CAPITULO IV
LOS CELOS DE JOSÉ, SUS CAUSAS
Soy el Juez del Padre, mi respeto y amor al
que fue mi Padre, cuando Jaime, me obligarían a tapar un defecto del
hombre, pero la autoridad del Juez y el cumplimiento de mi deber de decir
la verdad, está por delante y defectos y virtudes componen la historia de los
hijos del Creador, mas aquí estos defectos harán un hermoso papel en
favor del hombre, a quien se ha desnaturalizado y coronará a María en su
verdadero carácter de Madre en Ley general por obra de varón,
y los esposos tomarán en ello un buen consejo y aprenderán una
lección aún necesaria por un poco tiempo, pues los celos desaparecerán
pronto, porque el Amor empieza su Reinado y en la Libertad que alcanzan las
mujeres se mata el libertinaje.
Ya dije que María no fue la Rosa escondida y anduvo entre las hijas del pueblo
en todo lo que las leyes y costumbres sociales permitían a las juventudes;
María era admirada en su hermosura de Espíritu y corporal belleza y más
respetada que admirada; era como diríamos "una niña sesentona" en
el pensar y el obrar, y alegre como joven en sus sonrisas y gorjeos y decidme si
estas cualidades reunidas en una mujer en la primavera de su vida no
atraen las miradas y hacen desear su amistad a todos cuantos la conocen o le
hablan.
José era viudo y maduro en años como ya se ha dicho llevaba cinco hijos y
pocos meses más tarde vio a María que había concebido y no podía extrañarle cosa
tan natural en una mujer en toda la lozanía y fuerza de su vida, que compartía
el lecho con él. Lo extraño sería que así no hubiera sucedido teniendo aquella
mujer todas las apariencias y características de la fecundidad y que venía
además de raza proficua y no estéril, cualidades tenidas muy en cuenta en
aquel pueblo y por añadidura José se encontraba en la plenitud de sus fuerzas,
en los años de la conciencia del hombre y seguro de no ser eunuco, pues
se lo aseguraba la prole que presentó a María y que dejara la difunta Débora.
Toda estas razones eran bastantes para que José no extrañara el embarazo de
María y si recordamos que ésta tenía demasiado quehacer en el arreglo de
la casa y la atención de sus habitantes, resultándole corto el día para atender
sus deberes, llegamos a la lógica conclusión de que José no tenía motivos para
celarse de su esposa.
Añadamos un punto más de verdad muy interesante: José era de carácter muy
fuerte y hosco, unido a un trabajo rudo como lo es el de carpintero en el
que no vale omitir fuerzas porque la sierra y la garlopa sólo cortan con
la fuerza impulsora necesaria y en razón del número de hijos que hay que
vestir y alimentar con arreglo a la clase del artesano, se veía obligado a
largar el día para que no faltara lo necesario y tenemos que convencernos que
José no podía tener tiempo en celarse de María. Sucedió sin embargo que José
tomó celos, ¿cómo fue?,¿cuál es la causa?.
María era hermosa, joven, en la primavera de la vida; su Espíritu elevadísimo
pleno de afinidades en todos los hijos de la Tierra y más en aquellos
tiempos en que la Raza Adámica había suplantado a lo absoluto a la raza
Primitiva por el Patriarcado de Jacob, causa por la que atraía a su alrededor
las miradas, las simpatías y deseaban todos verla, hablarla y disfrutar de su
clarísima inteligencia aunada a la dulzura de sus miradas y aún más de sus actos
de amor puro y desinteresado, cosa que aún desconocían en obra, aunque la Ley lo
proclamaba.
Era por todos estos atributos, aunque niña en años, la consejera que no yerra y
esta clarividencia contentaba en todo momento al hosco José, a quien no perdía
de vista ni un momento, para evitar castigos a los hijos que con sus travesuras
lo exaltaban.
Como María era alegre, como todo ser satisfecho en sí mismo en el cumplimiento
de su deber y su Espíritu conducía a la materia inequívocamente, amaba a todos
los seres y no negaba su palabra al pobre o al rico, al sabio o al ignorante y
de aquí que algunas chanzonetas de algunos maliciosos motivaran los celos de
José y sabia él mismo que no podía fundamentar sus celos, mas el corazón humano
tiene sus crisis y la tuvo el de José y se disponía a dejar a María.
