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Elsa Copati

EL PACTO (Drama en un solo acto)

Personajes: El hombre
La mujer
Escenario: Zona desértica. Rocas. Algunos arbustos. Está iluminado.

H: Sin embargo... El mapa indica que es por aquí.
M: Sí, pero... (observa a su alrededor). Parecería que no hay salida.
H: Tiene que haberla.
M: (Sin inmutarse) Pero, ¿dónde? (Sólo da algunos pasos desde la derecha hacia la izquierda del escenario).
H: Los mapas no se equivocan.
M: (Con cierta ironía) Pero los que interpretan los mapas... A veces, sí.
H: Ese no es nuestro caso. ¡Años llevamos en esto! ¡Casi una vida!
M: (Vacilante) Sí. Pero creo que esta vez...
H: (La mira con intriga) Pero, ¿qué te pasa? ¿Estás cansada? ¿Por qué no te sentás y descansás? Ya 
son las cinco de la tarde.
M: (Se sienta sobre una roca. Saca de su mochila una cantimplora. Bebe unos sorbos).
H: (Busca en las rocas con actitud decidida. A cada rato consulta el mapa).
M: (Mira hacia la izquierda. Como si hubiera visto algo que le llama la atención, se pone de rodillas y, con la ayuda de sus manos se arrastra un trecho. Con tono de triunfo, exclama) ¡Te lo dije! ¡Te lo dije!
H: (Gritando) ¿Qué estás diciendo?
M: (Le contesta, colocando ambas manos alrededor de la boca para hacerse oír mejor)¡No tenemos salida!
H: (Exasperado, vuelve a gritar) ¡Dejate de pavadas!
M: (Repite el ademán de ampliar el tono de su voz con ayuda de las manos junto a su boca y grita)
¡Aquí hay una grieta profunda que nos impide el paso! (Ésta no es visible para el espectador).
H: (Con nerviosismo) ¡No puede ser! ¡No figura en el mapa!
M: (Sigue gritando) ¡Sin embargo...! ¡Aquí está! (No demuestra miedo ni preocupación. Parecería 
que ella hubiera sabido de antemano que no podrían seguir por ese camino. Se sienta)
H: (Baja de las rocas. Se aproxima a la mujer. Se arrodilla y mira hacia abajo. Silencio) ¡Pero si yo
estaba seguro! El mapa, el mapa...
M: (Mirándose las palmas de las manos) Éstas también son mapas. A ellas no las consultamos.
........
H: Sí. En algo nos equivocamos.
M: ¿Vos? No, vos no te equivocaste. Fuiste siempre un buen hombre, un buen científico, un buen investigador. Nunca dañaste ni te dejaste dañar.
H: Pero, ¿entonces?
M: Yo fui la equivocada. Soñé con un pacto diferente, lo interpreté a mi manera. Me dejé llevar por mis sentimientos y éstos me llevaron a cometer desaciertos. Pero, luego me di cuenta. (Señala una de sus palmas con el dedo de la otra mano) Todo estaba aquí. Era inútil que habláramos o proyectáramos. Todo ya estaba aquí. Yo ya estaba aquí y era distinta a vos. Quise sembrar y que me sembraran. ¡Pobre mujer! (Se arrodilla, se toma las sienes con las manos y llora).
H: ¿Y si nada fuese real?. Hasta este mismo instante. Quizás este pacto no existió verdaderamente entre nosotros, o en alguno de nosotros. O fue interpretado de diferentes maneras.
M: (Lo escucha sin dejar de mirarse las palmas).
H: (Sentado sobre una roca) Y el abismo. Allá abajo y aquí adentro. (Se señala el pecho). Posiblemente, vos, mujer, tenés un abismo más profundo y misterioso que yo, hombre. Pero, ¿cómo entender lo que no está registrado en ninguna parte? ¿Cómo entenderte? (baja la cabeza con gesto abatido).
M: (Se le acerca pausadamente) No te culpes por lo que yo siento. Es parte de mí, Como un brazo o la cabeza. No se puede compartir.
H: Pero algo debe haber. No podemos quedarnos a esperar la muerte junto a esta grieta. Pensemos en nuestro pacto. ¡Ya sé! Nos equivocamos al creerlo definitivo.Seguramente había que renovarlo día a día, hora a hora.
M: (pensativa) ¿Día a día? ¿Hora a hora?
H: Teníamos sólo veinte años y un montón de ilusiones que se fueron quedando por tantos caminos. El tiempo... El tiempo es el que deshace las cosas, no nosotros. Él deshizo el pacto. Pero como el tiempo no se ve, no nos dimos cuenta. Sólo ahora, mirándonos mutuamente las canas, las arrugas..
M: Puede que sea así. Pero cómo replantear el pacto día a día, hora a hora. Sin querer uno se va perdiendo dentro de sí mismo, tan profundo se es, como esta grieta.
H: Podemos intentarlo. Ver qué sucede. Pero no aquí, esperando la muerte. 
M: ¡Las luces otra vez! ¡Se mueven! (Las señala con el dedo desde el foro hasta el abismo. Queda perpleja. Silencio). Se van. Nuevamente se van.
H: (Sigue con la mirada la dirección que ella traza con su mano) Sí, es cierto, se están yendo.
M: (Se queda mirando cómo se van las luces hacia el fondo de la grieta. Sólo ella las ve) Ya no me necesitan.
H: (Está junto a ella cuidando que, en su delirio, no caiga al abismo).
M: (Alza la cabeza y lo mira) Se fueron... Ya no sé nada.
H: Dejate llevar por mí, en ese caso. Voy a encontrar una salida. Viviremos. Esa es la única manera 
de seguir. Te prometo hacer lo que pueda.
M: (Pensativa) Es posible... es posible...
H: (En silencio. Espectante)
M: (Medita) Todo aquello sucedió. No se puede subsanar, ni siquiera remendar.
H: (Continúa en silencio. Sólo la mira).
M: Pero nada es ni será igual.
H: Es cierto. Nada será igual.
M: Nos ha transcurrido el tiempo. Aquí están sus señales. (Se toca la cara con ambas manos. Se levanta, camina unos pasos por el escenario. Mira hacia todos lados).
H: (sólo la mira, a la espera)
M: ¿Y si detrás de aquella roca hubiera algún indicio que nos lleve hasta el camino? (El hombre se
levanta. La toma de la mano. Caminan hacia el foro). APAGÓN


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Elsa Copati nació en Buenos Aires. Publicó los libros de poemas Fugacidad del Sol (1984), Motivo para el Junco (1990), Poética de los escombros (1998) y de cuentos: Elige tu nombre, Travesías y Cuando uno es otro. Su obra de teatro El Pacto recibió Primer Premio en el Concurso “Obras de Teatro Breve” convocado por la Casa de la Cultura de Versalles (2002) y estrenada al año siguiente en la misma institución.

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