RESUMEN
La ciencia que puede surgir de
elaboraciones muy abstractas (pensamiento superior), tomando distancia
respecto de la empiría entendida ésta como materia, halla en la educación
el medio expedito para socializarse. Más aún en la educación formal,
donde el conocimiento científico toma un cariz de ortodoxia académica
hasta formar un canon que luego se hará
saber común o socializará. De allí que sea de interés
reflexionar sobre la praxis educacional desde la epistemología, asumida
ésta en el presente trabajo como el estudio lógico de las estructuras teóricas
de la ciencia (Moulines, citado en Reyes, 1988). En efecto, el análisis
epistemológico de la praxis educativa obliga, a detenerse en la
naturaleza, estructura y organización del conocimiento científico y de
su traducción en conocimiento escolar y personal. Una tarea semejante
supone una investigación a objeto de patentizar las matrices teórica-metodológicas
que comúnmente subyacen en el ejercicio de la docencia. Una investigación
que exige adentrarse en los campos de los paradigmas científicos
dominantes o que han dominado. Igualmente implica reflexionar sobre los
alcances y debates suscitados en la comunidad científica y la producción
en general. El objetivo general del trabajo que se presenta, entonces, es
analizar los fundamentos epistemológicos que subyacen a las teorías
educativas: conductista y cognitiva.
Descriptores:
epistemología, enfoque epistemológico, teoría educativa, ciencia,
paradigmas científicos
Introducción
Entre
las disciplinas filosóficas, la gnoseología como se le denomina en su
tradición latina y alemana o epistemología en
su versión inglesa, tiene la delicada función de hacer la critica al
conocimiento de las teorías científicas; unidades éstas integradoras
que soportan la racionalidad y la metodología del saber en su carácter
riguroso e institucional- socializado. El conocimiento hace al hombre,
genera bienestar y le transfiere poder a través del instrumental tecnológico
para transformar el medio físico y social. Al respecto Padrón (1992) señala
que la función del conocimiento es la “de sustentar acciones racionales
colectivas, de producir innovaciones instrumentales y tecnológicas de
definir perfiles históricos-culturales de las sociedades” (p. 17). Ello
es así aunque alguna discusión exista en el campo de la antropología
filosófica, la cual pregona que existe irracionalidad en el uso de la
ciencia y en la promesa de felicidad como subproducto de la ciencia y la
tecnología en la sociedad contemporánea (Oppenheimer, 1947, citado en
Burk, Díaz y Quintanilla, s.f.). En efecto estos autores denotan que:
Oppenheimer
en su libro: “Science and Corzon Understading”, pone en claro que la
ciencia le confiere al hombre poder, mas no ideas humanas ni sabiduría.
El conocimiento científico, como tal, y que hacer con el, son ramas
diferentes del mítico árbol del bien y del mal. El haber probado el
hombre de su fruto nos ha colmado de grandes bienes; y a la vez de
terribles males (p.17)
Como
ha dicho Jefferson (ob.cit.) “la
ciencia ya no puede retroceder. Lo que una vez haya ganado en verdaderos
conocimientos, es imposible que se vaya a perder” (p. 18). En todo caso,
tal vez lo que importa es impulsar la reflexión sobre “el modo como las
teorías se contrastan en las experiencias que les sirven de base” (Moulines,
citado en Reyes, 1988, p.
28); todo ello para que el hombre asuma una posición racional y humanística
frente a la totalidad de lo real, sobre el mundo y la cotidianidad de la
existencia, pues ya se ha afirmado que la ciencia confiere racionalidad a
la acción humana.
El
conocimiento en su versión sistemática y rigurosa presenta una evolución,
en la cual destaca diversos estilos de pensamiento. Estilos que han
marcado los avances científico- tecnológicos en la historia y que por
diversas vías se han transferido al ámbito educativo:
empirista-inductivo y racionalista- deductivo. El análisis de éstos
pondrán en evidencia cuáles son los supuestos epistemológicos que
subyacen en la practica educativa, por ello se requiere comprender el
proceso socio-histórico de las teorías educativas en el tiempo contemporáneo
y su relación con las matrices teórico-metodológicas.
