Parte tercera
El amor regional es más perfecto que el ciudadano

capitulo primero
el amor regional y que es un región

El amor regional nacido de la necesidad de agrandar el amor ciudadano, es por esto más extenso y menos intenso que el amor ciudadano, y por lo mismo, basados en los argumentos que hemos expuesto para explicar la mayor perfección del amor ciudadano sobre el amor de familia, es más perfecto el amor regional.

Lo más prefecto, es mejor; por lo tanto, el amor regional, es mejor que el amor ciudadano.

Entremos por el lado económico, a probar nuestra tesis.

La expansión es otra de nuestras virtudes innatas y lo probamos en nosotros mismos, propendiendo siempre al ensanche de nuestros horizontes, en todo lo que emprendemos o simplemente pensamos.

Si fuésemos capaces de fundar una ciudad en un punto donde se produjera cuanto nuestra vida lo más placentera que podamos imaginar estuviera satisfecha, dotada de todo el confort más coqueto y refinado, de todos los atractivos, diversiones, academias, universidades, teatros, bandas filarmónicas y regalías de nuestros cinco sentidos, ¿creéis que nuestro espíritu estuviera satisfecho si no tuviera más que eso? Precisamente si no tuviera otra causa ésa lo sería para desear busca a otros que no tuvieran lo mismo y llevarles parte de aquello. Consideraría a esa ciudad con todos sus encantos una horrible prisión, lo mismo que le es imposible a la huéspedes de un harem, su mágico palacio, tivante de todo lujo, comodidades, servicios, perfumes y fantasías. No son libres de volar y es un horror de su vida, que la cambiarían sin mirar nada, por la de la fámula más agobiada de obligaciones, pero que tiene un minuto de libertad para volar y tratar con sus semejantes.

No es una pasión de la deseada expansión que vive en nosotros: es una virtud que hace de rueda que nos conduce por railes engrasados, a otros confines, a otros aires, hacia otros seres que sienten la misma virtud, palpitar, y que a caballo en la misma rueda, emprenden camino hacia nuestros confines, hacia nuestros aires, hacia nosotros, que sentimos lo que ellos sienten: nuestra existencia.

Pero esa ciudad Jauja, que hemos ideado, no es posible en una sola población y la necesitamos para satisfacernos y la fundamos por la unión de ciudades que entre todas se complementan, porque todas se son necesarias para la vida de progreso y con todos los poblados de un predio natural, forman la región etnográfica, que con facilidad funden su idiosincrasia y forman un sólo etnicismo.

Nos ofrece la historia muchos ejemplos de esta verdad que nos llevó a las grandezas nacionales.

Acaso no hay ninguna más potente que la página Española, para apreciar en todo su valor la fuerza de este capítulo; pero corresponde al cuarto y quinto amor en su conjunto y lo tocaremos cuantas veces nos sea necesario.

Aquí sólo debemos anotar lo que es la región y el grado más perfecto del amor regional.

La región la compone, primeramente, una sola ciudad, tratándose de etnicismo; que si se trata de topografía, región será lo que se encierra en ciertos límites naturales y especiales, que no le es dado cambiar al capricho del hombre.

Pero he aquí que, a la par que nosotros, por ejemplo, hemos fundado una ciudad en el conjunto de tributos o familias, en el punto A de una región topográfica natural y especial, al mismo tiempo salimos en exploración, encontrando el punto B, donde se nos ofrece un artículo que no tenemos en A, o que se agotó, o que nos será mucho mas fácil obtenerlo por cualquier causa que sea.

Hemos vuelto a la ciudad A, y reunido los elementos necesarios de hombres y enseres, nos vamos a B, donde por necesidad levantamos nueva vivienda y poblamos, naciendo la ciudad B.

Aquí nos va a suceder lo mismo que en A y emigran a C, de C a D y así siempre hasta que no encontramos más conveniencias dentro de los límites de la región.

En el curso de los siglos y por causa de no haber tenido escritura (ni archivo, por lo tanto), se ha perdido el principio histórico y cada ciudad que señaló sus límites propios, se cree sola y aun ignora su procedencia y raíz.

Pero resulta que se han ido creando necesidades nuevas en todas las ciudades, y el hombre, cuyo espíritu está en grado de desarrollo necesario, se hizo aventurero y se alejó, no perdido, sino empujado y guiado por alguien; y mientras encontró tierra, caminó retirándose de su ciudad.

Un día ha encontrado a un semejante y se sorprenden los dos de su propia presencia y de que hablan el mismo idioma, jerga, o sólo aullido y guturaciones, pero se entienden, se comunican. Uno vuelve pasos atrás y lo sigue el otro, arribando a la ciudad, poblado o tribu, donde da conocimiento de que en tal punto y a tantos días de camino, él tiene su ciudad.

Acaso le agrada y forma allí el extranjero su hogar; tal vez el recelo de sus visitados le quitó la vida; quizá en su ciudad dejara un amor y se vuelve para hacerle partícipe de su hallazgo; pero de todos modos, unos ya saben que no existen ellos solos y... ¿Qué tendrán que les puedan dar o quitar? ¿Serán sus mujeres más bellas? ¿Tendrán más riquezas que ellos? ¿Vivirán mejor?... La curiosidad entraña y al fin, una misión irá en busca de sus ignorados semejantes y el camino que rastrearon será su primera vía de comunicación.

Los visitantes responden y trillan nuevamente el rastreo, y ya los regalos, la cruza de uniones, sellan un pacto tácito de intercambio, por lo cual se refunden nuevamente las mismas almas, viviendo en dos ciudades con el mismo amor, para cada una, lo cual es agrandar el amor, perfeccionar el amor, el tipo y el etnicismo, que se confunde en seguida.

