UNIVERSIDAD PEDAGOGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR
INSTITUTO PEDAGOGICO BARQUISIMETO
"LUIS BELTRÁN PRIETO FIGUEROA"

DEPARTAMENTO DE FORMACION DOCENTE

El Problema del Hombre:

Profesor: Esequiel Rojas

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          ¿Qué es el hombre? ¿Quién soy yo? ¿Cuál es el sentido de la existencia humana? ¿Hacia dónde va el hombre? Estos y otros muchos interrogantes parecidos dominan el campo de la antropología filosófica; han sido en todas las épocas y en todos los niveles de cultura, bajo formas y medidas diversas, los inseparables compañeros de viaje del hombre. Hoy se plantean con mayor urgencia a la conciencia de todo el que quiere vivir su existencia de un modo plenamente humano.
          Frente a esto, a primera vista, da la impresión de que en este momento la humanidad está más madura que en tiempos pasados para dar una respuesta a estos interrogantes debido al gran desarrollo de las ciencias del hombre: biología, psicología, fisiología, medicina, sociología, economía, política, etc. que intentan aclarar la enorme complejidad del comportamiento humano. Incluso, se tiene la impresión de que los grandes problemas humanos tienden cada vez más a ser considerados. Paralelo a esto en la humanidad surge una explosión técnica y científica tan vertiginosa que los cambios ocurridos en décadas con facilidad son comparables con los cambios de siglos enteros de historia; los medios de comunicación social, cada vez más perfeccionados y las modernas tecnologías de la información, contribuyen al conocimiento de las realidades y a una rapidísima y universal expansión de ideas y sentimientos, provocando con ello múltiples repercusiones simultáneas.
          Muchos siguen sin duda soñando en que el progreso científico y técnico realizarán casi automáticamente una existencia mejor, o que la elaboración científica de nuevas estructuras proporcionará la clave última y definitiva para superar todas las miserias del hombre. Por otra parte también aumenta cada día el número de los que toman sus distancias respecto a la fe absoluta en las ciencias; están convencidos de que en el hombre hay ciertos problemas que jamás podrán comprenderse y menos todavía resolverse a través de unos cambios externos y puramente materiales. Sobre todo se comprueba que el aumento vertiginoso de los conocimientos técnicos y analíticos de la existencia humana van acompañados de una creciente incertidumbre de lo que constituye el ser profundo y último del hombre. Hoy muchas actitudes del hombre ponen de manifiesto la ignorancia del sentido de su existencia. Quizá estemos asistiendo actualmente a la más amplia crisis de identidad que ha atravesado nunca el hombre, crisis en la que se ponen en discusión o quedan marginados muchos fundamentos de la existencia aceptados en épocas pasadas, en ninguna época el hombre se ha vuelto tan problemático como la nuestra.
          En este contexto de pérdida de identidad, de incertidumbre y desconcierto respecto a la imagen del hombre, la reflexión filosófica, crítica y sistemática, sobre el ser y el significado del hombre se convierte en una de las tareas más urgentes de nuestro tiempo. La antropología filosófica no crea ni inventa los problemas del hombre: se los encuentra, los reconoce, los asume, los examina críticamente; e intenta fatigosamente dar un respuesta que pueda iluminar la problemática concreta y existencial.
          La problemática antropológica se asoma a la vida concreta de maneras muy distintas, podríamos agruparlas en torno a estos tres temas:
admiración y maravilla, frustración y desilusión, lo negativo y el vacío.
         
- Admiración y maravilla: La reflexión puede nacer de la maravilla y de la admiración frente al universo o frente al hombre y sus creaciones, ante sus conquistas, ante su genio artístico, admiración ante el hechizo de la amistad y del amor, de los ojos inocentes de un niño, de una acción noble, del sacrificio de la propia vida por una gran causa. La admiración está orientada hacia el reconocimiento de la grandeza y del misterio que hay en el hombre independientemente de la obra humana y anterior a ella.
         
