CAPITULO XII
ENSEÑANZA DE LOS PRINCIPIOS COMUNALES

¿Por donde comenzaré a coronarte, ángel bello?

¡Hombre, hermano mío! ya eres ángel; en ti se ha cumplido la( ) promesa de Hellí: “Y cuando la conocerán me serán fieles”.

Pero los que hemos caminado con el investigador, cuando aun era él « La palmera( ) solitaria”, sabemos que Hellí también dijo: « Y mi hijo tiene hermanos que tienen luz y verdad de Hellí, y me traerán a mis hijos, que son sus hermanos. Y a cumplir su deber se apronta el duodécimo Anciano, que os saluda.

¡Hellí! ¡ Hellí! no nos faltó tu palabra y hoy, Fial pax in virtute tuae et abundantia in turibus tuis: sí, Padre Eloí, en tu nombre sea la paz y la abundancia en toda la tierra, porque queremos llevarte el rebaño gordo y lúcido, en sabiduría y amor. Así sea.

«Los principios comunales» se basan todos en la ley única de amor; pero no todos desde el primer momento pueden tener el amor perfecto, relativo al máximum del mundo tierra, que desde que es proclamada la Comuna, ya no es un mundo de expiación; porque celebrado el juicio final o de liquidación, es un mundo regenerado por su trabajo.

Porque sabemos esto, venimos los 24 Ancianos a dar la profilaxis de la vida del séptimo día, que es día de la Comuna universal; y, a semejanza de lo sucedido, para llegar a este quinto amor, que os ha explicado mi anterior preceptor, hemos de ascender del amor comunal, por desengaño, en el que empezamos la Comuna, al amor perfecto por fruición de la sabiduría. de la creación sin cuya sabiduría no cabe el amor perfecto o desinteresado. Mas a la sabiduría de la creación, no es posible llegar sin conocerse a sí mismo, y ésta es en verdad la enseñanza que llamamos «Principios Comunales. Porque el hombre quiso conocer primero lo que

había primero fuera de sí mismo, de su alma, de su organismo, no pudo hasta muy tarde encontrar su trinidad; no sabiendo su trinidad, no podía encontrar a su Padre Eloí, que lo creía lejos, muy lejos, en lo inaccesible; y como no podía ascender por la pesadez de sus dos entidades cuerpo y alma, y por la ignorancia del punto donde debía encontrar al que buscaba, se metió en los laberintos intrincados y obscuros de les misterios y milagros, de lo sobrenatural; y sometiéndose al dominio del dogma, el hombre corrió una esclavitud horrorosa, que no podía tirar de sí hasta que bajara de sus fantasías al campo de la realidad, entrándose en sí mismo.

Ha sido sólo entonces cuando vislumbró una lejana y tenue luz en su conciencia y emprendió decidida lucha para quitar los crespones que cubrían aquella luz y al fin pudo exclamar como Salomón: “Encontré al que ama mi alma y no le dejaré”.

Se ha visto el hombre trino; ha visto su error de volar sin rumbo por caminos quiméricos, confirmando cada hombre la sabía pregunta del gran Xavier: ¿ Qué vale el mundo entero, si el alma pierde su derrotero?

Mas cuando por el desengaño y el cansancio inútil, por su correr entre el laberinto de milagros creados por la pasión dogmática, cae el hombre en un sopor gravísimo y la desesperación más espantosa lo domina; nada cree, todo le hastía; cada hombre es un adversario; todo le es antipático, porque todo le hace sufrir; recuerda sus hechos estériles por las enredadas pendientes en que estuvo engolfado, y aunque oye la voz de su encerrado espíritu; no quiere oírlo; no quiere creer nada; teme caer en otra red y entonces sólo quiere creer lo que palpa, lo que con su tacto es capaz de convencerlo y llega a caer en otro error, malo como tal, pero menor, mucho menor que el anterior, porque aquél era error de lo divino; éste es error de lo humano, de lo material, que lo convierte en nuevo ídolo, que es otro error.