María no se desconcertó, era puro su corazón y nada le acusaba que
pudiera enrojecer su rostro, pero fue el primer acto doloroso de su vida y en su
amor al padre del que latía en sus entrañas, rogó al Padre Universal que
disipase la niebla que ofuscaba a José.
José con sus vestidos y herramientas preparados para marcharse en la noche, sé
recostó y quedó dormido y tuvo la visión que más tarde la ignorancia y la
malicia harían el misterio del Arcángel Gabriel.
En efecto fue este Espíritu, que guiaba y protegía a María, el que en cuadros
reales para el Espíritu le mostró, no la inocencia de María, que no había por
qué, sino la turbación del Espíritu de José, acosado por los Espíritus del
mal que veían destruida su obra y sus Dioses, por el que tenía María en su
vientre y José oyó hasta en su materia las palabras que, Gabriel le dijera y que
son:
”Despierta José y ve al lado de tu esposa,no temas y vence tus
celos que sabes son sin razón. ¿No sabes por las escrituras que ha de venir el
Salvador de los hombres? Pues María lo lleva en su vientre y ella será bendita
en las generaciones, ve y dale consuelo y vence así a los enemigos de Dios".
José era fuerte varón y Elevado Espíritu y de gran afinidad con María desde
largos siglos y en la advertencia del "Ángel" vio y recordó historias y promesas
pasadas y hechas al Padre y volvió al lado de su esposa y la alegría reinó otra
vez en el hogar que el secular enemigo de los hombres interrumpió por un
momento.
¿Bebe el amado lector aquí, la gran previsión de la Providencia, que es
servida por los Espíritus de Luz?.
Los hechos son sencillos y humanos y hasta la visión y sueño de José no dejan de
ser vulgares. ¿Quién no ha visto cuadros y oído palabras en los sueños
que ven realizarse?, mas si el lector no ve toda la filosofía
que esos hechos encierran, los sabe leer y es deber del Historiador estudiarlos,
razonarlos y darlos digeridos para que sean provechosos desde el primer momento
y más tratándose de destruir un error secular y de poner en la Ley Común a dos
seres que la humanidad toda conoce y ama y que más amará conociéndolos en sus
hechos sin prerrogativas odiosas que los hacen inimitables y al
Padre de Amor Común, parcial en sus Leyes.
PARRAF0 2º
Debo insistir y dejar sentado aquí que José era hombre en toda la extensión de
la palabra y no fue deshonrado por María en adulterio, como no habría más
remedio que lo fuese si los relatos a ellos atribuidos por los Evangelios fuesen
en verdad ocurridos.
Excluyamos de un golpe al padre de la parcialidad que esos relatos
representan, porque no puede ser el Creador parcial con ninguna de sus criaturas
y descarguemos también a los evangelistas de los cargos que podrían resultar
contra ellos por mentir en las cosas del Creador, porque ellos no podían
escribir y no escribieron tamañas mentiras aunque su rudeza no les permitiera
relatar los hechos con fina literatura porque no la poseían (recordar
que eran de la clase trabajadora) y porque también la lengua era
pobre en sonidos. Pero es su rudeza precisamente el testigo de su inocencia en
esos delitos que fueron cometidos en el siglo III después de la Alianza
de las Religiones y cuando ya no existían ni los Apóstoles ni los
discípulos de los Apóstoles de Jesús.
Pero vayamos a los hechos. Si como pretende el Dogma Católico florece la vara en
las manos de José en sus desposorios y sabe que la que toma por esposa ha de ser
virgen siendo madre por la obra y gracia del Espíritu Santo, José, aunque sea el
varón Justo elegido por Dios como atestiguan los mismos Dogmas, falta al
celarse de ver a su mujer preñada.
Si José es casto por voto hecho y María ha de ser Madre sin obra de varón,
falta el primero al voto hecho al celarse, porque el celo representa que
la pasión vive y donde la pasión vive no puede haber continencia,porque
el celo denuncia deseo y el deseo es falta de hecho según la Teología y también
según la razón.
Si José ha prometido al unirse a María, servirle de cubierta a su maternidad,
falta a su promesa al querer retirarse, pero es más grave la falta de los
sacerdotes que pretenden saber de antemano que María sería Madre de Dios y temen
sin embargo que se resienta la Ley Social al ver preñada a una virgen
, aunque sea el Dios Todopoderoso el que lo quiera así.
