ROBO FRUSTRADO

 

Recordando a Santiago

 

 

Corría el primer lustro de la década del 70, vivíamos en Los Hornos, La Plata en la calle 141 n° 1567 desde la vuelta del campo La Laurita de Azul, en 1959, en la casa que habíamos comprado en 1953 con un crédito del Banco hipotecario a 50 años con interés bajo y fijo, cosa que hoy nos parece mentira, pero así era en aquellos tiempos.

Santiago Román, como buen hombre criado en el campo, al pasar frente a un bar o boliche como se dice en el campo, no resistía la tentación de hacer una parada y mojarse el gargüero con una ginebrita, costumbre que siguió manteniendo durante toda su vida en la ciudad, tiempo mucho mayor que el pasado en el campo.

La década del sesenta había sido económicamente muy buena para la clase media, quien estaba dispuesto a trabajar mucho, lograba progresar y como nuestra familia estaba acostumbrada al sacrificio pudo progresar rápidamente.

En el 68 o 69 comenzamos a tener una pequeña empresa constructora, con alrededor de 20 operarios con la que se tomaba licitaciones en la Universidad de La Plata, en el 72 abrimos un corralón de materiales en avenida 66 entre 144 y 145, ya constituida la Empresa Amescua Battacchi y Cia Sociedad en Comandita.

Las tareas de la empresa estaban divididas; Toto y Jorge Battacchi se encargaban de la empresa constructora y las compras para el corralón, ayudando cuando era posible con el reparto y Santiago Román y Omar estaban a cargo del corralón; Omar en la oficina y Santiago, muchas veces acompañado por Leandro en uno de los camiones de  reparto y controlando la recepción de los materiales.

En determinado momento Santiago comenzó a parar en el bar de Pierini, de la calle 137 y 63, fiel a su campestre costumbre  de mojar el gargüero, esto sucedía cuando no hacia la parada en la otra posta,  frente a los silos de la arenera de Ensenada, en la Colon al fondo, mientras esperaba turno para cargar arena, cuando se debía entregar de este material.

 Santiago no sabia que el bar de 137 pertenecía al marido de Ana, una compañera de Lilia de la Clínica Los Hornos, lugar donde trabajaba como cocinera,  quien por supuesto le batió lo de la parada.

Lilia se paso la vida tratando que Santi  no tomara bebidas blancas, pues por su trabajo había visto morir muchas personas de  cirrosis y tenia pánico que esto le pasara a Santiago, quien jamás discutía el tema, y en este caso como solución practica  dejo de ir al bar mencionado para evitar discusiones, pero sin perder su campestre  costumbre.

Cierto día yendo con Battachi  de las obras hacia el corralón por la calle 63 antes de  circunvalación, a mas de 20 cuadras de casa, nos encontramos con el Bedford 64 volcador parado y cargado de arena pero sin el conductor, pensamos que se habría roto el camión y paramos para prestar auxilio. Al acercarnos comprobamos que estaba en marcha y regulando, supusimos que se habría roto algo de la transmisión, subimos al mismo y al ponerlo en cambio todo funcionaba bien, luego, no resulto difícil deducir que Santi estaba en el bar de la esquina a unos 40 m mojando el gargüero y decidimos hacerle una broma y obligarlo a declarar donde estaba, cosa que no le contaríamos por supuesto a Lilia.

Battacchi se puso al volante,  marcha atrás hasta la esquina, doblando varias veces caminamos 4 o 5 cuadras hasta una calle de tierra, estacionamos el vehículo, lo cerramos con llave, nos llevamos la llave   y seguimos viaje para el corralón.

Ya en la oficina, le contamos a Omar y  tomando mate nos quedamos esperando que llegara Santiago en taxi desesperado a contarnos que le habían robado el camión, teniendo que declarar en que lugar había sucedido el hecho.

No habrían pasado mas de 20 minutos de nuestra llegada al corralón que pasa por delante de la puerta de la oficina, marcha atrás el camión supuestamente hurtado para descargar arena en el fondo,  segundos después aparece Santi como si nada hubiera sucedido y se queda tomando mate mas de media hora. Por supuesto la conversación era de qué manera estaban robando camiones últimamente en La Plata (cosa que no era cierta) y Santiago ni una palabra al respecto, por lo que no pudimos cargarlo. ¿Como abrió el camión?; con otra llave que tenia escondida en la caja de herramientas por si se le perdía la que llevaba en el bolsillo y ¿como supo donde estaba el camión?; por un conocido que pasaba por allí cuando lo corríamos. Esto lo supimos muchos años después…….. Toto

 

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