Aspectos éticos: Individuos - Sociedad.

Por Francisco Zambrano

Universidad Pedagógica Experimental Libertador
Instituto Pedagógico de Barquisimeto
"Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa"

(Publicado por primera vez por el autor, en la revista

“Nueva Expresión”, No. 2, Junio de 1980,

 órgano divulgativo de los estudiantes de la

Escuela de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela)

 

         Sin lugar a dudas que en la historia del pensamiento humano y de sus directrices propuestas, la perspectiva de una formulación ética ha jugado un papel de innegable importancia. Se piensa que entre los problemas inherentes a la propia condición humana, una explicación de la subjetividad que le es propia, de sus principios y estructuras, sería una de las bases primordiales para una mejor comprensión de lo que es el hombre en la Historia y de sus relaciones con el entorno natural y social.

        Pero, en tanto exploración de la interioridad humana por parte de filósofos, teólogos, etc.; encontramos un sinnúmero de opiniones encontradas que las más de las veces dejan cierto halo de incertidumbre en la supuesta validez de sus propuestas, producto de ello también las más de las veces del estado de desarrollo del pensamiento del cual han sido extraídos, aunado a esto, al momento social en el que han acaecido.

        Desde este punto de vista es que nos proponemos un análisis detallado y, por tanto, un punto de vista propio, de la eticidad en tanto qué aspecto clave en la diaria actividad humana. Pensar en problemas del ser humano, es pensar en función de la totalidad de la condición.


1.- Del pensar ético “en sí mismo” a la

      consideración de la ética social.

        Tal vez el concepto ético encierra en sus adentros no más que una insulsa abstracción sin ningún asidero en el hecho real que es la existencia humana. El mismo psicoanálisis nos habla acerca de los problemas de orden subjetivo, los morales entre ellos, más bien en base a una conformación de la personalidad con caracteres determinados desde problemas de índole psicológicos, que los más de los casos son producto directo de un factor externo que a una supuesta autonomía o innatismo en las aspiraciones subjetivas del hombre.

        Ahora bien, lo que nos ha revelado el avance del hombre y de su pensar en los que el aspecto ético-moral del mismo se refiere, se puede inferir de lo siguiente: que la consideración ética ha pasado de la formulación de una propuesta que parte de considerar tal grupo de problemas como inherentes al subjetivo humano en sí mismo, en cuanto agregado de motivos, afecciones y normas según un cierto orden sin dependencia ni derivación alguna, ha transitado – repito- a un punto de vista más general donde lo ético se inscribe en el marco de referencia de otros muchos aspectos humanos previamente determinados por factores de una mayor amplitud e influencia, en suma, a la consideración de una ética social. El hombre y sus problemas pueden ser vistos ahora como un punto más en el mundo –dominante hasta ahora- de contextos y edificaciones materiales, económicos, políticos, que a la par que resultados directos del obrar humano, han pasado a ser incitadores de esa misma actividad.


 1.1 El teorizar ético en contraposición

        al hecho práctico- concreto.

Esa nueva visión de una ética humana se inscribe en la explanación del conocimiento científico de lo que es y ha sido el hombre y su historia. “El ser social es el que determina la conciencia social” nos dirá Marx, y nada más cierto; el hombre es un ser activo en constante movimiento y acoge ciertas directrices de norma conductual en la medida en que logre desenvolverse en el hecho social mismo. El hombre hace la historia y ésta avanzará en la medida en que aquél se identifique o modifique el contorno natural-social y, con ello, en cuanto promueva nuevos órdenes de dominación social. Sin duda, algunos que tales parámetros fueron tomados en cuenta – por efectivos- en la antigüedad clásica griega, donde el ser humano se modificaba en cuanto cambiaban las bases de la “polis” misma.

De nada vale, por tanto, el ponerse al lado del inmovilismo y de la autosuficiencia en el análisis de un hecho cualquiera mientras que ambas categorías no expliquen mucho acerca de lo que se quiere investigar, mucho menos cuando se trata de problemas íntimos a la condición humana. Categorizar por abstraer, generalizar por absolutizar –como hace Kant- conlleva a la limitación del problema que nos atañe. Al contrario se debe partir de la necesaria congruencia entre la teoría y la práctica, es decir; bajar el punto ético-moral del cielo confuso en el que ha sido colocado por aquellas doctrinas que comparten en conjunto una visión racionalista, mística y limitadora del acontecer humano. Hay, por el contrario, un mundo de perspectivas concretas desmitificadoras, donde hechos de real existencia determina cualquier intento por teorizar – sin una relación práctica – lo ético-moral en el obrar humano.

