CAPITULO XI.
MARÍA VA A BUSCAR LA VIDA QUE LE FALTABA.
No es que María no pudiera encontrar buena acogida o bienestar en casa de
Efraín o de cualquiera de sus otros hijos, aunque ya nunca podría estar alegre
después de tantas luchas y sufrimientos morales y materiales, sino que era
Apóstol de verdad y de la Verdad y su puesto la reclamaba y amaba la causa del
Padre y por esto donde estaba la lucha de la Causa allí vivía su Espíritu
y su corazón y la Justicia Divina que sabe endurecer los corazones cuando
conviene a sus designios, endureció el de Efraín para que se decidiera la anciana
Madre a dejar todo y correr hacia su Jaime y alegrarlo y alegrarse ella en sus
brazos y juntos trabajar y dirigir la obra de la regeneración.
El comercio de aquellas tierras con la Iberia había congregado
allí grandes núcleos de Árabes y por tantos Israelitas y las Doctrinas
predicadas por Santiago eran muy bien recibidas y en breve tiempo trabajo era
grande, además de la correspondencia que había que sostener con los otros
Apóstoles y las molestias continuas causadas por las discusiones de Pedro y
Pablo, de todo lo que la Madre estaba impuesta por Santiago.
Había fijado éste su centro en Salduba (hoy Zaragoza), porque sus
habitantes eran de la raza y porque era cabeza de 52 ciudades y
centro de cultura en lo que cabía.
Ya tenía organizado Santiago un ejército de discípulos y el amor
y la comunidad reinaban hasta tal punto que nadie creía tener nada suyo,
cuando recibe aviso de la decisión de su Madre de ir con él.
Santiago preparó las cosas desde Zaragoza, por los gobernadores que lo amaban
y respetaban y al desembarcar en Tortosa ya era recibida por amantes creyentes
de la Doctrina de Jesús y al pisar la tierra Hispana Santiago la vio en
visión grandiosa en la forma de una estrella de seis puntas, que
es la de Jacob y para su descanso le preparó una casita en las riberas
del Ebro y donde él instruía y juzgaba a sus creyentes.
Anunciaba la llegada de la Madre del Mártir del Gólgota y las madres
Zaragozanas esperaban aún con más afán que Santiago y he aquí: el
memorable día dos de enero, a los 19 años de la muerte de Jesús,
estando Santiago predicando en aquellas riberas y en lo más
fervoroso de su exposición llega la viejecita y cae en los brazos de su
Jaime y largos ratos confundidos en estrecho abrazo hicieron que las
lágrimas de todos bañaran aquellas tierras y María se sentía revivir ante una
muchedumbre que la reverenciaba y la llamaba su Madre y en Madre se convirtió de
todos.
Una promesa hizo en aquella efusión y no la puede olvidar ni la deja de
cumplir.
Ante tanto amor que se le ofrecía, ante el desvelo de aquellas mujeres
para que nada le faltara y le fuese, a ser posible, tan agradable la vida allí
cuanto de amarga le fuera en la de sus martirios, les prometió que "allí
estaría hasta el fin de los siglos", no lo dijo sólo en Zaragoza sino por
toda España y allí está su Espíritu protegiéndola y su cuerpo
enriqueciéndola, aquel cuerpo que sirvió de arca al Mesías de la Libertad
y anunciador del día de la Verdad y que hoy aquel cuerpo sepultado por su
hijo está oculto. El día llegará de exponerlo a la vista del mundo y le
acompañarán dos más, el de Jesús y el del Espíritu de Verdad que la
tierra los guarda para testimonio de la Verdad del Anticristo que es
aquel mismo Santiago. ¿Cuándo? El designio de la Justicia lo sabe y yo espero su
orden, esperad también vosotros y sabréís que la promesa se cumple.