CAPÍTULO DIEZ Y SEIS
LOS HOMBRES, SOLO POR ESCARMIENTO VEN LA FALTA
DE PROFILAXIS Y ROMPEN LA TRADICIÓN

Los hombres sólo por escarmiento ven la falta de profilaxis y rompen la tradición.

El Anciano 16 hereda de su predecesor y hace suya, sentándola como base de su cátedra, la sentencia: « De los escarmentados nacen los acordados. »

Más ¿quién puede sufrir escarmiento, el cuerpo, el alma o el espíritu? Está sentado que, ni el cuerpo ni el alma son responsables de sus actos; luego no pueden sufrir escarmiento, aunque sufran la corrección: porque ésta, sólo cabe en el saciamiento de los instintos, y por lo tanto, sólo el espíritu es el que podría sufrir escarmiento.

Sin embargo, es rigurosa esa palabra escarmiento para el hombre y queremos que se entienda en su verdadero significado, porque el escarmiento se demuestra por el cuerpo y por el alma, huyendo de lo que antes le hizo sufrir; pero que no lo podría, hacer con mérito, sino estuviera dirigiendo ese mismo escarmiento el espíritu; lo que nos dice que, en el espíritu, no es escarmiento; es una precaución, una nueva profilaxis; porque el escarmentado no repite la acción y el espíritu la repite una y mil veces, hasta que llega a la perfección de la cosa y eso no es escarmiento; es hacer conciencia, es purificar lo imperfecto, por lo que es del más alto mérito y valor, porque sabe que todo aquello es sufrimiento y no se arredra y acomete la acción con la mayor precaución si, pero se entrega al sacrificio, porque sabe que es su deber.

La palabra escarmiento encierra tono lo referente a la corrección, corno la advertencia, el aviso y aun el castigo; y todas esas cosas las pueden hacer sólo el mayor al menor. Como los menores son el cuerpo y el alma, quiere decir que el escarmiento lo da el espíritu a sus dos inferiores; pero él toma la parte de sacrificio mayor, porque ama y sabe, y la sabiduría, y el amor, hace sufrir más al corregidor que al corrigiendo; pero en el hombre, no puede sufrir un cabello sin que lo sientan en toda su intensidad, sus tres entidades.

No es en verdad al espíritu al que se le puede aplicar la palabra escarmiento; pero como sólo él es el responsable de los hechos de su cuerpo, y más éste no podría ser hombre sin el alma y el espíritu, diremos escarmiento del hombre; y cada una de las tres entidades recibe su parte correspondiente, pero indivisible.

El espíritu, una vez encarnado, pierde su libertad por todo el tiempo de la existencia del cuerpo que él mismo se creó para realizar una parte o parte de la obra, que cada espíritu tiene encomendada en la Creación, y es a causa de la ley única y suprema Amor, que lo rige y lo domina.

Por esta ley sabe el espíritu que, a costa de su sacrificio, no puede romper la armonía del Universo: esta consiste en que cada individualidad, cumpla según su grado de progreso la ley natural que rige a cada uno de los infinitos instintos que viven en el cuerpo y en el alma; y ya sabéis que cada hombre tiene en sí tantos instintos como átomos hay en el Universo: por lo que, es la realidad del Arca famosa de Noé, ideada por Moisés, para que hoy se le explicara al hombre, porque es llegado el tiempo de rasgar su crepúsculo.

En esta sabiduría, y sacrificio de vivir el espíritu cautivo de su amor encerrado en el cuerpo, ocultando su luz para no hacer irrupción con la tiniebla de la materia, deja, que el alma su intermediaria entre él y el cuerpo, sea por todo el tiempo necesario reconocida como mayor, porque es de la misma naturaleza y materia que el rústico cuerpo. En ese largo tiempo (que alcanza a muchos millones de siglos) el mismo espíritu tiene que parangonarse con sus dos entidades menores, y es muy natural que él se embarre en los lodos de sus dos servidores, para que no se escandalicen de su diferencia.

