CAPÍTULO PRIMERO
EL AMOR A LA AMISTAD

Ya estamos en un marco un grado mayor: subimos al segundo peldaño de la escala de los amores: ya se respira un ambiente menos caldeado que en el estrecho recinto del hogar. Estamos en la ciudad, en el amor a la porción de la tierra que nos meció en nuestra infancia y buscamos la amistad de los que conviven nuestro ambiente .

La estrechez del hogar, no nos ahoga; pero sí nos extorsiona y deprime, imponiéndonos una restricción en nuestros vuelos de cualquier clase y tendencia y buscamos nuestra expansión a la vida real, en la amistad.

La amistad entre muchas otras cosas, encierra las siguientes principales:

A.- Afecto benévolo, puro y desinteresado, recíproco de ordinario, porque nace y se forma del trato de nuestro semejantes ;

B.- Ayuntamiento de los sexos en ley o extra ley;

C.- Ayuda, merced, favor;

D.- Maridaje, alianza, buena junta, o liga que hace de una cosa a otra cosa;

E.- Pacto amistoso entre dos o más personas.

F.- Despertar de deseos, afición y ganas de alguna cosa.

Para ser explícitos debemos hacer cada una de estas letras un punto separado; pero advirtiendo, que no nos separamos de nuestra <<Filosofía Austera Racional>>, donde todo eso está fundamentado.

A

Afecto benévolo, puro y recíproco de ordinario porque nace y se forma del trato con nuestros semejantes.

No es que en el hogar de nuestra familia no exista todo eso en esencia, pero que se circunscribe a los pocos miembros del hogar y no puede desarrollarse, porque la consanguinidad no admite la justicia rigurosa que impone la reciprocidad del amigo, para conservar la amistad armónica.

En la amistad del vecino ciudadano, no cabe el desdén, ni la rutina familiar, porque se son necesarios los amigos el uno al otro y suman las facultades, no sólo de ambos, sino de sus familias, ensanchándose así el afecto, el conocimiento y el respeto mutuo y sincero, a todo el círculo tejido por esas consanguinidades, que se alargará por lo menos a todas las ramas de sus árboles genealógicos, de sus apellidos.

La pureza del afecto, se impone por la necesidad de conservar la amistad, obligándose tácitamente los amigos o amistades a guardarse todas las formas de la delicadeza y esto es una reciprocidad formada del necesario trato, para la vida ciudadana.

La amistad, es una necesidad, pues, y crece ésta con el tiempo que se conserva; pero que si la amistad arraiga por la afinidad de ideales, de cuerpos, de necesidades y de espíritus, pronto la amistad se convierte en cariño, llegando a sellarse en el amor, en una o variadas formas.

Cuando ha llegado a ese punto la amistad, se ha confundido la estética y la ética y la vida moral y materialmente de los amigos, se desarrolla en dos o más hogares, pero son por sentimiento un solo hogar; se agrandaron los hogares consanguíneos.

Todo esto tiene la gran consecuencia de comunizar ideas e intereses varios en un mismo querer, y es por lo tanto un amor más expansivo, más amplio y de más provecho, que el amor de familia.

La amistad, impone suavemente una obligación fraternal y una benevolencia tolerante entre los amigos, pero que se corrigen uno a otro para identificarse hasta en el pensamiento y en el obrar.

B

<<Ayuda, merced, favor>>. Son productos de la amistad menos concentrada: de la amistad derivada de la mayor amistad de dos o varios sujetos que amistaron a esas familias y a las amistades de esas familias; por ejemplo: Tú, caro lector y yo, hemos hecho una amistad que representamos el contenido de la letra A. Es decir, somos dos inseparables amigos que contamos nuestras vidas como una sola. Tú entras en mi casa y yo en la tuya cual si nos fuera la misma casa. Por de consiguiente, <<No hay pan partido>>, como se dice de los verdaderos amigos. Mis padres, o mi esposa y mis hijos, te consideran como a un miembro de la familia, y yo me encuentro en las mismas condiciones en tu casa. Dicho está que si tú sufres, yo sufro; si yo tengo, tienes tú y mis triunfos te tocan a ti como a mí.