- Frustración y desilusión: A veces la reflexión antropológica no surge de una contemplación serena, muchos hombres entran dentro de sí sólo en choque con la realidad: en la experiencia de la frustración, del fracaso o de la derrota; el infortunio, un accidente de tránsito, la muerte de los seres queridos, la guerra, el genocidio, la soledad, la dureza del trabajo, las incomprensiones, los campos de concentración, el contraste entre lo que uno es y lo que le gustaría ser ... nos arrancan cruelmente de la dispersión para ponernos frente al problema del significado fundamental de la propia existencia.
         
- Lo negativo y el vacío: Muchos hombres intentan vivir conforme con una filosofía o una visión de mundo o se ven obligados a vivir dentro de estas estructuras sin tener en cuenta las dimensiones profundas y personales del hombre. A veces el hombre vive alienado en medio de una masa impersonal, que lo explota sin tener en cuenta sus problemas personales, o bien corre tras valores engañosos o tras la simple publicidad; y sucede que todo este conjunto no sólo no ofrece ninguna satisfacción sino que se hunde él mismo, dejando aparecer el vacío y la nada: levantarse, tomar el autobús, trabajo, tomar el autobús, comer, tomar el autobús, trabajo, tomar el autobús,... lunes, martes, miércoles...; de pronto todo se derrumba, se revela en toda su crudeza el absurdo y el vacío de semejante existencia, y surge el interrogante: ¿vale la pena vivir? Para muchos la solución es el suicido. El hombre no vive solamente de economía, de política, de tensiones sociales. La experiencia del vacío y de la nada no es más que un modo negativo de protesta y de repulsa a una civilización que debería servir al hombre, pero que lo ahoga en sus aspiraciones más profundas y más personales.

 

I. DIMENSIONES FUNDAMENTALES DE LA EXISTENCIA HUMANA.

 

          1. Ser hombre significa "ser con los demás": ¿El H. es un ser (individual) orientado en primer lugar hacia el mundo (en el que hay también otros hombres), o bien es ante todo un ser en comunión con otras personas en el mundo?. Según la respuesta que se dé la concepción antropológica será profundamente distinta.
          Una antropología centrada en una conciencia individual y autosuficiente, orientada hacia el conocimiento objetivo y el dominio del mundo material mediante la ciencia y la técnica, corre el riesgo constante de no poder reconocer las dimensiones personales, éticas y religiosas del H. El individuo es visto a la luz de cierta totalidad (racional, material, social) y es sacrificado a ella, por ejemplo: en el idealismo de Descartes la verdad primera e indudable es "Pienso, por consiguiente, existo", esto conduce a ciertas dificultades profundas a la hora de concebir la comunión con los demás; en el empirismo de Hume el yo es un haz o colección de percepciones que se siguen unas a otras a gran velocidad en eterno movimiento y con leyes propias, tal como las leyes físicas. No se toma en cuenta al otro y se pierde el sentido profundo del sujeto. Ante estas tendencias individualistas surgieron corrientes colectivistas que afirmaron que la esencia del H. es colectivista (Marx, Feuerbach), no son los individuos los que forman la sociedad, es la sociedad la que forma los individuos; pero de nuevo la totalidad tiene primacía sobre el individuo.
          Al contrario, una antropología que concede la primacía a la comunión inmediata con el otro H. en el mundo, rechaza la autosuficiencia del yo y se siente totalmente polarizada por la responsabilidad frente al otro y por la necesidad de realizarse en comunión con él. Aquí el conocimiento y el dominio del mundo están sometidos al reconocimiento del H. por parte del H. El encuentro con el otro constituye un dinamismo concreto que abre al H. a la trascendencia y a la esperanza religiosa. Tenemos por ejemplos: la visión existencial de Buber, que rechaza que en el H. haya una única relación: con las cosas, y se afirma en la presencia de otra relación: con el otro H (con el tú).; estas dos relaciones las llama respectivamente experiencia y encuentro, o bien, saber y diálogo; la relación con el otro es más evidente e inmediata que la relación con el mundo. La aportación de Levinás critica la egología (primacía del yo individual) la cual reduce la realidad a un único sistema: la racionalidad, y a nivel ético conlleva a la afirmación de sí mismo incluso a costa de los demás. Levinás llama a la dimensión interpersonal "manifestación del rostro": cada H. conoce las cosas objetivamente y las va descifrando, sin embargo al encontrarse con el otro, este se presenta como "otro", es decir, alguien que no es constituido por mi razón sino que también tiene razón.
          El ser con los demás y para los demás pertenece al núcleo mismo de la existencia humana: el mundo lleva por todas partes huellas de otros seres humanos y existen otros "semejantes" con los que nos toca compartir el mismo espacio de terreno. El H. nunca está solo, su existencia personal está siempre orientada hacia los demás, ligada hacia los demás, en comunión con los demás: el otro se revela y se impone a mi existencia y me pide que le reconozca y que sea alguien ante él y para él.
          La palabra (el lenguaje, el hablar) es una de las manifestaciones humanas que revelan la estructura dialogal e interpersonal de la existencia: toda palabra está inserta en el ámbito de las relaciones sociales y la inteligencia personal no logra realizarse fuera de la palabra. Existen también un conjunto de actitudes prácticas que se aprenden con el contacto con los demás: manejar bicicleta, jugar al fútbol, usar un martillo, aprender una receta de cocina (aunque falten las palabras), el dominio cultural y técnico del mundo está estrechamente ligado al contacto con los demás.
          La estructura interpersonal resalta con mayor claridad cuando se considera la función del amor en la existencia humana. Tanto el amor que un ser humano recibe de los demás, como el amor que les da a los otros ilustran la misma dimensión interpersonal de la existencia. El amor es uno de los factores más determinantes para el desarrollo y el equilibrio de la persona, y esto es recíproco: el amor activo a los demás, tanto como el que se recibe de los otros, resulta indispensable para la realización del H.
          W. Luijpen distingue cuatro formas fundamentales de relación interpersonal o de íntersubjetividad: el amor, la justicia, el odio y la indiferencia.