Mas el error material desengrana pronto al hombre, sin escarmentarlo; porque a medida que va palpando las cosas, comprende que él es superior y no le deja espinas clavadas, salvo el caso de que en el abuso haya inferido daño a un segundo y un día sufre remordimiento, porque ya empieza a sentir los efectos de su conciencia; ventaja que hay entre el error de lo material y el error de lo divino.

Y es que, en el error de lo divino no hay más qué un acusador; el Espíritu. Y como a éste no lo ha podido ver, ni lo ha querido oír, ni conocer, llamándolo a lo más; ¡fantasma! y creyéndolo ajeno a las obras del hombre, era imposible oír su acusación, máxime cuando creía en el milagro, en la santidad, en el misterio, en la acción sólo del dios que su pasión creó en el dogma religioso que le enseñó el error de buscar a dios en lo inaccesible y en un cielo irracional, marca fiel del parasitismo de los sacerdotes.

El error material incitó al revés al hombre, a parangonarse con los efectos que produce y pudo entrañar cada vez más en los secretos de la materia y por lo tanto en las de la naturaleza. , a la que, con el parangón tomado entre el efecto que palpaba y su comprensión en la conciencia, llegan a dominar las causas, las que al fin las sujeta a una ley matemática, con la que produce a voluntad un efecto, cuantas veces le viene en ganas; y aquí el ídolo-materia cae y nace el dios-lumbre, que aunque ídolo también éste ya, es real, ya es personalidad, ya está en el sendero; pero le va a costar ahora otro desengaño también cruel, pero no habrá desgarrones de carne, ni sangre derramada, aunque sí habrá lágrimas, que, cada una, tendrá más valor que cada una de sus fechorías en sus errores anteriores, y es el momento en que Diógenes enciende su farol: encontró un hombre y cantó el himno del trino, de cuerpo, alma y espíritu; he aquí a la materia, obrando mayor milagro que los dioses religiosos y dogmáticos; y es porque, la materia es cosa y es capaz de sufrir y sufre la metamorfosis de ley, lo que no puede ser con los dioses creados en la pasión, porque no son cosa, y pierden tanto terreno en el reino de la mentira, cuanto gana la materia que es científica, equiparando los efectos con la causa.

Ya tenemos al hombre no siendo ídolo y siendo más hombre; porque antes era dúo en su cuerpo y alma, y ahora es trino en su cuerpo, alma y espíritu y pone en ley al último descubierto, en el primer lugar; y cumple la ley oyendo a su espíritu porque, « En él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres», se escribió en el Sánscrito y repitió Juan, apóstol de Jesús.

La vida de un espíritu, es similar en acción a la vida y acción de los otros espíritus; y la vida de un hombre, es similar a la de todos los otros hombres, porque « La ley es sólo una e inflexible”.» Primera, lección de los principios comunales que venimos a enseñar a los hombres de la primera hora de la Comuna.

« Los hombres todos de toda la tierra, hermanos son”, dijo y escribió Shet; lo que nos dice que todos somos iguales en derechos y obligaciones; lo cual nos confirma el mismo Hellí en el testamento de Abrahán, llamando hijos lo mismo a los ángeles que a los llamados demonios, lo que indica que todos a todos nos debemos la fraternidad y la ayuda de hermanos. Segundo principio comunal que se debe inculcar desde el nacimiento del hombre.

« La ley divina de la creación, aun en su mayor rigor, es sólo amor”, ha escrito el Juez en el nuevo Código: principio primordial, que para la armonía comunal debe saber todo hombre y es estar convicto y en fruición de la ley de amor, con la cual la justicia es hecha en todo instante por cada uno mismo.

Ya han dicho mis antecesores que la división parcelaria es una injusticia, y yo lo tengo que confirmar, para lo que digo que, la división, aun cuando se pudiera. hacer igual al absoluto superficialmente, seria tan injusta, que se echaría de ver en el primer momento, porque ninguna parcela seria del mismo valor fructífero, y en el subsuelo habría diferentes riquezas: uno tendría una mina de oro u otro metal, en tanto; que otro tendría una cantera de piedra, o de arcilla o tosca sin provecho.

