Sin lugar a dudas que en la historia del pensamiento humano y de sus
directrices propuestas, la perspectiva de una formulación ética ha
jugado un papel de innegable importancia. Se piensa que entre los
problemas inherentes a la propia condición humana, una explicación de la
subjetividad que le es propia, de sus principios y estructuras, sería una
de las bases primordiales para una mejor comprensión de lo que es el
hombre en la Historia y de sus relaciones con el entorno natural y social.
Pero, en tanto exploración de la
interioridad humana por parte de filósofos, teólogos, etc.; encontramos
un sinnúmero de opiniones encontradas que las más de las veces dejan
cierto halo de incertidumbre en la supuesta validez de sus propuestas,
producto de ello también las más de las veces del estado de desarrollo
del pensamiento del cual han sido extraídos, aunado a esto, al momento
social en el que han acaecido.
Desde este punto de vista es que nos
proponemos un análisis detallado y, por tanto, un punto de vista propio,
de la eticidad en tanto qué aspecto clave en la diaria actividad humana.
Pensar en problemas del ser humano, es pensar en función de la totalidad
de la condición.
1.- Del pensar ético
“en sí mismo” a la
consideración
de la ética social.
Tal vez el concepto ético encierra
en sus adentros no más que una insulsa abstracción sin ningún asidero
en el hecho real que es la existencia humana. El mismo psicoanálisis nos
habla acerca de los problemas de orden subjetivo, los morales entre ellos,
más bien en base a una conformación de la personalidad con caracteres
determinados desde problemas de índole psicológicos, que los más de los
casos son producto directo de un factor externo que a una supuesta autonomía
o innatismo en las aspiraciones subjetivas del hombre.
Ahora bien, lo que nos ha revelado el
avance del hombre y de su pensar en los que el aspecto ético-moral del
mismo se refiere, se puede inferir de lo siguiente: que la consideración
ética ha pasado de la formulación de una propuesta que parte de
considerar tal grupo de problemas como inherentes al subjetivo humano en sí
mismo, en cuanto agregado de motivos, afecciones y normas según un cierto
orden sin dependencia ni derivación alguna, ha transitado – repito- a
un punto de vista más general donde lo ético se inscribe en el marco de
referencia de otros muchos aspectos humanos previamente determinados por
factores de una mayor amplitud e influencia, en suma, a la consideración
de una ética social. El hombre y sus problemas pueden ser vistos ahora
como un punto más en el mundo –dominante hasta ahora- de contextos y
edificaciones materiales, económicos, políticos, que a la par que
resultados directos del obrar humano, han pasado a ser incitadores de esa
misma actividad.
1.1
El teorizar ético en contraposición
al
hecho práctico- concreto.
Esa nueva visión de una ética humana se inscribe en la explanación del
conocimiento científico de lo que es y ha sido el hombre y su historia. “El
ser social es el que determina la conciencia social” nos dirá Marx,
y nada más cierto; el hombre es un ser activo en constante movimiento y
acoge ciertas directrices de norma conductual en la medida en que logre
desenvolverse en el hecho social mismo. El hombre hace la historia y ésta
avanzará en la medida en que aquél se identifique o modifique el
contorno natural-social y, con ello, en cuanto promueva nuevos órdenes de
dominación social. Sin duda, algunos que tales parámetros fueron tomados
en cuenta – por efectivos- en la antigüedad clásica griega, donde el
ser humano se modificaba en cuanto cambiaban las bases de la “polis”
misma.
De nada vale, por tanto, el ponerse al
lado del inmovilismo y de la autosuficiencia en el análisis de un hecho
cualquiera mientras que ambas categorías no expliquen mucho acerca de lo
que se quiere investigar, mucho menos cuando se trata de problemas íntimos
a la condición humana. Categorizar por abstraer, generalizar por
absolutizar –como hace Kant- conlleva a la limitación del problema que nos atañe. Al
contrario se debe partir de la necesaria congruencia entre la teoría y la
práctica, es decir; bajar el punto ético-moral del cielo confuso en el
que ha sido colocado por aquellas doctrinas que comparten en conjunto una
visión racionalista, mística y limitadora del acontecer humano. Hay, por
el contrario, un mundo de perspectivas concretas desmitificadoras, donde
hechos de real existencia determina cualquier intento por teorizar – sin
una relación práctica – lo ético-moral en el obrar humano.
1.1 El concepto ético clásico de la felicidad
indeterminada;
síntesis del ideal de aceptación y
resignación cristiana.