Esta verdad despierta en las dos ciudades a otros aventureros. Si por el Norte encontró el primero una ciudad, ¿no habrá por el Sur, por el Este y el Oeste otras? Y allá van los aventureros rastreando sus valles y escalando las colinas para agrandar su horizonte, queriendo descubrir y descubrirán otras familias. ¿Creéis que no ha sucedido así? Yo he pasado por caminos, ya hechos barrancos tan viejos, que alcanzan a treinta siglos (que se recuerdan), entre las Dehesas y bosques y montes escabrosos de esas expediciones de las raras ciudades de la Primitiva España. Y la deducción, puede con razones fundarlo en página histórica.

Pues bien, fundado este principio y asegurado que es así por más recientes tradiciones de los pueblos que unen esos caminos seculares, sobre todo en la Vasconia, Navarra y Aragón en España, encontráis muy pequeña y casi nula diferencia en su etnicismo, a pesar de que sus dialectos difieren mucho.

Desde luego que encontraron barreras naturales y especiales, como el Pirineo y el Ebro, entonces el uno miles de veces más abrupto e impenetrable y el otro mil veces más caudaloso que hoy; y para entonces eran insalvables esas barreras y hubieron de contentarse con apurar los medios que la región les ofrecía. ¿Pero creéis que esto era sin acuerdo de la Ley de la Creación? No tal; el suelo aquel, todo él, tiene semejante humus, símiles productos y, cruzándose igualmente los de una con otra población, se crearía un sólo tipo, una sola idiosincrasia, un sólo sentir y un sólo amor, que constituyera una sola familia. Y en cuanto toquemos de lleno el cuarto y quinto amor, se verá en toda su grandeza este secreto de la Ley Suprema, que es la que fuerza al hombre a esas idas y venidas, a esas subidas y bajadas, a esos zig-zag, que componen la historia y la vida.

Lo mismo constituye a las otras regiones; todas pasaron por el mismo espeso tamiz y cada una tomaba su etnicismo característico que, aunque en otra evolución se fundirán todos en un solo etnicismo, conservarán sus diferentes características, convenientes a la variedad, para que la monotonía no tenga lugar en la gran ar­monía constituída por tan inmensa variedad.

Las regiones, pues, son topográficas primero, para luego ser etnográficas, hasta que la estrechez, otro deseo de mayor expan­sión, salva las barreras que por siglos les cerraban el paso a los regionalistas, y pudieron ensancharse unas dentro de otras regio­nes, que por necesidad se convertían en regiones políticas, que hoy llamamos provincias, que fueron pequeños reinos y señoríos, bajo los cuales se regían por una Ley Común a las regiones federadas por común acuerdo, o por acción de conquista, que aquí no hace al caso estudiar ni exponer.

El amor regional topográfico, es más extenso  y por lo tanto más perfecto, porque es menos egoísta que el ciudadano.

El amor regional Etnográfico, es más extenso y por lo tanto más perfecto que el Topográfico.

Y el amor regional Etnográfico-Político, es más perfecto que el Etnográfico, y es la región Etnográfico-Política, la Patria Chica, que llamamos provincia, con caracteres gubernamentales, bajo un mismo régimen, aunque pueda tener cada ciudad una Ley diferente con arreglo a su Etnicismo, peculiaridad e idiosincrasia propias; lo que, lejos de desarmonizar, hace el gran conjunto de la variedad, componiendo un solo cuadro.

¿Para qué esforzamos más en probar lo que se prueba por sí solo?

El esfuerzo y poder de una ciudad, es uno. El de dos, es dos. El de una región, es tantas veces mayor, cuantas ciudades componen la gran región o provincia.

Hablé del país Vasco-Navarro, porque en tiempos prehistóricos, ya era una región vasta y potente. ¿Queréis que os demuestre sus ventajas?

La hoy provincia de Navarra, antiguo reino y señor de Vasconia, canta en el himno a sus fueros: «Navarra tiene 9 ciudades. Noventa villas, 1.000 pueblos más».

(Hasta el año 1850 eran 9 ciudades,  99 villas y 999  pueblos; y sigue teniendo más ciudades, porque las villas, creciendo, pasaron a la categoría de ciudades y los pueblos fueron condecorados villas).

Pues bien; su red de carreteras de Macadán es una tela de araña admirable, que no deja un solo pueblo insignificante sin enlazarlo en esa red; por lo cual, todos disfrutan de vía de comu­nicación con su capital regional y con su hoy capital Nacional, Madrid.

Si el pueblo en donde yo nací, por ejemplo, habría de tener que hacer las cuatro carreteras que lo cruzan, además de los cami­nos auxiliares como atajos a diferentes pueblos y ciudades, material y económicamente, no habría podido.

Pero como no era para provecho suyo solamente, sino para otros y todos los pueblos y paso o enlace con otras regiones o pro­vincias, todos pusieron su caudal de deseos, de conveniencia, de amor regional, y hechas están para únicamente justificar que, el amor regional, es más perfecto que el amor ciudadano.

En esta capital de Buenos Aires, donde cifra su grandeza toda la región Argentina, no podría por sí sola la ciudad (aunque puede mucho) costear los puertos, los edificios nacionales, ni sos­tener las Cámaras, etc., etc.; pero el amor regional, hace que cada provincia dé su mano y su grano de arena y se ha hecho, y es testigo mudo del amor de las regiones, que supera al amor ciudadano.

Como en todo donde pongáis vuestra vista encontraréis la confirmación de que el amor regional es más perfecto que el amor ciudadano, no necesitáis más ejemplos, después de haberos iniciado en esta tesis y doctrina.

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