Capitulo tercero
El amor comunicativo es innato

«Comunícame tus penas,
Yo te diré mi dolor,
Que penas comunicadas,
Penas con alivio son»

Oí cantar muchas veces en mi niñez, a los jóvenes rondantes de sus novias encerradas; y ya veis qué moral y sabiduría encierra esa copla, que puesta aquí, pasará a la historia infinita, con los laureles de hacerse universal en todos los mundos.

Si los que han hecho tratados de Sociología y Psicología la hubieran sabido, ni uno solo la dejará sin tomar para la ley del contagio y otras leyes y reglas filosóficas.

Entre las mujeres se nota más el amor comunicativo (por charlatanas, han dicho algunos chocantes). No. Es que la mujer siente más y tiene más cosas que comunicar que el hombre, por razón de su mayor sensibilidad y más clara percepción de la vida, de las cosas de la vida y por su suerte de ser madre.

«Charlatanas», dicen los sin conciencia. Pero quitadle a la mujer ese gran don comunicativo y ya veréis qué aburrida y pesada es la vida del hombre.

Quitad también del hombre esa inclinación irresistible y natural y veréis que la amistad no cabe y que el mundo sería un caos terrible y la vida imposible. ¿Quién desea la amistad de un misántropo?  Todos huyen de él, aun más que los cuerdos, del Chicharrero charlatán, o mercader hablador.

¡Cómo descansamos cuando nos quejamos de nuestro dolor, aun sabiendo que hacemos sufrir! Siempre encontramos una palabra de consuelo cuando comunicamos nuestra pena y azares de nuestra vida

Vemos la generalidad de los enamorados, pasar largas horas todos los días y siempre tienen algo nuevo que comunicarse; es que todas sus células se abren para hacer sentir a las similares del ser amado, todos sus recónditos sentidos de gozo y sufrimiento, sintiendo tanta necesidad de comunicarse, como el estómago de llenar de alimento el saco vació, sin cuyo combustible no puede funcionar su maquina económica.

Se achacarán muchas máximas de muchos egoístas, como: «No digas todo lo que piensas», «En boca cerrada no entran moscas», etc., etc. ¿Pero acaso no decimos nosotros que de misántropos y charlatanes huyen los cuerdos? En todo aconsejamos nosotros como prudencia el «Per diametum» de Ignacio de Loyola.

Yo apelo a todos los hombres y mujeres de la tierra, a que me nieguen que no han deseado muchas veces desahogarse y descansar, comunicando sus pesares y alegrías a sus parientes y amigos y aun a personas que se le cruzaron en su camino: y el 90% de los seres humanos, contestarán afirmativamente que así es y que descansaron.

¿Y qué es y significa, en primer término, ese examen de conciencia recomendado por todos los moralistas y biólogos y puesto en práctica y regla obligatoria en todas las comunidades religiosas, que exigen muy a menudo dar cuenta a su superior? Es verdad que el reverso de esa medalla es injusto, por que tiene por objeto conocer en cada instante al sentir, querer y pensar de sus cofrades, con fin de dominación en cualquier forma, siempre atentando contra la libertad del individuo.

Pero no dirá ninguno de esos esclavos y esclavas que no quedaron descansados, una vez que comunicaron los secretos de su conciencia al llamado Padre Espiritual, Padre de almas y otros nombres.

Es atentatorio a la libertad, constituye un crimen de lesa humanidad, por haberlo obligado por sus reglas y constituciones; pero eso no quita nada al innatismo de la comunicación.

Muchas veces también recibimos daño por comunicarnos con alguien que no es noble, ni moral de sentimientos; pero esto tampoco es culpa de nuestro innato amor a comunicarnos, sino que aun lo confirma de lleno; en este caso, hemos sido precipitados; obramos con imprudencia, pues nuestro amor a la comunicación debe ser, en primer término, a quien le interesan nuestras penas y alegrías, porque vive al unísono con nosotros.

En cuestiones científicas, hay la misma razón: buscamos aquel y aquellos que les interesa y buscamos siempre ayuda y una conformidad o una negativa a nuestro pensamiento, idea u obra.