ALCANCES
Y LIMITACIONES
El alcance de la investigación se expresa en el hecho de
incursionar en un ámbito como es la epistemología, para abordar la forma
en que se elabora el conocimiento, según diversos esquemas filosóficos,
en este caso el empirismo y el racionalismo, datos que con frecuencia se
suelen olvidar en el ejercicio de la docencia.
El trabajo presentado no irá mas allá
de realizar un análisis general y muy sucinto de las teorías educativas
conductista y cognitiva, a la luz de los dos enfoques epistemológicos
mencionados.
TEORÍAS
EDUCATIVAS Y SU SUBSTRATO EPISTEMOLÓGICO
1.1
Conductismo
En general, una teoría educativa
adhiere una postura epistemológica que sirve de sustrato para conceptuar
el aprendizaje, los contenidos a ser enseñados y las estrategias pedagógicas,
entre otros. También adhiere una perspectiva en torno a los elementos
axiológicos y teleológicos presentes en el currículo escolar. Una forma
de materializar estos enfoques es precisado por Del Río (1994), quién
afirma que la teoría educativa caracterizante del aprendizaje como
comportamiento observable, se apoya en el neopositivismo, del cual se
deriva la filosofía del conductismo y sus variantes: condicionamiento clásico
y operante. El aprendizaje, entonces, estaría relacionado con los cambios
de comportamiento, logrados a través del ensayo y del error. Este proceso
depende de las experiencias (estímulos) del sujeto, quién
produce necesariamente nuevas conductas (respuestas) o modifica las
ya existentes. Para esta teoría el término aprendizaje significa
cualquier cambio relativamente permanente en la conducta, que se produce
como consecuencia de una experiencia.
Robbins
(1994) plantea tres teorías que explican el proceso por medio del cual se
adquieren patrones de comportamiento. Ellas son: (a) el condicionamiento
clásico; (b) el condicionamiento operante y (c) el aprendizaje social.
El condicionamiento clásico, ocurre cuando una respuesta
condicionada da lugar a la creación de una asociación entre un estimulo
condicionado y un estimulo no condicionado. Así, frente a una situación
acaecida el individuo reacciona de una manera concreta, como producto de
la respuesta a un hecho específico e identificable. Por su parte, el
condicionamiento operante, sostiene que la conducta está en función de
sus consecuencias, representando un comportamiento voluntario o aprendido.
Y el aprendizaje social, pregona que el sujeto aprende por la observación
y por la experiencia directa. Según Robbins, implícitamente en cada uno
de estos patrones existen cuatro procesos básicos que determinan la
influencia o acentuación de un modelo de comportamiento en el individuo:
la atención, la retención, la reproducción motora y el reforzamiento.
En el proceso pedagógico, se habrán de tomar en cuenta tales aspectos a
objeto de establecer relaciones causa-efecto a través de las repeticiones
de los eventos. Además, se asegura el éxito en el proceso de enseñanza
y de aprendizaje, el cual puede estar mediado por elementos tecnológicos
como máquinas de aprendizaje o laboratorios.
Otro elemento interesante sobre la
teoría conductista es que ésta insurgía en contra de la enseñanza
tradicional, el llamado escolasticismo, el cual tuvo un amplio desarrollo
a partir de mediados del siglo XX. En efecto, Skinner hacia los años
1950, 54 y 68, publica una serie de obras, en las que despliega nuevas
teorías de la educación para eliminar la pasividad del estudiante y para
fomentar la memorización a través de la repetición, entre otras. Adopta
la administración de estímulos y reforzamientos adecuados para
garantizar respuestas apropiadas. La enseñanza debía de ser programada por objetivos y secuenciada;
apoyada en técnicas de análisis de tareas, recursos y estrategias;
provista de evaluaciones parciales y finales, garantizando de esta manera
aprendizajes efectivos en corto tiempo, traducidos éstos en conductas
medibles, o controlables por medio de registro sensoriales. Así, el
procesamiento de la información, al igual que el empirismo, se basa en
datos observables agrupados en variables (Rivero, 1998).
Este
criterio de enseñanza instaura
su demarché de dominio mediante la producción de unos modelos y
paradigmas de la realidad que le garanticen eficacia operativa. Asimismo,
el conductismo a tenor del empirismo-inductivo, sostiene que el
aprendizaje constituye un proceso acumulativo y gradual, en el cual las
actividades escolares tienen que ser secuenciales y estructuradas por
objetivos y contenidos de menor a mayor complejidad y profundidad. En este
sentido, el estudiante produce nuevas situaciones a partir de las
anteriores; nuevas actividades a partir de otras ya existentes.
