EL CONOCIMIENTO:

¿PODEMOS CONOCER LA VERDAD?

 

 

El deseo de conocimiento, como la sed de riquezas, aumenta con cada adquisición.

L. Sterne

 

Los conocimientos vienen y se van pero la sabiduría perdura.

A. Tennyson

 

Como es más lo que ignoras que lo que sabes, no hables mucho.

Raimundo Lulio

 

He comprendido que hay dos verdades una de las cuales jamás debe ser dicha.

Camus

 

 

¿De dónde procede nuestro conocimiento?

 

Como ya hemos dicho, los seres humanos son parte de la realidad, son entes conscientes de ella y de sí mismos. De esa forma a través de sus sentidos y la razón pueden conocer o tratar de conocer el mundo, el universo, la realidad.

En el acto de conocer, el sujeto capta información del mundo circundante que lo rodea, de los objetos que hay en él.  El sujeto procesa, codifica, transforma y comunica esa información. Esto es algo propio del hombre (Incluso empezamos a conocer desde antes de nacer). Pero el hombre nace en determinado tiempo y lugar, esto es, su aprendizaje estará supeditado a la cultura de la sociedad a la que pertenezca como ya hemos dicho. A su vez el hombre influencia en menor o mayor grado en su sociedad, en otros hom­bres y en su entorno natural y artificial (1).

De esa forma conocemos el mundo, la naturaleza y otros hombres por nuestros sentidos, por lo que nos dicen, por lo que aprendemos. Y a su vez esa experiencia (sensorial) nos permite elaborar ideas, imaginar cosas, fantasear irrealidades o mezclar las cosas reales entre sí (Un hombre + un caballo= un centauro; una mujer + un pez= una sirena; un caballo + un ave= un pegaso; círculos cuadrados; hombres inmortales; personas - sus cuerpos= fantasmas, etc.)

 

 

¿Tan sólo materia?

 

También mencionamos las posturas materialista e idealista sobre la realidad. Pero ¿la posición materialista del conocimien­to es la verdadera?, es decir, ¿existe sólo la materia, sólo hay un universo puramente material y que no existe uno espiritual, uno sin Dios o sin seres no materiales?

La ciencia solamente se ocupa de los hechos a ser comproba­dos empíricamente por ello es materialista en este sentido. ¿Es que acaso todo lo que el conocimiento científico obtenido hasta aquí y ahora sabe de todas las formas o posibilidades de estructuración o combinación de la materia?, ¿no podrían haber otras dimensiones o partículas, que aún no conocemos, de la materia?

Pero ¿a qué llamamos materia?, ¿a lo que hasta ahora conoce­mos? ¿Y si llegáramos a conocer nuevas y diferentes expresiones del «ser» o de «lo existente» podríamos también llamarlas materiales?

Según ciertos científicos la vida tal como la conocemos es la mejor o más propicia forma de organización orgánica, esto es, es improbable que haya estructuras biológicas (con metabolismo, respuestas al medio ambiente y reproducción) muy distintas a las nuestras ‑basadas en los elementos carbono, nitrógeno, hidrógeno y oxígeno‑. Luego sería más una cuestión de ciencia ficción que de probabilidad naturalística. Y aunque las haya tendrían básicamente los mismos elementos que hasta ahora conocemos aunque, claro está, de distinta composición.

 

 

Posibilidades aún por descubrir:

Los confines del Universo cognoscible

 

Lo que queremos decir es que existe la posibilidad –al menos en la imaginación, la cual es alimentada por el conocimiento- de que desconoz­camos nuevas expresiones de la materia con cualidades o características desconocidas o inimaginables aún hoy (Lo que ahora popularmente se llama cuarta dimensión, espíritu o alma tendría que ver con esto, pero todo esto es sólo especulación). También entraría en ese conjunto de cosas los llamados fenómenos paranormales o parapsico­lógicos (Pero estos son refutables o en todo caso muy discutibles ya que la mayoría de ellos en realidad, al ser estudiada, es perfectamente explicable y normal).

Como también hemos dicho ‑desde una postura naturalista‑: captamos los objetos que nos rodean por medio de nuestros senti­dos y nuestro cerebro procesa la información que recibe a través de ellos. De otro lado, él nos permite tener conciencia de que somos, de que existimos, de que somos algo o alguien.