          2. Existencia corpórea del hombre: el ser con los demás y para los demás es una coexistencia de seres corpóreos. Por lo visto, todo hombre realiza a nivel concreto y prefilosófico una doble experiencia del cuerpo: experiencia de ser verdaderamente corpóreo y experiencia de no identificarse, sin embargo, con la dimensión corpórea. El hombre es el propio cuerpo y, empero, tiene cuerpo, en cuanto que no lo posee nunca perfectamente, ni lo domina totalmente, ni logra dispensarse de sus leyes y dinamismos. Sobre todo en el momento de la muerte el control sobre el cuerpo parece escaparse por completo al poder de la libertad. La posturas antropológicas principales que ha surgido son:
          - La interpretación platónica y patrística: es claramente dualista (dos sustancias) cuerpo y alma son dos realidades unidas exteriormente solamente durante la existencia humana, la condición corpórea es negativa.
          - La interpretación aristotélico-tomista: el hombre es una unidad que resulta de la conjunción de dos principios correlativos: materia y forma, cuerpo y alma, aquí se afirma el aspecto positivo del cuerpo.
          - La interpretación racionalista: Descartes postula una división muy radical entre el cuerpo y la conciencia; el problema del significado del cuerpo no se examina explícitamente, el hombre es identificado con la conciencia.
          - La interpretación mecanicista: presenta una concepción atomista del cuerpo: el mundo es como un conjunto de fuerzas mecánicas en la que la conciencia es como un reflejo de los procesos fisiológicos o materiales.
          - La interpretación materialista: Todas las expresiones humanas son consideradas en último análisis como expresiones de la materia, si bien en el hombre en su expresión más elevada.
          Pero la experiencia humana ofrece la profunda certeza de la unidad vivida con el cuerpo: la primera cara de esta experiencia es el hecho de que toda persona humana se considera espontáneamente sujeto único de acciones espirituales y corporales, por tanto no debe decirse en sentido absoluto que yo "tenga" un cuerpo, hay que decir mas bien, que yo "soy" mi cuerpo:
el hombre corpóreo puede y debe ser considerado como cuerpo orgánico y como cuerpo humano.
         
