DE PHILOSOPHIAE

Prof: Francisco Zambrano

 

I
 

          25 siglos de duda y dogmatismo. Así podría comenzar aquél que aspire definir la filosofía. O lo que es lo mismo. 25 siglos de teoría y praxis. Y, quienes pusieron la huella fueron los griegos. Con ellos la reflexión denominada "filosofía" era el barril donde cierta élite atesoraba tanto los privilegios del conocimiento científico (o, verdad), como la estructura moral (pasión). Aún más, igualmente se guardaba para sí la calidad de la praxis política, así como la experiencia estética o el sobrecogimiento religioso. Así comienza su existir la filosofía entre los hombres, como un compendio de los saberes, de las artes y de los decires. Y, ¿Cómo los primeros atisbos de la especulación filosófica? Respondamos: desde la inmanencia y desde la trascendencia, desde el "aquí" y el "ahora", o desde el "más allá de...". Para ello, como una aceitada máquina, exige y necesita un buen "instrumento". Lo encuentra en la razón. Por mor de ésta. y en adelante, todo éxito de la Filosofía conjuga perfectamente con todo logro de la razón. Mutatis mutandi, cualquier fracaso de la filosofía no es otra cosa que el fracaso de la razón.
          Ahora bien, ¿el uso de la razón (o de la facultad de pensar) ha de limitarse a la especulación sin más. O acaso pide a gritos su puesta en práctica en los disímiles acaeceres humanos?. En función de ello tradicionalmente se ha distinguido entre uso vulgar (mera opinión. o "doxa") y un uso certero (ciencia, o "epísteme") de los términos. Con la noción "especular". O "especulación", sucede lo mismo. Es de opinión común que ejercer la actividad de "especular", traduce mera abstracción teórica, alejada de todo posible asidero en "lo real". Este significado condensa la imagen vulgar del filósofo como aquel asceta y anacoreta ensimismado y aislado en búsqueda sea de la verdad, sea de su propia paz interior. En cambio, en sentido estricto, la especulación es un recurso reflexivo de la razón, merced a la cual el filósofo - o, si se quiere, el hombre que razona, que piensa -, escudriña, des-oculta, hace aflorar lo oculto, aclara lo oscuro.
          Si eso es así, entonces huelga preguntarse ¿están las actuales circunstancias vitales del hombre para plantearse tales sublimidades y complejidades metafísicas?; ¿quién o qué exige trasponer la inmanencia en búsqueda de ciertas cuestiones trascendentes rayanas a veces en lo fantasmagórico? Pues quien más sino el hombre mismo y su capacidad de razonar. Después de todo, se alega la racionalidad de toda problemática posible. La inquietud - irresoluta aún- estriba en determinar si esa racionalidad está inmersa en los dominios de la experiencia, o en los límites impuestos por la metafísica trascendente. En todo caso, se trata de especulación, de ello no cabe duda alguna. Luego, es condición necesaria y suficiente, para que el hombre se afirme antropológicamente, el sustantivizar su afán especulativo como instrumentalización de la razón.
          Y, todo este excurso, ya lo habían visualizado y elaborado los filósofos de la tradición clásica griega. En su génesis el pensamiento occidental asoma, para constataría, la siguiente tesis: el ser humano (o, los hombres) necesita revestir la realidad natural, histórica y social con hilos de racionalidad para así darle un sentido claro y adecuado a su andar por ella misma. De cara a tal esfuerzo, los griegos acudieron a la filosofía.


II
 

          ¿Qué es la filosofía, para un griego clásico? Para un griego de los tiempos de Sócrates, las definiciones eran, necesariamente, enunciados que denotaban verdad y, por ende, realidad. Luego, cuando se enuncia lo que se refiere a un algo "real". Cuando se define un "triangulo" como la confluencia de tres rectas no se explicita simplemente el uso dispensado a la palabra "triangulo", sino que se agregan nuevos sentidos, nuevas connotaciones a dicha palabra, razón por la cual se deducía que se estaba afirmando una verdad acerca de los triángulos. Lo mismo, se aplicaba a las nociones morales y políticas como "justicia" o "democracia". Así, el uso de las palabras en los griegos trascendía su mero uso lógico (o acuerdo de las definiciones con las cosas a las que las palabras se refieren). El griego busca, pues, definiciones reales", esto es que ayuden a definir lo que una cosa es (por ejemplo, ¿qué es el hombre?, ¿qué es la justicia?: ¿qué es el poder?). El hombre moderno, en cambio, se pregunta por el significado de las palabras, esto es busca definiciones 'nominales" (como por ejemplo, ¿qué significa ser hombre, o justo, o tener poder?; ¿cuáles son las características o propiedades de los hombres, de las cosas?), expongamos un ejemplo clásico. ante la pregunta antropológica por antonomasia ¿qué es el hombre?, ya desde Aristóteles se le define como un animal racional ("homosapiens"); hoy en día. la moderna antropología científica no habla del hombre de manera esencialista (como una esencia inmutable), sino del proceso de hominización como parte de un desarrollo evolutivo determinado.
En consecuencia, para el griego clásico la pregunta por el hombre y por las cosas, es la pregunta por el ser de los mismos.


III
 

          ¿Cómo leer un texto antiguo?; ¿Cómo interpretar una filosofía antigua?. Respondamos con Heidegger: "haciéndolas nuestros contemporáneos", para así escucharlos", es decir, entender la tradición "como algo absolutamente original" original en el auténtico tiempo pasado. Se trata. pues, de una hermenéutica con visos de filosofía hermenéutica: se interpreta y se comprende un texto antiguo revelando el pasado del mismo y, paralelamente, lo que ocurre con el presente ¿Por qué?. Porque hoy en día estamos lejos de escuchar tanto lo dicho en el "Poema Didáctico" por Parménides, como lo ha dicho en nuestra propia época. Como consecuencia, al lado de un verso de Parménides, Heidegger recomienda hablar acerca del desarrollo y las implicaciones de la tecnología moderna en la actitud de los hombres, o al lado de la lectura de la "Lógica" de Hegel, hablar del mundo luego de finalizar la II Guerra Mundial.
Por lo tanto, la verdadera interpretación será aquella que cuestiona la lectura habitual de lo que nos dice la tradición, porque tal lectura es posible que oculte "aquello que se trata de ver y, para ello, es necesario "especular" esto es, hacer filosofía.

 
           
1