Simbolismo, Francmasonería y Verbo
(A propósito de René Guénon)
por José Ramón González Chávez
México, D. F.   su memoria,
a 50 años de su paso al Eterno Oriente.
 
 
 

1.- El Culto a la Materialidad (el becerro de oro):

La civilización moderna, verdadera anomalía de la historia,  es la única que se ha desarrollado en un sentido puramente  material y la única también que no se apoya en un principio  superior.

Este privilegio del desarrollo material, uniformemente acelerado desde su origen, ha sido acompañado de una profunda regresión  de la verdadera y pura intelectualidad, que algunos incorrectamente llaman "espiritualidad".  Con ello, lo único que hizo la civilización materialista  occidental, fue condenarse a su degradación también  uniformemente acelerada, tomando como rehén a la humanidad,  para sumirse con ella en una profunda crisis de la que el "globalizado" mundo occidental parece no encontrar salida.

Esta pérdida de la verdadera intelectualidad es lo que ha  producido a su vez dos grandes errores, opuestos solo en  apariencia, pero más bien correlativos y complementarios: el racionalismo y el sentimentalismo: en el primer caso, la negación que desde Descartes se ha hecho al conocimiento  puramente intelectual condujo al positivismo, al agnosticismo  y a todas las aberraciones "cientificistas" que actualmente  podemos presenciar y hasta en algunos casos, sufrir; en el  segundo, siempre que las teorías racionalistas contemporáneas  no encuentran explicación a ciertos fenómenos, se pretende entonces encasillarlos por el lado del sentimiento y del  instinto, es decir, por debajo de la razón, no por encima  de ella.

En consecuencia, la Verdad ha sido rebajada hasta ser  considerada un mero reflejo de la realidad sensible o "sensual", finalmente identificada por el pragmatismo con la "utilidad",  lo que equivale a suprimirla pura y simplemente, pues en todo  caso ¿qué importa la verdad en un mundo cuyas aspiraciones son  única y exclusivamente materiales y sentimentalistas?

La enseñanza de la doctrina tradicional está casi totalmente  reemplazada por vagas consideraciones morales y sentimentales,  que quizás complazcan a algunos pero que repelen y alejan a  quienes tienen alguna aspiración de carácter intelectual.  Y pese a todo, los hay todavía en nuestra época. Quienes justifican esta situación argumentan que no es posible  que alguien en la actualidad comprenda una exposición de pura doctrina, pero con ello no se comete más que un error doble: Por un lado, ¿por qué querer atenerse siempre al nivel más  bajo so pretexto de que es el de la mayoría, basándose en un  espíritu democrático mal entendido, como si lo importante en  estos aspectos fuera la cantidad en lugar de la calidad?;  y, por otro, ¿por qué pensar que la gente no va a comprender  la doctrina, si para ello lo que se necesita precisamente es habituarse a ella mediante su reflexión y práctica?,  aunque pocos comprendieran mucho y muchos comprendieran poco, evidentemente habría de todos modos una ganancia significativa. Precisamente, la crítica más acre que han hecho y siguen  haciendo los orientales hacia lo occidental es su carencia  absoluta del sentido de la tradición.

Un oriental no puede concebir que una organización social no  esté sustentada en principios tradicionales.  Para un musulmán, por ejemplo, el Derecho es solo una parte de  la religión; para el occidental el Derecho se sobrepone a la religión, a la que considera simplemente como un fenómeno social. Esto no ha sido siempre así, recordemos la sociedad cristiana  de la época medieval.  Pero el hecho es que estas relaciones entre materialidad e intelectualidad se han desequilibrado desde el llamado "renacimiento", que dio comienzo a la también denominada "época moderna", y todavía peor, ahora, el sentido verdadero de la religión se ha perdido.  Incluso los que se creen religiosos no tienen de la religión  más que una idea por demás disminuida, que por cierto no influye  en lo más mínimo para modificar ni su pensamiento, ni menos aún  su modo de actuar. Para la gran mayoría, incluidos muchos de los feligreses más aplicados, la religión se ha confundido religión con pseudo religiosidad, o más aún, con una especie de moralidad mojigata,  muy representativa del mundo moderno.

La religión para ellos no es más que un asunto de sentimiento,  sin ningún alcance Intelectual, es decir, accesible y asequible mediante el pensamiento y la palabra.  El lenguaje es el espejo del estado de las mentes, sean individuales o colectivas.  Es tal la confusión y la ignorancia del sentido de la palabra "Religión" en el mundo moderno, que podemos escuchar negligencias de lenguaje tales como cuando se habla de la  "religión de la ciencia", de la "religión del deber", de la  "religión de la patria", etc.

