GATA









                                                               A Liliana

Después de tantas azoteas y regazos, intemperie y ternura
concluye aquí mi itinerario de gata que no supo encontrar
su casa, su rincón de hábitos, su dueño para siempre: su gato.
Es honesto y duro confesarlo ante alguien que me perdona
sin escucharme, con padrenuestros y avemarías que no me sirven
más que para echarme de nuevo, junto a una calidez cercana.
Ser gata es tan desgraciado como ser persona; enamorarse
del apego, no de un ser, enamorarse de cierta certidumbre mentida
que reemplaza a lo verídico que reciben siempre los perros.
Inmóvil, los ojos abiertos a mi verdad felina y sabedora
olfateo un ayer que olvido, un mañana que trizará el tiempo
y me estiro largo a largo, cierta de estar sola y acariciada.
Los demás deslizan manos o palabras sobre mi yacencia
y los dejo hacer, ajena a sus inquietudes o indiferencia
gata al fin, gata definitiva, gata como todas las gatas.


EMMA DE CARTOSIO (1928)



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