Entonces ¿existirán objetos o seres que no podamos percibir sensorial­mente aún con la ayuda de las máquinas o inventos más sofisticados producidos hasta ahora por la humanidad?, ¿habrán otras formas de existencia en dimensiones o universos paralelos al nuestro que nos son desconocidos actualmente y que nos son imposibles, por ahora, conocer por nuestra naturaleza y tecnología limitadas? Puede que no y que sí. (Sin prueba alguna concreta simplemente estamos especulando o simplemente haciendo ciencia-ficción).

Si la respuesta fuera negativa ¿podríamos decir que el hombre lo conoce todo ahora? Por supuesto que no pero el conocimiento proveniente de la ciencia infiere, generaliza y así supone que lo descubierto y conocido hasta ahora se cumple en todo el universo... hasta que se demuestre lo contrario o hasta que apa­rezca algo que lo contradiga. Así es la ciencia, así trabaja en base a afirmaciones y negaciones, no en base a dogmas inmutables aunque de hecho tiene algunos indudablemente (Es cierto aquí y ahora que Ud., sí Ud. mismo, está leyendo estas líneas y no alguien que murió hace 3,000 años, o que habitamos un planeta y no el sol o que éste nos irradia su energía la cual utilizamos para vivir y no para tener almas incorpóreas inmortales, o que somos, los humanos, un tipo de especie animal y no una clase de plantas, etc., etc.)...

Y si la respuesta fuera positiva, si hubiera otros entes u otras dimensiones quizá alguna vez, próxima o lejanamente ‑o nunca‑ nos relacionaremos con ellos. Depende de su naturaleza y circunstancias (2) el poder descubrirlos o el entrar en contacto con ellos. Pero a la vez no tenemos ninguna evidencia, prueba de tales entes desconocidos (aunque si muchos testimonios controversiales, por ejemplo, en el caso de los extraterrestres que se supone visitan la Tierra). Solamente hay suposiciones, teoriza­ciones y meras divagaciones. En ese sentido muchas cosas imagi­narias son posibles.

De esa forma no negamos la posibilidad de la metafísica en el sentido etimológico -y despreciativo por los cientificistas- , esto es, el estudio de lo que está más allá de lo material, de lo físico. Pero debemos ser cautos con ella para no entramparnos. Si hay algo que ahora no podemos verificar empírica o sensorial­mente entonces estamos haciendo uso de alguna forma de fe. Luego cualquier cosa ‑un millón de seres espirituales habitantes en un grano de arena o seres microscópicos viviendo en el sol‑ que nuestra imaginación produzca y que no haya evidencias que exista o ninguna probabilidad que así sea nos lleva a pensar que es sólo eso un producto fantasioso de nuestra mente. El mismo hecho de hablar de seres no materiales o de seres de los cuales no tenemos evidencia alguna nos lleva a una contradicción, a un callejón sin salida lógico. Pero lo que no se puede verificar, se puede demostrar que no es cierto, o al menos se puede negar su posibili­dad lógica de manera racional.

Al menos postulamos una metafísica que generaliza los datos actuales de la ciencia para decir que muy probablemente el universo sea material y que sus leyes lo rigen igual por entero.

 

 

¿Qué es lo que sabemos?: Los límites del conocimiento

 

La única cosa que sé, es saber que nada sé; y esto cabalmente me distingue de los demás filósofos, que creen saberlo todo.

Sócrates

 

Conocemos algo, muy poquísimo en relación al todo real, pero eso no importa porque ello es mejor a no conocer nada.

Sabemos mucho en comparación a hace más de un siglo. Casi nada en relación al resto del universo. Sabemos lo que hemos leído de lo escrito por otras personas, lo que hemos observado en nuestra localidad, lo que hemos vivido personalmente. Conocemos otras culturas, gentes y lugares remotos a través de los libros, los medios de comunicación y difusión así como por viajes. No podemos estar seguros de las afirmaciones absolutas de valor. Podemos errar en nuestros juicios valorativos o en la interpretación del mismo conocimiento. Muchas veces sucede esto.

En la actualidad se acepta que todo lo que conocemos ‑científica­mente‑ acerca de la naturaleza del Universo es más una conjetura, una probabilidad que una certeza total y absoluta. Este conocimiento se reduce a lo estudiado, investigado y descubierto hasta el día de hoy. Sabemos que eso cambiará con el tiempo. Pues así como nuestra concepción del mundo microbiano era nula hasta antes de la invención del microscopio o la concepción de nuestro sistema planetario era errada hasta antes de Copérnico y Galileo -se creía que la Tierra era su centro-, es muy probable ‑aunque no variará mucho del conocimiento actual‑ que se sabrán más y más cosas posteriormente.