Como el aprendiz lo puede hacer obras de maestro, así es natural que esta dualidad de cuerpo y alma tenga deficiencias en todas sus obras, porque falta la decoración de la obra, la arquitectura, la belleza en fin. Por eso, en ese largo tiempo del reinado del alma, los idiomas son pobres en letras y sonidos y significados; no puede haber más que rudimentos de ciencia; no puede haber matemática: y como hay poquísimos maestros, son pocos también los que pueden aprender letras y de aquí la necesidad de la enseñanza oral, para que por tradición los padres enseñen las costumbres a los hijos, y ya podemos comprender, que de la infidelidad de la memoria, la obtusa inteligencia, la inclinación natural a lo agradable y por la inconsistencia de las mismas religiones que odian y ceden a cada concupiscencia de su pontífice, que por el dogma, se hace adorar dios visible, ya que al invisible no le es dado alcanzar y conocer porque lo creen muy alto, muy severo, muy vengativo y lleno siempre de iras; ya podemos comprender, repito, que la tradición ha traicionado a la verdad escrita en lengua pobre.

El espíritu, por ciego que sea, por abrumado que este, sabe que la tradición traicionó a la verdad escrita y legislada. Pero, sabe también (y aquí quiero mucha atención de mis hermanos) sabe también, digo, el espíritu, que no puede dejar de ser; que fue y será hijo de Eloí universal y Padre Común, y que su Padre siempre lo espera. En muchos, esto les causa un gran perjuicio, porque se entretienen demasiado en la placidez y beatitud del valle; es decir, de los goces de la materia y no rompen la cáscara dura del alma, hasta el momento extremo en que ven que se marca el último segundo del tiempo marcado a la evolución, y todo lo que no han hecho para el progreso en la parte que cada uno tenía encomendada, desequilibra la balanza y aquí «El rechinar de dientes” contra los que hicieron llegar la evolución por el progreso y es natural que se originen luchas y guerras, porque los progresistas tiran para adelante; y cuanto más tiran, mas descubren las faltas de los demás y se avergüenzan, porque la creación los acusa inflexiblemente, porque la creación está desequilibrada y a esta no se le puede decir: «Tío, yo no he sido», porque la ley de justicia tiene apuntado con los nombres de cada uno: fulano hará 10, zutano hará 10, mengano hará 10. Y al ir a recoger ese tributo encuentra: fulano hizo 10, zutano hizo 8, debe 2, y mengano hizo 6 y debe 4.

Así exactamente se lleva la cuenta rigurosa de cada individuo hombre, y la suma de todos, si hay mayoría de hechos de ley, marca el tiempo de la evolución en años o siglos, dando el tiempo matemático que todos pueden cumplir su mandato, y aun se les da la profilaxis y se despliegan entonces grandes huestes de los que ya cumplieron, como instructores, regidos por los maestros ingenieros que ya conocéis. Estos instructores, deseosos de ser maestros aprietan y fustigan a los morosos y perezosos sentando principios rompiendo tradiciones, haciendo nuevas leyes humanas y ciencias matemáticas e idiomas ricos que maten la tradición, que traicionaba el progreso.

Esa transición que marcaría esta última evolución en la que se entraría en el reinado del espíritu, empezó en Abrahán, hasta cuyo tiempo, desde Shet, que dio el principio general de la regeneración del mundo tierra, lo empleó el investigador en sumar y restar las vidas y obra; habidas en la tierra, en los 44.999,200 siglos próximamente, que los hombres, contaban en este mundo. Matemáticamente pesado todo, pudo prometer que «con tales leyes, con cuales atribuciones y con tantas existencias, el hombre, sería regenerado en su inmensa mayoría, en tantos siglos»; siendo el momento feliz de esta declaración, en el tiempo de la familia de Noé, en la que se encontraban hechos hombres los 28 misioneros que conocéis que acompañaron al investigador.­

Y si a eso se debiera que Noé, celebrando el acontecimiento tonara un trago mas del zumo de la vid plantada por él, que cada Hijo de la Comuna le brinde a Noé, en obsequio una copita, en el día marcado en el Código a los patriarcas y profetas. Sí; en aquel tiempo acaeció esa declaración hecha al Padre, por el que había sido Shet y entonces era hijo de Noé y precisamente el hijo que lo descubrió, como diciendo: «Nada desde hoy ha de quedar oculto. Y así ha sido; por lo que hoy se descubre todo.