De
lo expuesto se presume que el análisis de la conducta humana obedece a un
enfoque epistemológico empirista-inductivo, cuyo criterio de delimitación
viene a ser la verificabilidad y la experimentación para establecer el
conocimiento verdadero. Los empiristas han acogido la postura de que el
conocimiento se deriva de las impresiones sensoriales (Padrón, 1998).
Estas impresiones cuando se asocian contiguamente en el tiempo y en el
espacio pueden ensamblarse para formar ideas complejas. Como quiera que el
conductismo y otras posturas colaterales (el pragmatismo y el
progresismo), aspiran a conferir cientificidad al proceso de enseñanza y
de aprendizaje, reducen a aspectos esquemáticos la conducta observable. En el conductismo, el aprendizaje humano se comprende y
explica a partir de las leyes generales que regulan la conducta animal y
de las actividades de laboratorio aplicando
principios de causalidad mecanicistica.
Esta vieja teoría, el conductismo
propulsora del conocimiento, ya hecho como cualquier otra mercancía, o
como mera reproducción del orden dado, tanto en lo económico, en lo
cultural como en lo científico-tecnológico o en todo caso como reflejo
de la realidad dada, presentó una repercusión negativa en todo el
sistema educativo. Principalmente en el docente, en su desempeño de
investigador y productor de cultura, de conocimiento. El docente limitó
su acción pedagógica al rol de transmisor de conocimiento y valores
morales del acervo tradicional. Que no es poco, pero su rol ha podido ser
más amplio e integral, en particular enriqueciéndolo con el componente
de la creatividad e investigación, traducido esto en originalidad de métodos,
puntos de vista y solución de problemas relevantes del aula y de la
comunidad. Ello supone pues, un cambio radical en su papel de ser un
consumidor de productos del conocimiento, a ser un ente activo. Supone
también, que el docente ha de aprehender “la ciencia y la cultura de
manera intensiva, constructiva y
creadora” (Flórez, 1994, p. XII).
Finalmente, el docente como agente de
civilización y humanización ha de asumir un rol bastante diverso y
diferente al tradicionalmente asignado. No puede ser un náufrago en la
isla del día después, como intitula Eco su novela. Como intelectual orgánico,
para decirlo a la manera de Gramsci, el docente forzosamente tiene
necesidad de una comunidad científica; recursos
y demás medios tecnológicos para la comunicación y el
intercambio de experiencias y la confrontación; un ambiente, que salvo,
algunas excepciones los profesores y maestros de común no poseen ni
procuran tener por sí mismos o por intervención del Estado y la
sociedad, en general.
1.2 Cognitiva
Las investigaciones sobre aprendizaje
escolar en el paradigma cognitivo, puede entenderse como una combinación
entre aspectos racionales y biológicos. En efecto, para la teoría de
Piaget los procesos de conocimiento poseen una determinación causal y están
en relación con los niveles de maduración psicomotor del sujeto. El niño
evoluciona desde su realidad de neonato hasta la adultez. Entre una y otra
etapa existen momentos de desarrollo que determinarán intereses,
habilidades así como características específicas en lo afectivo,
psicomotor, intelectual y social. Así lo señala Tamayo (1999) cuando
afirma que “el nivel de desarrollo cognitivo de cada sujeto determina la
capacidad de comprensión y aprendizaje de la información nueva” (p.
72). De esa manera el conocimiento, el nivel de comprensión y de
elaboración se corresponderá con la edad del niño dentro de su contexto
social.
En
la teoría cognitiva, se hace presente el aprendizaje por descubrimiento.
Esta “tiene lugar cuando se establece una relación sustantiva y no
arbitraria entre el nuevo material y lo que el alumno ya sabe, es decir,
lo nuevo es asimilado en su estructura cognoscitiva, atribuyéndole
significado” (Yus, s.f, p. 84). Así que los contenidos, han de
relacionarse de manera sustantiva y coherente y no arbitrariamente.
