CAPITULO DIEZ
EL AMOR UNIVERSAL NOS LLEVA A NUESTRO PADRE

Solidarizándose en la Ley de Amor, con los hermanos de la Cosmogonía, por lo que se ha podido llegar al establecimiento del régimen Comunal, es emprender el camino decididos hacia el centro vibratorio, donde vibra nuestro Padre la vida universal, que la han de demostrar sus hijos los espíritus, hechos hombres, en formas, que se miden, se pesan y se cuentan.

Cuando ya el régimen es perfecto, pueden los hombres en plena conciencia comprender su estirpe y su grandeza y la vida eterna y continuada: y por ende, conciben sin equívoco el régimen Universal, igual en todos los grados y latitudes del infinito, y esto es el gran aldabón que repica en las puertas de la casa paterna y anuncia la gran fiesta en todo el universo, de una familia que vuelve triunfante en innúmeros siglos de lucha y el universo saluda a los vencedores, a los que los grandes maestros de los mundos más luminosos los llevan al centro de la vida y evocan a ELOÍ, el que, en todo su amor, los recibe, los bendice y los vuelve a mandar a continuar la Creación y «llevarle a otros hermanos», oyéndose lo siguiente que ya eternamente resuena en el feliz vencedor que logra escucharla en aquel centro de vida de que procedemos y que tanto tiempo estamos alejados por la lucha de la materia.

Cuando hemos podido ser introducidos y los grandes Maestros (cuya luz es mayor que muchos soles juntos) dicen: «Padre ELOÍ, te esperamos», baña a los introducidos un rocío vivificante y purificador de nueva vida, a la par que se oye con la más sublime solemnidad:

Entra en el gozo de tu Padre, hijo amado,
Que a ruda batalla yo te mandé.
Por mi fuerza y mi amor has dominado,
Ya en mi banquete ven, siéntate,
y sea mi, luz, tu luz y tu aliento;
Mas ve otra vez y cruza el firmamento,
Recogiendo tus hermanos extraviados,
Pues yo te confirmo, experto Maestro.

Y con tal orden y henchidos de vida, cruza aquella familia el firmamento, entrando en los grandes mundos y recogiendo enseñanzas y progresos con el amor de sus moradores, hombres y espíritus, van donde un mundo de belleza los espera para seguir progresando, a la vez que salen a llevar progreso a mundos menores, donde luchan como nosotros luchamos.

La sin fin cadena de la vida progresiva del espíritu es tan fuerte, que no la puede romper ni el mismo Creador, porque también dejaría él de ser.

La solidaridad universal no es menos inflexible que la cadena de la vida progresiva, eterna y continuada: y por esa ley, todos los espíritus han de enlazarse en familia, con todas las familias de los mundos del universo; y nos lo dice Helli, en el testamento alianza de Abrahán, diciendo: « Los hombres han de vivir en todos los mundos que existen: pero la Creación sigue y no se acaba».

Esto nos revela la omnipotencia de nuestro Autor: pero nos pone de manifiesto un secreto que hará temblar a los orgullosos que se creen autores de alguna ciencia, aunque sabiamente se ha dicho: « Nada hay nuevo bajo el sol ».

Sí; nada nuevo hacemos al descubrir secretos, crear ciencias y aumentar nuestro progreso.

Todo lo que se descubre, existe ya: y si no existiera, nadie sería capaz de descubrirlo.

Nuestro espíritu sabe que todo existe y su trabajo consiste en encontrar cada cosa, para mostrarla.

Está en nuestro espíritu, innata, toda la sabiduría; pero en tanto no se experimenta en el conocimiento de esa cosa, no la puede mostrar.

De aquí se deduce que necesite por: fuerza reencarnar miles de veces en cada mundo, para llegar al conocimiento de cada cosa y sujetada a los números, para darle valor de cosa, de arte primero, de ciencia después, aunque arte y ciencia sean la misma cosa. Pero la solidaridad, el amor universal impuesto a todos los espíritus, al individualizarlos de su mismo ser nuestro Padre común, obliga a todos a ser una familia y ha de enseñar el mayor al menor, el más adelantado al más atrasado, por fraternidad.

En nuestro « Conócete a ti mismo» y algo en la «Filosofía Austera Racional» y otros libros, tenemos atomizada esta purísima función. Pero algo tenemos que decir aquí, como complemento de «Los Cinco Amores».

Un mundo fue creado el primero (no hay fecha), del cual proceden ya todos los demás mundos que pueblan el infinito.

Que la fuerza creadora de aquel primer mundo fuera capaz de sacar de sí mismo mundos de potencia relativa a formar un centro planetario con los mundos que estos hijos del primer mundo podría emitir, queda fuera de discusión.

Así, pues, como hemos estudiado, agradando el amor de familia, hasta el quinto amor perfecto (relativamente), igualmente ha sucedido con el ensanche eterno de los centros planetarios, perfeccionándose en su expansión creadora y jamás se puede acabar, por la necesidad de una eterna expansión de nuestro propio espíritu.

Por esto mismo se concibe otra verdad grandilocuente, a saber, que: Con cada emisión de familias espirituales que el Padre emite, nos ofrece también un grado de sabiduría, para que, estudiándola, la elevemos como cosa, a la matemática, a la ciencia, aunque conservará siempre un algo que sólo es de comprensión del Espíritu y es irreductible a la ciencia; pero dará en los números y filosofía; los suficientes valores, para el axioma científico de su existencia.

