Alberto Daneri


 

COARTADAS

               Ella era una que creía
incluso en el vuelo de las cometas juveniles
               y yo, burlón, dudaba.
Ella era una condenada siempre en sí misma
               para que respetaran su presente
palpitando inconformista tras ver lo que vio
               junto al territorio vedado por la indiferencia,
y era uno de esos premios que suele brindar la vida
               como un beso en los labios.
Yo, hundido en la habitualidad de aquella boca
vivía inmerso en mí: el espejo devolvía un rostro
               apacible, una apariencia de protesta
paralizada.

                Después adiviné su hartazgo
de actuar contra los molinos y a menudo perder;
                después ella semejaba una mula cansada
balanceándose espléndida entre lujuria y olvido
                con su paraguas azul,
su pan de cada día,
                la luna y diez estrellas extintas
desparramadas dentro de sus ojos saltones.

                Como en otro espejo cóncavo
fui entonces el desafiante que ella había sido
                y azorado la descubrí emerger mudada
en el escéptico que nunca acepté ser pero era.

                 Ella fugitiva escapaba oblicua y sin gaviotas
olvidando el momento en que deseaba pan y no tenía,
mientras yo escribía desvalido mirando arder
                 con cada palabra las noches
donde el fuego y la sangre se unían en su cueva estéril
al revelar desgarrado en infinitas despedidas
                 cuanto ambos perdimos vanamente.

                 Ella confesó vencida: estuve
con muchos hombres y la curvatura del mundo
                 atraviesa como una lanza mi alma
Yo quiero cambiarte ese mundo! (rogué)
              Déjame hacerlo.
Su sonrisa nació cruelmente: sigue, ingenuo,
mintiéndote utopías; 
a mí me basta la tibieza de no soñar.

              Sentí que ella huía como agua oscura
de mis manos desoladas, sentí su silencio insoportable
reprochando nuestras agazapadas y pequeñas
              decepciones
de gente manifiestamente pequeña. Yo también
quería irme pero ignoraba cómo ni adónde.
              Ella dijo absorta: soy como la luna;
olvidé tantas caras que mañana por la mañana
seguramente me olvidaré de la tuya.
              Cuando al día siguiente calló la tormenta
y el aire, mi aire, se quedó sin ella,
              dejé fluir el peso de una lágrima
y sólo murmuré al rocío:
                                De la mía, no.

(Frente al mar, en Alicante, España)

Alberto Daneri. Nació en Buenos Aires. Ha publicado:La Búsqueda (teatro,1964) Primer Premio Municipal; Premio Fondo Nacional de las Artes; Premio Argentores; Carta abierta a un confundido (ensayo histórico -político, 1975); A vuelo de poeta (antología poética, 1978); Teatro de soledad: La Búsqueda, Uno del montón, Juego de cuatro o el antiamor, Matar las preguntas, La cita (1983); Matanzas y melancolía (cuentos, 1986); Hijos de la niebla (teatro, 1995) Mención de Honor en España del Premio Tirso de Molina,1994; Primera Mención Facultad de Psicología, UBA; El mar llora de amor; Poemas de Sombra (poesía, México, 1999). El poema transcripto es inédito.

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