Ausubel (1976) (ob.cit.) pregona que este aprendizaje supone tres
condiciones básicas, a saber: (a) los materiales de enseñanza deben ser,
en potencia, interesantes y sustanciosos; (b) la estructura cognoscitiva
previa que posea el aprendiz ha de ser relevante a objeto de establecer
relaciones con los nuevos contenidos; (c) el alumno tiene que manifestar
una actitud activa para el aprendizaje, de tal manera que lo obtenido sea
un producto derivado de la relación entre la información que posee el
sujeto o su estructura cognoscitiva previa y las nuevas ideas, conceptos o
nociones. Estas condiciones contradicen el enfoque tradicional de
aprendizaje como simple y maquinal transmisión de información teniendo
en cuenta únicamente la perspectiva de la disciplina. Para Ausubel
“aprender es sinónimo de comprender y lo que comprendemos es lo que
queda integrado a nuestra estructura conceptual” (Tamayo,
p. 78).
Otro
aspecto dentro de la teoría cognitiva es que ésta “enfatiza en la
adquisición del conocimiento y estructuras mentales internas y, como
tales, están más cerca del extremo racionalista del continuum epistemológico”
(Newb, 1993, p. 10). En este sentido, el conocimiento estaría vinculado
no tanto a respuestas a estímulos, sino a la idea de cómo los
estudiantes conceptualizan la nueva información, cómo la adquieren, con
qué elementos y factores trabajan. Es decir, el conocimiento estaría
encadenado a la cosificación de la información y a la nueva estructuración
de la misma, de esa manera el estudiante se comporta como un ente activo
del aprendizaje y desarrolla una dinámica actividad mental que requerirá
una codificación interna y una reestructuración del nuevo conocimiento
adquirido; estableciéndose así relaciones de entrada-proceso-salida.
Este sistema es aludido por Hernández y Padrón (1996) para destacar la
caracterización del enfoque epistemológico racionalista. No obstante,
Kant (1724-1804) (citado en Tamayo) certifica que “para construir
conocimientos se necesita tanto la experiencia sensorial como la actividad
de la mente (razón)” (p. 69). De allí que la existencia de formas a
priori de la sensibilidad por medio de las cuales se pueden sistematizar
los datos de los sentidos para elaborar el conocimiento. Sin las formas a
priori del entendimiento la experiencia será vacía, inconsciente y
desorganizada. Pero a su vez sin los datos de los sentidos estas formas
serían mecánicas e improductivas.
También en el cognoscitivismo se
sugiere usar un conjunto de estrategias para que potencien la actividad
mental del estudiante en los procesos superiores de análisis y síntesis,
en los cuales el razonamiento lógico, la
localización de información, el almacenamiento, la ordenación,
el análisis y la síntesis, juegan papeles importantes. La conclusión de
Newb es oportuna en este sentido por cuanto especifica que “el verdadero
centro del enfoque cognoscitivo se localiza en cambiar al estudiante animándolo
para que utilice las estrategias instruccionales apropiadas” (p. 10),
tales como decodificar, transformar y elaborar ensayos de hipótesis como
mecanismos para identificar y resolver problemas. Además, de utilizar
esquemas abstractos para explicar la realidad y razonamientos en cadena
para abordar los contenidos. Estas estrategias crean correspondencia con
el racionalismo al utilizar modelaciones lógico formales, búsquedas a
partir de abstracciones e inferencias a partir de incógnitas, supuestos o
preguntas (Padrón, 1998).
Otra ayuda para almacenar y recuperar información lo constituye el
repaso; el cual permite internalizar el contenido leyendo un capítulo de
un texto, en el que el estudiante tendrá que descubrir los elementos
caracterizantes y principios de un fenómeno, elaborar conceptos y
resolver problemas. El conocimiento, en este sentido, se logra por fases,
a semejanza de las etapas neuromotoras. Así, la fase inicial, intermedia
y terminal, constituyen el aprendizaje de procesos.
