Ok CAPITULO VII

 

CAÍDA DE LEGUÍA Y EL ENCUMBRAMIENTO DE SÁNCHEZ CERRO

 

Ø      Complot contra Leguía

Ø      El 22 de agosto de 1930

Ø      El Manifiesto de Arequipa

Ø      Las reacciones en Lima

Ø      Dimisión  de Leguía y Junta Militar del general Ponce

Ø      El general Ponce y el comandante Sánchez Cerro 

Ø      Reacciones en Piura

Ø      Guarniciones de Lima con Sánchez Cerro

Ø      Leguía trata de recuperar el poder

Ø      Sánchez Cerro imparte órdenes al general Ponce  

Ø      La Junta Militar de Sánchez Cerro

Ø      Sánchez Cerro en Lima

Ø      Leguía en la Penitenciaría

Ø      Reacciones diversas

Ø      Gendarmería y Guardia Civil

Ø      Organizaciones laborales

Ø      Se quema la Iglesia de Querecotillo

Ø      Diversos sucesos

Ø      Convocatoria a Elecciones

Ø      Moratoria del Banco Perú y Londres

Ø      Auxilio a los desocupados

Ø      Rebelión en Arequipa contra Sánchez Cerro

Ø      Carta de Dianderas

Ø      Revolución en Piura del coronel Valdeiglesias

Ø      Pronunciamiento del almirante Vinces

Ø      Dimisión de Sánchez Cerro

Ø      Gobierno Provisorio del doctor Elías

Ø      El “Zorro” Jiménez en Palacio

Ø      El Gobierno de Samanez Ocampo

 

 

 

 Complot contra  Leguía

ARRIBA

El 14 de abril de 1930 la policía de Lima descubrió en un taller de mecánica varias bombas.   Hechas las investigaciones, resultaron comprometidas personas importantes y hasta un integrante de la escolta presidencial, el coronel Eulogio del Castillo.  Leguía en todo momento se negó a admitir la culpabilidad de este jefe y aceptó sus alegatos de inocencia.  El ejecutor del plan para asesinar al presidente Leguía debió ser un débil mental llamado Luis Humberto Peña, que ya había fallado en tres intentos anteriores, uno de ellos a la salida del presidente de la Catedral.  De diversos lugares del Perú, se recibieron en Palacio comunicaciones de adhesión, entre las cuales había una firmada por los jefes y oficiales de la guarnición de Arequipa, entre cuyas firmas figuraba la de un teniente coronel, llamado Luis Miguel Sánchez Cerro recientemente ascendido.

 

            Era este un militar, que en dos oportunidades anteriores había estado comprometido en complots revolucionarios contra Leguía.

 

            El mes anterior, en marzo, el mayor Luis Sánchez Cerro había sido ascendido a propuesta del ministro Foción Mariátegui, pariente de Leguía y del general Ponce, no obstante las dudas de Leguía.

 

            Cuando posteriormente a la rebelión de Sánchez Cerro el 22 de agosto, se le hizo notar, esos procedimientos tan contradictorios, dijo el comandante que él había sido siempre un revolucionario, pero no un asesino.

 

            Fue nombrado Sánchez Cerro, jefe de Regimiento de Zapadores Nº 3 con acantonamiento en Arequipa, cuando fue ascendido.

 

 

El 22 de agosto de 1930

ARRIBA

            En Arequipa había un activo grupo de conspiradores civiles, con los cuales Sánchez Cerro se vinculó.  Entre ellos estaban el doctor José Luis Bustamante y Rivero, Clemente J. Revilla, José Manuel Chávez Bedoya, Manuel Benigno Valdivia y Manuel Vinetti.

 

            Uno de los primeros complotados había sido el mayor Alejandrino Barco, uno de los más antiguos camaradas de Sánchez Cerro.  A él siguieron el comandante José Gamarra, el mayor Julio Gálvez, el mayor Rubén del Castillo, el mayor Eleazar Atencio, el capitán Alfredo Miró Quesada y el capitán Raúl Rico.  También integraba este pequeño grupo de conspiradores el comandante Campos, jefe de la Oficina de Comunicaciones de la Región Militar.

 

            Se proyectó el pronunciamiento para el 29 de agosto, para tomar por sorpresa a la policía que celebraba su fiesta el día 30, y era muy adicta a Leguía.

 

            Sin embargo, el Gobierno estaba alerta y llegó a saber de los preparativos de levantamiento y fue así como en la noche del 21 de agosto, Campos recibió un mensaje urgente de Lima, para que se alertase al prefecto de Arequipa,  Federico Fernandini, del inminente golpe revolucionario.  Campos cumplió con transmitir al prefecto el mensaje, pero de inmediato se lo hizo conocer a Sánchez Cerro.

            En la misma noche, se resolvió dar el golpe el 22, aprovechando que las tropas salían de maniobras al amanecer.

 

            En las primeras horas de la madrugada salen de Arequipa el Regimiento de Zapadores Nº 3 con Sánchez Cerro a la cabeza, los Batallones de Infantería Nº 5 y Nº 7, todos los cuales  se ubicaron cerca al histórico paraje de Socabaya.  El regimiento de artillería se ubicó en Tingo.

 

            Los efectivos de Socabaya estaban bajo el mando del teniente coronel José Gamarra por ser el de mayor antigüedad.

 

            Las  tropas formaron y Sánchez Cerro, a caballo se adelantó y se puso frente a ellas.  Transcurrieron varios minutos de silencio y de tensión pues muchos jefes estaban enterados de lo que iba a pasar, pero el resto al igual que la tropa no sabía nada.  Sánchez Cerro con potente voz, no obstante su pequeño tamaño, lanzó una ardiente arenga y proclamó la revolución.  El griterío de aprobación fue unánime y el mayor Gálvez, se bajó del caballo, se cuadró ante Sánchez Cerro y lo proclamó Jefe de la Revolución Libertadora.

 

            Se envió de inmediato una comunicación al Regimiento de Artillería, que estaba en Arequipa, solicitando su adhesión y éste se plegó con entusiasmo.

 

            Las tropas sublevadas iniciaron a las 11 a.m. el retorno a Arequipa, la que ya estaba enterada de los sucesos.

 

            Los establecimientos comerciales cerraron sus puertas al igual que el mercado San Camilo y las gentes presurosas por las calles se dirigían a sus domicilios.

 

            A las 11.40 a.m. los estudiantes universitarios celebran una asamblea y resuelven apoyar  la revolución saliendo en tumultuosa manifestación por las calles de la ciudad, lo que animó a gran cantidad de civiles a seguirlos.  Fueron al encuentro de las tropas y las vitorearon.  Cuando era el mediodía, el prefecto Fernandini se dio cuenta de que nada podía hacer y se refugió en el Palacio  Episcopal.  El ejército fue ocupando pacíficamente toda la ciudad.  A las cuatro de la tarde las campanas de las iglesias fueron echadas al vuelo y media hora más tarde Sánchez Cerro y sus allegados ocupaban la prefectura.

 

            En Lima se conocieron pronto los sucesos, pero las autoridades se mantuvieron a la expectativa en espera de una reacción contraria.  A las 11 de la noche se convencieron de que el movimiento había triunfado en la Ciudad Blanca y se emitió un comunicado en el que se decía que el Comandante General y el prefecto estaban presos.  La única resistencia se ofreció en el cuartel de la Guardia Civil, pero tras un breve cambio de disparos, se rindieron.  El prefecto en realidad no estaba preso, sino alojado en casa de don Gustavo de la Jara con todas las garantías  del caso.

 

            Posesionado  Sánchez Cerro del mando de la revolución, expidió el mismo día 22 de agosto  un Decreto haciendo conocer que la III División de Puno y la LV de Arequipa se habían plegado en su totalidad a la revolución, y disponía la normalización de todas las actividades.

 

            Luego expide otro Decreto como Jefe Militar y Político, disponiendo que mientras se forma una Junta Provisoria de Gobierno, se nombraban los siguientes Secretarios:

 

            De Asuntos Militares, mayor Alejandro Barco

            De Asuntos Políticos, doctor José Luis Bustamante y Rivero

            De Asuntos Financieros y Administrativos, doctor Manuel Vinetti

            De Asuntos Postales y Transmisiones, mayor Rubén del Castillo

            De Transporte y Comunicaciones, mayor Julio Arboleda Viñas

            Contralor General, doctor Gustavo de la Jara

 

            Como prefecto de Arequipa fue nombrado el doctor Clemente J. Revilla y como subprefecto  don José Manuel Chávez Bedoya.

 

            El sábado 23 toda la ciudad de Arequipa fue embanderada.

 

            El aviador Elmer Faucett que estaba en Arequipa se puso a las órdenes de Sánchez Cerro.

 

El Manifiesto de Arequipa

ARRIBA

Con fecha 22 de agosto, el comandante Sánchez Cerro en su condición de Jefe Supremo, lanza un Manifiesto a la Nación, en el que dice que el pronunciamiento de Arequipa no era la obra de un partido, ni la hazaña de un grupo, ni la audacia de un caudillo, sino la expresión genuina de un anhelo nacional, largo tiempo reprimido por la tiranía, convertido en realidad.

 

            Califica al régimen del oncenio, de corrupto, inmoral, lleno de miseria moral  y protervia política.

 

            Que en el Orden Constitucional había roto la Carta Política, imponiendo como ley suprema su voluntad, haciendo del Parlamento un hato de lacayos sumisos y voraces.  Lo acusa de haber destrozado las finanzas del país y haber elevado la deuda externa de 80 millones de soles a 600 millones, con mengua de la soberanía nacional.  Que agobiaba al pueblo con tributos excesivos e injustos al tiempo que creaba odiosos monopolios.