Pero tus parientes (como los míos) necesitan un servicio, una ayuda, una merced, de mí, por ejemplo, que por mi posición, relaciones o empleo, puedo conseguir; pero les falta amistad acendrada, la confianza del amigo para llegarse directamente a mí, y claro está, llegan a ti por la consanguinidad y tú, con perfecto derecho, le prometes en mi nombre y vienes a mí y me dices: mira, fulano, necesito esto para mi tío, mi primo, etc., o para un diablo cualquiera que se dignó por cualquier casualidad en pedirte a ti. Yo, que tengo el deber de que tú cumplas tu compromiso, uso de mis poderes y lo consigo y es agradecido un individuo que está al margen de nuestra amistad. ¿Ves, aquí cómo se agranda el conocimiento de los seres y se ensancha la amistad en el trato ciudadano? ¿Te das cuenta como aquí es más perfecto el amor ciudadano que el de familia? Pero no olvides que la familia es la base ( a pesar de su imperfección) de este amor ciudadano, que nos impone la ayuda mutua, el favor desinteresado, la merced galante.

C
AYUNTAMIENTO DE LOS SEXOS EN LEY O EXTRA LEY

No nos fijemos ahora en las tacañerías de la sociedad: en los absurdos de las leyes civiles y religiosas, en lo que atañe a lo extra ley; pues hemos sentado irrebatiblemente en nuestra Filosofía, que <<Ningún ser entra al mundo por puerta falsa>>.

Téngase sí, presente, que la amistad no puede ser entre enemigos en espíritu, y por lo tanto la afinidad de los espíritus es la que hace la amistad de los individuos y por lo tanto esa misma afinidad es la causa del ayuntamiento de cuerpos de distinto sexo para cumplir el divino mandato: <<Creced y multiplicaos>>. Toda ley que pone trabas a este mandato, es un absurdo; y aunque domina por cualquier causa, no triunfa; triunfa siempre el omnímodo mandamiento.

Pero viniendo a nuestro argumento del ayuntamiento de los sexos, no podrá menos de comprenderse que tendrá que ser fruto de la amistad.

Hay los casos de ayuntamiento llamados extra ley, innumerables también fortuitos y otros por la fuerza bruta, con más los de la llamada vida pública o de prostíbulo.

Los de extra ley, obedecen a mil y mil causas, que estudiamos y exponemos en la primera parte de nuestro <<Código de Amor Universal>>, como ser, los matrimonios por imposición y la conveniencia de títulos, de clase y posición; matrimonios que unen sus cuerpos, pero no funden sus almas; no son afines y sus espíritus viven divorciados y al primer encuentro con un afín, la mujer se entrega y el hombre, no tiene en cuenta que sea casada o viuda o soltera; se vieron, se abrazaron sus espíritus, hablaron los sexos y se unen los cuerpos en ley superior, a la que no los dejó unirse en matrimonio.

Los innumerables ayuntamientos fortuitos, obedecen, en general, a la ley de Justicia, lo mismo que los de extra ley; pero que decimos fortuitos porque, aun sin amistad y al primer encuentro y siendo normales de conciencia y facultades no miden consecuencias y se ayuntan y fructifican y acaso no se vuelven a ver más los padres de aquel engendro, que queda a cargo de la madre, que sigue amando al hombre. ¡Cuánto haría y daría aquella madre por encontrar siquiera una sola vez al padre de aquel ser, sólo para dárselo a besar y aun para darle las gracias, pero para que no olvide que aquel hijo vive por él! Pero el destino es como un ser sin entrañas ni sentimientos. El no tiene en cuenta el dolor ni la alegría, ni oye alabanzas, ni imprecaciones; él cumple la ley y nada más.