De todos modos, y después de adoptar la prudencia necesaria, es conveniente la comunicación, porque, o nos ayuda la crítica y el consejo alentándonos, o nos detiene, porque habremos descubierto que andábamos equivocados.

El libro, el periódico, la revista y la carta, ¿qué son sino medios que nuestra misma necesidad comunicativa ha ideado, para satisfacer su innatismo, hasta con nuestros anónimos afines o ausentes de nuestro lado? ¿Y el telégrafo y el teléfono, el biógrafo y gramófono, no son otros medios vivos de comunicarnos con todo el mundo? Mas todo esto es físico y material y tiene su base y principio espiritual, en la transmisión del pensamiento y los desdoblamientos medianímicos y magnéticos, o sonambúlicos, que son únicamente facultades de nuestros espíritus y se sirven por la necesaria ley de solidaridad de unos a otros, bajo la afinidad; y todo ello se resume en la infinita palabra Espiritismo, raíz de la matemática pura y positiva.

Los hombres raquíticos que sientan máximas desvirtuando el amor comunicativo, no han entrañado nada en la metafísica del innatismo, y aun teniendo hoy todos esos medios de comunicación que no pudieron ser hasta que no han sido reveladas las leyes de la electricidad, que comprenden las del magnetismo, el calor, la luz y el movimiento, encerrados en la dinámica, siguen obstaculizando y siendo vocingleros contrarios a esa expansión que da el amor comunicativo, innato, de los seres. Pero ¿qué hacen ellos, sino comunicarnos lo suyo, su sentir y su atraso, para lo cual se convierten en charlatanes, habladores y chicharras, que callan sólo cuando revientan? Pues hasta esos tienen sus méritos, que no queremos ser injustos en negárselos: sí, tienen el merito de confirmar que el innatismo comunicativo existe y es una realidad, o ellos son unos híbridos antinaturales: elijan.

El padre Kempis, en su libro «Imitación de Cristo» (que ha causado gravísimos males), asienta como dicho por Cristo: «Cada vez que hablé con los hombres, salí menos hombre». Cuando lo miramos por el lado místico, vemos su fin de llamar a los incautos al claustro sombrío y a los ya frailes, a guardar el secreto de su inconfesable vida y dogma y lo ha conseguido. Pero mirado humanamente, socialmente, científicamente y moralmente, se descubre la escandalosa patraña, con la maña y la maraña del mal intencionado y enemigo del progreso y fraternidad humanos, que es lo que encierra la Religión Cristiano-Católica por excelencia; pero que, por concomitancia y concordancia, lo tienen eso, todas las demás religiones.

El Padre Tomas Kempis, que nació para ser irracionalmente asceta, se equivocó al nacer, porque debió nacer mudo (como todos ellos) para no tener que tratar a la naturaleza de injusta, al dotarlos de la lengua, ya que no la debían usar; y habría sido un gran bien para los demás.

Por otra parte, esa sentencia es una Falacia (engaño, fraude y mentira), pues él no puede probar la existencia de Cristo como persona humana y ni siquiera animal irracional; y por lo tanto, no pudo hablar. Hablo Kempis por Cristo, como Pablo vivió por Cristo, al que no vio, ni conoció; pero que los apóstoles de Jesús lo conminaron y desautorizaron su Iglesia (fundada en Antioquía) bajo el nombre de Cristo, atribuyéndolo a Jesús; y no se podrá oponer prueba racional en contra de ese hecho, ya que el archivo romano nos legó datos de la muerte de Pablo, junto con Pedro, en Pompeya, bajo Nerón, cuya página revela la verdad que sostenemos.

Hemos historiado nosotros la Piedra-Cristo-Dios de Aitekes, y nuestra página está refrendada por el historiador inglés Mr. River Canard, bajo el título de: «El trono de Winmister» u «Odisea de una piedra». Lo que prueba la falacia de Kempis al hacer hablar a Cristo.