 

            Que había privado de independencia al Poder Judicial causando su desprestigio al tiempo que lo politizaba, introduciendo en él a gente  sobornable.  Que a los Municipios los había convertido en agencias gubernativas, usurpando al pueblo la facultad de elegir.  La enseñanza superior  había sido sometida a un régimen retrógrado y rastrero.  Restringe los derechos constitucionales en el orden individual, niega la libertad y engaña a la opinión pública.   Que no había libertad de prensa, y la prensa nacional se encontraba amordazada y envilecida.  Acusaba a Leguía que para minar al ejército había organizado a una policía mimada y jactanciosa.  También se refería a la cuestión de la Brea  y Pariñas cuando decía que había ofrecido  en forma ignominiosa al extranjero nuestras zonas petroleras; por todo lo cual había llegado la hora de la dignidad nacional y del duro ajuste de cuentas.

 

            Anunciaba moralización y normalización de la vida institucional y económica del Estado, así como la revisión de la Constitución si la voluntad ciudadana lo demandase.  También anunciaba la depuración de la Legislación Nacional.  Ofrecía autonomía a los pueblos dentro de la unidad nacional.  Anunciaba que se devolvería al pueblo y a la prensa honesta sus libertades y prerrogativas, su majestad al Parlamento y su excelsitud al Poder Judicial.  Todas las ideas serían respetadas siempre que no afecten la moral social  y el orden público.

 

            Se ofrecía la redención del indio, se aseguraría los derechos y el bienestar de la clase trabajadora.  Se haría de la honradez un culto nacional y por eso serían perseguida sin tregua la banda de rapaces que se habían enseñoreado de la administración pública y amasado fortunas a costa del erario nacional.

 

            Se acabaría con los peculados, las concesiones exclusivas, las malversaciones y las rapiñas encubiertas.  Las riquezas nacionales no seguirían siendo hipotecadas.  Se controlaría el gasto público y se estimularía a las fuerzas vivas del país e industriales.  Denunció a la Ley de Conscripción Vial de haber causado un despilfarro de cien millones de soles en diez años.  Aseguró que los institutos armados ya no serían juguete de los políticos, por lo cual serían reorganizados.  Del Ejército dijo que era la enseña nacional y a él el pueblo entregaba a sus hijos, por lo cual era la fuente de todas las esperanzas y ofenderlo era atentar contra la Nación.

 

            El Manifiesto de Arequipa fue difundido en todo el país por diversos medios y causó gran impacto.   Siempre se le ha tenido como un documento político de mucha importancia.

 

            Se ha dicho que el doctor Bustamante y Rivero era el autor único del Manifiesto de Arequipa, pero don Pedro Ugarteche en la obra “Sánchez Cerro”  -de cuatro tomos- asegura que fue el mismo comandante que le dijo que el mayor Barco había sido el autor.  En efecto, en el original que se conservaba y que fue mecanografiado por el mayor Rubén del Castillo, hay anotaciones y enmendadura hechas de puño y letra del mayor Alejandro Barco y del mismo Sánchez Cerro.

 

            El Manifiesto circuló en volantes en Arequipa el mismo día 22 y lo firmaban el mayor  Barco y Sánchez Cerro; pero el mismo Barco consideró que sólo debía aparecer el nombre del Jefe Supremo.  Por eso el día sábado 23 en el diario “Noticias” figuraba como firmante sólo Sánchez Cerro.

 

 

Las reacciones en Lima

ARRIBA

El mismo día 22 de agosto al mediodía, el prefecto de Arequipa pudo telegrafiar a Lima, que las tropas se habían sublevado y tomado la ciudad.

 

            Por la noche, las autoridades de Lima emitieron el siguiente comunicado que apareció el día sábado 23 en los diarios:  “Las  tropas de la guarnición de Arequipa a instigación del comandante Sánchez Cerro, a base de una orden general fraguada por él en la que comunicaba como resolución del gobierno el licenciamiento de las tropas y de los oficiales y la rebaja de los haberes, se sublevaron en la mañana, apresando sin derramamiento de sangre al Comandante General y al Prefecto del Departamento, adueñándose de la ciudad.  El gobierno ha dictado las medidas del caso y espera que pronto quedará restablecida la normalidad en este departamento”.

 

            Eso del engaño a la  tropa por Sánchez Cerro, era un engaño del gobierno, pues en ningún momento se dijo tal cosa.

 

            El viernes 22 en horas de la noche, la Cámara de Senadores, bajo la presidencia de Roberto Leguía, hermano del presidente, sesionaba normalmente y lo mismo pasaba con la Cámara de Diputados cuyo presidente era Foción Mariátegui, del que se dijo era complotador secreto.

 

            El sábado, gran cantidad de políticos, generales y altos jefes de las fuerzas armadas acudieron a Palacio a testimoniar su adhesión a Leguía.  En ellos  estaba el coronel Eulogio del Castillo, el coronel Manuel Valdeiglesias acérrimo leguiista que fue uno de los que debeló el alzamiento de Alcázar en Cajamarca, el general Pedro Pablo Martínez, general  Antonio Castro (piurano).y gran cantidad de militares de inferior graduación.

            Una escuadrilla de aviones de guerra, partió de Lima bajo la jefatura del comandante Groww, según se dijo para bombardear Arequipa.  Dicho comandante con un biplano aterrizó en Camaná y allí fue apresado por el mayor Rubén del Castillo que lo remitió a Arequipa con la custodia del aviador Elmer Faucett.

 

            El 23, supo  Leguía que la IV División con sede en Puno, que era la más importante del Sur, también se había sublevado y había arrastrado a las guarniciones del Cuzco, Tacna y Moquegua.  Prácticamente todo el sur estaba en armas.

 

            Por primera vez en muchos años, Leguía comprendió que en esta oportunidad la cosa iba en serio.  Sin embargo, el diario oficialista “La Prensa” informó el domingo que todo marchaba hacia la normalidad.

 

            El presidente, después de oír misa, reunió de urgencia a su Gabinete que presidía el huancabambino Benjamín Huamán de los Heros, ministro de Gobierno.  Allí hizo conocer su intención de formar de inmediato un Gabinete Militar que presidiría el general Pedro Pablo Martínez o Fernando Sarmiento.  Luego renunciaría ante el Congreso.

 

            El general Martínez trató de formar un Gabinete y no lo logró, lo que sí pudo hacer el general Sarmiento, incluyendo  al coronel Eulogio del Castillo.

 

            El domingo, por la tarde y como si nada pasara, Leguía concurrió al Hipódromo de Santa Beatriz, con sombrero de tarro.  Era dueño  Stud Alianza sin duda con los mejores caballos y sus caballos ganaron en dos carreras.  Recibió aplausos.

 

            Mientras tanto, la inquietud reinaba en las calles de Lima, en donde grupos  densos de manifestantes se habían reunido en forma espontánea, dando mueras a  Leguía sin que la policía supiera  qué hacer. De esa manera y en forma súbita apareció la oposición a Leguía largo tiempo reprimida.

 

            Un mensaje le llegó a Leguía y precipitadamente abandonó el Hipódromo.  El retorno a Palacio fue agitado, pues turbas airadas trataron de atacar el vehículo.  Eran las 5 y 20 de la tarde.  Los hechos se precipitan.  A las 6 de la tarde renuncia el Gabinete Huamán de los Heros y a las 11 de la noche jura el Gabinete Militar del general Fernando Sarmiento.  Al terminar el acto, se presentó un delegado militar, para notificar al presidente que jefes de las diversas unidades militares de Lima sesionaban en el Estado Mayor para formar una Junta Militar de Gobierno.  El asunto se había puesto muy grave.

 

            A las dos de la madrugada del lunes, los militares llegan a un acuerdo en cuanto a la conformación de la Junta Militar de Gobierno.

 

 

 

Dimisión  de Leguía y Junta Militar del general Ponce

ARRIBA

            A las tres de la madrugada llegaron a Palacio un centenar de jefes y oficiales para pedir la dimisión del Presidente  y hacerle conocer los miembros de la Junta Militar de Gobierno.  Esta sería presidida  por el general Manuel Ponce y la conformarían el capitán de  navío Julio Goicoechea, el coronel Eulogio del Castillo, el teniente coronel Arturo Zapata, el coronel Ricardo Llona, el mayor Eduardo Castro Ríos (piurano), el contralmirante César Bielich y el comandante Luis M. Sánchez Cerro al que se había reservado el Ministerio de Guerra.  Creían así contentarlo.

 

            A Leguía rodeaban sus edecanes y familiares.  Se entabla un diálogo entre el general Ponce y el presidente, que se puso violento.  Ponce exigía llanamente la dimisión de Leguía y éste decía que sólo lo haría ante el Congreso.  El capitán Meneses Cornejo intervino con frases fuera de tono, pero de inmediato el capitán Bueno lo desautorizó y habló con todo respeto a la investidura del Jefe del Estado.

 

            Para allanar las cosas, el general Sarmiento que horas antes se había juramentado como presidente del Gabinete Militar en el mismo salón, presentó su renuncia.  Leguía se dio por vencido y dimitió.  De inmediato los miembros de la Junta Militar de Gobierno se juramentaron.  En el Ministerio de Guerra que inicialmente figuraba Sánchez Cerro, se colocó al mayor Castro Ríos.  A Sánchez Cerro se le daría otro cargo en la Junta, que no se especificó.  El presidente no aceptó el asilo que le ofreció el Embajador de Chile, lo que fue un tremendo error.  A las 5 y 30  a.m. del lunes 25, Leguía abandonaba Palacio por una puerta lateral.  Vestía Jacques negro y se cubría con un sobretodo oscuro, bufanda en el cuello y sombrero hongo.  Ingresó a un auto y luego lo hizo su hijo Juan que lo acompañaría en todas sus vicisitudes.  También el jefe de la Casa Militar coronel Carlos Bazo y el mayor César Tolmos.  Los familiares y edecanes lo siguieron en  tres autos.

