CAPÍTULO PRIMERO
EL AMOR DE LA FAMILIA ES LA BASE DE LA SOCIEDAD

Ya parece que al primer renglón tenemos una contradicción potente de establecer un tremendo dilema; porque si el amor de la familia es el más imperfecto, no debería ser la base de la sociedad, y sin embargo, es así y no hay tal dilema.

Todo descansa en el mismo principio del amor, pero todo tiene la misma ley de estímulo, que es el antagonismo; y como la molécula y el átomo en los cuerpos y el hombre individual en la sociedad son antagónicos de los otros, igualmente la familia considerada en el hogar consanguíneo, es antagónica de su vecina, aunque se amen, pero que cada una tira para sí la mejor parte posible.

Eso es una imperfección; pero lejos de perjudicar a la sociedad, la beneficia; puesto que ese antagonismo natural, sirve de estímulo a procurar mayor bienestar de los hijos y cada familia aspira y persigue ese mismo objeto.

El mal no está en ese instinto, sino en no ponerle el grado de moral eficiente para no perjudicar al vecino, reduciéndolo a la necesidad por causa de un desmedido acaparamiento, que revelará en todo juicio analítico, falta de sentido moral; porque ha de comprenderse que, si cada hombre es un grado de progreso universal, cada familia es lo mismo un grado de la comunidad, que compone la sociedad.

Pero, ¿porqué es el amor de la familia el amor más imperfecto, siendo así que sin la familia no existiría ni puede existir la sociedad? Una contestación tan tremendamente grande, es tremendamente sencilla. Es imperfecto el amor de la familia, porque está encerrado; porque se circunscribe a un número harto reducido: acciona preso.

Para entrar en un juicio filosófico, por el análisis de las obras de las familias, es bastante el punto anterior; pues ya pone a las claras que estando el amor recluido al hogar y siendo su acción de un radio infinitamente mayor, no cabe duda que ha de obrar imperfectamente, porque ha de ser demasiado intenso.

Pero hete aquí que, de esa intensidad, se reproducen los seres y entonces se ve del todo claro, que de esa imperfección, la Ley se aprovecha, produciendo las explosiones de amor de dos seres encerrados en el hogar, necesarios sin duda a la reproducción de los mismos seres; por lo que, esa imperfección, es una imperfección sagrada.

Pero no quita que sea sagrada esa imperfección, para ser una imperfección el amor de la familia, por el egoísmo que se demuestra en el hogar, para procurar un mejor bienestar al producto de las explosiones del amor, a los hijos, lo que agranda la imperfección, desde que ante las necesidades del hogar, no caben filosofías ni razones, sino alimentos, vestido, confort y la mayor satisfacción posible; y si por la inmoralidad de las leyes no se puede conseguir dentro de la ley, cuando el niño pide siempre dentro de la Ley del derecho a la vida, el padre los tomará extra Ley: y aquí se confirma otra vez más, la imperfección del amor de la familia.

La familia sirve para acrecentar el amor entre sus individuos; lo que indica que también era imperfecto el amor individual.

La familia tiene por fin el auxilio al infante, que físicamente no puede valerse, y aquí se pone en claro que, el amor es sacrificio.

¿Pero qué es lo que vemos del amor? ¿La unión de los seres? ¿Los hijos que nacen? ¿Las obras del deber? ¿La ayuda? Todo eso es efecto del Amor ¿Qué es, pues el amor? Es en vano que lo busquemos en todos los catálogos de los amores; y ni aun en los cincuenta capítulos de este libro, pues solo encontraremos los efectos del amor, por los cuales conocemos el amor.

El amor es una ley y la única Ley que todo lo rige y lo domina y la hemos expuesto en su correspondiente capítulo en nuestra «Filosofía Austera Racional», compendiado en el diálogo en que se contesta: «Está de las almas dentro, aún del hombre pequeñito» Luego el Amor es el sentimiento, que se revelará según el grado de sabiduría y pureza de cada individuo.

El amor, pues, es impalpable, incorpóreo y por esto mismo es causa primera universal y sólo puede radicar por entero en el Creador; y por partes infinitesimales, en cada uno de los espíritus, hijos del Creador.

Esto ahora, nos pone en la evidencia para afirmar que «El amor de la familia es el más imperfecto» porque está reducido a un número muy pequeño de seres; y que, aunque todos esos seres de una familia fuesen misioneros de un amor y perfección todo lo posible en la relatividad de la perfección, no pudiendo considerarlo más que dentro del hogar, es pequeño; y por lo tanto muy imperfecto, aunque no sea por culpa de los tales individuos, sino por causa de su reducida acción.