Tiene también esa sentencia de «Cada vez que hablé con los hombres, salí menos hombre» un veneno muy sutil para el progreso y fraternidad humanos: por que ¿cómo se podrían comunicar la ideas, ni comunizar los hechos sin hablarse? Además hace a los hombres algo despreciable y peligroso, puesto que hace de menos el hombre, al hombre que le habla y le comunica. ¿A qué seguir más? Basta decir que Kempis había renegado de ser hombre: era asceta.

No recomendamos hablar mucho y sin sentido; pero sí ser francos en comunicarse los hombres sus penas y alegrías al amigo y al afín; y sus ideas de progreso y sus obras ejemplares, a todos.

Hay ciertos seres (ya van siendo pocos) muy sufridos, que no se quejan de sus dolores y penas, por no hacer sufrir a otros; y esto lo han tenido por virtud. ¿Queréis ver que son suicidas? Pensad así. Tenemos como primer deber, la conversación de la vida: luego todo lo que afecte a acortar o poner en peligro la vida, es contrario al mandato de conservar la vida. El dolor sufrido sin comunicarlo, es un peligro de la vida, porque no ponemos remedios al no comunicarlo a alguien a alguien que puede ayudarnos a encontrar remedio. Luego, el no comunicarlo, es atentar contra nuestra vida; y el que atenta contra su vida es, bajo todos conceptos, un presunto suicida por lo menos.

Deshaga el padre Kempis este silogismo con las leyes naturales.

Otros no se quejan de sus sufrimientos morales o materiales «Por que no se alegren de mi mal» dicen. No es ese el secreto. El secreto es que son malos los que así hacen, pudiendo asegurar que son unos perfectos egoístas: no están dispuestos a oír, ni remediar los dolores y sufrimientos de sus semejantes. Y como nadie puede pensar de otro más que por lo que es él mismo, tenéis el vivo retrato del que no comunica sus sufrimientos morales y materiales, «Porque no se alegren de sus males».  Es un perfecto egoísta.

Que el hombre franco y noble, se expone a la risa del egoísta e imbécil, es cierto. Pero aún comprendiéndolo así, como cree buenos a todos, como el malo cree a todos malos, el noble, el bueno, expone sus penas, sus alegrías, sus hechos y aun sus pensamientos. Y si de ello recibe mal, no es culpa de su amor a la comunicación, sino de la maldad de los egoístas y sin conciencia, híbridos del mal y del bien.

Yo soy una víctima de esos. Relataré aquí los hechos y haría un juicio terrible a los hombres causantes; pero no es aquí lugar y solo sustanciaré‚ para probar que, de la comunicación de nuestras cuitas a nuestros semejantes, aunque sean nuestros enemigos, se recibe beneficio moral y material; porque si es uno de esos híbridos egoístas al que le comunicamos, o igualmente un imbécil, éste, por su egoísmo y falta de amor, lo publica creyendo asestarnos un más terrible golpe; pero en la publicación de nuestra comunicación, llega indudablemente a alguien que le interesa el hecho, el dolor, o vuestro nombre y latirá su corazón y llegará a vuestro auxilio y consuelo o a compartir con vosotros de las ideas que hicieron reír al híbrido o imbécil. Voy a demostrarlo.

En el año 1909, yo poseía talleres de mi profesión más una patente que prometía mucho y mucho ha dado a la industria y al confort. Se trata de la transformación de la corriente eléctrica en calefacción, por la estufa y la cocina.

Una envidia, una aberración de un astuto, prepara mi caída en tal forma, que ni la justicia me amparó haciendo perderse el expediente de mi defensa. Hay autos de justicia que prueban esta triste verdad. Triste, para los jueces y gobiernos que lo consienten.

Pues bien: después de terribles sufrimientos morales y materiales, conducido por alguien, voy a buscar consuelo, comunicando todo a un hombre que por su representación de presidente de una vieja sociedad, simulacro de estudios Psicológicos, Espiritistas, ese hombre digo, por tal, debía comprenderme y consolarme con su consejo.