 

            Hay otra versión, sobre los sucesos de Palacio que merece credibilidad.  Según eso, al renunciar el general Sarmiento el cargo de Primer Ministro y con él el resto del Gabinete que había jurado horas antes, quedó expedito el camino para que el general Ponce fuera el nuevo Presidente del Consejo de Ministros y fue en tal sentido que Leguía les tomó el juramento.  Como Leguía iba a renunciar al día siguiente ante el Congreso, sería el Gabinete el que de acuerdo a la Constitución asumiría interinamente el poder.  Esto parecía arreglar el asunto y fue así como el general Sarmiento se retiró a la Escuela Militar de Chorrillos de la que era director  en compañía del coronel Ernesto Montagne que era Sub-director y parecían bastante inclinados a Sánchez Cerro.  El general Ponce y los suyos  pensaron que en 24 horas podían pasar muchas cosas y decidieron precipitar los hechos.  Fue así como exigieron la renuncia de Leguía y se constituyeron de inmediato en Junta Militar de Gobierno.  Con eso se pusieron en situación  de rebeldes.

 

 

El general Ponce y el comandante Sánchez Cerro

ARRIBA

            La Junta Militar de Gobierno de Lima, dispuso de inmediato que Leguía fuese embarcado en el “Grau” con su familia y llevado a Panamá.

Cuando en  Lima se supo eso, turbas enardecidas  atacaron la casa particular de Leguía en la calle Pando, en la que solo había unos  pocos miembros de servicio e hijos del presidente que se defendieron a tiros. de revólver Los enfurecidos atacantes usaron un ómnibus para derribar las puertas y en torrente incontenible ingresaron, saqueándola totalmente y luego le prendieron fuego .Todo eso ante  impasibles guardias civiles, a los que Leguía tanto había protegido. Al día siguiente los saqueos siguieron contra casas los ministros y connotados personajes del régimen.

  Mientras tanto, el general Ponce lanzó un manifiesto diciendo que había exigido y logrado la dimisión de Leguía.  Prometía elecciones para convocar a una Asamblea Nacional a fin de redactar una nueva constitución.

 

            También ofrecía:

-Derogatoria de la Ley de Conscripción Vial

-Respeto a los tratados internacionales, así como a las obligaciones económicas  contraídas  en el interior y en el exterior

-Supresión de los monopolios

            -Estricta prohibición del juego

            -Libertad de prensa

 

            Luego se dispuso el receso de las Cámaras, amnistía general y para el futuro libertad de los presos políticos.

 

            Luego con el fin de intimidar a Sánchez Cerro, le envió un telegrama haciéndole conocer que contaba la Junta, con el apoyo de las Divisiones I, II y V.

 

            Después se decretó la inamovilidad de la Escuela Militar de Chorrillos.

 

            También se acordó enviar a Arequipa un avión militar, a fin de trasladar a Lima al comandante Sánchez Cerro, a fin de incorporarlo a la Junta Militar de Gobierno.

 

            El general Ponce solicitó una conferencia telegráfica con el jefe del movimiento revolucionario de Arequipa.  De Lima se transmitió lo siguiente:  El general Manuel María Ponce, saluda con todo cariño a su compañero y querido amigo el teniente coronel Sánchez Cerro y le manifiesta que la presencia del comandante en la Junta de Gobierno de Lima persigue igual fin que la de Arequipa.

 

 

 Que invita al teniente coronel Sánchez Cerro a venir a Lima para llegar a un común acuerdo.  Y le comunica que los presos políticos han sido puestos en libertad, que el puerto de Mollendo ha sido reabierto al tráfico marítimo y que los exiliados políticos han recibido autorización para volver al país”.

 

            El comandante Arturo Zapata Vélez era un notorio leguiista que antes había servido en la guarnición de Sullana.  Sánchez Cerro había objetado la presencia de ese militar en la Junta de Ponce y además se había manifestado que no entraría en tratos con la Junta Militar de Lima, mientras siguiera clausurado el puerto de Mollendo, los presos políticos encarcelados y los exilados en el destierro.

 

            A pesar de todo, Sánchez Cerro fue tajante en su respuesta al general Ponce.  Expresó el jefe rebelde que desconocía a la Junta de Lima y que en el Perú no había más gobierno que el instalado en Arequipa.  También dijo que la Junta de Lima no podía  compararse con la de Arequipa por no estar compuesta por elementos semejantes y que si querían tratar con él, enviasen a dos oficiales a Arequipa con plenos poderes.

 

            Al conocer  ese intercambio de notas telegráficas, el pueblo de Arequipa se volcó en multitudinarias manifestaciones de apoyo.  Mientras tanto en Lima, no cayó bien la formación de la Junta del general Ponce y las calles se veían invadidas de grupos vociferantes vivando a Sánchez Cerro.  Trascendió también que la oficialidad joven estaba a favor del revolucionario de Arequipa.

 

           

Reacciones en Piura

ARRIBA

            Tanto en la capital departamental, como en el resto del departamento, las primeras noticias de la rebelión contra Leguía, no fueron tomadas muy en serio y se consideraba que el presidente era una persona muy poderosa y que las cosas volverían a su cauce normal.

 

            Cuando poco a poco fueron llegando nuevas noticias y se supo que el oficial rebelde era un piurano, el criterio público fue cambiando.

 

Inicialmente el despacho prefectural se vio muy visitado por personajes civiles y militares, reiterando su fidelidad al presidente Leguía.

 

            El prefecto Narciso Arroyo, se mantenía en constante contacto telegráfico con Lima y así pudo darse cuenta rápidamente que el Gobierno de Leguía estaba llegando a su fin.  Las noticias trascendieron y las visitas a la prefectura fueron escaseando, y en cambio en la casa del Notario don Antonio Sánchez en la calle Arequipa, las visitas fueron incrementándose.  Don Antonio, era el padre del comandante Sánchez Cerro.

 

            Mientras tanto la guarnición de Piura se encontraba a la expectativa y  evitaba pronunciarse.

 

            El lunes 25 cuando ya la situación estaba casi definida en lo que respecta a la caída de Leguía, se realizaron las primeras manifestaciones populares en la  ciudad de Piura.  Los más entusiastas eran  las gentes de la mangachería, pues el comandante Sánchez Cerro había nacido en el sector de la ciudad correspondiente a ese populoso barrio, no obstante ser la familia de la clase media y muy conocida y respetable. Los mangaches realizaron casi a diario manifestaciones vociferantes a favor del nuevo caudillo.

 

            En menor grado, en otras ciudades se repitieron iguales muestras de adhesión a Sánchez Cerro.  Luego turbas frenéticas, enlazaron los bustos que el presidente  tenía en Piura, Sullana y Tumbes, los derribaron y los arrastraron por las calles.  No pocas veces, las casas de conspicuos leguiístas, sobre todo los que habían sido parlamentarios por largos años, también fueron hostilizadas.

En Piura era alcalde  el doctor Víctor M. Zapata, conspicuo leguiista que desde ese momento lideró la oposición contra Sánchez Cerro.

De acuerdo a la versión del extinto historiador, Carlos Robles Rázuri,  el prefecto de Piura Dr.  César Cárdenas García fue informado por radio, por la Dirección de Gobierno de Lima, que el presidente Leguía habia sido depuesto y se había formado una Junta de Gobierno, que presidía el general Manuel  Ponce, Jefe del Estado Mayor del Ejército.

 

Pero Cárdenas siguió fiel a Leguía y logró el respaldo del Regimiento de Infantería Nº1 que estaba interinamente al mando del comandante Vargas Mosín , pues el titular,  comandante  Narciso Arroyo se encontraba en Chiclayo.

 

El pueblo piurano reaccionó en forma masiva formándose mítines relámpago y algazaras que la policía enfrentó. El martes 23 de agosto se reunión una gran cantidad de manifestantes en la plazuela de la Restauración, en momentos en que regresaba a Piura  el comandante Arroyo y reasumía el mando militar. Arroyo se pronunció por Sánchez Cerro en medio del júbilo general y ocupó la Prefectura de Piura.

 

 

Guarniciones de Lima con Sánchez Cerro

ARRIBA

La Junta Militar de Lima, envió a Arequipa como emisarios ante Sánchez Cerro al coronel Roberto López y a los sargentos mayores Luis Fajardo, Julio Aguirre y Gustavo Jiménez.  Este último había sido perseguido de Leguía.

Los emisarios terminaron por reconocer a Sánchez

 

Cerro como Jefe de la Revolución y le expresaron su adhesión ante una multitudinaria manifestación de apoyo al comandante  en Arequipa.

 

            El día lunes 25, es decir cuanto la Junta Militar de Gobierno del general Ponce empezaba a funcionar, la Escuela Militar de Chorrillos se pronunció a favor de Sánchez Cerro, tras de no aceptar la renuncia de su director el general Sarmiento.  Un telegrama de adhesión fue enviado a la ciudad de Arequipa y lo firmaban el coronel  Ernesto Montagne, los comandantes Luis Vinatea, Eloy Ureta, José Vásquez   Benavides, los mayores Héctor López, Rodolfo Acevedo, Pablo Sobero, Armando Artola del Pozo, Juan Dongo y Erasmo Reyna.  Muchos de estos oficiales con tiempo tendrías destacada actuación en hechos militares. El entonces mayor Artola fue después siendo coronel, jefe de la guarnición de Sullana El comandante Vinatea sirvió posteriormente en Piura.

