PRÓLOGO

Lo prometido es deuda: y es seguro que me la van a reclamar los estudiantes de nuestra Filosofía Austera Racional. No es fácil la tarea; pero justamente, las tareas difíciles son las que más estimulan al trabajo y nosotros no volvemos la cara atrás, más que para ver el camino andado y por ello animarnos a llegar a la meta; y nuestra meta ¡está aún tan lejos!... pero hemos de llegar, porque nuestro motor no se descompone y se alimenta del grande y único generador, del Amor: y Amor es nuestro motor que ha de mover a toda la humanidad en el mismo sentido; esa es nuestra meta.

Novelesco parece el título de este libro y lo confirmamos; porque como novela, será atrayente, deseable, incansable al espíritu; pero contundente e irrebatible, a la par que ameno y claro como la Luz.

El título engañará a muchos al hojear el índice y ver que no se trata de los cinco amores de Juana o de Pepita o del príncipe encantado. Pero tan pronto entren en la lectura, verán que el engaño sería esas novelas y no «Los Cinco Amores» que filosofamos, los que harán comprender; al enojado lector que le hemos dado oro y diamantes en vez de plomo y carbón, y belleza en vez de fealdad que él buscaba y aprenderá a tomar el amor disfrutándolo, en vez de robarlo y desperdiciarlo como hacía antes de leer «Los Cinco Amores».

Del amor se habló siempre, pero aun no se ha deslindado lo que es amor, del que sólo se ven los efectos. Las causas son tantas como los efectos; pero esas causas, son efecto de una sola causa intangible, que es el Amor del Creador, del que, cada espíritu es parte y no puede dejar de ser.

Este axioma nos descubre ya todas las incógnitas de los hechos de la vida y nos pone de manifiesto todos los errores en los juicios hechos a los actos de los hombres, efectuados en nombre del Amor y que son sólo fruto de un egoísmo superlativo, hijo de errores impuestos en una educación sin moral.

El hecho frecuente de matar un hombre a su joven amada, porque sus padres se oponen a su unión, o porque la mujer no cede al requerimiento del galán, aunque veamos que se mata él sobre el cadáver de su víctima, es un refinado egoísmo del sexo que habla y no era el amor el que imperaba, puesto que no deja libertad de que otro poseyera lo que a él le vedaban por cualquier causa, que siempre sería más fundada y justa que su innoble, inmoral y fatal resolución, que demuestra odio y no amor.

Bien es verdad que el odio, es también un grado de amor; mínimo, pero amor al fin, si bien amor egoísta y jamás podéis encontrar un acto de odio, en el que no esté complicado un hecho de amor de cualquier grado de los cinco amores, en sus cincuenta capítulos.

Tampoco encontraréis en los cuarenta capítulos de las cuatro primeras partes, un acto de amor que no revele sus manchas de egoísmo, y por lo tanto, habrá rastros de odios en el amante, o los despertará en otro sujeto: lo que, nos pone en el caso de un análisis Psíquico y Ético, que nos pone en comprensión de que, el amor puro no es patrimonio del hombre en ningún mundo ni aun, en los más elevados. ¿Es que no existe entonces el amor puro? Sí; pero es sólo propiedad del autor del amor, porque él es, El Solo, imparcial, porque es inmaterial.

Ya tenemos aquí descubierta la X, de que en el hombre no puede existir el amor puro y la razón la tenéis en la creación del Alma humana que expusimos en su correspondiente capítulo luminoso de la «Filosofía Austera Racional», donde debéis de acendraros de esta verdad, confirmándolo en los instintos, qué, aunque estén dominados, siempre por su Ley son antagónicos.

Sin embargo hemos dicho y confirmado en la Filosofía que, El Espíritu es una partícula, del Creador Padre de todos los espíritus. Pero no hay una contradicción en esta afirmación axiomática y la de que El Amor puro no puede existir en el hombre.

En el espíritu existe el principio del Amor puro; pero su contacto obligado con la materia, para de ésta crear las forma que demuestran la Creación en mundos, hombres y cosas, es causa de que ese principio de amor puro que cada espíritu lleva en sí, por nacimiento, no pueda manifestarse puro, porque se amalgama con la materia, de la que forma el alma y los cuerpos, cuyas moléculas son antagónicas, ya que cada una tiene su parte diferente de trabajo en la naturaleza, aunque todas tengan el mismo fin en la Creación: pero que luchan cada una en la consecución de su fin, haciendo caso omiso del derecho de su vecina; ésta obra del mismo modo y ha de haber lucha necesariamente; lo que demuestra el antagonismo, aunque se ve palpable que ese antagonismo en todas las moléculas, tiende a conservarse cada una, y por tanto, es amor a la vida.

Y bien: Si tomamos ahora a cada hombre como una molécula de la humanidad, tendremos la razón matemática de que sigue cada hombre exactamente la misma lucha que las moléculas; y por tanto, siguiendo los hombres en el conjunto el mismo progreso, cada hombre es antagónico a su vecino, en una u otra tendencia, o en muchas o aun en todas.

Así vemos confirmado que, el hombre independiente, sincero y valeroso, tiene contra él la liga de los serviles, de los impostores y de los cobardes, que por millones de siglos han sido los más.

Pero esto mismo nos ha demostrado que, tener enemigos, no es temerlos, y lo vemos confirmado en los grandes maestros de la filosofía, de la moral y de las ciencias, que sus enemigos les han servido de estímulos a continuar y dejar fundadas sus Leyes, que no han podido rebatir ni al fin desconocer sus contradictores.

Pero cuando ya logra la humanidad elevarse al 5.° Amor, entonces la Ética se impone por la conciencia similar de un solo objeto de vida común y se unifica todo aunque todos tengan un grado diferente en su progreso de sabiduría.

Reina entonces la armonía y el amor se manifiesta en su reinado; pero existe en cada ser el antagonismo, aunque sometido a un principio de Razón: el de la Justicia.

He aquí trazado el camino que hemos de seguir en nuestro laberíntico estudio de Los Cinco Amores y veréis que no hay novela que atraiga más la curiosidad del hombre, que la amenidad de estos estudios naturales. Hemos de ser todo lo claro que estas materias requieren, porque es de sumo interés que los hombres no equivoquen su camino.

Como siempre, no vamos a rebatir ni anular a nadie intencionalmente, pero no nos será valla ni traba, nada ni nadie, para decir las cosas como son, aunque tengamos en nuestra contra una liga de serviles, de impostores y cobardes que, afortunadamente, ya es muy pequeña esa liga, que hemos desecho en nuestros cursos de Filosofía.

Sigamos pues nuestro estudio escueto y claro y sea el amor grande la venda que restañe las heridas de las espinas que hemos de encontrar.

Joaquín Trincado.

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