En 1.922, tratando de dar debida respuesta al problema
básico de la conexión que existe entre el lenguaje y la
realidad, L. Wittgenstein afirmaba lo siguiente: " lo que siquiera
puede ser dicho, puede ser dicho claramente; y de lo que no se puede hablar
hay que callar". Sin pretender adentrarnos en cuestiones disputadas
acerca de la necesidad manifiesta por clarificar el lenguaje y/o pensamiento
a través de la dilucidación y delimitación de lo
que puede o no decirse y toda la problemática filosófica
que ello conlleva, sin embargo, ¡qué oportunas tales palabras
a fines de desmontar cierto discurso patente en el leguaje corriente hoy
en día!.
Comúnmente se tiende a hablar de "crisis de valores"
como una de las características principales de nuestra sociedad.
Pero, en primer lugar, ¿de cuál valor se está haciendo
referencia?; ¿se trata de valores morales?; o ¿valores estéticos?;
¿o valores "de producción"?. Segunda observación,
si de lo que se trata es de valores morales: ¿hay crisis de ciertos
valores de carácter universal -latentes a lo largo de la historia
de la Humanidad- como, por ejemplo, LIBERTAD,
FELICIDAD, BONDAD, IGUALDAD, y otros?. ¿Acaso ha de
hablarse de crisis de valores morales específicos a la Formación
Social hegemónica actualmente: la Capitalista?. En tal caso y aceptando
el principio según el cual el lenguaje representa, muestra, la
realidad (como figuración de su estructura) ¿se trataría,
por ende, de aquellos valores inherentes a la moral pragmática-utilitarista,
vistos como modelos a seguir?.
En este sentido, clarificado en su plena y correcta significación,
el lenguaje utilizado, sólo queda por afirmar: no hay tal "crisis
de valores". A lo sumo lo que ha de plantearse, de manera clara y
distinta, es que hay ciertos valores frente a los cuales o se toma una
posición crítica, o simplemente se asumen como propios,
a saber: los de la moral capitalista. De hecho, los valores morales de
tal tenor están ahí, vigentes, puestos en práctica
cada día, a cada hora, sea individualmente, sea colectivamente,
o por medio de formas institucionales de comunicación e interrelación
(Medios de Comunicación, Escuelas, Estado, y así...). Esos
valores no están, pues, en "crisis"; al contrario, cada
vez se concretizan y se generalizan en sumo grado, en el marco de las
relaciones sociales entre los miembros de nuestra sociedad. Y no puede
ser de otra forma. Después de todo, el pragmatismo técnico-administrativo
se acepta actualmente -vía imposición, consciente o inconscientemente-
como el modelo moral por excelencia.
La supuesta crisis no es, por tanto, absolutizante. El valor absoluto
no existe. Igualmente, no existen distingos radicales entre formas o tipos
de valores (como los supuestos valores endógenos y exógenos
a las cosas). Lo que hay es una jerarquía de valores, esto es,
según determinada sociedad, determinado interés individual,
comunitario, institucional, o de una clase social. Desde esta perspectiva,
puede reconocerse el carácter relativo (e incluso ideológico)
de los valores, sin que por ello estemos negando la preeminencia de un
sistema de valores por encima de otros.
De cara a dicho contexto: ¿cuál ha de ser el papel de la
Educación y del Docente, en tanto instrumento y sujeto conformantes
del proceso de enseñanza-aprendizaje, proceso que conlleva en sí
una transmisión ideológica-axiológica definida?.
No es fácil dilucidar tal cuestión. Pero debemos estar de
acuerdo en que una de las principales tareas de la Pedagogía crítica,
problematizadora, consistirá, precisamente, en proponer un sistema
de valores morales que tenga en cuenta la relatividad histórica
y contingente delos mismos.