 

            El día 26 hicieron lo mismo el Centro de Aviación Las Palmas, el Regimiento de Caballería Nº 5 y la Compañía de Ametralladoras Pesadas.  El general Sarmiento asumió el liderazgo de todas estas fuerzas.  Luego distribuyeron un manifiesto en las calles de Lima y Callao.

 

            Al conocer esto el general Ponce, hizo conocer su propósito de presentar su renuncia, pero el general Sarmiento lo disuadió y le dijo que había que evitar el caos y se mantuviera en el cargo hasta la llegada a Lima de Sánchez Cerro.

 

            El arribo de Sánchez Cerro a Lima estaba anunciado para la tarde del día 27.  El pueblo de Arequipa trató de oponerse al viaje de Sánchez Cerro a Lima, pues desconfiaba de la Junta Militar de Gobierno, del general Ponce y se corría el riesgo de que al llegar el comandante a Lima, fuera apresado.  Pero de todos modos, poniendo una vez más de manifiesto su audacia, resolvió Sánchez Cerro viajar a la capital, casi sólo.

 

 

Leguía trata de recuperar el poder

ARRIBA

            Estando Leguía en el crucero “Grau”, llegaron a la nave noticias de que ni el pueblo, ni las tropas de Lima hacían caso de la Junta del general Ponche y que el caos reinaba en la capital, que estaba a merced de turbas comunistas que saqueaban la ciudad.  Alarmado por esas informaciones, el comandante del crucero, consultó a Leguía y el ex –mandatario dijo que deseaba retornar a tierra para imponer el orden, dejando sin efecto la dimisión que a la fuerza le había sido arrancada por el general Ponce.  El comandante del Grau reconoció a Leguía como presidente, izando en la nave la insignia presidencial, haciendo el saludo de 21 cañonazos.  Entonces Leguía empezó a dar nuevamente órdenes.  Dispuso que el Centro de Aviación de Las Palmas, concentrara sus aviones en Ancón, a donde pensaba desembarcar.  Lo mismo dispuso con relación a hidroaviones.  Pero el comandante de Las Palmas ya se había pronunciado por Sánchez Cerro y no acató las disposiciones de Leguía.  Al conocerse en Arequipa estos movimientos del ex –dictador, Sánchez Cerro telegrafió a la Junta de Gobierno de Lima, que la hacía responsable de la custodia de Leguía.

 

            El general Ponce se sintió amedrentado, y ordenó al comandante del Grau, que condujera su nave a su fondeadero del Callao.  Como los marinos se dieron cuenta de que no contaban con ningún apoyo, acataron la orden y Leguía siguió siendo un prisionero en el crucero.

 

 

Sánchez Cerro imparte órdenes al general Ponce    

ARRIBA

            Antes de partir a Lima, Sánchez Cerro se sentía ya que era dueño de la situación y suficientemente fuerte como para dar órdenes a la Junta Militar de Gobierno de Lima y al general Ponce.  Fue así como envió los siguientes telegramas:

 

 

“General Ponce.- Lima.- 1º.  Mis nobles, patrióticos ideales, hoy más que nunca interésame afianzarlos eficientemente.- 2º.  No me interesa conocer si tropa primera, segunda, quinta división han reconocido incidental y flojamente esa junta.- 3º.  No se trata de hacer comprobación de efectivos disponibles sino ver patrióticamente calidad elementos que respondan al imperioso llamado de la patria.- 6º. Hago caso omiso reconocimiento Cuerpo Diplomático esa Junta, opinión nacional es la única tomo en consideración.  Toda opinión extranjera en asuntos internos mi Patria, rechazo de plano.  8º. Espero respuesta hasta una de la mañana.  Caso no obtenerla hasta esa hora, no deseo continuar esta clase de ajetreos políticos criollos.- Arequipa 27 de Agosto 1930 Luis M. Sánchez Cerro.”

 

            Un segundo telegrama decía:

 

“Marcho hoy con resto de miembros instalar Junta.  Llegaré más o menos hora diecisiete.  Preparen recibimiento autos campo Country Club.  Sánchez Cerro.”

 

            Cabe imaginar el desagrado del general Ponce, recibiendo órdenes de un oficial jerárquicamente inferior; pero en ese momento no se trataba de jerarquías militares, sino de cuestiones políticas.

 

 

La Junta Militar de Sánchez Cerro

ARRIBA

            Cuando Sánchez Cerro telegrafió al general Ponce; en el punto 7º le daba a conocer la Junta de Gobierno que había organizado en la forma siguiente:

 

Presidente de la Junta de Gobierno (sin cartera) Comandante Sánchez Cerro

Secretario de Marina y Aviación, Comandante Carlos Rotalde

Secretario de Gobierno y Policía, Mayor Gustavo A. Jiménez

Secretario de Relaciones Exteriores, Comandante Armando Sologuren

Secretario de Hacienda, Coronel Ricardo Llona

Secretario de Justicia, Instrucción y Culto, Coronel Ernesto Montagne

Secretario de Fomento e Industrias, Coronel Eulogio Castillo.

 

            El 27 de agosto, antes de viajar a Lima, mediante Decreto, Sánchez Cerro constituye la Junta Militar de Gobierno.

 

 

 

Sánchez Cerro en Lima

ARRIBA

En la tarde del 27 de agosto de 1930, llegó a Lima Sánchez Cerro, en el avión “Misti” piloteado por Elmer Faucett.  Lo acompañaban el comandante Armando Sologuren y los tres mayores que la Junta Militar de Lima del general Ponce había enviado a Arequipa.  El aeroplano aterrizó en los campos del Country Club, lugar donde lo esperaban los generales Ponce y Sarmiento y gran cantidad de jefes militares, pues ya todas las guarniciones de Lima se habían pronunciado por el jefe rebelde.  Numerosas personalidades de Lima estaban en el recibimiento, así como un enfervorizado gentío nunca  antes visto.  Entre esa multitud había una gran cantidad de mujeres, hecho sin precedentes.

 

            Cuando descendió del avión, el público vio con sorpresa que se trataba de un hombre pequeño, delgado, moreno de actitudes muy enérgicas y dueño de sí mismo.  Acababa de cumplir los 41 años.  En auto descubierto y muy lentamente ingresó por la avenida Arequipa que días antes se llamaba avenida Leguía, donde grupos densos de manifestantes se unieron a los del Country Club.  En el camino recibió el saludo emocionado del ingeniero Lainez Lozada que hasta el día anterior había estado confinado en la isla San Lorenzo en donde ya había pasado 9 años.  A las seis de la tarde pasaba por el Arco Morisco de los españoles, hoy desaparecido, precedido por la caballería de la Escuela Militar de Chorrillos, tropa a pie y en carros.  Al llegar al jirón de La Unión las Campanas de la iglesia de La Merced fueron echadas a vuelo.

            En la plaza de armas había un enorme gentío.  El diario “El Comercio” diría al día siguiente que eran 80 000 personas.  Eran las 6 y 30 cuando desde los balcones de Palacio, Sánchez Cerro habló a la multitud.  En esos tiempos se hablaba a viva voz, no había alta-voces.

 

            El diario “La Crónica” diría el día 28:  “Por fortuna, el Perú ha reconquistado al fin estos bienes (las libertades ciudadanas) y las explosiones de júbilo patriótico y de regocijo cívico con que en Arequipa; primero,  mas tarde   en Lima,  luego en Piura, y después en todas partes se ha acogido al movimiento restaurador...”

 

            La guarnición de Piura se había pronunciado en la noche del día 26 y el prefecto Narciso Arroyo renunció.  En su lugar se hizo cargo de la Prefectura don Augusto Garcés Sánchez.

 Junto con el avión de Sánchez Cerro, llegaron a Lima otros cinco más, con revolucionarios de Arequipa.  El diario “La Crónica” dijo que la multitud sumaba cien mil almas.

  En Piura, el júbilo era indescriptible y los mítines se sucedían uno tras otro.

            El doctor Luis Antonio Eguiguren, condiscípulo de Sánchez Cerro, que acababa de llegar del destierro, le organizó una recepción en el restaurante del Zoológico, al que asistieron 1 500 personas.  El 31 de agosto, Sánchez Cerro nombra a Eguiguren alcalde de Lima.

 

Posteriormente Eguiguren rompería con Sánchez Cerro y pasaría a la oposición.

 

Poco después Sánchez Cerro prestaría juramento como presidente de la Junta Militar de Gobierno.

De inmediato empezaron los problemas de  carácter social y reclamos de obreros, que  como un dique que se rompe, habían estado embazados  durante los once años del régimen de Leguía. Eso paralelamente a una gran cantidad de políticos que trataron de convertirse en asesores del nuevo e  .inexperto gobernante y sacar provecho propio.

Al mismo tiempo se desataron las ambiciones y el que menos se creí con méritos para ser Presidente de la República.

 

 

 

Leguía en la Penitenciaría

ARRIBA

            El ex –presidente Leguía y su hijo Juan fueron desembarcados en la base naval de San Lorenzo.

            El 13 de setiembre gran cantidad de gobiernos habían reconocido al nuevo gobierno militar pues era evidente su dominio sobre todo el país.  Uno de los pocos que no lo había hecho era Estados Unidos.  Su Embajador en Lima Mr. Dearin comunicaba en esa fecha al Departamento de Estado, que el ciudadano norteamericano ingeniero Carlos Sutton que había estado trabajando en Piura se encontraba libre, lo mismo que el capitán Groww.  Luego dice:  ...se llegó a creer que hubo amenaza de maltratar al señor Leguía y esto pudo ser muy seria dificultad y obstáculo  al reconocimiento.  Ahora se ha descubierto que lo tratan bien”.  Luego continúa:  El doctor Mac Cornack ha visto a Leguía casi todos los días y me informa que tenía el espíritu muy deprimido.  Su condición física es muy mala, pero no acepta alimentos y dice que quiere morir.”