A pesar de esto es necesario subrayar la dimensión de no-identificación con el cuerpo, a nivel de la experiencia directa puede manifestarse bajo múltiples aspectos: la enorme multiplicidad de acciones que confluyen en la unidad indivisible de la persona; la dimensión de pasividad opuesta a la de actividad y de iniciativa personal, tal como se manifiesta en tantos fracasos de nuestras acciones debidos a la impotencia, a las pasiones, a la debilidad orgánica; la incomprensión en contraste con la transparencia de sí mismo. De este análisis algunos concluyen la necesidad de la existencia del alma y del cuerpo.
          Todo hombre existe realmente como ser corpóreo, es evidente que el cuerpo está revestido de humanidad, se trata ahora de especificar el significado humano del cuerpo. Y esto implica advertir que no es sólo el cuerpo orgánico sino a toda la persona incluido éste último. Sus significados pueden verse respecto a sí mismo, respecto a los demás hombres y respecto al mundo material y humano.


          - Como expresión: Si el H. es realmente un ser corpóreo y vive realmente su unidad con el cuerpo, es preciso decir que el cuerpo es el campo expresivo de la persona, el lugar donde toman forma concreta las posibilidades humanas.
          - Como presencia: En las relaciones humanas el cuerpo es presencia, lo cual se refiere exclusivamente a los seres humanos; las cosas no están presentes están simplemente allí. La presencia es la orientación hacia los demás.
          - Como lenguaje: El hecho de que haya lenguajes y de que el H. mismo sea constitutivamente un ser de palabra y lenguaje, tiene su raíz en el cuerpo en cuanto orientado hacia los demás. El cuerpo se expresa necesariamente en algún lenguaje.
          - Como principio de instrumentalidad: A través del dominio sobre las fuerzas del propio cuerpo el H. tiene ya radicalmente el dominio de las cosas de la naturaleza y puede intervenir para transformarlas en servicio del H. La mano humana es la expresión más visible de esta condición.
          - Como límite: Los aspectos positivos van también acompañados por unos aspectos reales e indiscutibles. El cuerpo es frágil y limitado en su adaptabilidad. Hay siempre un desnivel entre lo que se quiere expresar, realizar, comunicar y lo que realmente se expresa, se realiza, se comunica.
          

          El carácter intersubjetivo del H. y de la corporeidad humana encuentra una expresión especifica en el hecho de que toda persona existe como Hombre (varón-vir) y como Mujer (mulier). Aquí es donde la corporeidad humana revela profundas posibilidades interpersonales y donde la misma intersubjetividad se revela profundamente corpórea. Esto ha llevado la reflexión antropológica a la búsqueda del significado de la sexualidad.

          A través de la historia se ha admitido la igualdad sustancial entre el hombre y la mujer, sin embargo es conocido el papel secundario de la mujer en muchas sociedades o sistemas sociales. Como en lo biológico se ha concebido la complementariedad psicológica de ambos sexos, la plenitud del H. está dividida: lo que le falta a un sexo está en el otro: el hombre proyecta y transforma el mundo, la mujer guarda la vida, el hombre es abstracto, la mujer es concreta; el hombre es razón, la mujer sentimiento; el hombre está orientado más hacia las cosas, la mujer hacia las personas. Algunos pensadores ha visto en estas diferencias un producto puramente cultural originado por las influencias sociales.
          No se puede negar que la sexualidad tiene ante todo un aspecto corpóreo y fisiológico: la diferencia sexual parece penetrar en lo más íntimo de la célula. Sin embargo, el significado humano de "hombre" y "mujer" radica precisa y esencialmente en la relación entre personas, esto es, en la reciprocidad del encuentro de seres personales encarnados; todo el misterio de la sexualidad humana se halla en este encuentro intersubjetivo o interpersonal que no puede separarse de las condiciones corpóreas.