Yo he visto muchísimos ejemplos de éstos, en mis horas de servicio destinadas a consultas, y hoy mismo tengo uno a la vista, como para probar la verdad del rigor de la ley; y este caso no es sólo fortuito, sino que entra también en los casos de fuerza bruta.

Los casos de fuerza bruta, aunque parezca que no, son muy numerosos; pero unos son punibles y otros no. Los casos punibles son aquellos en que el engaño y las promesas vencen a la agobiada o necesitada mujer, cualquiera sea su estado y cuyas promesas, no son cumplidas por maldad.

Los no punibles son aquellos que la mujer se niega por motivos triviales, que si no existieran no se negaría, como ser: el temor a las consecuencias, el qué dirán, u otros motivos baladíes. Estas, en general, buscan satisfacer sus necesidades antinaturalmente y esta consideración sola, basta para no ser punible el force, porque, no se corrompe a la corrompida.

De los casos de ayuntamiento por comercio en el prostíbulo, envuelve grandes misterios a la ciencia y la ignorancia de la ley del espíritu. Pero digo que, mientras la moral práctica no sea un hecho, esos establecimientos son necesarios para que las que quieran ser castas, puedan serlo sin peligro. Pero hay algo más grande e importante en esa vida tan injustamente castigada y despreciada, y es que, ahí se acrisola el espíritu por el castigo que impone a su materia; y si allí se alberga el vicio y la depravación, también las más grandes virtudes del sacrificio.

Por ese lugar, no hay espíritu que no haya pasado en una o más existencias de la vida continuada, para pagar deudas y también para cobrar; pero sobre todo, para saciar la pasión de los instintos animales. Y no es casual la estada de la generalidad de las mujeres, ni la entrada de la generalidad de los hombres.

Todo esto, no quiere decir que ello sea moral y que debe de existir, sino que, debido a la inmoralidad general, es de necesidad que existan, mientras la moral individual no sea eficiente para una sociedad moral suficiente.

Cuando esa moral se habrá hecho en el régimen de la comuna y conforme la establece nuestro <<Código de Amor Universal>>, entonces, los prostíbulos, las cárceles, los manicomios, ni aun los hospitales, no existirán.

D
Maridaje, alianza, buena junta o liga que hace de una cosa con otra

Maridaje, dice enlace, unión y conformidad de unos con otros, analogía y conformidad con el querer y pensar del amigo y con las amistades y una buena correspondencia entre los que viven en amistad armónica de cara al amor.

Alianza dice: enlazarse, unirse dos o más personas para un objeto; conexionarse o hacer conexión de intereses materiales, morales y espirituales.

La buena junta o liga del maridaje, dependerá de la virtud moral mayor o menor de los alianzados.

Como se ve, de todo esto depende la vida social de la ciudad, que será indefectiblemente armónica y placentera, o turbulenta y desagradable y peligrosa, según el grado de amistad de unos con otros, lo que imprimirá el sello de fraternidad o de antagonismo.

Para llegar a la alianza entre dos seres de distinto sexo, como para formar una liga de intereses, es preciso que primero se haya creado el maridaje, que nos la suficiente confianza, para entregarnos unos a otros sin resistencias ni reservas, bien que se trate de caso matrimonial, como de una sociedad de cualquier clase y género.

Hay una clase de sociedad en la que el maridaje no se ve en las personas; pero existe sin embargo. Son las sociedades anónimas; pero éstas son puramente materiales, como sociedad; pero son un resultado del progreso creado en la amistad y la moral ciudadana, representadas en las leyes civiles y comerciales, en las que se apoyan los anónimos.

Pero si entre los iniciadores de la sociedad que nos ocupa no hubiera existido la amistad y el maridaje nacido de esa amistad, la sociedad anónima no nacería. ¿Nace? Entonces existía la amistad y el maridaje.

Hay otro gran secreto en el nacimiento de las sociedades anónimas y empresas comerciales e industriales, que pertenece a un secreto de la Ley Divina, y es hora de darle asiento aquí, porque ya pertenece al segundo amor en principio, pero que es el corolario del cuarto y quinto amor. Expongamos:

El decreto infalible del Creador para todos los mundos, es llegar a la vida comunal.