 

            El 4 de setiembre y mediante Decreto Ley 6875, la Junta Militar barrió con todos los integrantes de la Corte Suprema.

 

De igual manera se cambiaron muchos embajadores, cónsules y representantes diplomáticos. Uno de los depuestos fue el Dr. Miguel Checa Eguiguren, que había sido embajador del Perú en Argentina. Había sido compañero de aula en San Miguel con Sánchez cerro, pero sirvió durante mucho tiempo a Leguía.. Eso fue el motivo por el cual la familia Checa Eguiguren fue opositora a Sánchez Cerro desde el principio.

 

            El 11 de setiembre se dispone, que en lo sucesivo se prohíbe poner el nombre de personas vivas a regiones, ciudades, pueblos, rutas, plazas, edificios públicos, monumentos, etc. así como bustos, estampillas con la efigie de personajes y se disponía el cambio de los existentes.

 

            El endiosamiento de Leguía había llegado a límites inconcebibles hasta la fecha, y era frecuente poner a las calles y avenidas nombres correspondientes al del Presidente y de los miembros de su familia.  En Piura existían puentes, calles y plazas con el nombre de Leguía con el busto del mandatario, frente al antiguo estadio y cuando cayó y fue derribado el busto,  a partir de entonces, se  la conocía como Plaza sin Nombre.

 

            El 12 de setiembre se prohíben los agasajos a los funcionarios públicos.  De esa forma Sánchez Cerro cortó de raíz la racha de agasajos que se le estaban  ofreciendo.

 

            El mismo día Sánchez Cerro dejó instalado el Tribunal de Sanción, organismo destinado a investigar y sancionar los casos de enriquecimiento ilícito en que hubieran incurrido funcionarios y personas adictas al régimen  depuesto.

 

            La creación de este tribunal respondía a un clamor bastante generalizado de que se sancionase tanto peculado y exacciones cometidas por los áulicos de Leguía.

 

 

            Como era de suponer, de los primeros enjuiciados fueron el presidente Leguía, sus más cercanos familiares y los funcionarios más vinculados.  A pedido del Tribunal, Leguía fue trasladado el 16 de setiembre de la isla de San Lorenzo a la Penitenciaría de Lima.  El historiador Basadre en “Historia de la República del Perú”, asegura que al ex –mandatario se le recluyó con su hijo Juan, en una celda baja, húmeda, sucia, pestilente, cuya ventana había sido clausurada, sin servicios higiénicos.  Leguía no podía conciliar el sueño, según se dijo por las voces de alerta de los centinelas y si bien recibía la asistencia casi diaria del sacerdote Esteban Pérez, los centinelas estaban siempre presentes.  Las dolencias del ex –mandatario se agudizaron el resto del año..

 

Juan Leguía distraía su tiempo haciendo zapatos.

La Penitenciaría o Panóptico, fue demolida en 1966 por el gobierno del general Velasco y los internos trasladados al cuartel del Sexto. En el terreno   del Panóptico se construyó el moderno Hotel Sheraton

 

Reacciones diversas

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            Pasado el primer momento de sorpresa, que el derrocamiento de Leguía, causó entre sus seguidores, se produjo la reacción de los que habían perdido sus privilegios, de los antiguos funcionarios públicos todavía enquistados en el aparato administrativo, de la prensa venal que antes funcionaba a sueldo.  Como era imposible hacer del momento la defensa del antiguo régimen, la oposición se tradujo en un ataque enconado y constante contra el presidente Sánchez Cerro y contra la Junta Militar.  A eso ayudó mucho la irrestricta libertad de prensa que se había instaurado y que pronto se convirtió en libertinaje pues se hizo al nuevo mandatario objeto de los insultos más soeces.

Decenas de desterrados que habían permanecido muchos años en el exterior, al volver, reingresaron en la política y todos se creían con derecho  dirigir los destinos del país. Es decir que se desataron las ambiciones.

            Mucho de esos antiguos desterrados y presos políticos se dejaron ganar por el odio y los deseos de venganza, y surgieron de esa forma muchas acusaciones.  Había también un grupo que pensó beneficiarse pronto con la revolución pero que de inmediato se dieron cuenta de que no iban a lograr nada.

 

            Eso creó un clima de tensión y como el Perú estaba envuelto desde el año anterior en aguda crisis económica, en medio de esa situación, la crisis que era mundial, se sintió mucho en el Perú y los desocupados se incrementaron grandemente. Como consecuencia de todo eso,  el 24 de noviembre renunció el Gabinete.   Era ya ostensible que en el mismo había dos tendencias, una conservadora que se dice era alentada por los neo-civilistas y otra izquierdista liderada por el comandante Gustavo  Jiménez.  Aparentemente este jefe al dejar el gabinete quedó siempre como amigo de Sánchez Cerro, pero en breve los hechos dirían lo contrario y la enemistad que al fin se produjo trajo muchas horas de luto al país.

 

            En nuevo gabinete lo presidió el coronel Antonio Beingolea y había en el mismo varios civiles.  En esos meses se habían producido varias huelgas por cuyo motivo el 12 de noviembre fue disuelta la Confederación General de Trabajadores y los sindicatos.

 

            En diciembre se aprueba el Estatuto que convoca a elecciones para Presidente de la República  y para representantes a Congreso.

 

            Al amparo de la libertad de prensa, había aparecido un diario titulado “Libertad” que incitaba la persecución de los personajes que habían servido en el régimen depuesto.  El huancabambino doctor Benjamín Huamán de los Heros que había sido presidente del Consejo de Ministros, perdió la vocalía de la Corte Suprema y fue enjuiciado por el Tribunal de Sanción,  que el 28 de setiembre de 1931 lo declaró inocente.

 El Gobierno retiró la confianza al arzobispo de Lima Emilio Lisson Chávez y lo envió a Roma. .Monseñor Lisson había nacido en Arequipa y era conocido como el “Arzobispo de los Pobres”. En la actualidad en la Santa Sede se sigue su proceso de canonización (2008).

  El arqueólogo Julio C. Tello fue subrogado como director del Museo de Arqueología Peruana y en su lugar se nombró al doctor Luis E. Valcárcel.. El  notable ingeniero Carlos Sutton fue separado del Proyecto de Irrigación de las Pampas de Olmos y de esa manera  quedó postergado hasta el régimen de Toledo.

 

Gendarmería y Guardia Civil

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            El 13 de setiembre de 1930, la ciudad de Huancabamba se vio conmovida por un hecho trágico.  En plena plaza de armas y ante una gran cantidad de personas, el guardia civil Serapio Abarca Peralta, mató de un balazo a don Luis Felipe Jibaja, persona muy conocida con quien había estado discutiendo acaloradamente.

 

            El destacamento de la Guardia Civil, había llegado hacía poco a Huancabamba. 

 

            La Guardia Civil había llegado a Piura el 25 de diciembre de 1925.  Se trataba de un cuerpo policial organizado por la Misión Española que reemplazaba al antiguo cuerpo de Gendarmería.

 

            El gendarme, hacía servicio urbano y rural, y hasta en ciudades de la importancia de Piura, el jefe de la gendarmería era con frecuencia un civil.  Los gendarmes eran figuras familiares para la comunidad, y se les decía familiarmente “cachacos”.  Su uniforme esta constituido por un kepí, casaca y pantalón caqui de tela burda, polainas, cinturón ancho de cuero, revólver y pito colgado del cuello por una cadena.  El periodista satírico limeño Hernán Velarde decía que el gendarme era un enamorador de las domésticas, volaba cometa con los palomillas, compartía una “mulita” con los parroquianos de la chingana y se trompeaba con los rateros.

            La nueva policía contaba con tres secciones: la Guardia Civil, la Guardia de Seguridad y la policía de Vigilancia o Investigaciones.  Esta última no era uniformada.

 

            La Guardia Civil, actuaba en la ciudad y en la zona rural.  En este último caso era una policía montada, y tenía casco.

 

            Su uniforme era elegante y tenía adornos rojos en el cuello y en los puños, por cuyo motivo, se les puso como sobrenombre “huayruros”.  El huayruro es una semilla serrana con colores rojo y negro.

La Guardia Civil mereció la protección de Leguía, pero muchos de sus miembros no les fueron leales durante la revolución de Sánchez Cerro

 

 

Organizaciones laborales

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            En la ciudad de Piura, existía un apreciable número de empleados de comercio, de la industria y del sector público.

 

            Cuando las empresas eran pequeñas, el horario de funcionamiento era corrido, de 7:30 a.m. o de 8:00 a.m. a 5:00 p.m.  A las doce se hacía un alto a la labor y los servidores almorzaban en un comedor que la empresa ponía a su disposición, corriendo el gasto por la empresa.  No faltaban casos, en que los empleados, cuando eran pocos y había un alto grado de confianza, compartían la mesa familiar.  Al crecer la cantidad de empleados, el horario se partió en jornada de la mañana y de la tarde, con un descanso intermedio de tres horas.

 

            Se sintió entonces la necesidad de organizarse, tanto para conocerse y relacionarse, como para luchar por sus mejoras salariales y condiciones de trabajo.

 

            Fue así como el 17 de octubre de 1930 nació la Sociedad de Empleados de Piura, cuyo primer Presidente fue don Leoncio Elías Arboleda.

 La flamante institución funcionó en un inmueble de la 5ta. cuadra de la calle Arequipa, de la familia Velásquez Guerrero. En la década del 60 se desactivó.

 

            El 16 de octubre del mismo año, los trabajadores de toda la zona petrolera resolvieron formar una institución única.  Se decide entonces afiliarse a la Federación de Trabajadores de Petróleo, que hacía poco se había fundado en Lima con el apoyo del joven abogado Luciano Castillo.  Esta seccional de Talara, consideraba a los trabajadores de El Alto, Lobitos, Talara y Negritos.