Esto se verifica, se confirma, en lo que ya hemos historiado de Maria (la Madre de Jesús), que nadie puede discutirle el mayor grado de Amor universal a la familia humana; pero que a pesar de su grandeza, trató por todos los medios de encerrar a Jesús en las redes del Amor de la Magdalena; pero en ello se descubre el egoísmo maternal.

Es cierto que esto demuestra una perfecta videncia del peligro de su hijo y trata por todos los medios de salvarlo. Pero ¿no es un egoísmo, aunque sea un noble egoísmo, el pedido que hace a la Magdalena de que le ofrezca Amor a Jesús, para que así se pueda salvar de la persecución de sus enemigos los sacerdotes?... El egoísmo de Madre, aunque representa las sublimidades del amor, está evidenciado en que, al sacrificarse María de Magdala a Jesús, cae aquella en el desprecio de sus amigas y admiradores, y es a causa del pedido de una madre, por el amor al hijo. Luego el amor de familia, es una imperfección.

Observamos además en todas las familias que, cada madre es una perfecta egoísta de la más lata y alta expresión; para ella no hay otros hijos más bellos, más buenos, más capaces que los suyos, ni tienen más derechos los hijos de su vecina o de su hermana y antepone los suyos a todos los de todas las madres. Y ¿no es esto una grande y grave imperfección, hasta el punto culminante de no poder ella misma hacer justicia?

Si quisiéramos catalogar en orden alfabético, mil actos en cada letra del alfabeto de las madres, encontraríamos siempre el mismo santo egoísmo maternal y serían otras tantas sentencias de la imperfección del amor de familia. Pero lo expuesto basta para la confirmación del epígrafe y cada uno de los hombres guarda recuerdos de su niñez de estos actos maternos, de miles y miles de indulgencias de la madre, ocultando las travesuras al padre; y hay que confesar, que muchas veces han causado graves daños a la sociedad.

No es que el padre de familia no esté dispuesto a la indulgencia; pero aplica ésta acompañada del correctivo, porque el padre está más en contacto con la sociedad y es un tanto más duro de corazón, porque está más curtido en las luchas sociales que la madre, y además, porque la madre representa el amor de la Naturaleza y el padre representa la Justicia de la Ley. Esto es regla general, no siendo necesario aquí tocar las excepciones.

Sentamos pues en firme, que: «El Amor de la familia es una imperfección». Pero a pesar de su gran imperfección, por el sacrificio que encierra y el mandato imperativo de la conservación de la especie y servir de base a la sociedad, ese amor tan imperfecto, es amor sagrado en su conjunto: y el amor de la madre (única mártir del hogar) entra en la categoría de santidad y engendra entre lo sagrado y santo del imperfecto amor de la familia, todos los otros amores más perfectos; lo que nos confirma otra vez, que ese amor de familia es el más imperfecto, puesto que es el escalón más bajo de la escala de los amores.

Es imperfecto el amor de familia; pero es de necesidad que así sea y aun se impone el santo egoísmo para procurar cada familia adquirir un mayor bienestar; pero a condición de que todas las familias tengan el mismo campo y los mismos medios de conquistar todo su bienestar; de tener las mismas prerrogativas; los mismos derechos de consumo y las mismas obligaciones de producción.

Esto no lo hemos encontrado aún en ningún pueblo de la familia humana, y lo que es más grave, en ningún hogar; y entonces se confirma que la familia está mal constituida bajo leyes de privilegios y extorsiones y es causa, la mala familia, de la mala sociedad.

La familia está representada en la naturaleza, en la ley de germinación. Veis cuanto cuesta preparar el terreno antes de tender la semilla, pues tiene que concurrir todo el progreso y leyes científicas y naturales en herramientas, abonos, esfuerzos, fuerzas, conocimientos y deseos: tendemos luego las semillas y es preciso que concurran también los elementos CALOR y AGUA; esta pudre la semilla: pero aquél la vivifica por una metamorfosis de vida y en vez de morir, vemos nacer una planta de su especie, que a su vez, se convierte en padre de varios tallos que multiplican al mil por uno la semilla.

Aquí tenemos claro el concepto de la familia y la sociedad en la misma ley metafísica y natural, donde no hay desigualdad ninguna.

La producción responderá al grado de cultivo, esfuerzos, abonos, calor y humedad y querer Psíquico-Magnético de los cultivadores; todo lo cual somete a la semilla al sacrificio de su vida, para dar vidas multiplicadas, que serán el premio al sacrificio y al trabajo.