 

 

Prejuicios en el conocimiento

 

Los prejuicios, por ejemplo, que nos impiden captar lo realmente valioso de nuestros semejantes ‑sus buenas intenciones, carácter, etc.‑ o no ver realmente cómo son -con sus vicios y defectos-, son producto, entonces, de nuestra ignorancia, ilusiones, frustraciones o traumas. Si tuviéramos una mínima información básica científico‑racional comprendería­mos mejor los procesos de formación de carácter y personalidad. Si bien es cierto la ciencia no es la panacea para todos los proble­mas de la humanidad ella misma es un avance ante el miedo, el desconocimiento y la fantasía.

Cuando hablamos de la ciencia debemos tener cuidado con lo que decimos pues ella se está constantemente renovando. Por ejemplo, debido a nuestras limitaciones personales igno­ramos que los científicos tal vez ya hayan formulado nuevas y mejores teorías que podrían explicar los muchos vacíos todavía desconocidos para los profanos -como quien esto escribe- en cualquiera de las esferas del conocimiento. Pero a la vez el mismo conocimiento científico, aunque sofisticado, es transmisible, no es esotérico, se publica en informes y artículos científicos para su discusión y aceptación posterior por parte de los expertos.

 

 

Conocimiento vulgar contra conocimiento científico

 

Los hombres más eruditos no son precisamente los hombres más sabios.

Chaucer

 

Un sabio conoce a un ignorante, porque él ha sido un ignorante; pero un ignorante no puede juzgar a un sabio, porque él nunca lo ha sido.

Máxima china

 

Una manifestación de nuestro comportamiento es el querer aprender más, el saber el por qué de las cosas, los mecanismos que mueven al mundo y a nosotros mismos. Es así como surge sencilla, fácil y primeramente el conocimiento de sentido común por la relación directa de los hombres con la naturaleza, con la realidad. Así ellos llegaron a saber que al día le sucede la noche y así sucesivamente, que todo ser vivo tiene que comer y finalmente morir, que toda buena o mala acción tiene una reacción, etc.

Esta interpretación de sentido común de los hechos parece ser racional y hasta certera pero sólo lo es hasta cierto punto, sencillamente es limitada y superficial. Aparentemente el sol y las estrellas giraban alrededor de la Tierra, parecía que unos hombres estaban destinados a dominar y explotar a otros, que la llegada de extraños o la aparición de cometas en el firmamento eran síntomas de malos augurios, etc.

Pero algunos hombres fueron más allá de lo convencionalmente aceptado y agudizaron su ingenio y utilizaron instrumentos que les permitieron mejorar su percepción de las cosas (macro y microscópicas), se dieron cuenta que ese tipo de interpretación no satisfacía su razón ni ayudaba a superar con éxito sus, cada vez más, mayores necesidades. Para superarlas los seres humanos necesitaban de mejores y más certeras elaboraciones técnicas de tratar a la naturaleza, de estudiarla y transformarla. Por ello tenían que conocerla de un modo más seguro, más racional, más verdadero. Es así como apa­reció, en Occidente, específicamente en la antigua Grecia -y en algunas partes de Oriente-, el conocimiento filosófico el cual pretendía ser uno distinto del mitológico y el religioso, y que con el paso de los siglos, dió origen al conocimiento y método científico, matematizable, escéptico y verifica­ble.

 

La evolución del conocimiento

 

El conocimiento y la técnica logrados hasta hoy por la humanidad ‑aunque a decir verdad no gozados por toda ella‑ son fruto de siglos de avances y estancamientos. La ciencia y la tecnología occidentales son el lenguaje universal del progreso material. El método y razonamiento científicos nacientes en la Epoca Moderna son resultado de toda una serie de circunstancias políticas, sociales, económicas y culturales. Y claro, nuevamen­te debido a ciertos prejuicios, temores e intereses no pocas veces el avance del conocimiento fue lentísimo o era trabado por el poder político o religioso. No obstante, los estudios y conocimi­entos científico‑tecnológicos del presente siglo son mucho ma­yores que los de toda la historia del hombre. Y ello especial­mente en física, informática, psicología, medicina y genética.

Entonces ¿qué es preferible el conocimiento científico o el saber filosófico precientífico, preracional, supersticioso, mágico o mitológico?