 

            El funcionamiento de este organismo fue fugaz, pues la Junta Militar de Gobierno, decretó la disolución de las federaciones de trabajadores a causa de las sangrientas huelgas de los mineros de la sierra central.

                       

 

Se quema la Iglesia de Querecotillo

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             A las once de la mañana del 11 de diciembre de 1930, los vecinos querecotillanos se dieron cuenta que de la iglesia salía abundante humo.  Las puertas estaban cerradas,  y cuando se logró abrirlas vieron que el fuego había ya consumido la mayoría de los altares e imágenes entre ellas la del Señor de Chocán.  Los fieles lograron salvar las imágenes del Sagrado Corazón de Jesús, Virgen del Perpetuo Socorro y Virgen de Dolores.  De la Sacristía por tener puerta a la calle se salvó todo.  Del templo solamente quedaron las paredes exteriores y las torres.

            Para la feligresía no sólo de Querecotillo, sino de todo el departamento, la destrucción de la milagrosa imagen del Señor de Chocán fue como una gran desgracia.

 

            La imagen del Cristo crucificado, se veneraba desde el tiempo de la Colonia en el pueblo de Chocán.  La tradición contaba que indígena de Ayabaca, por los años de 1700 se afincó en un pueblecito de la hacienda Poechos, que se llamaba Chocán y allí, con los pocos pobladores de Chocán y de la vecina hacienda  Huangalá veneraban una imagen del mencionado indio, del Señor de la Buena Muerte, al que terminaron por conocer como Señor de la Buena Muerte de Chocán y después sólo como Señor de Chocán.  Todos los años, los fieles hacían en octubre misas y cumplían un nutrido programa de festejos en homenaje al Señor de Chocán.

 

            Entre los más fervientes devotas se contaba a  doña María Joaquina del Castillo, dueña de la hacienda Somate, que mandó a construir en Chocán una capillita.  Con el tiempo la devoción se expandió por todo el departamento y fue así como el 1º de noviembre se celebraba un novenario en Piura y entre Navidad y la Fiesta de Reyes, se hacían las celebraciones en Sullana y Sechura.  En determinado momento surgió un grave problema cuando los fieles sechuranos quisieron quedarse con la imagen diciendo que fueron dos indígenas de Sechura y no uno de Ayabaca, propietarios de la sagrada imagen.  En medio de todo esto había el interés de tener la potestad para recaudar limosnas en los departamentos de Piura, Lambayeque, Libertad y Cajamarca.

            En 1941, la capillita de Chocán estaba casi en ruinas, por cuyo motivo el síndico de la Municipalidad de Querecotillo don José María Gallo, gestionó para que el Señor de la Buena Muerte, fuera trasladado al templo de Querecotillo mientras se arreglaba el de Chocán.  Con el sismo de agosto de 1857, el templo quedó destruido por un sismo, pero la imagen se salvó.

 

            En 1899 el prefecto, coronel Ernesto Zapata, pretendió llevarse la imagen a Piura, pero el pueblo se opuso.

 

            Por todo lo dicho, el incendio de 1930 dejó en la mayor desolación a los querecotillanos, pero de inmediato formaron un Comité Pro-Templo y con el producto de las actividades, el comerciante sullanero don Francisco Gonzáles Aguirregaviria encargó a la ciudad española de Vitoria, la confección de una nueva imagen.

 

La Iglesia de Querecotillo fue reconstruida con formas mas modernas y la veneración del Señor de Chocan continuó con fervor creciente.

 

 

Diversos sucesos

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En 1930  el ciudadano español don Ramón Romero, manda a construir con su peculio, la bonita cúpula de la Iglesia Matriz de Piura, en la parte superior del altar mayor.

 

            En Sullana era alcalde don Jacinto Vargas, que estaba en el cargo desde 1926.  Su gestión fue beneficiosa para la ciudad.  Se construyó el anexo del Mercado, donde se vendían comidas;  se inician las obras de construcción del Estadio, bajo la dirección del Comité Pro-Gimnasio que presidía el doctor Carlos Zapata.  Se dota a la plaza principal de una bonita glorieta de madera para los músicos que ofrecían retretas.  Se expropia el inmueble frente a la mencionada plaza que impedía la prolongación de la calle Ugarteche, dando origen al  Pasaje Cortés.  Se pone cemento a la transversal Enrique Palacios, antes solo enladrillada.  Se empieza la construcción del Anexo del Camal bajo la administración del doctor Otto Tonsmann.

 

 Se cubre con cemento la calle del Cementerio, después llamada  San Martín.  Se acondiciona el campo de aterrizaje (hoy A.H. Santa Teresita) y se le dota de una caseta donada por los rotarios En el campo aterrizaban   los aviones Panagra de 8 pasajeros.  Se inicia la construcción de la plazuela Cruz del Sur (Alto de la Paloma), llamada después Miguel Checa.  Se recupera la casa  llamada “Cabildo” frente al parque principal, que en 1929 había sido donada al Gobierno para  local escolar,  Se inicia la construcción de sus altos, para  uso de la Subprefectura.  Los bajos fueron usados como puesto de la Guardia Civil y cárcel, hasta la década del 70.  En el mismo año con el cambio de gobierno, fue nombrado alcalde don Ildefonso Coloma.

 

Convocatoria a Elecciones

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            Sánchez Cerro no tenía ninguna experiencia en el manejo de los asuntos de Estado, lo que dio origen a que se viera rodeado por infinidad de consejeros y asesores., que buscaban el provecho propio.  En muchos casos, esos intereses eran antagónicos por lo cual empezaron las intrigas palaciegas, disputándose el favor y la atención del caudillo revolucionario.  Fue así como se dio el 8 de noviembre de 1930 una primera ley electoral, convocando a la elección de un Congreso Constituyente, que debía dar una nueva Constitución y elegir a un Presidente Provisorio.  El historiador Jorge Basadre, asegura que el mentor de esta ley fue el doctor Ernesto de la Jara y Ureta, que buscaba sacar del ruedo político a Sánchez Cerro, que sin duda sería designado Presidente Provisorio por la Asamblea Constituyente, y que al convocarse  más tarde a elecciones generales, estuviera el camino allanado para su hermano José María de la Jara y Ureta, a quien Leguía había desterrado a Brasil.

 

            Otro asesor de Sánchez Cerro, el doctor José Manuel García Bedoya, le hizo ver que la ley electoral 6953 lo sacaba del tablero político y que debía ser derogada.

 

            Fue así como se dio el Decreto Ley 7019 de fecha 6 de febrero de 1931, convocando a elecciones generales, para Presidente de la República y para Asamblea Legislativa.  Como era natural, Sánchez Cerro pensaba postular a ese elevado cargo que deseaba desde que era colegial.  Ahora sólo quedaba al jefe revolucionario encontrar la oportunidad para bajar al llano.

 

            Los viejos políticos se dieron cuenta de que en limpias elecciones populares, Sánchez Cerro tenía todas las de ganar y entonces todas las fuerzas políticas contrarias, convergieron en un ataque enconado contra el presidente de la Junta de Gobierno.  Por esos días se había formado un movimiento político llamado “Acción Republicana”, integrado por personas de las más variadas tendencias, pues había leguiístas, conservadores, progresistas y hasta izquierdistas.  Como órgano de lucha editaron el diario “El Perú” cuyo director fue el escritor paiteño Ricardo Vegas García.  Otro grupo  político que insurgió con fuerza desde el primer momento, fue el  Partido Aprista que había sido fundado en México el 7 de mayo de 1924 por el estudiante desterrado Víctor Raúl Haya de la Torre.

 El líder seguía en Europa y se aprestaba a retornar al Perú, pero acá, había connotados líderes como  Carlos Manuel Cox, Manuel Seoane, Magda Portal, Alcides Spelucin y  Luis Alberto Sánchez.  Los dos primeros habían estado en el destierro.  Estos dirigentes iniciaron una campaña proselitista violenta y como al aprismo se le vinculaba con el comunismo, fueron deportados Cox y Seoane y los otros, sufrieron persecusión persecución.  Por entonces se consideraba a Luis  Alberto Sánchez como un elemento pro-leguiista.

 

            La convocatoria a elecciones dio motivo al inicio de una intensa actividad política en todo el país.  Piura no fue una excepción, y surgió una gran cantidad de postulantes a las curules  parlamentarias.  Bien pronto se pudo notar que tanto en la ciudad de Piura como en el resto del departamento y en la provincia de Tumbes, la mayoría de las simpatías no sólo se inclinaban por Sánchez Cerro, el paisano, sino que en torno a su imagen se creó un gran fervor que se mantuvo aún después de su muerte.

 

 

 

Moratoria del Banco Perú y Londres

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            Como consecuencia de la crisis económica, los agricultores e industriales no habían podido cumplir con los pagos por los préstamos que habían recibido de los Bancos.  El que tenía una cartera pesada más acentuada era el Banco del Perú y Londres, que se vio falto de liquidez.  Esta entidad de crédito había hecho grandes préstamos a las mayores empresas agrícolas e industriales.  Contaba con 19 sucursales, una de las cuales estaba en Piura en un local propio en la esquina de la avenida Grau y la calle Cuzco.  Había sido construido en 1914.  En Sullana existía una agencia.  Administrador de la Sucursal era don Tomás Palacios y de la Agencia, don José T. Ávalos.

 

            Un buen día, ambos administradores recibieron una orden telegráfica de suspender los pagos.  Una avalancha de ahorristas y cuentacorrentistas se aglomeraron ante las cerradas puertas de los edificios bancarios, solicitando se les atendieran retiros de cuentas corrientes y de cuentas de ahorro, pero todo fue inútil.  En 1931 el Banco terminó por quebrar, sumiendo en la desesperación a centenares de familias piuranas.  Sesenta años más tarde, la misma situación se iba a producir en 1991, cuando miles de ahorristas perdieron su dinero en varias cooperativas de ahorros, en mutuales y hasta en bancos estatales de fomento.

