Versión impresión
Su posición como potencia mundial de este siglo se ve ya como inevitable. Pero si desea serlo a largo plazo deberá abrir sus canales de libre expresión o tendrá la misma suerte de la extinta URSS. Con una estructura laboral más propia de la revolución industrial británica. China difícilmente podrá engañar así al futuro que le aguarda
AGOSTO, 2010. Una pregunta frecuente es lo que opinaría hoy de China Mao Tse Tung si un día
resucitara: ¿miraría atónito los cambios habidos en su país, o mostraría su enojo e
indignación porque, en apariencia, el comunismo quedó sepultado bajo los modernos edificios de sus grandes ciudades? Quizá su única satisfacción sería enterarse que, desde 1997,
Hong Kong se reintegró al territorio chino, aunque le extrañaría que recientemente se le haya adjudicado el primer sitio como la zona más libre del mundo para hacer negocios, mucho más que el "tigre de papel", como le llamaba a Estados Unidos. Pero finalmente tendría que reconocer algo, que ahora sí China se encamina a ser potencia mundial este siglo, aunque muchos sugieren que será la única.
Para el resto del mundo, China también nos sorprende, con un crecimiento de anual su PIB cercano al 9 por ciento y con un poderío que se antoja imparable. Los nuevos ricos compran
propiedades y viajan en autos de lujo sin que se les critique por ser "burgueses" por un Estado que, al contrario, fomenta su proliferación. Es también un país que,
porcentualmente, recibe más inversión extranjera directa y donde el mercado de un millón de millones de habitantes lo convierte en una veta infinita para el comercio. ¿Recuerda el lector aquellas escenas donde todos se transportaban en bicicletas, recitaban pasajes del Libro Rojo y
vestían sacos estilo Mao? Bye Bye.
Sin embargo nadie se ha atrevido, y quizá pasen muchos años para que ello
ocurra, cuestionar abiertamente el Gran Timonel. Todavía es obligatorio que las oficinas públicas tengan una foto con su imagen, y querer modificar la versión
oficial es algo que el gobierno chino prohíbe explícitamente: su versión de ese periodo es la única que cuenta, punto. Se sabe que el "Gran Paso Adelante" fue una
reforma agraria que trajo enormes hambrunas y que la "revolución cultural" de los sesenta de los sesenta liquidó el activo intelectual, uno de los más valiosos con los que puede contar un pueblo. Pero todo ello siempre encuentra una explicación: el "Sol Rojo" actuó en el mejor interés pero fueron la corrupción y la burocracia las que terminaron por hundir sus intenciones.
El ensayista Jonah Goldberg señala en su libro Liberal Fascism que el éxito económico de China --o "experimento precapitalista", como también lo llama-- radica en ensayar tácticas propias de la revolución industrial. En primer lugar, las jornadas laborales con frecuencia alcanzan las 12 horas, incluidos sábados y domingos, con pagos ínfimos y nulas prestaciones sociales, elementales en otros países. Los sindicatos están sometidos al Estado aunque con frecuencia ni siquiera existen en la compañía. Semejante explotación sería denunciada
ipso facto por los sindicatos ingleses o norteamericanos, pero a nadie parece importarle esta
situación. Más aún, en un artículo publicado en el 2008, la "gurú antiglobalización" Naomi
Klein, señalaba que semejante
estrategia "era una copia de las leyes laborales de Estados Unidos" y que eran parte de un "plan secreto de la CIA" para infiltrar al gobierno chino. Curioso que Klein no hubiera enfatizado las semejanzas con las condiciones laborales que existían en la Inglaterra a mediados del siglo XIX y que motivaron a su héroe Carlos Marx a escribir
El Capital. No le conviene abundar en ese dato.
Añade Goldberg; "El concepto de plusvalía (la ganancia adicional que obtiene el empleador a cambio de un bajo salario recibido por el obrero) tiene en la China actual uno de sus más claros ejemplos. Pero como ocurrió en la Inglaterra victoriana, en vez de beneficiar al patrón, ese beneficio fomenta la corrupción, uno de los males más difíciles de erradicar dentro del milagro chino". Ante una demanda inagotable de mano de obra, los empleadores chinos saben que no hay empleo que quede vacante por más de 10 minutos. Y si bien por un lado se han ofrecido privilegios fiscales a los inversionistas extranjeros, lay laboral ha variado muy poco desde los años setenta. Hasta entonces las fábricas tenían que vender forzosamente toda su producción al Estado, que arbitrariamente establecía los precios de compra.
En el fondo hoy sigue haciendo lo mismo, aunque al pastel también ha entrado el sector empresarial al que no se le permite intervenir en cuestiones sindicales o laborales del país. "Con puntos como éste, China podría alcanzar el rol de potencia mundial emergente, pero con la corrupción no podrá avanzar mucho en ese sentido", agrega
Goldberg.
Otro punto es la libertad de expresión, algo que con la masacre de Tianamen Beijing dejó en claro que no tolerará siquiera un centímetro. Ya existen periódicos y estaciones difusoras particulares pero el Estado controla los contenidos. Asimismo, mediante argucias técnicas, el gobierno ha logrado que páginas como las de Amnesty
International, del Dalai Lama y todo lo referente a Tiananmen 1989 no pueda ser "bajado" en la red. Hace un año, y ante la disputa que se tuvo con
Google, el Estado creó su propia página, con diseño parecido al del gigante del Internet, para evitar que los usuarios pudieran burlar la censura. De nuevo
Goldberg. "si China desea aspirar a ser potencia mundial tendrá que abrirse a la libre expresión de ideas. La Unión Soviética también suprimió brutalmente toda la disidencia pero es hoy un país que ya no existe. La libertad de expresión termina por fortalecer el ideario de un país que quiera estar entre los primeros del mundo".
Extra
Arturo, vivencia directa AGOSTO, 2010. Arturo Reynoso regresó recientemente de China donde pasó un año como maestro de inglés. Tenía alrededor de 3 años de dedicarse en tiempo completo a impartir clase cuando alguien le comentó que el gobierno chino estaba contratando a
extranjeros para que impartieran clases de inglés. Lo más atractivo es que su salario sería en dólares, con apartamento, bonos para comida dos días libres a la semana. "Me tardé una sola noche en decidirme. A la mañana siguiente me comuniqué con la persona que ofrecía el trabajo y a las dos semanas ya estaba tomando el avión rumbo a Beijing", relata. |