¿ Dónde estaba aquí la justicia?

Además, la Comuna es sumar todas las fuerzas en una sola fuerza y las riquezas en una sola riqueza; y la división parcelaria era dividir a la individualidad absoluta las fuerzas de cada hombre y esto es precisamente todo lo contrario de la Comuna; y siento este punto, para los que así quisieran ( )entender la igualdad.

Pero hay otra, mucho mayor injusticia en esa división y es la de que todos debían ser agricultores. ¿Y las ciencias? ¿ y las industrias? ¿ y las artes? ¿y los oficios? ¿ cómo se tendrían casas donde albergarse y vivir en núcleos de poblaciones para constituir la vida de civilizados? ¿ cómo nos vestiríamos de un correcto y hermoso traje? ¿ dónde encontraríamos la expansión y la cultura en el asueto? ¿ quién obligaría a quién, a ser maestro de los otros? He ahí el absurdo de la división. He ahí desandar todo lo andado, para lo que tanto se ha sufrido en los seis días de tremenda lucha bajo el imperio de los dioses, los absurdos religiosos y odiadas supremacías.

No. El principio comunal es borrar al absoluto toda división parcelaria; es borrar al absoluto toda marca de propiedad privada o individual, porque no puede haber más propiedad qué el progreso del espíritu de cada individuo, pero que los productos son comunales, porque son efectos de una causa común y única de a que todos hemos salido y con el mismo mandato: «Continuar la creación», en la que dejamos todo nuestro depósito.

Ese depósito es todo el universo y cada espíritu conserva el inventario de cuanto tomó y dejó; y en ese archivo es donde cada espíritu mide su sabiduría y su potencia y el derecho que le compite de disponer de todo ese depósito de sabiduría y potencia, ya que de hecho tiene en él sus riquezas, pero indivisibles, porque todo está encadenado, solidarizado; porqué si el arquitecto, el minero, el artista, el ingeniero, quisiera decir yo lo hice, saldrá allí mismo el industrial y el mecánico y le dirá: ¿ Y quién té dio el instrumento? Y al industrial y al mecánico y al ingeniero le dirá el simple minero: ¿ Y quién os proporcionó los materiales? Y a todos les diría el agricultor: ¿Y si yo no produjera alimentos, viviríais? Aquí tenéis la cadena sin fin que es imposible romper una vez que fue soldada y sellada en el día del juicio de mayoría, desde el cual, la tierra. entró en la categoría de mundo regenerado, solidarizándose con los mundos de progreso del infinito universo, en cuyo acto, La Comuna fue decretada sin divisiones; y sabed aun más: antes de que lleguemos al grado perfecto relativo a la tierra, toda la población regional vivirá en una sola ciudad; y sin embargo, los campos se cubrirán todos los días de trabajadores. ¿ El secreto? No lo inquiráis ahora

El hombre, en la Comuna, no puede tener pasión, porque nada puede faltarle; y no pudiendo faltarle nada, tampoco puede tener antagonismo personal; pero como debe saber que “no hay mas atajo que el trabajo, ni más proceso que el progreso, ni otra ley del Creador que el amor, se verán desmentidos los voceros parásitos y supremáticos de hoy porque dicen que ese estado no sería vida; pero lo dicen porque ellos, aun no saben lo que es, ni quién es la vida; y los hombres de la. Comuna, trabajaran y progresará la belleza con cada hombre, tanto como hasta hoy progresó con todos; porque en la Comuna entenderá el hombre que la vida estaba en su espíritu y que esa vida es su luz.

¿Qué os he de decir más? Los anteriores ancianos os dijeron lo suyo en sus cátedras; los que me seguirán dirán lo suyo y mi cátedra tenía el exclusivo fin de explicaros que, la Comuna es solo la unidad, sin división parcelaria como lo marca el padre material, el Sol. Y como lo quiere el Padre común Eloí, en su ley única de amor. El que deseo para. mis hermanos.

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