La familia es metafísicamente y naturalmente igual: y como la producción de la semilla sembrada es la cosecha, que será el bienestar de los cultivadores, el producto de la familia, son los hijos, que entre todos los de los hogares con sus padres, forman la sociedad, que será más buena o más mala, con arreglo matemático a la moral de las familias, que es lo que equiparamos al trabajo del cultivo del campo que nos habrá de dar más o menos cosecha.

Cuanto mejor será el cultivo, mejor será la cosecha; cuanto más buenas sean las familias, mejor será la sociedad.

Ahora ya se comprenderá con cuánto interés se debe cultivar la familia que desde hoy tiene que componer una sociedad, en la que no caben desigualdades de derechos, sino que debe primar el bien común.

Ha sido un gravísimo error, querer que el bien de la sociedad dependa del bien de la familia, porque esto exageró el egoísmo natural, consagrándolo en derecho de propiedad privada, lo que ocasionó el acaparamiento en perjuicio de los más nobles y desinteresados, que históricamente vemos que fueron siempre y únicamente, los productores en todos los órdenes.

No. El bien de la familia, debe provenir del bien de la sociedad; pero no se puede pretender esto, bajo las leyes que autorizan la propiedad privada.

Las leyes de propiedad, obligan al jefe de familia a procurar por su esfuerzo o por su astucia, lo que ha de menester; y de aquí que no pueda ser moral el régimen que desconoce derechos y concede privilegios, los que hacen de cada familia un gobierno singular, egoísta e imperfecto; porque, aunque quiera y tenga cada familia grandes riquezas, no puede bastarse a sí misma.

Entendamos bien, que bastarse a sí mismo, quiere decir: ser su propio maestro, sastre, albañil, herrero, carpintero, pintor, boticario, médico, ingeniero, agricultor, etc., etc. Es decir, que no necesite que nadie haga, ni produzca nada para él; por lo que, tendrá fundiciones, aserraderos, universidades, se sacará el mineral, cortará los bosques, sembrará, etc., etc. ¿No puede ser esto? Entonces se confirma que la sociedad es más perfecta que la familia; y se prueba evidentemente, que el amor de familia es una imperfección: y que la sociedad debe ser la que regule a la familia; lo que quiere decir en buenas palabras, que la sociedad debe considerar a cada familia, como un almácigo, del que saldrán las plantas que compondrán la sociedad y será a cargo de ésta la clase de plantas que críe cada almácigo.

De esta verdad salida del análisis de la familia y la sociedad, nace por su fuerza en la punta de la pluma, lo que no estaba en mi intención decir aquí: que se impone el régimen de la Comuna, bajo el cual sólo habrá familia perfecta, porque será más perfecta la sociedad. ¡Que potente es la Ley, que sabe obligar sin imponer! Yo he filosofado y la razón obligó a decir y sentar el axioma y no me impuso la fuerza bruta; no me extorsionó. Pero la razón, sí me obligó. Así debe procurarse que esté todo en la sociedad: que todo obligue a todos sin que nadie imponga a nadie; y para esto es necesario perfeccionar la familia.

Nos falta un punto capital que exponer para completar nuestra afirmación de que el amor de familia es el más imperfecto; y es que, no todos los individuos de una familia son afines; y será este punto (como todos los de este libro) una prolongación de lo dicho en la Filosofía, y éste corresponde al capítulo «La afinidad».

Allí hemos axiomatizado y sentado la Ley de Reencarnación, necesaria para la compensación, para la Justicia y para el progreso.

En nuestro «Conócete a ti mismo» está atomizado este punto y aquí, por lo tanto, sólo tenemos que argumentar de esta manera: Lo afín no es contrario, no riñe. Luego si los individuos consanguíneos riñen y aun se matan, es porque no son afines. Puede haber algunas excepciones de pasiones momentáneas por extrañas influencias; pero esto no modifica la Ley general, ni mi afirmación.

El secreto de la Ley de unir por los lazos de la familia a individuos enemigos, es porque todos nos tenemos que amar y reconocer como hermanos, Pero el lazo creado por el nacimiento de unos mismos padres ya no se puede anular jamás y no es por la sangre, que acabaría la afinidad, con la vida del hombre. La afinidad subsiste por la parte de alma que tomamos del alma de nuestros progenitores y ésta subsistirá eternamente. Recordar aquí las argumentaciones de la filosofía a este respecto y sentar una vez más, que «El amor de familia es el más imperfecto».

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