Alberto Claudio Blasetti

MOSQUITOS Y PAPAVERÁCEAS

En la parte septentrional, donde las estrellas tienen una larga cola de serpiente, la Asociación de Boteros del Penúltimo Pasaje contaba con la Federación Desencantada. Se debía este título, levemente depresivo, al hecho de que los ríos se helaban en invierno. Particularmente, al norte del lago Baikal.
Este hecho, privaba de trabajo durante largos meses a los profesionales del remo, que debían esperar las fiestas del deshielo.
Otra sección conflictiva era la de los Rápidos y Cataratas, con accidentes frecuentes por los hundimientos colaterales.
Si se comparan con estas regiones las de El Plata, sólo debía temerse a la sudestada, estacional e impetuosa, con una especie de dionisíaco acuático. Delta de inundaciones que se originaban en el norte, el estuario ofrecía un presagio, la suba del nivel de la marea que anegaría toda la costa cuando el poder correctivo de la naturaleza entendiese que había que actuar mediante agentes como las papaveráceas y los mosquitos. Este presagio latía en los moradores de la costa, que aunque elevaban sus casas sobre pilares para prevenir la creciente, no ponían demasiadas esperanzas en la eficacia de los mismos. Un moderado escepticismo matizaba las ansias de perduración con el instinto regulador de las aguas, un equilibrio bien alternado que había servido de modelo a Confederaciones Semicrédulas que llevaban adelante planes de supervivencia afectadas por el mutismo.
Pero mientras tanto, las especies prosperaban frente a esa forma de indulto que ejercita el verano sobre los habitantes del buen tiempo.

                                                                             De "El remero de los ojos azules", 2000