 

II. LA EXISTENCIA HUMANA COMO LLAMADA Y TAREA

 

          Las cosas de la naturaleza están simplemente ahí, fijas; el hombre, por el contrario, no vive humanamente más que a través de proyectos de perspectivas y de esperanzas.

          1. El Misterio de la Palabra y de la Verdad: El hecho de la palabra y la verdad hace en todas partes su aparición junto con el hombre. La historia del hombre está caracterizada por un incesante decir qué son las cosas. Este intento de desvelar la naturaleza de la realidad les permite también a los hombres acercarse entre sí; mediante el conocimiento y la palabra resulta posible llevar adelante un discurso humano, reconocer al otro, promoverlo en su humanidad.
          a) Naturaleza del conocimiento humano: El hombre ha hecho intentos de aclarar lo que quiere decir "conocer", esto es, estar en el mundo a través de la palabra y de la verdad. El conocimiento humano revela estos aspectos característicos de encarnación: 1)Los sentidos: el conocimiento sensitivo que no es totalmente idéntico al del animal como tampoco hay un conocimiento intelectivo puramente espiritual e independiente del cuerpo. Cuando un hombre ve o siente, no ve o siente solamente unas cosas espaciales y materiales privadas de significado humano; lo que percibe es un mundo humano; cuando reflexiona y razona no se mueve en un ambiente de ideas puras, está en la concretez de este mundo intentando algo de él, formulando conceptos y juicios científicos. 2) Palabra y praxis: El progreso de la verdad y el desarrollo del pensamiento están en íntima dependencia de una progresiva transformación del mundo en función de los conocimientos adquiridos.
          Para señalar al conocimiento humano concreto hay que insistir por lo menos en tres núcleos importantes. Ante todo conocer es experiencia: contacto consciente con la realidad; el conocer es pensamiento conceptualizante: palabra y discurso; el conocer es una actividad dialéctica: tensión entre la experiencia y el concepto por una parte y abierta hacia el absoluto por otra.

         
b) Carácter incompleto de la verdad humana: Frente a la situación concreta de la verdad humana las diversas antropologías presentan dos actitudes opuestas. Por un lado está la tendencia a no ver más que el aspecto absoluto de la verdad, ignorando o minimizando la multiplicidad, los choques, los errores, la búsqueda incesante. Por otro lado están las antropologías que ven solamente el carácter histórico y relativo de la verdad. La verdad humana, en su dimensión de conquista de la realidad y de acogida respetuosa del misterio, es una tarea que el hombre no podrá nunca agotar. Además la verdad humana tiene una historia y escribe necesariamente una historia.

          2. Acción humana y libertad: La búsqueda de la verdad no puede separarse de la realización del hombre mediante su actividad libre en el mundo. El mundo no es una realidad que sólo sea menester conocer y contemplar, sino una realidad que hay que realizar y humanizar con miras a humanizar al propio H. Para la antropología el H. obra "humanamente" cuando se da cuenta de lo que está haciendo: percibe un valor y lo hace propio, frente a esta problemática la antropología atiende a dos temas principales: a) los valores que caracterizan a todo el obrar humano, y b) la capacidad de encarnar ciertos valores en su propio obrar y por consiguiente obrar con libertad.
         