Si la Ley Social se basaba en las Escrituras y éstas contenían el Nacimiento del
Salvador de una virgen, el pueblo lo sabía porque se lo enseñaban las
Escrituras, ¿a qué exponer a una niña a que quebrante su virginidad,
entregándola a un hombre de trabajo, que como hombre frágil ante el aroma de la
belleza y juventud de los 16 años, que hace renacer el deseo de su posesión,
aunque fuera si posible es Santo, que no lo hay más que el Creador? Y reto a
toda la humanidad a que por la ciencia y los hechos demuestre
fisiológicamente y sostengan lo contrario.
Lo que hay es que nada de esto sabían los sacerdotes de entonces, porque si lo
hubieran sabido, muchas rameras habían y, hubieran puesto muchas más, a
fin de que los hombres no desearan a las vírgenes doncellas, esperando
que de alguna naciera el que esperaban y aún esperan y no de una
virgen, pues los que aún viven en aquella religión tienen y les es permitido más
de una mujer, lo que equivale a decir que todos esos Dogmas son un absurdo.
Haciendo a José Casto y Padre Putativo, forzoso es confesar por toda la ciencia,
a María adúltera, porque la ciencia no admite ni puede admitir el nacimiento de
un ser más que por la Ley general y única: por la unión de dos seres de
los dos sexos y sólo así lo quiere en su Ley el Creador, que si es
Todopoderoso, no puede hacer absurdos ni cambiar la Ley que una vez dio, lo que
sería por lo contrario creerle un comediante, un sin razón y el Creador no es
esto, pero sí lo son todos los Dioses de las Religiones, porque son los mismos
sacerdotes.
La Providencia sabía, porque Providencia son los Espíritus de Luz que viven en
la Luz de Creador, que se dirían todas esas patrañas de sus hijos, los Mesías y
Misioneros y lo sabían por la experiencia de hechos anteriores y porque conocían
la malicia de los sacerdotes que los Misioneros y enviados venían a derribar y
no dejaron pasar inadvertidos los celos de José, para en su día justificarlo
como hombre en la Ley de los hombres y como Padre en la Ley de los Padres, de
Jesús y seis hermanos más habidos con María y otros cinco que
tuviera antes con Débora, con cuyos doce hijos se recordaba y renovaba en José
el Patriarcado de Jacob, que precisamente renacía el último y sería testigo
ocular de los hechos cuya historia rememoraría 19 siglos más tarde cuando
vendría como estaba anunciado el Anticristo, desfigurado por los
mismos que desfiguraron a sus Padres y a su hermano Jesús.
¡Benditos celos de José!, porque aunque es un defecto de hombre, hoy son
arma inquebrantable de que fuiste hombre como los otros hombres y yo estos
satisfecho en ponerte en tu lugar, como pongo a todos mis hermanos, para
conocimiento del mundo, de que fuimos tus hijos por la Ley general de
procreación, engendrados por ti, siete con Jesús y Jaime en María y
cinco con Débora.
Ya te dejo Justificado como hombre y Padre y a María como mujer y Madre y la
larga prole que de vosotros fuimos nacidos y bajo vuestra égida siempre
estuvimos y el reconocimiento del mundo, que no nos conocía, nos pertenece
en Justicia y así pedimos.
PÁRRAFO 3º
Por el párrafo anterior mirado racional, científica y
fisiológicamente quedan justificados los celos de José que lo declaran
hombre en toda la Ley: hemos visto que María no suplica a José y
pide al Padre que desvanezca la ofuscación momentánea del Espíritu de su
compañero y progenitor de lo que se mueve en sus entrañas.
José no ofende ni maltrata a su joven esposa, ni la detiene en la calle ni la
denuncia como adúltera, es él quien se retiraba en silencio y es
comprendido en sus preparativos por María, la que se retira y llora y pide al
Padre en humildad y amor, Luz para su esposo y fuerzas y tacto para ella.
José cuenta, entonces 45 años y María poco más de 16. José cumplía todos sus
deberes de ciudadano, padre y esposo y se ve atormentado un momento por los
celos, disponiéndose a separarse de la niña y ya madre en sus entrañas y acude
ésta a diferentes armas y a la petición humilde y amorosa al Creador y
triunfa sin hablar al fugitivo. Cede él y se rinde ante la visión e
inspiración de algo que le habla a su conciencia y razón y vuelve a los brazos
de ella y ninguno se recrimina; se miran lloran en su alegría y dan gracias
al Creador y la Paz de sus Espíritus, por un instante amenazada, renace para
siempre, aunque sus cuerpos no hallen esa Paz en su lucha permanente con el
trabajo.