Las individualidades tienen muy relativa potencialidad para el progreso y ninguna se basta a sí misma.

La colectividad puede tantas veces más, como individuos la suman.

Las necesidades crecientes de la ciudad, por las comodidades exigidas por el progreso, se acrecientan y se hace necesario llenarlas; para lo cual nacen esas sociedades anónimas, que aportan los capitales colectivamente.

¿Creéis que sólo cooperan los que subscriben las acciones? No tal. Cooperan tanto y más los trabajadores, que con el capital ejecutan el trabajo para qué se creó la sociedad.

El capital retira sus intereses y el trabajador sus salarios; pero queda el capital y acrecentado. Luego si capitalistas y obreros retiraron sus haberes señalados, el fondo que queda en sociedad es realmente producto de los anónimos, capitalistas y trabajadores, lo mismo que de los consumidores, que dejaron ganancias.

¿Cómo repartir esas ganancias con justicia, desconociendo sus productores? Pues pasando al poder-gobierno ciudadano o comunal, a los tantos años señalados en un contrato autorizante; y ya, cuando pasa aquella riqueza al tesoro común, ya es de todos y lo disfrutan administrado por el gobierno elegido por el pueblo.

Esto indica que el secreto de las leyes inflexibles del Creador, dominan a pesar de todo, y que la Comuna solo, puede ser el régimen de las ciudades, como lo será de todo el mundo, según lo veremos en su lugar, y ya la ciudad, es el primer grado de la comuna universal, como la familia es la raíz y fundamento de la sociedad y la ciudad.

E y F
Pacto amistoso: despertar de deseos y afición y ganas de alguna cosa

Si necesitamos pactos, es porque no nos bastamos cada uno a sí mismos. Si nos despiertan los deseos y nos aficionamos a alguna cosa, lo que deseamos, aquello a que nos aficionamos por lo cual pactamos, no está en nosotros, está en la persona o cosa deseada.

En la familia, en el hogar consanguíneo, no se pacta y ni aun las leyes civiles reconocen válido el pacto hecho entre padres e hijos, ni entre hermanos y hermanos. Digo que no los reconoce por en cuanto sus faltas a un pacto, no entran en la jurisprudencia, no las castiga el Juez.

Luego el pacto es entre extraños al hogar y es válido el pacto matrimonial, porque al hacerlo, los cónyuges eran extraños y no parientes hasta el 4.º grado; anterior a éste, es necesario un juicio que establezca los principios de excepción de las leyes. ¿Por qué se retrotrae ese parentesco de segundo o tercer grado al cuarto? Porque los hombres, aun ignorando los secretos de las leyes del Creador, obedecen sin pensar, porque se impone la ley madre: la ley de Amor.

La amistad nos despierta deseos de la posesión de la amiga mujer y nos aficionamos a ella y sus cosas; lo mismo también deseamos y nos aficionamos a las cosas del amigo, o de aquellos con quien necesitamos pactar para la participación de aquello moral, material y espiritual que posee y nosotros necesitamos para la vida o para la comunidad.

Por todo lo expuesto se ve claro que, el amor a la amistad es innato en los seres; luego si es innato, es ley superior: radica en el espíritu y obedece necesariamente al progreso que el espíritu alcanza; y cuando el progreso ha llegado al grado suficiente de desarrollo en la amistad ciudadana, se convierte en amor y ya no se hacen las cosas en la ciudad con la idea de un beneficio privado, sino que se declaran <<Bien público>>, lo que quiere decir, bien comunal.

La ciudad, ya en esas condiciones, se ha convertido en una casa común, en la que cada uno procura el bien de todos los individuos, lo mismo que si se tratase del hogar: sólo que se hace todo con mayor libertad, más independencia y con más magnificencia y descanso, como lo hemos de ver en los siguientes capítulos. Todo lo cual dice y confirma que, el amor ciudadano, es más perfecto que el amor de familia.

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