 

Auxilio a los desocupados

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La crisis económica había privado de su trabajo a miles de personas.  La mendicidad aumentó grandemente.  Las familias no tenían ni qué comer.  Ante esa situación Sánchez Cerro dispuso en forma personal la atención con víveres en crudo a los desocupados, los mismos que fueron empadronados y hacían larguísimas colas en los sitios de reparto semanal.  Para financiar esos auxilios, en setiembre y noviembre de 1930 se pidieron créditos extraordinarios y el 31 de enero de 1931 se creó el Fondo Pro-desocupados, destinado a la ejecución de obras públicas para absorber la mano de obra no ocupada.

 

 

Rebelión en Arequipa contra Sánchez Cerro

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            El 1º de enero de 1931, el Comité de Saneamiento y Consolidación Revolucionaria, lanzó un manifiesto al país, haciendo conocer la necesidad de retornar a la brevedad posible a los cauces constitucionales, por medio de elecciones generales y libres.  Se lanzaba entonces la candidatura de Sánchez Cerro para la Presidencia de la República.

            Antes de que el mandatario hubiera tenido tiempo de pronunciarse sobre la propuesta, se desató una furibunda campaña contra Sánchez Cerro utilizando periódicos que le eran adversos.  Se hacían eco de  una serie de rumores, que decían unos que Sánchez Cerro pretendía desde la Junta de Gobierno dirigir el proceso electoral, mientras otros aseguraban que iba a dejar  el poder en manos de una Junta de Gobierno que le fuera favorable.  También se decía que buscaba quedarse en el poder 8 años y otros aseguraban que eran 10 años.

 

            El 20 de febrero, el general leguiista Pedro Pablo Martínez, sublevó los castillos del Real Felipe en el Callao.  Lo seguían 300 hombres entre civiles, policía y personal de tropa.  El pueblo chalaco en gran cantidad se apostó en los alrededores dando vivas a Sánchez Cerro.  La rebelión fue develada con facilidad y su cabecilla reducido a prisión.

 

            Simultáneamente y sin tener conexión alguna, su sublevaron el mismo día en Arequipa los comandantes Carlos Beytía y Antonio Dianderas.  Se produjo un enfrentamiento con las fuerzas leales y en la lucha murió el general Manuel Gamarra, Comandante General de la Región y el capitán Manuel Gómez Sánchez.

 

            Los rebeldes arequipeños lograron el control de la ciudad, aún cuando el pueblo hacía demostraciones de adhesión a Sánchez Cerro.  Se formó una Junta Militar de Gobierno, pero pronto surgió entre los mismos rebeldes la idea de dar otro rumbo a los sucesos y entonces se creó una Junta de Gobierno de tipo civil que presidía el antiguo revolucionario David Samanez Ocampo.  El comandante Beytía asumió la Prefectura de Arequipa y el comandante Dianderas, la Comandancia General de la Región.  Era sin duda la época de los comandantes.

 

 

Carta de Dianderas

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            El comandante Dianderas, catorce días antes había enviado a Sánchez Cerro una carta, en la que se mostraba resentido porque  no había sido considerado en los ascensos.  Es posible que el mandatario, ni siquiera hubiera llegado a conocer el contenido de la carta por el corto tiempo transcurrido.  La carta decía:

 

Arequipa, 6 de febrero de 1831

 

Señor Teniente Coronel Don Luis M Sánchez Cerro, Presidente de la Junta de Gobierno de Lima.

 

Mi distinguido amigo:

 

Después de la promoción última, he visto que la superioridad no ha tenido a bien acordarse del suscrito.

 

Aunque este ascenso se confiere al mérito y servicios, creí haber demostrado honradez profesional y eficiencia suficiente para merecer el ascenso por mis años de servicios, 13 años de antigüedad en mi clase, inscrito en el cuadro de méritos hace años, diplomado de estado mayor, etc. etc,; pero como no estoy al corriente de los compromisos en que se habrá visto la superioridad, me inclino a lo resuelto, con la disciplina y paciencia que han normado siempre mis actos.

Esperaré que mi expediente de servicios se ponga al día, lo que me es difícil por la distancia, para retirarme de las labores donde he actuado más de treinta años.

En todo caso ruego a Ud. no tomar ésta como un reclamo.  Conozco sus bellas dotes de compañerismo y amistad que se han servido manifestar en otras ocasiones y por eso apelo solamente a su espíritu de justicia.

Se honra en saludarlo atentamente y manifestarle que en toda ocasión cuente siempre con la voluntad, sincero aprecio y adhesión de su afectísimo camarada y amigo s.s.

 

Teniente Coronel, Antonio Dianderas.

 

 

Revolución en Piura del coronel Valdeiglesias

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            Sin duda alguna, el norte del Perú no tenía en 1931, la importancia que tenía el sur del país desde el punto de vista militar.  La guarnición de Piura era pequeña.

 

            Al iniciarse el año 1931, llegó a Piura el coronel leguiista Manuel Valdeiglesias Guzmán, que de inmediato tomó contacto con algunos civiles enemigos de Sánchez Cerro.  Ese grupo que era presidido por el abogado Víctor M. Zapata, comprometió en primer lugar a oficiales de la Guardia Civil, que no eran adictos a Sánchez Cerro en ninguna parte del Perú.  Al amanecer del 24 de febrero de 1931, la Guardia Civil de  Piura y la tropas acantonadas en la ciudad, se sublevaron y depusieron al prefecto.  Se despacharon de Piura varios vehículos para recoger los contingentes policiales que se encontraban en el Bajo Piura, en Sullana y en Paita.  Don José Vicente Rázuri, en “Anecdotario Norteño” cuenta con ironía, el caso que se produjo en Paita, en donde tres policías que cuidaban la cárcel, la abandonaron y dejaron el establecimiento al cuidado de los presos, los que no escaparon. Era Subprefecto de Paita don Carlos Emilio Feijoo. Piurano muy popular  Toda la policía del departamento fue concentrada en la ciudad de Piura.

            En enero tanto la Panagra como la Faucett, habían iniciado dos vuelos semanales Lima-Piura.  El segundo traía correspondencia.  El 24 de febrero debía de llegar a Piura el avión Faucett, por lo cual un grupo rebelde esperó a la nave en el propio campo de aviación.  El aparato era conducido por el mismo Elmer Faucett, seguidor de Sánchez Cerro.  A la fuerza fue obligado a llevar a Talara al  capitán de policía, Jaramillo y a los cabos Alejandro Mena Céspedes y Alejandro Alvarado Arrarte.  El escritor Jorge Moscol que comentó estos hechos, dice que al llegar a Talara los mensajeros no lograron su cometido de sublevar la guarnición y fueron apresados.

 

            Por razones de paisanaje, Sánchez Cerro había logrado en Piura una gran cantidad de adeptos, sobre todo en las clases populares y en la famosa mangachería.  Fue así como desafiando a los sediciosos se improvisaron mítines de respaldo a Sánchez Cerro y los rebeldes se encontraron sin apoyo. Durante todo el día las manifestaciones se sucedían y recorrían las calles en forma airada.. Los sediciosos comprendieron que estaban huérfanos de apoyo popular y desocuparn la ciudad,  lo que permitió restablecer el orden sin necesidad de la intervención de las tropas del gobierno. , lo que permitió restablecer el orden

            El 27 de febrero el Gobierno emitía en Lima un comunicado sobre los sucesos de Piura y decía que “el 26 se había realizado una imponente manifestación de apoyo al presidente y de protesta por el motín.  Los sediciosos hicieron una descarga sobre el pueblo habiendo perecido algunos civiles.  Las tropas rebeldes que ocupaban Piura se han visto obligados a abandonar dicha ciudad, ante la amenaza cercana a la tropa al mando del Teniente Coronel Santibáñez.  Razones de orden militar, impiden dar detalles sobre dirección que han seguido los revoltosos.  A las 7 de la noche el comandante Santibáñez entró a Piura.  El prefecto Garcés reasumió el mando de la Prefectura”.

 

Pero eso sería por breve tiempo pues el nuevo gobierno prefirió poner un marino

 

 

Pronunciamiento del almirante Vinces

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            Al igual que en Piura, también se había sublevado en Chiclayo el coronel Eulogio del Castillo, el mismo que había integrado la primera Junta Militar de Gobierno de Sánchez Cerro, que había renunciado en noviembre.

 

            En barcos de la Compañía Peruana de Vapores, se despacharon fuerzas militares al norte al mando del propio Primer Ministro, coronel Antonio Beingolea.

 

            Otra expedición más numerosa, se dispuso partiera hacia Arequipa, en los barcos de transporte de la Escuadra, “Rímac” y “Apurímac”.  El comandante Jiménez cuya amistad, cuando menos aparentemente, con Sánchez Cerro continuaba, fue encargado de la segunda expedición.

 

Beingolea llegó a Paita, cuando la rebelión de Valdeiglesias había terminado.  Puso como prefecto al capitán de navío Roque Saldías.

 

            El mismo día 28 de febrero, cuando el comandante Jiménez se apresta con 2 000 soldados a zarpar al sur, es detenido por barcos de la escuadra, cuyo Comandante General, el almirante Alejandro Vinces, también se había sublevado y contaba con el apoyo de la aviación.  El día anterior, es decir el 27, la marina había difundido un manifiesto en el que decía que era necesario evitar una guerra civil y proponía el nombramiento de una Junta de Gobierno que debía ser encabezada por el presidente de la Corte Suprema.  Era la primera vez que la marina intervenía en política y lo hacía en forma principista y sin ambiciones personales, pues el jefe del pronunciamiento, no pretendía el poder.