a) La llamada de los valores: con el término valor se identifican las cosas - materiales, instituciones, profesiones, derechos civiles, arte, moral, etc. - en la medida en que permiten realizar verdaderamente al hombre, por tanto, no son las cosas sino que las cosas del mundo aparecen bajo la luz de valores o están revestidas, en medidas o formas muy diversas de valor. Esta idea incluye algunas características: 1) Tensión dialéctica entre las cosas portadoras de valores y el sujeto humano, del cual depende el valor de las cosas: Hay que distinguir entre las cosas portadoras de valor y el aspecto de valor de que están revestidas esas cosas, el valor es el fundamento por el que una cosa se presenta como un bien; sin embargo, los valores, para ser reales, tienen necesidad del mundo concreto, material y humano en el que se realizan. Por ejemplo: los valores artísticos existen en las obras de arte, los valores morales en la cualidad de las relaciones humanas. Ahora bien, los valores, aunque se expresan en las cosas no son propiedades o estructuras de las cosas sino que existen con el H. que con ellos está en disposición de dar un significado a la propia existencia. Las cosas adquieren valor en la medida en que se insertan en ese proceso de humanización del H.; por consiguiente los valores no son solamente aquello que permite satisfacer una necesidad o un deseo sino todo lo que permite al hombre realizar su existencia y darle un significado. 2) Dimensión intersubjetiva de los valores: Los valores no son nunca solamente para mí; los son también para nosotros. La dimensión intersubjetiva no se refiere solamente al aspecto cultural de los valores, sino también al hecho de que permiten reconocer al otro en el mundo. En otras palabras, los valores no están primaria ni exclusivamente en la línea del tener y del poseer, sino también en la del dar y la del reconocer a los demás, contestar a su llamada (por ejemplo: compartir los bienes, el amor, ayudar al necesitado). Un valor se convierte plenamente en valor cuando es aceptado y asumido como valor también para los demás. 3) El elemento trascendente en la llamada de los valores: El H., quien es lugar de los valores, está orientado constitutivamente hacia los demás; así los valores no vienen determinados autónomamente por el hombre, es necesario reconocer en ellos un aspecto objetivamente humano. En el valor, es posible reconocer un elemento que trasciende al hombre individual y social que constituye una especie de norma para su obrar y para cada uno de los valores; los valores (vitales, estéticos, morales y religiosos) valen siempre y en todas partes ya que expresan un orden humano que permanece sin variar a través de todos los cambios de la historia. 4) Esfera de valores: Aunque los valores existen en una infinita multiplicidad forman una serie de esferas o regiones de valores que presentan una cierta autonomía entre sí. Las propias esferas polarizan a las dimensiones fundamentales de la existencia y tienden hacia su realización: valores del cuerpo, valores del espíritu, valores de la persona o valores éticos, valores religiosos. Cada una de esas esferas es a su vez capaz de una estructuración interna. Todo esto se sustenta en la convicción de que las cosas adquieren un valor en la medida en la que permiten reconocer y promover a las personas. 5) Tensión entre las esferas de los valores: Los valores materiales y corporales responden más bien a la intención de utilidad; los valores artísticos pertenecen al orden del lenguaje y de la expresión; los valores éticos tienen como intención específica la promoción y el reconocimiento del hombre en el mundo; los valores religiosos expresan el significado último del hombre, su razón de vivir y de esperar.
         
