uni�n Sovi�tica. Como la compradora del 80 por ciento de la exportaci�n de granos argentinos, el rol y la influencia de la Uni�n Sovi�tica en el comercio exterior argentino es sustancial", escribi� Eagleburger. "Dada la preocupaci�n rusa con la provisi�n de granos, una presencia sustancial en el escenario de la marina rusa es posible. Si las hostilidades entre la Argentina y el Reino Unido elevaran esa presencia a un nivel que requiera una compensaci�n por parte de los Estados Unidos, la disuasi�n de la OTAN se ver�a a�n m�s afectada, y como resultado se podr�a producir una confrontaci�n directa entre el Este y el Oeste", agreg� Eagleburger.

    A su vez, el diplom�tico apunt� que, ante el estallido de una guerra, "es de esperar que (los rusos) provean a Buenos Aires de informaci�n de inteligencia sobre las tropas brit�nicas, aunque seguramente se van a contener de cualquier participaci�n militar directa". El apoyo -segu�a- "se puede extender tambi�n a la provisi�n de armas".

    La Uni�n Sovi�tica, concluy�, lograr�a "como m�nimo, fortalecer su atractivo pol�tico en la regi�n", porque la guerra generar�a la percepci�n de los Estados Unidos y el Reino Unido y como poderes 'neocolonialistas', en contraste con los sovi�ticos como supuestos protectores de la soberan�a de las naciones".

    En el Vaticano, Juan Pablo II compart�a los temores del Departamento de Estado. "Si falla Haig, existe el peligro de una mayor influencia rusa en Am�rica latina", dijo el Papa al encontrarse con el ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, Hans-Dietrich Genscher, seg�n un cable de la embajada en Bonn. Por las dudas, Haig llam� al embajador ruso acreditado ante la Casa Blanca, Anatoliy Dobrynin, y con tono de advertencia le habl� sobre los riesgos que importaba alentar el conflicto armado. El secretario de Estado tambi�n crey� ver la mano de los rusos cuando los medios publicaron que los Estados Unidos ya estaban compartiendo informaci�n de inteligencia con el Reino Unido.

    "Estoy convencido de que algunas notas son incentivadas, sino plantadas, por los sovi�ticos con la esperanza de estropear nuestros esfuerzos", afirm� Haig en los cables que enviaba en forma simult�nea a Londres y a Buenos Aires.

    EE. UU. anunci� oficialmente que daba por terminado su esfuerzo mediador para apoyar al Reino Unido el 30 de abril de 1982. Haig culp� de su fracaso a la junta militar, porque rechaz� las propuestas que no significaban un progreso sustancial para la Argentina en la disputa por la soberan�a de las islas. "Ahora me preocupa que los esfuerzos de los Estados Unidos por alcanzar una soluci�n pac�fica no ser�an bien comprendidos en la Argentina y que algunos elementos emprendan acciones que pondr�an en peligro la seguridad y el bienestar de los ciudadanos norteamericanos. Si eso pasara, la reacci�n de este pa�s ser� veloz y abrumadora", le advirti� por escrito Haig al canciller argentino, Nicanor Costa M�ndez, cuando las cartas ya estaban echadas.

    Por Mar�a O'Donnell
    De la Redacci�n de LA NACION


Para pensar la Patria

DEL �BELGRANO� AL �SHEFFIELD�   (I)

El INSTITUTO MALVINAS comienza hoy la publicaci�n de cinco notas sobre los sucesos de la Guerra de las Malvinas, ocurridos entre el 2 y el 6 de mayo de 1982. Ser� un resumen de las notas e informes escritos por Enrique Oliva con el seud�nimo de Fran�ois Lepot, como enviado especial a Londres del diario Clar�n de Buenos Aires. El texto completo de estos trabajos pueden leerse en el libro �Malvinas desde Londres�, de Editorial Ciudad Argentina.

La intenci�n de esta publicaci�n es dar a los j�venes de hoy la versi�n de un compatriota analizando c�mo la Gran Breta�a trat� el conflicto a trav�s de sus medios de comunicaci�n, rigurosamente presionados para estimular al belicismo de su pueblo. Un pueblo que, en ning�n momento de aquellos dram�ticos d�as, se manifestara p�blicamente en apoyo a la aventura colonial de la se�ora Margaret Thatcher. Todo lo contrario, se expres� en las calles, casi cotidianamente, en demostraciones contrarias a la guerra, al env�o de la flota con armas nucleares y la agresi�n colonialista a la Argentina, no obstante encontrarse bajo un r�gimen de facto. Ese pueblo del Reino Unido, como todos los pueblos del mundo, comprend�a que el colonialismo fue y es una forma de explotaci�n por la fuerza bruta,  todo en beneficio de las multinacionales, no solo inglesas, sino de otros gobiernos de grandes pa�ses de capitalismo salvaje.