El conocimiento científico‑racional nos ha dado las armas nucleares pero también formas de usar la energía atómica en medicina y agricultura, también ha descubierto la energía eléctrica y la solar, creado tecnologías y sustancias para ganar más años de vida, para vivir un tanto mejor con ciertas comodidades alimenticias, de vivienda y de vestir.

Teóricamente muchos países pueden mejorar y desarrollarse con la aplicación técnica del conocimiento científico-tecnológico. Algunos gobiernos lo desprecian o postergan manteniendo una vida miserable para sus pobladores, siendo engañados y engañando.

Pero aún hay países que lo venden muy caro a otros. Actualmente tal conocimiento es posible de ser tratado y vendido como una mercancía más, incluso patentada.

 

Ignorancia contra conocimiento

 

Al principio los innovadores son tenidos por tontos, chiflados o locos.

Huxley

 

La ciencia está errada: resuelve un problema para crear diez más.

G. B. Shaw

Debido al oscurantismo, fanatismo y autoritarismo imperantes en la Edad Media, por ejemplo, la ciencia antigua ‑si bien con mucha intuición, prejuicios y sentido común‑ se estancó y mucho de sus conocimientos se perdieron (3) retrasando el avance del hombre hacia el progreso y su «felicidad».

Justamente ese oscurantismo medieval se presentaba como el «verdadero conocimiento». Y no fue fácil superarlo, refutarlo debido a que sus propugnadores no solamente tenían la batuta académica de la discusión sino que también lograron poseer la político‑represiva. Y por ello, por temor al castigo, e incluso a perder su propia vida, muchos investigadores no sacaron a la luz sus descubrimientos e innovaciones.

Por ventura esas son épocas ya superadas en la actualidad y aunque en ciertos lugares no hay libertad total para expresarse ni actuar, en la generalidad, la investigación científica es alentada y respetada relativamente por doquier (excepto en aquellas sociedades y culturas donde predominan otras formas de ver el mundo) .

 

Libertad para conocer y creer

 

Lo que necesitamos es siempre estar alertas, tener paciencia y comprensión para no caer en el fanatismo e intolerancia dogmáticos, que nos ilusionan con la idea de la Verdad Absoluta, que como nos lo enseña la historia, no llevan al progreso del conocimiento sino más bien, por el contrario, a un estancamiento, la represión y aun la muerte de los cuestionadores de tal Verdad inmutable.

Felizmente en gran parte del mundo ‑no todo‑ las leyes ‑aunque no siempre se cum­plen‑ protegen el conocimiento y a los ciudadanos que van tras él, hay libertad de pensamiento, de expresión y creencia (Claro está en mayor o en menor grado los derechos humanos prevalecen en ciertos sitios y son descuidados en otros).

Lo ideal es conocer de todo un poco ‑sobre religión, filosofía, arte, ciencia, ética, etc.‑ y decidir personalmente lo que creamos más conveniente y adecuado para nosotros como seres personales e individuales que somos a la vez que sociales y gregarios (De hecho el conocimiento de la ciencia es diferente al que nos pueda proporcionar, por ejemplo, la religión, o las normas morales de ésta se basan en la autoridad de la fe a diferencia de filosofía o las normas éticas que se fundan en la razón).

Ayer, mera especulación metafísica. Hoy, verdad científica

 

La interpretación de la realidad que defendían los mitos y las religiones a través de sus emisarios –sacerdotes, profetas, “encarnaciones” divinas, etc.- tuvo su época próspera en el pasado (y aún la tiene en muchas sociedades «premodernas» o en determinados sectores de las sociedades desarrolladas). Pero en la actualidad existe el consenso ‑al menos en Occidente‑ que el conocimiento más respetable y serio, por su verificabilidad y efectividad es el científico como ya hemos dicho antes.

Sin embargo la ciencia tal como la conocemos ahora no siem­pre fue la misma. Ella evolucionó en gran manera desde sus orígenes mismos en los cuales el sentido común y los prejuicios -y aún lo mágico y religioso- primaban. Luego lo especulativo quedó relegado por lo experimental pero esto no fue sino hasta los tiempos modernos y postreros.

Ejemplos claros de lo anteriormente mencionado son la astrología que dió origen a la astronomía, la alquimia a la química, el curanderismo a la medicina, etc.

Además muchas ideas que se tomaban como improbables o inverosímiles ahora son aceptadas sin mayor dificultad: los viajes a la luna, la evolución de las especies, el mundo microbiano, etc.