¿Qué causas hubo para que José sintiera aquella picazón en su orgullo de hombre
honrado? Ya las he dicho en todas las razones del párrafo anterior, pero las
repito en concreto aquí, pues es de todo interés, dejar sentada la verdad.
Yo lo he oído del Espíritu de mi Padre José, en ocasión solemne, en que en
familia le consultaba sobre este punto: ..”¿Qué quiere hijo si no?.. era
hombre y María era una Hebrea... ya le sabes tu más que nadie que estuvo en sus
brazos, y en su amor... en fin, era la Rosa de Jericó y en aquel valle
se reúne toda la hermosura de la naturaleza en sus mujeres”. Estas
son sus palabras.
Entonces ,los celos de José eran motivados por la hermosura y fragancia
de la Rosa de Jericó y por tanto José era hombre vivo en la Ley de la carne,
Ley que es justa como todas las del Creador y por tanto no hay quién pueda negar
fundadamente
que José no sea el Padre legítimo y natural (1) de Jesús,
lo que confunde el infame misterio de la virginidad, que pone al Creador, en
liza de loco y abre el camino Racional de la verdad de que si Jesús nació de
María por obra de José, María no es virgen en la materia aunque sea pura
en su Espíritu de Amor y tampoco es adúltera porque José era varón fuerte y
temido aún como hombre y María lo sabe y lo sabemos sus hijos, que por no ser
virgen ni adúltera pudimos nacer de ella y por José los seis hermanos de
Jesús.
Hay aún aquí una cuestión muy grande que dilucidar: las armas defensivas
de María. ¡OH, amantes esposas, cuánto os debe enseñar el procedimiento de María
¡Escuchad y atended bien que esto es de gran interés para todas.
Es indiscutible que la mujer es superior en percepción al hombre , como
es indiscutible que el hombre es superior en fuerzas físicas, todo esto en Ley
general, porque hay excepciones que no hacen Ley y que hay que estudiarlas en
cada caso.
El hombre por la constitución de su ser y por el régimen físico-animal
que no sufre interrupciones ni mayores peligros, es destinado en todos los
mundos al trabajo para el progreso industrial que ha de
proporcionar a las humanidades el mayor bienestar y comodidades.
El trabajo le ocasiona el cansancio de la materia y el hastío de sí mismo, por
las fuerzas que consume y si se le descuida en sus necesidades o se le exaspera
con importunidades, se rebela contra todo y aún contra sí mismo, porque
sólo confía en sus fuerzas físicas y por lo tanto animal y no puede su
espíritu estar tranquilo cuando considera que trabaja tantas horas como
el sol le permite y quizás alumbrándose con luz artificial y no
puede cubrir las necesidades de la casa porque su trabajo es mal retribuido.
Si el hombre, por desgracia, no recibió una buena Educación Moral que dé
Luz a su alma del porqué del trabajo en aquellas circunstancias, temed
mujeres de hablarle de las necesidades y de todo aquello que lo ha de
exasperar más y muchas lloráis desgraciadas por vuestro poco talento o falta de
educación como mujeres o bien porque sois casquivanas.
Si el hombre recibió una buena Educación Moral, el trabajo no le hastía, pero
hay momentos que el exceso de trabajo debilita la influencia del Espíritu sobre
su Alma y en ese momento la materia se rebela, más como no está
acostumbrada a actos punibles no los obrará pero se volverá hosco y reacio hacia
aquellos que le rodean y hay que templar bien las cuerdas de la lira para
que no se corte la poesía del Amor del hogar y de esto es encargada la amante
esposa con su discreción, con sus encantos físicos muchas veces, pero primero y
siempre con los impulsos que el amor imprima a la mayor percepción que la
mujer tiene en su Espíritu, y que la comunica a su materia, siempre más bella
por ser más depurada que la del hombre en razón de las funciones que
viene a desempeñar.
José era Educado, tanto como podía serlo un artesano en lo Moral y material.