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LONDRES, DOMINGO  2  DE MAYO 1982

            La jornada se caracteriz� por una gran confusi�n, con comunicados totalmente contrapuestos, en que ambas partes se adjudican victorias y el haber ocasionado importantes p�rdidas a su adversario. Los dos contendientes han prometido fotograf�as de los efectos de su accionar. Uno debe mostrar las tomas de la vital pista de Puerto Argentino �destruida� y el otro algo de los cinco aviones derribados y alg�n barco averiado. Adem�s, Buenos Aires insiste en que la pista est� �intacta�.

            Mientras uno dice que simplemente bombardearon, los otros aseguran que hubo un intento de desembarco masivo rechazado. �El bombardeo habr� sido una distracci�n para un operativo de mayor envergadura?

            Al anochecer, del exterior llegaron versiones de un ataque al crucero �General Belgrano� y aqu�, sin informaci�n oficial,  solo trascendi� que se le habr�an ocasionado �varios da�os�

Una prueba m�s de desinformaci�n: Aqu� nadie se enter� de los centenares de celebraciones que hubo ayer en todo el mundo festejando el primero de mayo. En muchas de ellas aparecieron banderas argentinas y los trabajadores criticaron al imperialismo norteamericano tanto como al colonialismo brit�nico.                  

            La televisi�n francesa hoy pas� tomas en que aparecen aviones argentinos saliendo y entrando de la pista de Puerto Argentino. Mientras, los ingleses contin�an con sus dibujitos �nada de fotos� se�alando �exactamente� treinta cr�teres provocados por sus bombas como llamas sobre dep�sitos de combustibles y otras instalaciones militares.

            El jefe opositor laborista Michael Foot, comprende que ahora los Estados Unidos, al tomar partido abiertamente junto a Gran Breta�a, no puede continuar hablando de negociaciones ni menos hacer de mediador. Tampoco est� en condiciones de mediar ning�n

 

pa�s de la Comunidad Europea, o de  Jap�n, Canad� o Australia, sumados a las sanciones econ�micas en forma de agresi�n hacia Buenos Aires.

            Anthony Benn, de la izquierda laborista, contin�a formulando duras cr�ticas a Margaret Thatcher, diciendo que �pierde progresivamente el control de la m�quina de guerra, ahora en manos de almirantes y generales�.

Campa�a sicol�gica y guerrera

            Hoy se destacaron por igual dos cosas. Una es la muy dibujada victoria de la �batalla� de las islas Georgias. Todos los diarios sin excepci�n publican casi id�nticos gr�ficos. Otra es la apolog�a �guerrera� de Margaret Thatcher y John Nott , su ministro de defensa, �cruzados de la justicia�. Hasta salen notas hablando de �la capacidad e inteligencia� del alica�do y locuaz vicealmirante �Sandy� Woodward , quien fuera criticado en los Comunes por lanzar bravuconadas tales como declarar que �esta guerra ser� un picnic�

            Las pel�culas guerreras para ni�os se multiplican, como tambi�n las audiciones radiales para los brit�nicos residentes en el exterior, a quienes se les sugiere hacer colectas para comprar misiles.

            La ponderaci�n de los soldados tambi�n es curiosa. Como en Gran Breta�a no hay servicio militar obligatorio, se refugian en las Fuerzas Armadas muchos j�venes por no poder superar la desocupaci�n reinante (m�s de tres millones). Tambi�n van all� todo tipo de marginales.

            Sobre las posibles bajas y heridos tampoco hay acuerdos. Los brit�nicos dicen que todos volvieron sanos y salvos y despu�s que ten�an heridos leves. Luego que era uno solo, �pero puede caminar�. Argentina reconoce algunos heridos y ning�n muerto.

            Argentina se dice agredida y los brit�nicos afirman que �no hemos declarado la guerra sino que accionamos en auto defensa�.

            La BBC dice: �Hasta que el secretario de estado norteamericano, Alexander  Haig, anunciara que su pa�s finalizaba su rol de mediador, para los incautos, Estados Unidos era visto como un relativo conciliador. Sin embargo, ahora todo esto ha cambiado, y los residentes norteamericanos en Argentina se encuentran con que el presidente Reagan es se�alado en los peri�dicos como un mat�n que apoya las intenciones asesinas de Gran Breta�a. �Lo que se observa y admite, es que Estados Unidos se hace acreedor, en este momento, de m�s hostilidades que Gran Breta�a... el resentimiento argentino tiene que ver con la posici�n enemiga que ha adoptado un estado �fraterno� americano... Los descendientes de norteamericanos nacidos en la Argentina piensan que es injusto se los identifique con el bando brit�nico...�.              

Otros t�tulos en la prensa inglesa

 Sunday Standard en t�tulo de primera sostiene: �Pym viaja a Washington hoy para presionar a la Junta, luego de dos exitosos ataques a�reos que da�aron dos pistas de aterrizaje en Malvinas�.