 

 

El conocimiento científico no es el que prevalece

 

Con todo, en la realidad los hombres de nuestra época de viajes espaciales y de la Internet no son ningunos autómatas que actúan calculadora y fríamente impulsados por la «omnipotente» razón o por los descu­brimientos y avances de la ciencia. Lejos de ello.

Las personas reales de carne y hueso tienen sentimientos, deseos, sueños, ilusiones, pasiones, temores, miedos, frustraciones, traumas, complejos, prejuicios, etc., toda clase de trabas y espejismos que les impide llegar al ideal de una vida y comportamiento racionales. No obstante, no quiere decir ello que no haya gentes interesadas en una vida así. Pero lamentable o felizmente no son los más. La realidad humana es así, la razón nos ayuda a comprender mejor las cosas pero los sentimientos son los que dan la sazón, el gusto a la vida.

A partir de eso podemos decir que la verdad es un ideal al cual hay que aspirar, no importa que no sea una palabra escrita con mayúsculas, una verdad 100% segura, absoluta. Supuestamente, sólo entes ideales o mentes o espíritus incopóreos ‑como un dios omnisapiente‑ pueden «saberlo todo», pero nosotros, seres humanos de carne y hueso, tenemos que lidiar con las diversas y antagónicas posturas ideológicas que pretenden ser depositarias de la verdad.

No obstante nuestras limitaciones, podemos tener ciertas verdades comunes indudables como ya hemos dicho antes: que necesitamos nutrirnos (comer y beber) para vivir, que tenemos la capacidad de reproducirnos, que algún día moriremos, etc., es decir, somos seres vivientes.

 

 

Defensa de un escepticismo moderado

 

Si bien aceptamos algunas cosas como verdaderas debemos tener mucho cuidado en relación a otras muchas que se nos presentan como tales. De ahí que adoptemos una postura crítica, cuestionadora y dudosa, esto es, escéptica ante éstas. Pero evidentemente no estamos a favor de un escepticismo irracional fanático, a ultranza sino de uno moderado, cauto, racional y de aceptación de las evidencias. Tal escepticismo moderado tendría las siguientes características.

1o. El conocimiento humano tiene sus límites (que son el aquí y el ahora de lo ya conocido).

2o. Por lo tanto, el conocimiento humano ‑de lo ya conocido‑ no es absoluto. Entonces no es totalmente seguro (pero sí funciona y transforma la realidad).

3o. Hay cosas o entes ideales (productos de la inferencia, deducción, inducción, generaliza­ción, imaginación, etc.) que como posibilidad intelectual pueden existir pero que no necesariamente son probadamente reales (por ejemplo, Dios, alguna forma de conciencia humana después de la muerte, etc.) La postulación de estas cosas, entes o circunstancias produce una ambigüedad, ambivalencia o contradicción lógica en el sentido de que por un lado son metafísicas y por ello sensorial y empíricamente es imposible probar su  existencia en la realidad objetiva y concreta. Si sólo bastara la posibilidad de existencia para que cualquier cosa exista todo lo que podríamos imaginar existiría (por ejemplo habitantes del sol o de la cabeza de los alfileres, un espíritu bueno y malo a nuestra diestra y siniestra, hombres inmortales, el mundo como una ilusión de nuestra mente, los sueños como viajes de nuestra alma, etc., etc.)

 

 

NOTAS

(1) De acuerdo con Gallego‑Badillo (Discurso sobre constructivis­mo. Bogotá: Cooperativa Editorial Magisterio, p. 248) nosotros concordaríamos con el constructivismo a pesar de que no nos etiquetamos así ni somos peritos en tal postura muy de moda en estos días aquí en el Perú.

(2) Tal vez ‑aunque eso es muy discutible y carente de pruebas‑ ya hayan tenido con­tacto con ellos nuestros antepasados como proclaman muchos ufólogos y creyentes en la arqueoastronomía, o lo tengan en la actualidad algunos o muchos de nuestros congéneres (aunque más en sus fantasías que en la realidad).

(3) Tómese por ejemplo la antigua biblioteca de Alejandría que fue quemada por su obispo en el siglo III de la E. C. ‑y cuya administradora, la filósofa Hypatia fue torturada y asesinada‑ conteniendo muchos escritos ‑de astronomía y de ciencia en gener­al‑ de los que hasta ahora sólo se conservan los títulos o en el peor de los casos ni la más remota idea de su contenido.

 

1