¿CRISIS DE VALORES O VALORES EN CRISIS?

Prof. Francisco Zambrano

          En 1.922, tratando de dar debida respuesta al problema básico de la conexión que existe entre el lenguaje y la realidad, L. Wittgenstein afirmaba lo siguiente: " lo que siquiera puede ser dicho, puede ser dicho claramente; y de lo que no se puede hablar hay que callar". Sin pretender adentrarnos en cuestiones disputadas acerca de la necesidad manifiesta por clarificar el lenguaje y/o pensamiento a través de la dilucidación y delimitación de lo que puede o no decirse y toda la problemática filosófica que ello conlleva, sin embargo, ¡qué oportunas tales palabras a fines de desmontar cierto discurso patente en el leguaje corriente hoy en día!.
          Comúnmente se tiende a hablar de "crisis de valores" como una de las características principales de nuestra sociedad. Pero, en primer lugar, ¿de cuál valor se está haciendo referencia?; ¿se trata de valores morales?; o ¿valores estéticos?; ¿o valores "de producción"?. Segunda observación, si de lo que se trata es de valores morales: ¿hay crisis de ciertos valores de carácter universal -latentes a lo largo de la historia de la Humanidad- como, por ejemplo,
LIBERTAD, FELICIDAD, BONDAD, IGUALDAD, y otros?. ¿Acaso ha de hablarse de crisis de valores morales específicos a la Formación Social hegemónica actualmente: la Capitalista?. En tal caso y aceptando el principio según el cual el lenguaje representa, muestra, la realidad (como figuración de su estructura) ¿se trataría, por ende, de aquellos valores inherentes a la moral pragmática-utilitarista, vistos como modelos a seguir?.
          En este sentido, clarificado en su plena y correcta significación, el lenguaje utilizado, sólo queda por afirmar: no hay tal "crisis de valores". A lo sumo lo que ha de plantearse, de manera clara y distinta, es que hay ciertos valores frente a los cuales o se toma una posición crítica, o simplemente se asumen como propios, a saber: los de la moral capitalista. De hecho, los valores morales de tal tenor están ahí, vigentes, puestos en práctica cada día, a cada hora, sea individualmente, sea colectivamente, o por medio de formas institucionales de comunicación e interrelación (Medios de Comunicación, Escuelas, Estado, y así...). Esos valores no están, pues, en "crisis"; al contrario, cada vez se concretizan y se generalizan en sumo grado, en el marco de las relaciones sociales entre los miembros de nuestra sociedad. Y no puede ser de otra forma. Después de todo, el pragmatismo técnico-administrativo se acepta actualmente -vía imposición, consciente o inconscientemente- como el modelo moral por excelencia.
          La supuesta crisis no es, por tanto, absolutizante. El valor absoluto no existe. Igualmente, no existen distingos radicales entre formas o tipos de valores (como los supuestos valores endógenos y exógenos a las cosas). Lo que hay es una jerarquía de valores, esto es, según determinada sociedad, determinado interés individual, comunitario, institucional, o de una clase social. Desde esta perspectiva, puede reconocerse el carácter relativo (e incluso ideológico) de los valores, sin que por ello estemos negando la preeminencia de un sistema de valores por encima de otros.
          De cara a dicho contexto: ¿cuál ha de ser el papel de la Educación y del Docente, en tanto instrumento y sujeto conformantes del proceso de enseñanza-aprendizaje, proceso que conlleva en sí una transmisión ideológica-axiológica definida?. No es fácil dilucidar tal cuestión. Pero debemos estar de acuerdo en que una de las principales tareas de la Pedagogía crítica, problematizadora, consistirá, precisamente, en proponer un sistema de valores morales que tenga en cuenta la relatividad histórica y contingente delos mismos.

 
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