Era hora de romper tradiciones, leyendas y falsas religiones, y luego aparece Abrahán, de cuyo tronco debía nacer Israel; y ya en Abrahán corresponde Hellí a la promesa del investigador, dando su alianza y marcando fijo el tiempo prometido, por lo que Hellí dijo: «Y contarán los tiempos por siglos de 100 años; y los siglos serán 36, desde que escribiré mi ley hasta que la tierra la sabrá» De modo que Hellí confirma y admite como buena y matemática, la promesa de su enviado el investigador, porque declara en siglos fijos el tiempo que marcaba el rol de la tierra. Tal aprobación y el señalar un tiempo fijo, es romper tradiciones, leyendas, hipótesis y suposiciones, y debía estar conforme, porque a continuación afirma Hellí: «Y de este siglo mis hijos serán de luz, porque verán la luz de su Padre, que les darán mis espíritus” ¿Se cumple esto? ¿Quién es capaz de desmentir el espiritismo? ¿Quién no ha oído hablar a uno o muchos espíritus? ¿0 quién no oyó a algún amigo o pariente que haya oído hablar, al espíritu y aun verlos? Por sistema, aun hay algunos locos que niegan; pero cuarto se niega por sistema, la negativa es afirmación. Y para asentar la verdad espiritismo, trajimos la fotografía, a la que no se le puede desmentir, porque el objetivo no puede impresionar una placa, más que con lo que se ve; y como hay millones de fotografías de espíritus fotografiados, en cuyo trabajo han tomado parte hombres que negaban, es que el espíritu se manifiesta habla, escribe, mueve objetos, transporta y se materializa, para dejarse ver y fotografiar. Y si esto sucede, ¿cómo negar nadie que la promesa de Hellí y el tiempo de los 36 siglos se ha cumplido, puesto que dice: «Y de este siglo mis hijos serán de luz, porque verán la luz de su Padre, que les darán mis espíritus»? Por los pocos que lo niegan, lo afirma el Anciano XVI y con él todo el Universo y Eloí.

Quiere decir que, queda rota la tradición para convertirse en historia única y verídica, que aun no tuvo la tierra hasta este día, porque sólo tiene historia basada en la tradición; por lo que los hombres no pueden saber la verdad metafísica, y ni aun la física y natural, porque aun por la verdad física, el hombre estuvo en peligro de creer que descendía del... mono. ¡Pobres monos! No podrían perdonar la injusticia, de que el hombre, si fuera, su hijo, se engolfe en mullidas y blancas camas, sé del corte de elegante y señor y su padre esté encerrado en jaulas y viviendo en cuevas y siendo su juguete. Tales injusticias caben en las religiones que pudieron reinar hasta cumplirse los 36 siglos, pero no cabe en el espiritismo que es el único credo universal y de la tierra (por ley de la Creación), desde el día preciso que se cumplió ese tiempo preciso.

Toda la historia la encontraréis en el «Conócete a ti mismo» por lo que dejo este punto, remitiéndoos a aquel gran libro, que es la verdadera historia, sin tradición.

Comprenderéis que, a pesar de la peroración anterior, no hemos dejado el hilo de mi cátedra y veréis sin velo, cuándo y únicamente puede escarmentar y por qué escarmienta el hombre rompiendo la tradición, que es sólo por marcarse una nueva evolución progresiva, que sólo puede ser cuando las mayorías han cumplido su cometido y van a, pasar a otro escalón; para lo que, el maestro de siempre, clava otro estacón que servirá de mira por otro período. Es decir, más claro: que la tradición se rompe cuando la mayoría detesta, por escarmiento el error que descubrió. ¿Queréis una prueba inequívoca? La tenemos hoy latente. Hoy está el mundo en guerra y, sin embargo, todo el mundo pide y quiere a toda costa la paz. ¿Qué anormalidad es ésta? En la anormalidad está precisamente la explicación.