Si el prejuicio fuera una atenuante, la tendría: pero el prejuicio es una agravante y en él más que en los ignorantes: y os aseguro, que ha sufrido y sufre en espíritu sus consecuencias.

Me oyó y muy atento: yo no tengo, ni conocí la doblez (por mi desgracia de hombre) necesaria para vivir en la sociedad corrompida e hipócrita.

Le interesaba todo: pero el prejuicio suyo, me atribuyó a mi la culpa. ¿Cómo la justicia, es decir los jueces muy Cristianos no hacen justicia ? Y además, que algunos de ellos y aun miembros del gobierno aquel, unos eran eminentemente católicos y los otros pertenecían a sociedades llamadas Psicológicas y aun Espiritistas, pero que luego he comprobado yo (y no me desmienten esas mismas sociedades) que son Espiritualistas.

Yo entonces no era nada: casi ni hombre por mi estado y posición moral y material.

A pesar de todo y no creerme y volver contra mí todo lo que era un crimen de la injusticia de los hombres, era necesario ser de piedra, para no sentir algo de su espíritu, o de otro que pudiera influenciarlo y lo sintió y me ofreció, lo que no le costaba nada y lo menos que me podía ofrecer. «Asista el domingo a la sesión publica», me dijo.

Asistí como un desahuciado; pero yo, que nunca había visto nada de eso, sin conocerme, ni haberme visto siquiera la médium, la conferencia (acaso la única de valor que tendrá registrada en sus más de cuarenta años esa sociedad) toda, desde el saludo a la despedida, fue para mí: terminando con estas palabras: «Muy grande, pero muy dura es tu misión y triunfarás; pero... No te vengues, ni te suicides». No me afrenta este apóstrofe, dicho como si yo solo lo oyera, habiendo más de 100 personas en el salón. Comprendí que no estaba desahuciado. Mas aquellas palabras oídas por aquel hombre a quien yo me confiara, encendieron (sin duda) más sus egoísmo y la calumnia y la difamación de él y de... otros como él, arreció y aun duran sus huellas. Pero, en hora oportuna y rehabilitado a la vida por aquella conferencia (y por migajas materiales que llegaban de seres nobles, que acaso como yo sufrieron y se comunicaron). Rehabilitado a la vida digo, y teniendo ya mi obra toda escrita y firmada (la que he enunciado en el capítulo segundo de esta parte), es entonces que, con mi alma fuerte por el terrible y largo sufrimiento y mi conciencia limpia, provoqué‚ a la justicia: hice revolver todos los archivos de los tribunales y no fue habido el documento extraviado y, entonces lo redacté de nuevo y lo hice correr su proceso, hasta sentencia, que se produjo el 19 de julio de 1915, justificándome el juez, declarándome inculpable.

¿Para qué os diré más de las ventajas de la comunicación de nuestras cuitas, dolores y alegrías? Pocos casos más graves y dolorosos que el mío ocurren y mi elegido puedo decir que en espíritu, anda cerca de ser mi más grande enemigo: hasta os diré que, en los principios del siglo 16, aquél, era hombre al servicio de la Justicia del Vaticano y mi espíritu, también era hombre y militar, para luchar y derrotar los ejércitos papales. Pero en aquel entonces, aquel servidor del Vaticano, condujo preso a aquel militar cogido en una emboscada: que se le escapó, pero pocos años mas tarde, lo consiguieron colgar de una cuerda en Sinigalia.

Sin embargo, ahora (porque nadie venció a la Justicia Divina) tuvo que ofrecerme como a un desahuciado, lo menos que podía y lo que nada le costaba y fue el todo que necesitaba. Es que entonces torció, cortó mi camino: y ahora, aún contra su voluntad, tuvo que señalarme el camino que él por su desgracia equivocó.

He aquí otra de las grandes causas de que el amor comunicativo sea innato en los seres y es así Ley de Justicia Suprema,

«Que penas comunicadas.
Penas con alivio son.»

Nota: Refiero casos propios, para que no se dude; y sabéis que podría referirme a todos los hombres: pero lo propio se sabe mejor porque se ha sentido.

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