En general, resulta obvio el hecho de que existe una gran desconfianza, si no animadversión de parte del clero y de las  demás entidades que controlan el poder para construir un mejor  ser humano, no solo por fuera, como lo busca la ciencia  positivista moderna, sino también por dentro.  De ahí la gran hostilidad, ya tácita, ya confesa, de estos representantes del poder material hacia el simbolismo.  Y es que el simbolismo es el medio de expresión de la  intelectualidad mejor adaptado a la enseñanza de las verdades de orden superior, religiosas, metafísicas en el amplio sentido de la palabra; es decir, de todo lo que desdeña y rechaza el  pensamiento moderno.  Es todo lo contrario de lo que conviene al racionalismo, al cientificismo.

2.- La opción del simbolismo (el árbol edénico):
La creciente mediatización del ser humano hacia el  materialismo racionalista, ha provocado que el simbolismo se  haya hecho ajeno a la mentalidad moderna, pues el hombre  moderno por su formación (mejor dicho, por su deformación)  rechaza o desconfía de lo que no comprende o no puede someter a su rígido esquema positivista. Sin embargo y paradójicamente, el simbolismo es una vía de conocimiento universalmente útil y provechosa; ayuda a todos  los que lo practican a comprender de una manera más o menos  completa y profunda, según la medida de los alcances y  limitaciones racionales y sensibles de cada quien, la Verdad trascendental, expresada en sus diversos elementos.  Por esta razón, sería difícil concebir una evolución  intelectual íntegra con el solo aprendizaje por la vía del conocimiento racional "cartesiano", dejando a un lado el conocimiento a través del simbolismo. En este sentido, el simbolismo, más que una necesidad, es un  soporte, un punto de apoyo que nos permite caminar por el  sendero de la intelectualidad de forma más fácil y efectiva.  Por ende, y siguiendo la Metáfora del Caballo de Tomas de  Aquino, los ritos y los símbolos no son necesarios por una necesidad absoluta, sino por razón de conveniencia, de acuerdo  a la propia naturaleza humana. Y es que pareciera ser que el simbolismo hubiera sido diseñado  "ex profeso" para adaptarse naturalmente a las condiciones específicas del ser humano: múltiple, complejo, abstracto, de composición al mismo tiempo racional y sensible y producir su evolución hacia estadios superiores.

3.- Lenguaje y Símbolo (las dos CCol:.):
En el fondo, toda expresión, toda formulación, sea cual sea,  no es más que un símbolo del pensamiento, al cual traduce exteriormente.  El lenguaje no es más que un simbolismo.  Es por eso que no debe haber ninguna oposición entre el uso sincrónico de palabras y de símbolos figurativos, ya que ambos  son más bien complementarios y hasta pueden combinarse, como  en el caso de muchos idiomas orientales, como el Chino por  citar solo un ejemplo. En este contexto, puede decirse que la forma del lenguaje es analítica, discursiva, como la razón, que precisamente lo usa  de instrumento para poderse exteriorizar; mientras que la forma  del simbolismo es sintética,intuitiva, por lo que la intuición intelectual, que está por encima de la razón pura, lo usa de instrumento. El lenguaje, de significaciones más definidas y fijas, pone  siempre al entendimiento límites más o menos estrechos, en  tanto que el simbolismo abre siempre posibilidades de concepción verdaderamente ilimitadas.