Cuando los hombres en su mayoría aun no odiaban la guerra, es decir, no se habían escarmentado de la guerra, porque por las tradiciones la creía una necesidad, las guerras no se meditaban; eran movimientos bruscos, ocasionados por las tradiciones patrias, por las castas bélicas, y se apoyaban solamente en el derecho del más fuerte, sin reglas y sin prescripciones.

Cuando ya los hombres, por su liberalización empezaron a conocer los peligros y los males de la guerra, empezaron a humanizar la guerra con leyes para el caído y paces por pactos y mediadores.

Cuando ya se vio los beneficios de la paz por tratados, se ideó la diplomacia y hasta se establecieron tribunales arbitrarios; lo que indica todo, que los hombres habían escarmentado de la guerra y se propuso al fin la Paz armada; en cuyo tiempo, la mayoría de los hombres, aunque fuese por sociedades de resistencia y partidos políticos, predicaban la paz desarmada; pero en cambio, los gobiernos, las naciones, se armaban hasta los dientes y se aplicaba hasta, lo más refinado de la mecánica, de la física y de la química, a las armas de guerra.

Pero cabe preguntar: ¿Las naciones causantes de la conflagración han construido sus flotas, sus cañones y otras armas, con voluntad de la mayoría popular? El que afirmara que sí, mentiría; porque la protesta del pueblo ha estado permanente; pero el pueblo no ha tenido representación en las Cámaras, ni en los gobiernos. Es que los detesta, porque nada espera de ellos.

Pero se ha dicho que el pueblo es soberano, y esto, sólo ha sido una muletilla de los enemigos del pueblo verdadero, y esos enemigos, se han atraído al populacho, a los no escarmentados, que son aquellos que la justicia encontró que aun no habían producido los Diez, y que por causa de que los cumplidos tiraban del carro del progreso, obligándolos a tirar más deprisa porque sino serían aplastados por este carro triunfante; y al no seguir, en sus tirones desesperados para contener la marcha, se rompió la cuerda de la cual tiraban y se arrollan los unos a los otros, acusándose todos de impotentes y de entre ellos se armó la decisiva.

El Pueblo siguió llamando al orden; les amonestó por sí solo desde la barra, porque, repito, en las cámaras y en los gobier­nos no tienen representación; está divorciado de esos juegos de retroceso, de esas cucañas engañadoras; pero ellos, los que aun deben al progreso una gran parte de su obra, se ven también obligados y envueltos por los que todo lo deben y son los que sólo han hecho mixtificar todas las profilaxis de todos los tiempos.

El pueblo sufre; pero en el caso extremo, deja que solventen sus acusaciones los que deben parle y los que lo deben todo, gobiernos religiones; unos que están en el crepúsculo, es decir, al momento del primer desengaño o escarmiento; los otros, que no pueden escarmentar, porque viven de lo que no es cosa, y lo que no es cosa, no es de la ley. Los que están empezando a sufrir el escarmiento, como ven el daño terrible que les ocasionan porque no los dejan pagar lo que deben, por lo cual aun no puede establecerse el equilibrio de la ley, se agarran en la pelea para echar fuera de sus guaridas a todas las bestias, hasta la 666, porque no están en la ley. He ahí la explicación metafísica de esta, gran anormalidad de que, hoy que todo el mundo quiere Paz, todo el mundo está en guerra, o sufre las consecuencias de la guerra para que una vez por todas, escarmienten de la guerra y rompan las tradiciones traidoras de patria, de razas, de clases y títulos grotescos.

¿Escarmentarán? Quieran y no quieran escarmentarán, porque ya la evolución se marcó y la Paz sin detrimento ni mácula, está decretada por y para la mayoría, que es el pueblo; y este decreto se cumple, como se ha cumplido el «Porque verán la luz de su Padre que les darán mis espíritus», que prometió Hellí a Abrahán.

Mas también el escarmiento está prometido en el mismo testamento, porque dice: «Mi luz di en Adán para mis hijos y cuando la conocerán me serán fieles»; y conocer, es romper la mentira, la tradición, escarmentar. Que lo juzgue la historia, pide el Anciano Dieciséis.

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