Toda esta verdad la tenemos probada en todos nuestros conocimientos y vemos efectivamente que, una ecuación matemática, o una operación química, como una prueba física, que aquello existe, porque se manifiesta. Pero de ahí no pasa la ciencia y queda siempre por ver y comprobar la causa.

Pero no es que esté oculta la causa: es que es superior a la ecuación, al experimento y la prueba; y es que la causa del número es superior al número.

¿Es que el autor de la causa, el Padre Creador, nos ponga una valla, un velo, o nos haya negado el grado necesario de inteligencia a la comprensión de la causa? No tal. Es que ese secreto es su fuerza Paterna, su patria potestad sobre toda la familia universal, por la cual impone sin obligar a que nos pidamos y ayudemos de espíritu a espíritu, y entre todos reúnen justamente el conocimiento, la causa, la potencia y la ley de esa causa. ¿Y cómo podrá la ley física o material en ningún mundo que aun no se haya solidarizado por su propia voluntad, con todo el infinito de las familias espirituales encontrar la causa?

El solidarizarse por propia voluntad quiere decir estar en el concierto y armonía de la ley de amor, ley Madre de todas las leyes inmutables: y para eso no puede ser sin acatar el querer de la mayoría en el Universo, viviendo su vida y su ética, y ésta es la Comuna de Amor y Ley.

Esta unidad solidaria no puede ser de los cuerpos materia (vulgo hombres), porque no podemos trasladar nuestro cuerpo a otro mundo por las leyes físicas y de gravedad, que son inflexibles, desde que cada mundo es un grado más perfecto o más imperfecto a la densidad que cada cosa requiere para su existencia, una igual atmósfera, lo que la química, la física y la astronomía se ven obligadas a confirmar.

Ante este problema, y si no fuera posible a nuestro propio espíritu emanciparse sin romper las ligaduras de su cuerpo, no sería posible el invento, la idea y por lo tanto el progreso de nuestros conocimientos ascendentes, que se han de demostrar como hombres en las ciencias.

Ya nadie se atreve a negar la inspiración, la intuición, ni aun la videncia. ¿Y qué es la inspiración sino el desdoble de otro espíritu que podrá estar en mundo muy lejano? ¿Y qué es la intuición, sino la transmisión. del pensamiento de otro ser semejante? Y la videncia, ¿no es la confirmación de la existencia de la cosa vista? ¿O querrán que nuestra vida material y espiritual vea lo que no existe, cuando si no existe, no puede ser visible? ¿Y acaso cuando somos inspirados e intuídos, no hablamos, escribimos o pintamos, etc., etc., lo que percibimos?... Y entonces, ¿a qué tantos aspavientos, reservas y negaciones de que un Médium, dormido o despierto, dé posesión en su propio cuerpo para que hable a muchos, un espíritu, en vez de inspirar o intuir a uno solo? iOh aberrados malversores! ¿Habéis pensado en que habríais de ser juzgados por la ley de libertad y que por vuestra persistencia en vuestra pasión, tendréis que ser retirados a mundos de vuestra afinidad?

He aquí las armas invencibles de la Ley Madre, para su eterno triunfo; y es el Espiritismo el juez supremo y el que encierra el conocimiento de la causa de la sabiduría, que no puede ser encerrada en ninguna ciencia, porque es ciencia sobre las ciencias: pero no sobre el Espiritismo y sí dentro del Espiritismo. De lo que trataremos en el epílogo, pues aquí sólo ha sido necesario insinuarlo, para demostrar que «El Amor Universal nos lleva a nuestro Padre», porque el amor universal es únicamente a causa del amor común de los espíritus, cuya unidad se llama y es Espiritismo.

Ahora bien: la forma en que «El amor universal nos lleva a nuestro Padre» es la misma escala que hemos desarrollado, en estos « Cinco Amores» para llegar al amor Comunal de todo el mundo.

Efectivamente, y siguiendo la misma ley, una vez que hemos conseguido por nuestro esfuerzo (porque nada se da de gracia sino la vida por amor de nuestro Padre) ganar un grado de progreso, en seguida buscamos por nuestra necesidad de expansión, alguien que tenga el grado próximo superior, para poder manifestar nuestro grado, ya que el otro de grado inferior no nos puede comprender más que en la altura que está; y lo mismo le pasa al que está un grado mas adelantado que nosotros, que busca por la misma necesidad, al del grado inmediato superior, y aquél al otro y éste al otro, hasta llegar por rigurosa escala ascendente, al que más alto grado posea, que forzosamente estará en contacto con el principio de todo el progreso, o sea la unidad del progreso.

Hacer una ecuación matemática cualquiera y elevarla a su máximo: habréis llegado a formar millones, billones y quillones, hasta donde alcance la fuerza de la contabilidad; pero todo ello 'nace del simple uno y todo finaliza en el uno simple cuando deshacéis la operación.

«Uno es el principio, uno es el fin», hemos sentado en nuestra proclama, y nada lo desmentirá. Lo que hace falta es que los hombres no quieran ser unos solitarios, porque no valdrán más que uno: pero reunidos dos los unos, cada uno adquiere tanto valor como tienen todos los unos. Esta es la Ética Comunista del Espíritu.

Esta es la cosecha que esperamos recoger del estudio de estos «Cinco Amores» elevados al axioma indestructible del Amor del Padre.

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