CAPITULO VI
LA INFANCIA DE JESÚS Y LA PRESENTACIÓN AL TEMPLO
La infancia de Jesús no tuvo ninguna diferencia con la de los demás niños,
salvo algo en su contra, que era su rebeldía y soledad ensimismada que
alejaba de sí las escasas caricias que José propinaba a sus hijos, por las
razones ya expuestas de su rudo trabajo.
Era precoz sí, desde que comenzó a balbucear, a tal punto que a los ocho años
José no lo entendía en sus tendencias, que si no se apartaban de
la Ley, eran penadas por la Religión. José quería hijos para el trabajo del
taller, cosa a la que Jesús no podía amoldarse porque se distraía continuamente
y por que era muy débil en su físico, cosa que hacía exasperar a José y más de
una vez le acarició las mejillas el carpintero, por lo que María sufría
desde el primer momento por él y desarmaba a José con su amor y su tacto.
Jesús no era juguetón como los demás niños y esto no lo puede explicar
hasta hoy la ciencia, por lo que yo diré que esto es un caso
fisio-psicológico , que es efectuado por el espíritu, que apenas toma
el cuerpo en que se encarna pone conciencia de lo que viene a hacer. Esto
es lo que le pasaba a Jesús y por ello estaba siempre a la Inspiración de los
mayores, que le rememoraban su Misión, por lo que en Jesús como en otros
muchos no hubo Infancia Moral, aunque sí la hubiera Material y esto es causa
de grandes sufrimientos en sus progenitores y la muerte de las materias de
muchísimos infantes, por la ignorancia de las ciencias y así de los padres.
En este estado fisio-psíquico pasó Jesús hasta los doce años,
sin otra amistad podríamos decir, que la especial que le mostraba uno de sus
hermanos hijo de José con Débora, llamado Eleazar, el que sentía grandes
simpatías por Jesús.
En esa edad en que debe empezarse el aprendizaje de un oficio, José
comprendió que el niño, por su despreocupación y su débil físico, no era
apto para el rudo trabajo de carpintero; mas José era adicto y miembro
de la Kábala de Jerusalén por lo que era hermano en creencias, además de amigo,
del sabio y rico José de Arimatea, y para
consultarlo sobre el niño aprovechó la fiesta de la Pascua y mandó a
Jesús a Jerusalén acompañado de María su esposa y de María Elephas y Eleazar,
hijos de Débora y José, el que llegó dos días más tarde.
Jesús llevó una carta para José de Arimatea (1) (Cuyo texto puede leerse en el
libro "Buscando a Dios"), Pues José se
cercioró que de Jesús no podía esperar nada en el taller y así se lo
envía al de Arimatea en Jerusalén para su instrucción, de lo que se encargó el
mismo.
Acudió María al templo, Jesús estaba subido en puntillas en un banco para oír a
los Doctores y al ser visto por éstos, aprovecharon de la travesura del
jovencito para dirigirle una pregunta que era sobre Derecho Penal de Gentes, a
la que Jesús contestó precisa y categóricamente y a éstas siguieron otras que
fueron contestadas del mismo modo.
Esto causó en María una gran desazón, pues al ver el atrevimiento del niño trató
de hacerlo bajar del banco reprendiéndole, a lo que él contestó: "¿Qué sabes tú
de éstas cosas?",
lo que hizo llorar a la madre, pues sabía que eran las
manifestaciones de lo que ella tanto temía y gracias a que no estuviera José,
pues de seguro que se habría ganado una no codiciada caricia.
Todo esto es la gran discusión de que tanto se habría de abusar sobre las
disputas del "Niño Jesús" con los Doctores.
Volvió Jesús con sus padres y hermanos a Nazareth, pero ya le
sería imposible sujetarse al taller, pues sabía que no venía a eso y su
espíritu ya había disipado las nieblas que la infancia podía
ponerle, así a sus ruegos, por su exaltación y porque María comprendía que
amargaba la vida de José, pidió también remitirlo a Jerusalén ya que José de
Arimatea lo apadrinaría y así se desató Jesús de los lazos de la familia que
le aprisionaban. Toda esa es la infancia de Jesús.
Ahora, ¡Madres que sabéis amar!, suponed por vosotras mismas las luchas en el
corazón de María, los sufrimientos de la madre por ese hijo que obedeciendo
a los impulsos de su deber, en la más temprana juventud se emancipa del calor
del hogar; además es su primer hijo, el fruto de su primer amor y aunque
ya tenían otros cinco más y otros cinco hijastros que la
amaban de verdad, comprended que esto mismo la hacía sufrir más porque todos
ellos eran felices a su lado y sólo aquél se hacía desgraciado entre todos y a
las madres esto las hace meditar mucho y sufrir mucho más.
Ya José rayaba en los sesenta años y María estaba en los treinta,
edad en que la mujer está en la plenitud de su amor, de su razón, de su
discernimiento y allí todo hacía falta para organizar aquella gran familia que
ya comenzaba a desparramarse, unos casados y otros por casar y entonces aun
recibe el último de sus hijos, que había de consolar sus últimos días y nace
Jaime, sin estar Jesús, y el recién nacido apaga en parte el dolor de la Madre,
por la ausencia del primero.