4.- El símbolo como vía de conocimiento del Verbo o Logos:
El Evangelio de San Juan comienza con la sentencia "En el  principio era el Verbo".  El Verbo o Logos es a la vez pensamiento en lo interior  (símbolo) y palabra en lo exterior (lenguaje), es en sí el  Intelecto Divino, el "lugar de los posibles". La creación es obra de este Verbo Divino, por eso aquella es  medio de manifestación, afirmación exterior de éste.  El mundo es el lenguaje por el cual el espíritu infinito habla  a los espíritus finitos; es el efecto de la palabra divina  proferida en el origen de los tiempos. Todas las tradiciones antiguas concuerdan en enseñar que el  verdadero nombre de un ser es uno con su naturaleza o esencia  misma; por eso, toda significación debe tener en el origen su fundamento en alguna conveniencia o armonía natural entre el  signo y la cosa significada (Porque Adán recibió de Jehová el conocimiento de la naturaleza de todos los seres vivos, pudo darles sus nombres <Génesis, II, 19-20>); por eso el mundo es  como un lenguaje divino para aquellos que saben comprenderlo. En efecto, la naturaleza adquiere su plena significación si se  le considera un medio para permitir al ser humano elevarse  hacia el conocimiento de las verdades divinas, y éste es  precisamente el fin primero y último del simbolismo. En la naturaleza, lo sensible puede simbolizar lo suprasensible,  el orden natural íntegro puede a su vez ser un símbolo de lo  divino.  Por tanto, si el simbolismo tiene su fundamento en la naturaleza misma de los seres y las cosas; si su estructura está de acuerdo  a las leyes que la rigen y si estas leyes no son más que una expresión de la voluntad divina, entonces los símbolos -tal como afirman los hindúes- son de origen "no humano", es decir,van más lejos y más alto que la condición humana; la refleja, pero  también refleja lo divino.  Al final de cuentas, ¿no es acaso el hombre un símbolo del  Creador por estar -como señala la Biblia- hecho a su imagen y  semejanza? (Génesis, I, 26-27). Todas las cosas y sus símbolos se encadenan y corresponden  para concurrir a la total armonía del universo, que es como un reflejo de la Unidad del todo, del Uno.  Esta correspondencia de todo con todo es el verdadero  fundamento del simbolismo.

5.- Francmasonería, Simbolismo y Verbo:
La ley hermética de la correspondencia, permite a su vez que  la estructura simbólica de un dominio inferior (como por ejemplo,  en el caso de la Masonería, la arquitectura) pueda siempre  tomarse para representar una realidad de orden superior, donde  la primera adquiere su razón profunda, su principio y su fin. El simbolismo adquiere toda su plenitud a través de la  iniciación, llave que abre la puerta de la apreciación sensible  del Verbo al ser humano moderno. La ciencia y la religión, lo relativo y lo absoluto, la materia  y el espíritu son soberanos en sus reinos.  No obstante, la francmasonería los funde para formar un tercer elemento, fruto resultante de la mágica fusión, en efecto, pero  dueño de una identidad propia y única, independiente de sus componentes originales. De ahí que simbolismo e iniciación constituyan los ingredientes de una especie de receta alquímica,  que permite al ser humano abrir las puertas del verdadero Logos. De esta manera, la Francmasonería podría entenderse como el  vehículo, el simbolismo como el camino y el Verbo como la meta.

A manera de conclusión:
En todo caso, Mantenerse a merced de esta verdadera "corriente"  inhumana y antihumana de la materialidad positivista que vivimos desde el "renacimiento" hasta la actualidad, es facilitar la  tarea a los adversarios.  Es hora de reaccionar contra esta tendencia, pero la tarea no es fácil: para ello, sería tal vez preciso reformar toda la  mentalidad moderna. Empero, no se trata de innovar, ni de destruir, ni suplantar;  se trata de ser original, es decir, de regresar al origen para  refundarlo como uno nuevo, de recuperar la tradición de la cual  nos han apartado, de recobrar lo que nos han hecho perder: el equilibrio entre la intelectualidad y la materialidad, y con él,  el verdadero sentido de la doctrina y la tradición, tal como lo  han buscado desde siempre, por ejemplo, todas las escuelas iniciáticas. En efecto, el simbolismo es hoy incomprendido, pero esta es una  razón más para insistir en él, de exponer de una manera lo más explícita posible sus principios y fines, sus joyas más notables,  sus piedras fundamentales, restituyéndoles todo su alcance intelectual, en vez de utilizarlo como vehículo de exhortaciones sensibleras, para las cuales por lo demás, el simbolismo es por  demás inútil. La reforma de la mentalidad moderna, con todo lo que ella  implica: restauración de la intelectualidad verdadera, de la  doctrina tradicional, unidas entre sí desde el origen, es en  efecto una tarea considerable, pero ¿constituye esto una razón  para no emprenderla?  Al contrario, nos parece que esta es indiscutiblemente una de  las misiones más altas e importantes que pueda proponerse una sociedad como la Francmasonería. La Francmasonería es la escuela iniciática más importante de occidente.  Tal vez por este motivo, como lo señalaba Guénon, recaiga en  ella la grave responsabilidad de constituirse en el vehículo  más adecuado para recuperar la verdadera intelectualidad,  mediante el simbolismo y el conocimiento científico para la  acción objetiva y trascendente.
Es cuanto José Ramón González Chávez


 

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