Un claro ejemplo de esa idealización, que muchas veces aparece en forma
de alienación, en la búsqueda de una ética fehaciente, lo
tenemos en el sueño durante mucho tiempo mantenido, de un afán de
felicidad que se relacione con una supuesta búsqueda de la libertad. Dos
conceptos, libertad y felicidad, que han dominado las teorías
éticas. Pero ¿Libertad en qué sentido; de qué y de quiénes? ¿Felicidad,
en qué y a partir de qué? Ante tales interrogantes muchos contestan de
la siguiente manera: libertad para conmigo mismo en la consideración de
lo que es bueno y de lo que será malo para mi conducta. Pero, ¿qué es
lo válido y que no lo es? O lo que es lo mismo, ¿qué me puede servir
satisfactoriamente y qué me es dañino? La respuesta debemos buscarla en
el estado mismo de las cosas, en el hecho social que determina mi acción.
Lo mismo es aplicable al concepto de felicidad tan malversado y
encubierto.
Pues bien, lo que quiero llegar a
decir es que tales categorías, propias de la ética clásica tienen sus
referencias directas en las tesis cristianas de resignación de los
designios divinos y, como tal debemos prepararnos no sólo a llevar golpes
en la vida, sino también a dar por hecho la inmediatez social, el Estado
mismo, etc. En esto deviene el ideal de felicidad moral única e
exclusivamente a partir del propio sujeto, algunas veces desde el respeto
hacia los demás (Hobbes), o
como aquellos preceptos básicos de libertad burguesa que nos retrotraen a
la Ilustración y a la Revolución Francesa, pero sin que en
ningún momento se propongan tocar el problema de fondo en la formulación
de una moral humana: el necesario entronque con los factores de dominación
propuesto por el orden socio-económico presente.
2.- Los
problemas éticos en el mundo contemporáneo.
Era necesario –si se quiere- que se hiciese presente el hombre del siglo
XXI, el ser “dominador” del
átomo y del espacio, para que afloren todas las dificultades y carencias
morales contenidas en ciertos límites y adulteradas a lo largo de épocas
anteriores. El mundo de hoy es convulso y, con él, el hombre mismo. La
falta de un espíritu de liberación, entendida ésta tanto del hombre
consigo mismo con la del entorno social en el cual se mueve; se hace cada
vez más necesaria en un planeta dividido de un lado por el factor
neurotizante y alienante de un modo de producción capitalista cada día más
inhumano y, por el otro, el factor mecanizante y resignante propios a
diversos socialismos de Estado atenidos a sistemas normativos de férrea
burocracia. Tal vez el “anhelo faústico”, si se quiere circunde en torno al fantasma
de libertad individual y colectiva que nunca ha podido recorrer, ni much0o
menos generalizarse, en el mundo.
Factores de desidia, de angustia
existencial, conforman, entre otros, los caracteres principales del sujeto
humano en estos tiempos. Ante tal altas paredes el ideal ético, de normas
registradoras de u obrar humano acorde con una psicología individual y
con una psicología social colectiva, que desvirtúe el fondo neurálgico
del acontecer humano, se nos presenta como una alternativa válida de
estudio y de consumo.
En el ejemplo venezolano, en
particular la variante socio-económica es de una influencia total y
arrolladora, limitando el desenvolvimiento creador del individuo quien sólo
se aboca hacia un afán competitivo acentuador
de las ya grandes diferencias entre él y los demás. Es decir, en
el sistema capitalista de dominación es la práctica consecuente de las
clases dominantes lo que caracteriza el prototipo a seguir en el ideal del
hombre venezolano.
Hay una pérdida de identidad con una
consecuente desvalorización moral de sí mismo. La sociedad dividida, la
desigualdad en la distribución de las riquezas, el avasallante aparato de
dominación ideológica (iglesia, medios de comunicación, educación,
etc.) son todos medios de afianzamiento del aparato burgués capitalista.
Parodiando un poco podríamos decir que el “deber
ser” kantiano sería aquí con y para el Estado, y con los sistemas
de “determinabilidades e inclinaciones” para llegar a él, lo tendríamos
en la actividad encubridora de los poderosos medios de comunicación
modernos.
En
conclusión, podemos decir que es en la real y efectiva integración entre
el individuo, en tanto que ser con aspiraciones e inclinaciones específicas
con la sociedad, en tanto que congregación de seres que viven en común,
en donde encontraremos el factor clave en la búsqueda de un ideal ético-moral.
©2.002
por Francisco Zambrano. Todos los derechos reservados. Este material puede
ser reproducido únicamente con fines pedagógicos o de investigación.
|