En la primera fase, el aprendiz recibe
los contenidos de manera inconexa, por partes o por piezas y tendrá que
hacer esquemas jerárquicos, repasar y lograr una organización global
para comprender la información. Luego, requerirá establecer analogías y
suposiciones de acuerdo con sus saberes previos. Finalmente, reacomodará la nueva información, que luego pasará a
formar parte de su estructura cognoscitiva cotidiana. En la segunda etapa,
se crean relaciones y similitudes entre las partes aisladas, lo que
Barriga y Hernández (1999) denominan “mapas cognitivos”. Se trabaja
con mayor soltura sobre los materiales, pero aún no llega el alumno a
desenvolverse de manera autónoma; sólo avanza y profundiza en el
material, se esfuerza en la resolución de problemas al aplicar y
organizar conocimientos de manera más abstracta y reflexionar sobre su
contexto. Y la tercera, se manifiesta cuando el aprendiz integra los
nuevos conocimientos a su estructura y esquema de pensamiento, por lo que
se evidencia un control automático sobre la información obtenida. Posee
un menor poder consciente en las ejecuciones,
las cuales realiza sin mayor esfuerzo. De esa manera tendrá mayores
dominios, con indicadores más precisos de competencias en el área académica
que se trate.
De acuerdo con lo expuesto el
aprendizaje en la visión de la teoría cognitivista se logra mediante un
proceso factual o declarativo. Refiere al conocimiento de datos y hechos a
través del lenguaje, por ello se precisa de la memorización comprensiva,
la recepción y recuperación de datos, entre otros. Necesita de una
asimilación progresiva de nuevos conceptos, para de seguida buscar y
hallar relaciones. Y finalmente,
exhorta al alumno a la reelaboración de los contenidos o construcción de
conocimiento personal, también llamado redescubrimiento de los saberes,
por su aplicación al contexto socio-cultural. Sería un tipo de saber no
sólo como erudición sino como un recurso para la transformación, puesto
que involucra, también, las actitudes o preferencias valorativas. De esa
manera va teniendo lugar una sustitución de los antiguos modos de
realizar los procesos de enseñanza
y de aprendizaje.
Puede también procederse en la teoría
cognitivista, según el enfoque deductivo. Barriga y Hernández (1999)
afirman que:
“la teoría de la elaboración
[propuesta por Reigeluth para establecer relaciones de nivel o (conceptos
coordinados) y aplicar secuencias de aprendizaje], propone presentar en un
principio, los elementos más simples, generales y fundamentales del
contenido, y después pasar a elaborar cada uno de ellos mediante la
introducción de información detallada y cada vez más compleja” (p.
28).
En el cognocitivismo, este enfoque permite utilizar la generalización,
a través del diseño de sistemas abstractos dotados de alto grado de
universalidad; las hipótesis explicativas, la conclusión y la aportación
de nuevos conocimientos. Además, de encarnar el rigor de: (a) las
ciencias formales como la matemática y la lógica matemática o simbólica
como modelos para la construcción del discurso científico; (b) las
ciencias experimentales, las cuales se validaron a través de la postulación
de que todo conocimiento tiene una racionalidad con base en la matemática,
en el paradigma neopositivista (Tamayo, 1999).
Finalmente, el cognoscitivismo
comporta una postura del siguiente tenor, el cual podría anunciar la
nueva epistemología de la educación:
parece natural que el conocimiento al fin de cuentas esté al
servicio de la vida, del elevamiento de la calidad de vida, proporcionándole
a la gente un nivel de supervivencia más estable y seguro, más agradable
y cómodo, más humano para el individuo y para el
colectivo social, (Flórez , 1994, p. XXV)
De alguna manera esa postura traduce una vuelta al racionalismo y
un distanciamiento del pragmatismo que privilegia los beneficios del
individuo como puede desprenderse de la
lectura de James y Dewey. Kant en cambio postula un tipo de
conocimiento que transforme al sujeto tanto como a los determinantes empíricos,
compuestos por sus “necesidades biológicas, psicológicas, sociales y
culturales de proyección y realización personal y colectiva, que
influyen y relativicen el conocimiento” (ib, p. XXV). Se trata de
privilegiar la racionalidad, reconociendo las formas a priori, como
estructuras cognoscitivas importantes para construir conocimiento, sin
necesidad de remitir todo a los aspectos bio-psico-sociales a posteriori,
de la empiría o de la experiencia para alcanzar el conocimiento. Es de
esa manera cómo en la educación se viene asumiendo una nueva postura
epistemológica, la cual reivindica la hegemonía del logos enfrentando el
predominio de la empiría como condición exclusiva para producir el
conocimiento.
Hallazgos
La acción educativa está estrechamente vinculada a
una postura epistemológica, de donde extrae sus unidades básicas de
razonamiento (teoría) y su método de hacer docencia e investigación.
Luego, al cambiar la posición epístemológica, se modifica, también, la
percepción sobre la concepción de la educación y su dinámica.