            Otra noticia de Buenos Aires dice que los embajadores argentinos en la UN y la OEA  fueron instruidos para denunciar el ataque. 

            The Mail titula:�El poder y la grandeza�. Es una nota donde hace declaraciones Margaret Thatcher: �Todav�a tenemos una cierta grandeza y no estamos nada mal cuando de poder se trata�.

En tapa publica una foto del General Galtieri cabalgando en una mula, pero el ep�grafe dice tratarse de un burro.        

�Los d�as de Galtieri pueden estar contados� y dice que �escondido en su palacio y considerando sus pr�ximos pasos junto a una botella de su whisky favorito (�Glenfidich�), el canoso dictador ya fue castigado tanto en Buenos Aires como en Washington, seg�n fuentes bien informadas�.

        Tambi�n se informa del partido de Hockey sobre patines en Lisboa entre Argentina y Gran Breta�a, terminado 8 a 0 en contra de los ingleses, �los tiros de las Malvinas, no detuvieron el campo de batalla deportivo en Portugal�. 

            Sunday Telegraph: �Buque brit�nico averiado en batalla�. Habla de un comunicado de Buenos Aires, diciendo que �sus fuerzas estaban resistiendo el ataque y bombardeo naval brit�nico�.

          �Traigan al principito�. As� se titula una nota de Kenneth Clarke, desde Buenos Aires. Dice que la agencia de noticias oficiales  TELAM, inform� anoche que a las dos de la tarde de ayer el almirante �Sandy� Woodward  emiti� un mensaje radial al gobernador de Malvinas general Mario Men�ndez , pidi�ndole que se rinda incondicionalmente. De acuerdo con TELAM, Men�ndez respondi�: �De ninguna manera porque estamos ganando. Traigan al principito y vengan a  buscarnos�.

          El editorial se titula: �El mensaje de los bombarderos a la Junta�. Dice: �El bombardeo de Puerto Argentino, el abandono de Haig a la misi�n de paz y la declaraci�n del apoyo norteamericano a la Gran Breta�a, son hechos dr�sticos aunque superados. Son l�gicos�. 

         Sunday Express: Un t�tulo dice: �Dos aviones de la fuerza a�rea argentina, un �Mirage� y un bombardero �Canberra� fueron derribados por �Sea Harriers� del �Hermes� y del �Invencible�... otros aviones argentinos sufrieron graves da�os en una persecuci�n a�rea cerca de la costa... tres fragatas brit�nicas bombardearon anoche posiciones militares argentinas cerca de Puerto Argentino, mientras la Junta amenazaba con una respuesta naval�.

        Otro t�tulo:  �Los tenemos en un pu�o, entonces no vacilemos ahora�.  

          The Sunday Times titula: �El bombardeo a las Malvinas�. �All� publica un esquema (nada de fotos) de Puerto Argentino con  su pista de aterrizaje. Se dibujan una serie de explosiones y altas llamaradas. Luego dice: �Dos �Mirages� derribados y pista da�ada�.

        Hay una nota sobre �Anaya  (�hombre duro�) y Lami Dozo  (�hombre blando�)�. Tambi�n una cronolog�a de los �ltimos hechos, versi�n brit�nica.

El editorial titula: �Escalada s�, pero diplomacia tambi�n�.            

      Sunday Mirror dice: ��C�mo hundimos una mentira enemiga?�. Aclara que �la inteligencia brit�nica arruin� los planes argentinos de declarar la primer victoria de las Malvinas�.

         News of the World: �Los bombarderos �V� rugen en acci�n�. Esta vez titula en plural.

        �Espa�a  critica el ataque a�reo�, agregando que ese pa�s fue el �nico de Occidente que conden� la acci�n, diciendo que �es una grave escalada en el conflicto�. 

            The Sunday Times trae en tapa una foto de la Plaza de Mayo en la que mile s de personas hacen la V de la victoria. 

            Sunday People dice: �Healey  apoya el ataque a�reo�. Dice que el l�der laborista aprob� el ataque a Malvinas, pero advirti� que la crisis no se resolver�a s�lo por ataques militares.           

            The Observer,  el Guardian de los domingos, titula:una larga nota: de Peter Hill: ��Qu� hermosa crisis!�. Alli se sostiene jubilosamente que  �con este conflicto transformasremos la marina de guerra, elevaremos nuestras exportaciones por nuevos estilos de barcos y reviviremos nuestra industria naval�.

En otra nota titula: �El factor Nuremberg ronda a la Junta�. Es un art�culo de James Neilson, editor del Buenos Aires Herald desde Uruguay , donde se encuentra auto exiliado, diciendo que hay una especie de histeria en Buenos Aires entre grupos de derecha que ven a Galtieri como un �moderado peligroso�, pues est�n preparados para �descartarlo por alguien m�s duro y m�s nacionalista�.

                        Otro t�tulo: �Estados Unidos mantiene vivas  las esperanzas de mediaci�n� (�!).

 


 

 

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