CAPITULO III
LOS DESPOSORIOS DE MARÍA CON JOSE
No quiero perder el tiempo en relatar lo que la Iglesia Católica cuenta de los
desposorios de María; es una invención irracional y ¡basta! ; y ya
he dicho como Simeón y Zacarías, parientes de Joaquín y Ana, sabían sobre la
niña María y por qué medios, y en la Segunda Parte
se convencerán de la verdad todos los que tengan Razón y Fe en la Razón y los
que no se convenzan no será por culpa de la Razón y la Verdad sino de su malicia
e Ignorancia de las Leyes Divinas y naturales, pero nada podrán oponer a
esta verdad.
Viudo José de Débora, con quien había tenido cinco hijos e hijas en
Nazareth donde ejercía el oficio de carpintero en una casa
no miserable, si no cómoda para aquellos tiempos, para lo que
bastará decir que tenía espacioso jardín .Sabía también este obrero
del arte, porque también era versado en lo que llamaron Doctrinas
Secretas, que no son otra cosa que el estudio de las Leyes Divinas
y Naturales, y por añadidura era miembro de la "Cábala Blanca" de Jerusalén y
tenía facultades medianímicas de Videncia y Audición; sabía,
repito, que la "Rosa de Jericó" venía a ser la Madre del Predicador de la
Libertad y que él sería su padre y así llegó hasta Jericó por mediación
de Simeón y convinieron en entregarle al carpintero la bella
María, en cumplimiento de las predicciones que sabían y se celebraron las bodas
trasladándose a Nazareth, en donde le esperaba el cumplimiento de sus deberes de
esposa y madre de ya numerosa familia y de grandes exigencias,
para la que en años era aún una niña. Si María no hubiese sido educada en los
manejos de una casa, si hubiese pasado sus años en canturreos y vida mística,
como nos la ha pintado la explotadora de sus virtudes y grandeza, ¿podría
cumplir la tan pesada carga de arreglar la casa de un artesano con cinco hijos,
algunos de ellos ya crecidos de 12 años?.
Solicito aquí el juicio de las madres y mujeres hacendosas y su contestación no
puede ser otra que una gran admiración y afirmar que el tiempo falta para llegar
a hacer las cosas con regularidad.
Pero aún hay que añadir, que los telares eran escasos y así las telas eran
costosas, por lo que para vestir había que hilar el lino y la lana en la casa y
tejerlo, sobre todo para los vestidos exteriores Esto nos lo confirman aún
los mismos que la han desfigurado y la han pintado hilando y nos dicen que Jesús
llevó la túnica inconsútil y que fuera tejida por su madre; esto es cierto, pero
lo que no es cierto y es contra la razón y la Ley, que dicha túnica creciera a
medida que el niño crecía. Las plantas crecen cuando están vivas con sus raíces
en la tierra y la lana en la piel grasa de las ovejas, como todas
las cosas que crecen en su Ley, luego es absurda la historia de la túnica
creciendo a medida que lo hacía su dueño.
María pues, trabajaba rudo y sin descanso en la corta edad de 16 años para
arreglar aquella larga familia (siete personas con ella) más alguno que
otro huésped que frecuentemente llegaba, ya porque venían a Nazareth a
encomendar trabajos al carpintero, ya por las costumbres y tradición de
las tribus de que descendían y de las que eran fundadores y en su primitividad,
como más adelante se verá; ellos por percepción y lucidez de sus
espíritus y por el conocimiento de la Doctrina de Amor del Creador
lo sabían y no podían dejar de dar hospedaje y auxilio a cuantos lo necesitaban.
María era hija del pueblo y en Jericó no fue la Rosa escondida, sino la flor de
adorno en los actos y fiestas del pueblo y su misma hermosura, el respeto al
matrimonio virtuoso (sus padres), la alegría de su alma en las reuniones
y la magnanimidad de su espíritu conquistaron el respeto y adoración de
jóvenes y ancianos. La pureza de sus actos, costumbres y palabras poníanla a
salvo de toda asechanza, además que las costumbres sociales y morales de aquel
final del quinto día de la Humanidad, en aquel territorio de la tribu de
Benjamín, nada dejaban que desear.
María era pura en su espíritu y libre de Mancha Original (que
no existe tal mancha en la forma en que a la carne le atribuye la Teología)
porque la carne tiene su Ley y sólo la manchan los que se sustraen a la
Ley Divina por la que los seres toman cuerpo material para cumplimiento de sus
misiones.