El enfoque empírico-analítico que ha
dominado desde la modernidad, se ha transferido a la educación. El método
científico que desde su formulación en los albores del Renacimiento por
Francis Bacon, apenas ha sufrido modificaciones, se ha asumido,
tradicionalmente, como la única forma de realizar la praxis educativa. De
allí el predominio del modelo tecnocrático de la educación y de su teoría
psicopedagógica que le es propia: el conductismo y sus variantes, el
pragmatismo y el progresismo.
El conductismo, se asume desde una
base empírica, ello reduce el aprendizaje a cambios de conducta. Sin los
cuales no es posible la adquisición de conocimientos. Mientras que el
cognoscitivismo procura fomentar en el estudiante los procesos
intelectivos del pensamiento superior, para lo cual conviene hacerse de
unas estructuras cognoscitivas que se comporten como matrices básicas,
que propicien el procesamiento lógico y creativo de la información. Ha
de ser un conocimiento no sólo receptivo sino un conocimiento por
descubrimiento y significativo para el alumno.
Conclusiones
La idea de que los fundamentos
propios del racionalismo critico, tiene su existencia en la mente permite
comprender, otorgar relaciones y significado a los datos, entre otros. Por
su puesto, sin descartar la importancia de la percepción, de los
registros sensoriales y de la experiencia en la adquisición del
conocimiento. De allí que éste ya no sería tanto una situación automática
reflejo de la realidad, sino principalmente una visión, en la que se hace
presente la criticidad e interpretación del sujeto cognoscente. Al
respecto Newb (1993) señala que “el conocimiento emerge en contextos
que le son significativos” (p. 10), por tanto, para comprender el
aprendizaje que ha tenido lugar en un individuo debe examinarse la
experiencia en su totalidad; ello en atención a que los aprendizajes
siguen un patrón tanto para los procesos de descubrimiento, explicados
por la psicología, como para su validación, descritos por la epistemología.
La teoría cognitiva tiende a la integración de
todos los aspectos de la realidad y del hombre, a la manera del hombre
unidimensional del que hablara Marcuse (Padrón, 2000). También lleva
implícito una nueva noción, en la cual el conocimiento no constituye una
imagen refleja uno a uno de
los elementos la realidad mediante la percepción de los sentidos, como lo
señalaría el conductismo; sino que se añade la creatividad del sujeto
como un factor importante. La observación
y registro sensorial de los datos de la realidad, en última
instancia y por sí misma no conduce necesariamente al conocimiento. Se
requiere, entonces, de una interacción, por así decir, de los datos
o empiría, que el sujeto percibe y de las relaciones que pueda
establecer según sus estructuras cognoscitivas previas. El conocimiento
no es algo dado sino una realidad a construir, una posibilidad abierta,
una invitación a compartir saberes, un producto de la razón antes que un
recuento de lo real dado.
Florez (1994) lo señala de la siguiente manera:
Ya
la finalidad de la educación no sería la de atar a los individuos a la
red de prescripciones e interdicciones sociales para restringir su
movimiento, sino más bien la movilizar su potencialidad, lo que
tienen o pueden dar como personas, lo que pueden construir de
valioso como caminos de supervivencia
para ellos y para la
sociedad que a través de ellos ensaya y enrumba su devenir por nuevos
horizontes de convivencia y superación (p. XIII).
En atención a lo anteriormente planteado y siguiendo el
razonamiento del autor, la educación tiene necesidad de adquirir una
cierta autonomía relativa de los estamentos jurídico-político, tan
cambiantes a tenor de la ideología dominante en un
determinado período de tiempo. En cambio,
ha de hallar firme apoyo en la ciencia y en sus productos,
entendiendo por tales los actos creativos de la sociedad con vistas a la
convivencia y la superación. Y menos como imposición de un grupo humano
sobre otro, o de dominación mecanicista y fragmentaria de la naturaleza.
Ha de haber una visión integral de la producción de conocimiento no
reduccionista, sino una actividad orgánica de un pueblo que ha asumido la
ciencia y la cultura, en general, como patrimonio suyo, en tanto que
sujeto protagonista y pensante. En este sentido, todos deben participar en
la construcción del conocimiento, así los intelectuales, científicos o
artistas podrían enriquecer el presente en aras de un futuro promisor.
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©
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