b) La Libertad en la Existencia Humana: El obrar humano no está únicamente caracterizado por los valores, sino también por el hecho de que esos valores son asumidos y se encarnan en el obrar. Este segundo aspecto es señalado como obrar personal o libre. La libertad y los valores son elementos inseparables de una única acción humana. La Libertad es un principio o capacidad fundamental de tomar en sus manos su propio obrar, de forma que éste pueda llamarse verdaderamente "mío" "tuyo" "suyo". 1) Libertad y obrar como responsabilidad: La libertad se opone a la inconsciencia, a la locura; esta libertad indica la capacidad de obrar sabiendo lo que se hace y por qué se hace; según esto, tanto si se obra mal como si se obra bien se decide tras una reflexión. 2) Libertad como madurez humana: Se refiere a aquel estado del H. que en gran medida se ha liberado de las diversas alineaciones y domina su propio obrar y su propia existencia de tal manera que puede llamarse verdaderamente libre; este es el H. maduro: el H. que se posee a sí mismo y determina las líneas de su propia existencia, no ya bajo la presión externa, sino sobre la base de opciones personales y meditadas. 3) Libertad como conjunto de las condiciones de liberación: Se refiere al conjunto de condiciones concretas en una determinada sociedad o cultura que permiten ejercitar y realizar la propia libertad. 4) La raíz de la libertad humana: A la libertad no es necesario demostrarla, ella es un hecho, y entre los hechos que se comprueban no hay ninguno que sea más evidente. Sin embargo, podemos decir que su verdadera raíz está en la subjetividad del H., esto es, en el hecho de que el H. existe de un modo con que no existe ningún otro ser. 5) La dimensión interpersonal de la libertad: El H. Tiene una condición concreta como ser encarnado, constitutivamente orientado hacia los demás, así la libertad no existe ni puede concebirse fuera de la relación interpersonal ya que el H. es siempre y necesariamente ego con los demás en el mundo. 6) Libertad y ética: En su más íntima esencia, la libertad está bajo la llamada del otro; desde el momento en que el otro aparece como otro (necesitado, huérfano, mendigo, emigrante...), nace también la dimensión ética. 7) Libertad y amor: Ninguna libertad puede desarrollarse hasta la edad adulta fuera del contexto de una relación de amor. Para entrar en la posesión plena de la propia libertad, el H. tiene que pasar a través de la gracia y el don del amor. En otras palabras, el amor, en el sentido de reconocimiento y de promoción del otro, es el verdadero ambiente de la libertad. El H. que sólo piensa en sí mismo está siendo prisionero de su egoísmo. 8) La situación corpórea de la libertad: El cuerpo es también asiento de los dinamismos involuntarios y de la vida afectiva. Ninguna libertad humana es capaz de realizarse sin integrar sustancialmente estos dinamismos, como ha puesto de relieve la psicología contemporánea. El H. logrado y equilibrado no es el que no siente el peso y el impulso de los dinamismos involuntarios, sino el que aceptándolos consigue integrarlos en su existencia humana total. 9) Libertad y liberación: La expresión "liberación" indica la forma típica con que la libertad humana está presente en el mundo. En todos los sectores de la existencia y de los valores la liberación se presenta como la tarea específica que tiene que cumplir el H. En el nivel de la reflexión filosófica la liberación aparece como la expresión exacta e inevitable de la libertad humana.

          3. Historicidad de la Existencia y Sentido de la Historia: La liberación del H. a través de la búsqueda de la verdad y de los valores y de la creación de una cultura humana, es una tarea histórica. La dimensión histórica caracteriza a todos los aspectos de la realización humana. El H. es realmente un ser histórico. Para llegar a una comprensión más clara de esta problemática central, que se indica generalmente con el término "historicidad" o de "dimensión histórica" de la existencia, será necesario distinguir algunos temas fundamentales: a) análisis general de la dimensión histórica de la existencia; b) el trabajo como aspecto dinámico de la historia; c) el problema del sentido de la historia.
         
a) Dimensión Histórica de la existencia: 1) Sobre la noción de historicidad: "historicidad" indica el carácter histórico de la existencia humana: el hombre vive y realiza su propia existencia en diálogo con la realidad histórica ya existente, dando de este modo origen y continuidad al fenómeno de la historia. La historicidad es una característica que se encuentra solamente en el H.. Sin embargo, no es posible definir la historicidad sin referencia a la historia, pero, tampoco es posible expresar a fondo la idea de historia sin referirse a la existencia histórica del H.. 2) Elementos de la historicidad: > el espíritu encarnado: la encarnación exige la expresión del H. en la realidad corpórea, para realizarse a sí mismo el H. tiene que crear una amplia cultura humana, humanizar al mundo y humanizarse a sí mismo. > la dimensión temporal de la existencia: la condición temporal del H. en el mundo no es independiente del tiempo objetivo y matemático que caracteriza a todas las realidades materiales. Sin embargo el tiempo humano es distinto: se trata de un presente que se extiende fundamentalmente al pasado y al futuro. > la dimensión social e interpersonal: el presente (como temporal) no puede nunca disociarse de la presencia (como interpersonal). La encarnación y la temporalidad no son características puramente individuales, al contrario, el pasado y el futuro, la presencia y la esperanza, son realidades esencialmente interpersonales y sociales. > la libertad: la libertad es verdaderamente el lugar donde la situación se transforma en historia y donde el H. asume fundamentalmente su responsabilidad frente al pasado y el futuro, esto es, frente a los demás hombres.

   

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