Nuestros ancestros cruzaron el Atlántico para dejar su tierra, por las promesas que este nuevo continente les ofrecia a todos ellos.
Emeterio, mi bisabuelo, llegó de España para empuñar el arado en los campos del centro de la provincia de Buenos Aires,fue campesino, patrón,tuvo una gran familia . Don Juan, mi abuelo, dejó las costas del sur de Italia para navegar por el resto de su vida las aguas del Rio de La Plata.
Ellos y tantos otros buscaban en la nueva tierra el progreso y el bienestar que no tenían, ni esperaban conseguir en su terrunio.
No veían en el viejo mundo las posibilidades de crecer, de trabajar, de educar a sus hijos, de llenar sus manos con el producto de una vida de trabajo.
Ahora, los hijos de sus hijos y los hijos de sus nietos buscan allá, en esa tierra añorada por ellos lo que aquí si pudieron encontrar.
Amalia se fué a trabajar a Italia, a vivir, a parir y tal vez a morir en la tierra de su nono.Es una empresaria gastronómica exitosa del primer mundo, del viejo mundo.Pero en sus ojos se nota la Argentina añorada igual que a mi abuelo se le notaba la Sicilia que dejó.