En Espíritu era muy elevado ,pero poseía una muy fuerte materia y
si agregamos a esto que las obligaciones eran cada vez mayores ya que la
creciente familia le obligaba a alargar el día para que no faltara lo necesario
y es extraño que tuviera un momento de hastío y pensara en tirar de sí la enorme
carga que llevaba. Mas oyó su alma la voy de su Espíritu y volvió sin cometer el
acto premeditado, a los brazos de su compañera; es que él era Educado y acosado
en Espíritu por la lucha de la materia y por otros Espíritus que no podían ver
indiferentes que nacieran el que los venía a derribar de su Supremacía y le
hacían ver la hermosura envidiada de su joven esposa, para lo cual aprovechaban
de la jovialidad de María, José que se había ofuscado momentáneamente, reaccionó
y aún se sintió avergonzado de sí mismo y corrió adonde otro en silencio
lo llamaba con voces de Amor irresistibles.
Efectivamente vio María los preparativos de su esposo, en su clara
percepción del destino de la mujer Esposa y Madre sabía que si la causa de la
separación la originaban los celos, siendo limpia nada conseguiría con protestar
y manifestar su inocencia. Aunque tan joven, conocía sobradamente del corazón
humano y al celoso; sabía que la protesta de su víctima más lo exaspera, y que
es necesario que el convencimiento salga de quien se celó... ¿cómo?, no
mostrándose ofendida, aparentando no entender el celo del esposo y
mostrándose digna sin gazmoñerías, incólume sin altanería y más amorosa sin
fastidiar, pero por sobre todo vivir en todo instante en el corazón del
celoso adquiriendo en su imagen la mayor majestad e influyendo con toda su
potencia en el Espíritu ofuscado y pidiendo a la vez con toda su humildad
al Padre la Luz para su amado... y el Padre manda siempre su Luz sobre el
afligido, por los guías que todos tenemos y estos piden ayuda a otros
afines y traban batallas (que muchas veces hemos visto) hasta vencer a
los influyentes del mal, que no escatiman medios para destruir la felicidad del
hogar, base de la felicidad de los pueblos, en cuya felicidad se aumenta el Amor
y pierde terreno el detractor y enemigo del bien común.
He ahí todo lo que pasó en los celos de José y también descriptas las
cualidades de María y las armas defensivas que usó. Es cierto que María es
Espíritu de Amor y Potencia no alcanzado aún en la Tierra, pero es verdad
también que José era humanamente de los más fuertes de sus días y que como
Espíritu se acercaba en potencia al de su esposa aunque en Amor estaba muy
distante de ella. Ello es porque la Ley de Afinidad había reunido en los dos
esposos la potencia de la materia y la potencia del Espíritu y la suma de los
dos debía dar el vástago que en sí sólo traía las dos potencias en
consorcio, porque eran llegados los días anunciados en la Ley Eterna.
María en la fuerza de su Espíritu y en la dulzura de su amor influyó en el
corazón y en el Espíritu, de José sin manifestarlo, por el pedido humilde
al Padre y sin dejar sus obligaciones y José cedió en Espíritu, porque los
Espíritus saben en Justicia, cuando son de Luz, que los dos son vencedores y
ninguno vencido, lo que no sabe la materia en la que sí hay vencidos y
vencedores y el triunfo es del más fuerte y en batalla material por fuerza
animal, José hubiera vencido a veinte Marías; pero María en fuerza de
Amor y potencia Espiritual hubiera vencido a veinte José y a veinte mil y aún ha
vencido a toda la humanidad de la que sólo ella es la Redentora y no habrá
necesidad de discutirlo al final de su historia.
¡Amadas Esposas!, estudiad en María como hija, como esposa y como Madre. Que
ella sea vuestra norma, ya que todas la llamáis en el sublime acto de ser
Madres, por el que llegáis a la Santidad única que se puede considerar en la
Tierra. El título de Madre es el único que se debe tener y respetar por
Santo (aunque no lo es), pero para ser Santas Madres, aprended a ser
esposas dignas y no necesitáis saber más que lo contenido en este estudio
provocado por los celos de José, para acentuar la grandeza de María.
¡José, son tus celos un defecto como hombre!, pero te hacen más hombre y
hombre entero..., y te dejo y dejo a María donde os corresponde.
(1) La palabra natural contenida en las leyes para designar
los hijos nacidos fuera de matrimonio debe desaparecer. Hijos naturales
son todos los nacidos; la legitimidad es un absurdo de conveniencia y
malicia social.