La sociedad gestionada mediante computadoras
IVAN ILLICH
 

 


Resumen de una conferencia ofrecida en Tokio durante el Simposio "La Ciencia y el Hombre" en 1982. Traducción de Angello Ponziano]
Fuente: Revista Mutantia, Numero 21, enero del 85
http://www.mutantia.21.freeservers.com/
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Ya se aprecia claramente que las máquinas que imitan al hombre están usurpando todas las facetas de la vida cotidiana y que tales máquinas están  forzando a la gente a comportarse como ellas. Los nuevos artificios electrónicos tienen, por cierto, el poder de forzar a  la gente a "comunicarse" con ellos y entre sí en los términos de la máquina.

Todo aquello que estructuralmente no se adapte a la lógica de las máquinas  es efectivamente "depurado" de una cultura dominada por el uso de éstas. El comportamiento maquinal de la gente encadenada a la electrónica  constituye una degradación de su bienestar y su dignidad, lo cual, para la  gran mayoría y a largo plazo, se ha de tornar intolerable.

Las observaciones del efecto degradador de los entornos programados  demuestran que en ellos las personas devienen insolentes, impotentes, narcisistas y apolíticas. El proceso político se resquebraja debido a que la gente deja de ser capaz  de gobernarse a sí misma; pide ser conducida. Japón es tenido por la capital de la electrónica; sería maravilloso si se  tornase, para todo el mundo, en el modelo de una nueva política de  autolimitación en el área de las comunicaciones, lo cual, en mi opinión,  será de aquí en adelante muy necesario si un pueblo desea permanecer  autogobernado.

La conducción electrónica como evento político puede considerarse desde  diversas perspectivas.
Propondría, al comienzo de esta consulta pública, intentar una aproximación al tema desde la ecología política. Durante la última década la ecología ha adquirido un nuevo significado.

Es aún el nombre de una rama de la biología profesional, pero ese término  sirve cada vez más para designar a un público general amplio y políticamente  organizado que analiza e influye sobre las decisiones técnicas. Pretendo concentrarme sobre los nuevos hallazgos para la gestión electrónica  como sinónimo de un cambio técnico del medio ambiente humano que, para ser  benigno debe permanecer bajo control político (y no sólo de los expertos). Distinguiré al medio ambiente como bien común del medio ambiente como  riqueza.

De nuestra habilidad para hacer esta particular distinción depende no solo  la construcción no sólo de una teoría ecológica sensata, sino también de una  efectiva jurisprudencia ecológica. Se debe señalar la distinción entre los bienes comunales dentro de los que  se enmarcan las actividades para la subsistencia de la gente, y las riquezas de la tierra (los recursos naturales) que sirven para la producción económica de aquellas comodidades sobre las que se asienta la  vida actual.

Si fuese un poeta, quizá pudiese hacer esta distinción de manera hermosa e  incisiva para que llegase a vuestros corazones y permaneciese inolvidable. Desafortunadamente, no soy un poeta japonés. Debo dirigirme a vosotros en inglés, un lenguaje que durante los pasados  cien años ha perdido la habilidad para hacer tal distinción. "Commons" es  una palabra del inglés antiguo. Según mis amigos japoneses, está bastante próxima al significado que "iriai"  tiene aún en japonés. "Commons", como "iriai", es un término que en la época preindustrial era  usado para designar ciertos aspectos del entorno.

La gente llamaba comunales a aquellas partes del entorno que quedaban más  allá de los propios umbrales y fuera de sus posesiones, por las cuales-sin  embargo-se tenía derechos de usos reconocidos, no para producir comodidades  sino para contribuir en el aprovisionamiento de las familias. La ley consuetudinaria que humanizaba el entorno al establecer los bienes  comunales era, por lo general, no-escrita. No era una ley escrita no sólo porque la gente no se preocupó en escribirla,  sino porque lo que protegía era una realidad demasiado compleja como para  determinarla en párrafos. La ley de bienes comunales regulaba el derecho de paso, de pesca, de caza,  de pastoreo y el de recolectar leña o plantas medicinales en los bosques. Un roble podía ser parte de los bienes comunales. Su sombra, en verano, estaba reservada al pastor y su rebaño; sus bellotas estaban reservadas para los cerdos de los campesinos próximos; sus  ramas secas servían de combustible para las viudas de la aldea; en  primavera, algunas de sus ramas jóvenes eran usadas para ornar la iglesia y  al atardecer podía ser el sitio elegido para la reunión de aldeanos. Cuando la gente hablaba de bienes comunales, "iriai" designaba un aspecto  del  entorno que era limitado, que era necesario para la supervivencia de la  comunidad, que era necesario para diversos grupos de maneras diferentes,  pero que-en un sentido económico estricto-no era entendido como escaso. Cuando hoy, en Europa, utilizo ante estudiantes universitarios el término  "commons" (en alemán Almende o Gemenheit, en italiano gli usi civici) mis  oyentes piensan de inmediato en el siglo XVIII. Piensan en aquellas praderas de Inglaterra en las que los aldeanos tenían  unas pocas ovejas cada uno, y piensan también en el "cercado de los campos  de pastoreo" que transformó las praderas comunales en recursos donde criar  grandes rebaños con fines comerciales. En primera instancia, no obstante, los estudiantes piensan en la nueva  pobreza que ese cercamiento trajo aparejada: el empobrecimiento absoluto de los campesinos que fueron forzados a abandonar las tierras en  pos de un trabajo asalariado; piensan, por último, en el enriquecimiento  comercial de los señores, los lores. En su inmediata reacción, los estudiantes piensan en el surgimiento de un  nuevo orden capitalista. Al confrontarse con esa dolorosa novedad, olvidan que ese cercamiento trajo  implícito algo más básico aún. Las valles en torno a los bienes comunales inauguraron un nuevo orden  ecológico. El cercamiento no sólo transfirió el control de los campos de pastoreo de  los campesinos al señor; también marcó un cambio radical en las actitudes de  la sociedad frente al entorno natural

 

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