 

            Hay que anotar, que el almirante Vinces también era piurano.  Había nacido el 3 de mayo de 1884 y sus padres fueron Nicanor Vinces y Margarita Ubillús de Vinces.  Ingresó a la Escuela de Pontones al Callao y egresó de allí en 1904.  Fue enviado a España y retornó en 1907.  Eso le valió para los ascensos.  Fue profesor de la Escuela Naval que funcionaba a bordo del “Iquitos”.  Luego pasó a servir al crucero “Grau”.  En 1919 era capitán de corbeta y director de la Escuela Naval.  Después, comandante del “Grau” y en 1924 comandante de la Base Naval de San Lorenzo.  Los sucesos de 1931 lo encuentran al frente de toda la escuadra.

 

 

Dimisión de Sánchez Cerro

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            El día 1º de marzo, toma Sánchez Cerro la decisión de dimitir.  Hace circular una invitación, para una reunión en Palacio a las 3 p.m.  Asistieron  45 personas representativas, entre ellas los representantes de los grupos políticos, incluido el Apra.  Presidió la reunión, no Sánchez Cerro, sino el arzobispo Mariano Holguín, que contó con el asesoramiento de don José de la Riva Agüero y Osma.  Había también jefes militares, periodistas y dirigentes obreros.  Ante esa asamblea y en brevísimo acto, Sánchez Cerro presentó su renuncia, con la de sus ministros.  Desde ese momento monseñor Holguín, asumía la Jefatura del Gobierno que lo presidiría el doctor Ricardo Leoncio Elías, Presidente de Corte Suprema y lo integrarían el Comandante General de la Escuadra, almirante Vinces y el Jefe de Estado Mayor del Ejército, coronel Manuel Ruiz Bravo.  Se suscribió un acta.

 

En 1911, el Dr. Ricardo Elías había sido presidente de la Corte Superior de Piura

 

            Sánchez Cerro se retiró al Hotel Bolívar y una inmensa multitud se congregó frente al edificio al saber los sucesos.  La gente continuó por hora enteras en el lugar, dificultando el tránsito, lo que obligó a Sánchez Cerro a trasladarse al Country Club.  Allí estuvo hasta el 7 de marzo en que se embarcó para Europa.

 

            Entre los que acompañaron a Sánchez Cerro en su recorrido de Palacio al hotel estuvieron sus hermanos Pablo Ernesto y Antonio Sánchez Cerro, así como el joven abogado ayabaquino Luis Flores, que tendría papel protagónico en sucesos posteriores.  También estuvo presente Flores en la reunión de Palacio que presidió monseñor Holguín y así mismo fue uno de los firmantes del Manifiesto del Comité de Saneamiento y Consolidación Revolucionaria que el 1ro. de enero lanzó la candidatura de Sánchez Cerro.

 

 

Gobierno Provisorio del doctor Elías

ARRIBA

            La Junta Provisoria de Gobierno, adoptó  inmediatamente dos medidas.    Una fue de dar libertad a los presos políticos que habían sido detenidos hacía poco, entre los que se benefició al general Martínez y la de iniciar  negociaciones con los revolucionarios del sur.  La primera medida cayó mal entre el ejército donde el mencionado general Martínez no era apreciado y las negociaciones con los alzados en sur terminaron en fracaso.  El día miércoles 4, el doctor Elías invitó a palacio a 23 personajes importantes, para pedirles opinión sobre el camino a seguir ante los acontecimientos.  Tanto Elías como los otros dos miembros del Gobierno Provisorio, dijeron no tener interés en aferrarse al cargo.

 

 

El “Zorro” Jiménez en Palacio

ARRIBA

            Cuando el almirante Vinces, detuvo en el mar a los barcos que conducían a Arequipa  a la II División del Ejército, acordó con su jefe, el comandante Jiménez su retorno al Callao, no permitió que sus soldados fueran desarmados como lo pretendía Vinces.  El día 5 de marzo, tan pronto como Jiménez se vio seguro en tierra, lanzó un manifiesto al país, bajo el nombre de la II División que decía representaba a todo el Ejército, y reiteró su adhesión al Manifiesto del 22 de agosto de 1930 de Arequipa.  Luego descalificó la actitud de la Marina contra sus soldados y desconoció al Gobierno Provisorio del señor Elías.  Al final dijo que tomaría el control de la capital  y convocará a una reunión con un representante del norte del país y con la Junta Revolucionaria de Arequipa.

 

            El 5 por la tarde se sublevó el Batallón de Infantería Nº 7 con el coronel Rubén del Castillo.

 

            Jiménez marchó de inmediato sobre Palacio, al que tomó sin oposición de la guardia y habiendo encontrado al doctor Elías en el despacho presidencial, le pidió que saliera, lo que éste hizo sin oponer la mayor resistencia. Y se dirigió a su casa en taxi.  La gente de Lima y Callao aclamó el golpe dado por Jiménez en la creencia de que favorecía la causa de Sánchez Cerro; pero la cosa no era así, pues Jiménez era también muy ambicioso.  Se le llamaba el “zorro” no sólo por su fisonomía, sino también por su astucia.  El 6, el comandante Sánchez Cerro fue a visitar a Jiménez en Palacio, y éste en un momento dado le dijo:  Ahora me toca a mí”.

  Afuera en la plaza de armas se había reunido una inmensa multitud que pedía la presencia de Sánchez Cerro y de Jiménez, pero éste ordenó se cerrasen los balcones. Las gentes de todos los lugares de Lima había convergido en forma espontánea  y se ubicaron frente a Palacio dando vivas a Sánchez Cerro y pensando que el comandante Jiménez había  actuaba como amigo del renunciante mandatario.

 Las tropas en camiones recorrían Lima lanzando vivas a Sánchez Cerro. Todo eso  fue motivo de gran preocupación para Jiménez y  Samanez Ocampo, pero de todos modos estaban decididos a usar todos los medios para impedir el retorno de Sánchez Cerro a Palacio.

 

 

            La situación del Perú era muy inestable.  En el sur dominaban los rebeldes, en Lima Jiménez, el mar estaba controlado por la escuadra al mando del almirante Vinces y el norte se mantenía a la expectativa.

 

            El alcalde de Lima, doctor Luis Antonio Eguiguren, logró un entendimiento entre Vinces, también piurano, con el comandante Jiménez.  Se evitó así un choque entre fuerzas de mar y tierra.

 

            Después de eso, el comandante Jiménez se puso en comunicación telegráfica con David Samanez Ocampo que estaba en Arequipa y llegaron al acuerdo de formar una Junta Nacional de Gobierno, que presidiría Samanez Ocampo, cuyo Gabinete estaría integrado por personas originarias del Norte, Centro, Sur y Selva.

 

            Como ministro de Guerra, iría Jiménez.

 

            El día 11 de marzo llegó Samanez Ocampo a Lima.  No hubo como en el caso de Sánchez Cerro multitudinarias manifestaciones.  El nuevo Jefe de Gobierno, ni siquiera quiso llevar la banda presidencial, por no ser presidente sino el jefe de un gobierno transitorio.  Las guarniciones de Piura e Iquitos lo reconocieron y así la paz retornó al país.  En Lima se publicaba un semanario satírico que dirigía Federico More, el que puso el sobrenombre de “pacae seco” a Samanez Ocampo, quien tenía el rostro enjuto.

 

 

El Gobierno de Samanez Ocampo

ARRIBA

            De inmediato, es decir el 13 de marzo, la Junta Nacional de Gobierno, designó a una Comisión de ocho personas para  que elaborase un  anteproyecto de Estatuto Electoral.  Entre los mismos había dos del Partido Aprista (Sánchez y Cox), otros tres que no veían bien la candidatura de Sánchez Cerro, como Federico More, Arca  Parró y Basadre.  No había ninguno de la Unión Revolucionaria que  ya se había creado como partido político para auspiciar la candidatura de Sánchez Cerro.  En el proyecto se instauraba el voto secreto y la representación de las minorías.  La Unión Revolucionaria  reclamó el escrutinio en mesa, pues desconfiaba de los Jurados Electorales, pero no se le hizo caso.   El 26 de mayo, mediante Decreto Ley 7177 se aprobó el proyecto como Estatuto Electoral.

 

            En la noche del 23 de marzo estalló en el Cuartel de Santa Catalina, una revuelta encabezada por el sargento Víctor F. Huapaya.  Se trataba del batallón de Infantería Nº 5 que era muy adicto a Sánchez Cerro.  El comandante  Jiménez fue a parlamentar con los rebeldes y logró sofocar el motín.  Huapaya y otros clases fueron reducidos a prisión y juzgados y condenados a 20 años de prisión, pero meses más tarde fueron amnistiados.

 

            Al día siguiente del motín que causó 40 muertos, la Junta de Gobierno expidió el Decreto Ley 7060 reglamentando el estado de sitio en Lima y Callao y decretó que los delitos de rebelión, sedición o motín fueran juzgados por Cortes Marciales, en forma sumaria pudiéndose aplicar la pena de muerte.  Esta drástica sanción no fue aplicada en los tiempos de Samanez Ocampo.  La misma Junta revocaría el 26 de mayo de 1931, la ley de pena de muerte.

 

            El 5 de mayo se inició en Lima el paro general de los colectivos, lo que originó agitación y graves disturbios.

 

            El 14 de mayo se produjeron también graves disturbios en Arequipa que difícilmente pudieron ser controlados por el prefecto, comandante Beytía y por el jefe militar de la plaza, comandante Dianderas, los mismos que se sublevaron contra Sánchez Cerro.

 

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