LAS MUSAS (fragmento) (Hablan Mnemosine y Hesíodo)

 

HESÍODO. ...Las cosas que tú dices no tienen en sí mismas ese fastidio de lo que acontece todos los días. Tú das nombres a las cosas que las vuelves distintas, inauditas, y sin embargo queridas y familiares como una voz que desde hace mucho tiempo callaba. O como el verse de improviso en un espejo de agua, lo que nos hace decir: “¿Quién es este hombre?”
MNEMOSINE. Mi querido, ¿no te ha sucedido nunca ver una planta, una piedra, un gesto, y experimentar la misma pasión?
HESÍODO. Me ha sucedido.
MNEMOSINE. ¿Y has encontrado el porqué?
HESÍODO. Es sólo un instante, Mélete. ¿Cómo puedo detenerlo?
MNEMOSINE. ¿No te has preguntado por qué un instante, semejante a tantos otros del pasado, te vuelve repentinamente feliz, feliz como un dios? Tú mirabas el olivo, el olivo sobre el sendero que has recorrido cada día durante años; llega el día en que el fastidio te deja y tú acaricias el viejo tronco con la mirada, como si fuera un amigo reencontrado y te dijera justo la única palabra que tu corazón esperaba. Otras veces es la mirada de un transeúnte cualquiera. Otras veces, la lluvia que insiste desde hace días. O el chillido estrepitoso de un pájaro. O una nube que dirías haberla visto antes. Por un instante el tiempo se detiene y sientes la cosa banal en tu corazón, como si el antes y el después no existieran ya. ¿No te has preguntado el porqué?
HESÍODO. Tú misma lo dices. Ese instante ha vuelto la cosa un recuerdo, un modelo.
MNEMOSINE. ¿No puedes imaginarte una existencia sólo hecha de estos instantes?
HESÍODO. Puedo imaginármela, sí.
MNEMOSINE. Entonces sabes cómo vivo. 

Cesare Pavese- Diálogos con Leucó

En el diálogo Le muse definimos la poesía. Se dice, entre otras cosas, de todo gesto hecho por el hombre, que “repite un modelo divino” y día y noche el hombre no tiene un instante “que no emane del silencio de los orígenes”. Hesíodo es invitado por Mnemosine a referir esto a los mortales, y así nace la poesía. En el diálogo final (Los dioses), donde se habla de teogonía, se percibe aun la poesía: “Con un simple nombre narraban las nubes, el bosque, los destinos”.
La fuente de la poesía es siempre un misterio, una inspiración, una conmovida perplejidad ante algo irracional -tierra desconocida. Pero el acto de la poesía -si es lícito distinguir así, separar la llama de la materia ardiente- es una voluntad absoluta de ver claro, de reducir a razón, de saber.

Cesare Pavese - El oficio de poeta (traducción de Rodolfo Alonso y Hugo Gola
)

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