La Mancha Original según ha sido dogmatizada, es el absurdo de los absurdos y es
la negación de la Divina Ley por la que viven los mismos dogmatizantes y
célibes que condenan a la carne, para hartarse de carne robada, lo que es una
mancha difícil de lavar pero no imposible, porque el Sabio Creador ha impuesto a
la naturaleza humana un germen de fuerza irresistible en el cuerpo de los
hombres que pide con imperio y a su tiempo el cumplimiento de la Ley de procreación
y nadie puede hacerse el sordo a su llamado y menos cuando el espíritu
vive la vida de Luz y Sabiduría y cumple la Ley en su medida. Esto es la
verdadera pureza, usar de la carne en medida y en cumplimiento de una Ley
Suprema; quien no la usa en medida y Ley se opone a las Leyes del Eterno
Creador y María no podía faltar a esas leyes y no faltó, por eso fue madre por
la Ley estricta de Afinidad y Justicia y no por obra extraña lo que según
las Leyes Sociales sería un adulterio y en este concepto la ponen sus
célibes detractores, a la que quieren llevar a la virginidad siendo madre y la
rebajan a esa condición y a quien con el dogma hacen casto y padre
putativo, lo condenan a pasar por consentidor de su deshonra y lo rebajan a la
indignidad con un doble sarcasmo llamándolo Gran Patriarca.
¿Puede imaginarse mayor calumnia y maldad?
José fue sí, casto de corazón y puro de Espíritu en el cumplimiento de la Ley de
Procreación y por eso fue verdadero Patriarca y bien merece tal nombre quien
engendró a 12 seres (entre hijos e hijas), cinco con
Débora, que le entregó como dote y regalo de bodas a la joven María con la que
tuvo otros siete varones y mujeres, entre ellos el primero
el Mesías Jesús y el último Jaime apóstol de las Doctrinas de aquél en España y
hoy el Anticristo que escribe esta Verdad.
María, madre de siete hijos por la Ley de la carne y de cinco más
por adopción, es pura en el más alto grado porque cumple la Divina
Ley del Creador y es grande en la mayor de las grandezas y “santa” en
nuestro lenguaje.
María Virgen y Madre de Dios, según el Dogma Católico, es la adúltera según la
Ley Social, e impúdica según las costumbres y sentir del corazón.
¿Cómo lo queréis Madres de la Tierra? ¡OH! Ya os oigo , la queréis Madre
en la Ley como vosotras lo sois; así la admiráis y la podéis amar e imitar, así
la podréis llamar con entera confianza de que sabe en su Espíritu de las
penas y amores de las madres. Acude a vuestros llamados porque ella pasó por
vuestros dolores y peligros; llamadla sí, que con el nombre de Madre en la Ley
de las Madres acude llena de alegría y su poder como Espíritu es tan grande como
no hay otro igual en los Espíritus de la humanidad terrestre (como
podréis ver en la Segunda Parte) y os lo agradece por ella hoy como hombre(aunque
desfigurado por los mismos detractores) el que fue su Jaime, que fue él ultimo
que encerró en sus entrañas y amamantó con sus fuentes de vida... y vosotras
Madres sabéis cómo se quiere al último de vuestros hijos. Más María, en su
percepción y clarividencia, lo amaba no sólo por ser el último río que de sus
fuentes brotara, sino porque sabía que él era el Legislador de siempre y
sería el Juez que su otro hijo Jesús anunciaba para juzgar a "vivos
y muertos" y esto ha sido cumplido 19 siglos más tarde cuando ha
venido a ser el Juez, bajo el traje del obrero y con el
temido nombre puesto por nuestros detractores de El Anticristo,
que haría el milagro único que cabe en la razón: decir la verdad y
probar que el milagro no existe.
No temáis, no, al Anticristo; él os trae él último beso de María, que al
expirar su sagrado cuerpo en sus brazos le depositó para toda la humanidad
y lo doy en el Código Máximo, que ya se ha escrito, el que confirma y
proclama la Ley de Libertad de las Madres que Jesús predicó y el Amor que la
Madre trajo... pero yo sé lo que son las Madres, y aquí os dejo aquel beso que
con tanta efusión recibí, para que inspiradas por él copiéis el Amor de María
Madre y la llaméis con más libertad, con más confianza, porque
ella pasó lo que vosotras pasáis con los hijos y hasta por los celos del esposo
como vais a ver.