1.1   El concepto ético clásico de la felicidad indeterminada;

           síntesis del ideal de aceptación y resignación cristiana.

         Un claro ejemplo de esa idealización, que muchas veces aparece en forma de alienación, en la búsqueda de una ética fehaciente, lo tenemos en el sueño durante mucho tiempo mantenido, de un afán de felicidad que se relacione con una supuesta búsqueda de la libertad. Dos conceptos, libertad y felicidad, que han dominado las teorías éticas. Pero ¿Libertad en qué sentido; de qué y de quiénes? ¿Felicidad, en qué y a partir de qué? Ante tales interrogantes muchos contestan de la siguiente manera: libertad para conmigo mismo en la consideración de lo que es bueno y de lo que será malo para mi conducta. Pero, ¿qué es lo válido y que no lo es? O lo que es lo mismo, ¿qué me puede servir satisfactoriamente y qué me es dañino? La respuesta debemos buscarla en el estado mismo de las cosas, en el hecho social que determina mi acción. Lo mismo es aplicable al concepto de felicidad tan malversado y encubierto.

        Pues bien, lo que quiero llegar a decir es que tales categorías, propias de la ética clásica tienen sus referencias directas en las tesis cristianas de resignación de los designios divinos y, como tal debemos prepararnos no sólo a llevar golpes en la vida, sino también a dar por hecho la inmediatez social, el Estado mismo, etc. En esto deviene el ideal de felicidad moral única e exclusivamente a partir del propio sujeto, algunas veces desde el respeto hacia los demás (Hobbes), o como aquellos preceptos básicos de libertad burguesa que nos retrotraen a la Ilustración y a la Revolución Francesa, pero sin que en ningún momento se propongan tocar el problema de fondo en la formulación de una moral humana: el necesario entronque con los factores de dominación propuesto por el orden socio-económico presente.

 

2.- Los problemas éticos en el mundo contemporáneo.

       

Era necesario –si se quiere- que se hiciese presente el hombre del siglo XXI, el ser “dominador” del átomo y del espacio, para que afloren todas las dificultades y carencias morales contenidas en ciertos límites y adulteradas a lo largo de épocas anteriores. El mundo de hoy es convulso y, con él, el hombre mismo. La falta de un espíritu de liberación, entendida ésta tanto del hombre consigo mismo con la del entorno social en el cual se mueve; se hace cada vez más necesaria en un planeta dividido de un lado por el factor neurotizante y alienante de un modo de producción capitalista cada día más inhumano y, por el otro, el factor mecanizante y resignante propios a diversos socialismos de Estado atenidos a sistemas normativos de férrea burocracia. Tal vez el “anhelo faústico”, si se quiere circunde en torno al fantasma de libertad individual y colectiva que nunca ha podido recorrer, ni much0o menos generalizarse, en el mundo.

        Factores de desidia, de angustia existencial, conforman, entre otros, los caracteres principales del sujeto humano en estos tiempos. Ante tal altas paredes el ideal ético, de normas registradoras de u obrar humano acorde con una psicología individual y con una psicología social colectiva, que desvirtúe el fondo neurálgico del acontecer humano, se nos presenta como una alternativa válida de estudio y de consumo.

        En el ejemplo venezolano, en particular la variante socio-económica es de una influencia total y arrolladora, limitando el desenvolvimiento creador del individuo quien sólo se aboca hacia un afán competitivo acentuador  de las ya grandes diferencias entre él y los demás. Es decir, en el sistema capitalista de dominación es la práctica consecuente de las clases dominantes lo que caracteriza el prototipo a seguir en el ideal del hombre venezolano.

        Hay una pérdida de identidad con una consecuente desvalorización moral de sí mismo. La sociedad dividida, la desigualdad en la distribución de las riquezas, el avasallante aparato de dominación ideológica (iglesia, medios de comunicación, educación, etc.) son todos medios de afianzamiento del aparato burgués capitalista. Parodiando un poco podríamos decir que el “deber ser” kantiano sería aquí con y para el Estado, y con los sistemas de “determinabilidades e inclinaciones” para llegar a él, lo tendríamos en la actividad encubridora de los poderosos medios de comunicación modernos.

        En conclusión, podemos decir que es en la real y efectiva integración entre el individuo, en tanto que ser con aspiraciones e inclinaciones específicas con la sociedad, en tanto que congregación de seres que viven en común, en donde encontraremos el factor clave en la búsqueda de un ideal ético-moral.

  

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