CAPÍTULO VIII
VIGILANCIA DE MARÍA SOBRE JESÚS
Ya Jesús en la vida pública, llegaban a menudo noticias de él y era
sufrimiento para todos; pero al ser degollado Juan que era tenido por grande
Profeta, entonces ya no se podía ocultar a nadie el fin que tendría Jesús y a
todo trance querían evitarlo y hasta alguno de sus hermanos, Efraín, le
hacía la contra negándole él título que se daba de hijo de Dios.
Pero ya Jesús era mayor de edad y nada podían por Ley sobre él. María entonces
llama a su hermano Jaime y éste se mostró conforme con la predicación de Jesús y
dijo: "Yo le acompañaré, sin temor aunque sea hasta el Calvario" y María le
mandó pues que fuera y le procurase lo necesario entre la larga familia
repartida por toda Judea y Jaime cumplió sus juramentos y lo
acompañó hasta el Calvario.
Después de la muerte de Juan, fue Jesús a Nazareth y fue mal recibido por sus
hermanos, pero él sólo oía la voz de su deber y casi es ésta la primera vez que
recibe María una satisfacción de Jesús, pero no accede a sus ruegos de dejar esa
clase de vida penosa y expuesta y menos entonces, ya que le siguen algunos discípulos.
Vuelve más tarde a Nazareth, en ocasión en que María ha de ir a Canaan a
unas bodas de familia y hace que los acompañe Jesús y por cierto que éste no
pasó buen día entre aquellas gentes porque le picaban en sus borracheras y María
acertó al decirle”:Hijo mío, si las fuentes de agua se convirtieran en vino,
también éstos la consumirían", mas no hubo allí ningún milagro de
convertir el agua en vino, ni otra clase de milagros, ni
haberlos puede, ni Jesús los hizo. Volviéronse a Nazareth y Jesús siguió con sus
predicaciones.
Aún otra vez vuelve Jesús a Nazareth, tanto por ruego del tío Jaime para
consolar a María como por ir suavizando la tirantez de sus hermanos y aquí fue
aún recriminado porque no ayudaba a la madre y fue requerido por Efraín
para que ayudara. Entonces Jesús llevó a su Madre a un rincón apartado del jardín
y le declaró que sus días se acercaban y que debía confirmar sus Doctrinas
aunque hubiera de recibir la muerte.
Ha comprendido entonces todo María y se conformó en su dolor, pero le dijo: "Ya
que tienes vocación y Fe, llévate a tu hermano menor, es joven y está sin
padre, llévalo y Edúcalo Tú". Accedió Jesús y llevó a Jaime consigo,
teniendo éste sólo 20 años.
Aquí ya no son María ni Jesús los que obraban, sino la Justicia Divina,
porque Jesús y María ignoraban quién era aquel imberbe, pero no lo ignoraban sus
Espíritus a los que obedecían y así es cómo María viendo ya todo lo imposible de
retirar a Jesús del peligro, aun hace el sacrificio de su otro hijo y así se
plega ella de lleno a la obra de Jesús.