CAPITULO II
NACIMIENTO DE MARÍA.
En el año 3744 de Adán, el día 8 de Tebet (corresponde al actual 8 de
Septiembre), hacia una niña robusta y hermosa, de color trigueño y
cabello castaño, con cara y ojos que resumían toda la belleza entonces no
igualada, ni aun hoy, de las mujeres árabes, siendo aquella niña un adorno más
al ya muy bello Valle de Jericó y su histórica ciudad de la tribu de
Benjamín.
Corrió su infancia como la de todas las niñas y la de todos los hijos del
Creador. Nada anormal podían notar sus amiguitas y parientes, salvo su
precoz inteligencia y su hermosura, unida a un carácter varonil
acompañado de una ternura que hacían un gran contraste.
Sus venerables padres en cambio, sabían lo que tenían, porque ambos eran
espíritus luchadores y de Luz y por su Elevación habían conquistado
facultades medianímicas y vivían en la Ley del Padre; con sus cuerpos
en la Tierra desempeñando el trabajo a que habían venido y sus espíritus
en el centro de la Luz saturándose del Santo Amor y la Justicia, en donde
recibían la revelación de lo que se les había confiado.
En prueba del conocimiento que estos venturosos padres tenían de su misión ,
inserto una de las coplas que el anciano cantaba arrullando a
la bella niña y luego a ella con su hermanito Jaime:
Blanca Cordera mía
Tú eres mi orgullo
Tú me das alegría
cuando te arrullo.
Ven niña ven,
porque Joaquín te adora
y Ana también.
Quien ovejas e hijos me dio
Es un Padre, más no puede ser.
Es el Dios de mi Padre Jacob
Adoradle hijos míos que es Él. (1)
Crecía María desarrollándose en las formas de la mujer fecunda y los jóvenes de
la ciudad le cantaban en todo momento amores y ya en sus 15 abriles
no se le llamaba por su nombre, sino que todos la conocían por "La Rosa de
Jericó" y se empezaban así a cumplir las profecías.
Desde los años del uso de la razón, además de servir de aya a su
hermano Jaime, ayudaba a sus padres en el manejo de la casa y sus ganados
y era enseñada por sus padres y sus tíos Simeón y Zacarías en los secretos de
las Escrituras y en el desarrollo de sus facultades medianímicas y
es así cómo Simeón supo algún tiempo antes que sería casada con el viudo José,
el carpintero de Nazareth, y Zacarías el nacimiento de Juan para
precursor del Mesías Jesús.
María no era mística ni penitente, ni pasaba el tiempo en canturreos ni
meditaciones: su espíritu sabía otras cosas del verdadero Dios y
estaba en todo momento en presencia del Padre Común, sin dejar sus deberes de
hija y de trabajos.
Sabía Ana, que María su hija venía a ser Madre y le enseñó todas las
obligaciones de tal, siendo una mujer cabal los 16 Años, que pasaron entre el
aprendizaje doméstico y el desarrollo, preparándose a la gran obra que
venía a terminar de la redención humana, que comenzó en Eva,
como veremos en la segunda parte de esta historia.
Esta es la verdad de la infancia de María, y no hay ningún acontecimiento y
menos milagrerías ni obras extra naturales; el Creador prepara las cosas
todas dentro de su Ley y no son variadas por nadie.
La grandeza la conquistan los Espíritus en lucha continuada y cada uno tiene lo
que se ha ganado; el Padre no regala nada con parcialidad, ni bienes ni
males, pero se complace en la grandeza de sus hijos porque éstos entienden su
Ley y revela las virtudes de los mayores que han de realizar obras en
beneficio de todos, para que los beneficiados estén sabedores y no aleguen ignorancia,
y esto es propio de un Padre para estimular a los otros hijos a que imiten al
virtuoso y no le regala nada, aunque lo parezca, porque el buen hijo esté
satisfecho y aparece por sobre los otros hermanos. Lo que hay es que el deber
cumplido da grandeza y majestad y el incumplimiento del deber da tacañería y
cohíbe la majestad, llevando consigo la vergüenza para presentarnos ante nuestro
autor, el que se ve dolorido por el alejamiento de sus malos hijos y se
ve precisado a cantar los actos de los buenos y éstos para amenguar la pena y
dolor del Padre van hacia los que se alejan con la autoridad que les da
el deber cumplido y como esto aún les da mayor majestad, cree el desobediente
que el Padre tiene parcialidad. Pero cuando por el amor del hermano
da un paso de acercamiento y puede entender su equívoco abraza al hermano
y en esa posición los encuentra el Padre y abraza a los dos y los bendice; pero
el primero aún se hace mayor pues recibió bendición del Padre y del hermano,
que al fin pudo llegar por su ayuda hasta su Padre y así somos los hombres de la
Tierra y en todos los mundos. Los que primero amaron a su Padre
siempre irán delante, siempre serán nuestros mayores, pero todos seremos
grandes, por que la estirpe es grande.
María es el Espíritu más intrépido y más amoroso del Padre y de sus hermanos y
el Padre nos lo anunció en sus virtudes por sus otros hijos buenos, para
que nos sirviera de escalón para llegar a Él y no hay ser en la tierra
sin distinción de religiones, razas, castas y colores
que no la haya llamado y a todos ella ha respondido, de lo que resulta que ella
es grande por toda la grandeza de su espíritu en luz ,sabiduría y amor y con
toda la grandeza de todos los hombres, lo que le da Majestad y es de
Justicia que el Padre se complazca en esas virtudes y nos la dé como modelo.
Ya tienen mis Hermanos, pintada en una pincelada, toda la grandeza de María, de
la que en la Segunda Parte sabréis quién es, de dónde viene y a
qué viene a la Tierra y la apreciaréis mejor y veréis cómo se os llena el
alma de alegría y satisfacción y gritaréis cómo yo,
¡Madre llévame a mi Padre!...y seremos grandes en su grandeza.
Dicho aquí como convenía, la verdad sobre la grandeza y Majestad de
María, en este capítulo sobre su infancia, seguiremos la misma
verdad suscinta de los actos de su vida y quedarán desechos tantos
errores como han embuido los prevaricadores de la Ley Divina y María
puesta en su justo lugar.
(1) Son recitados por el espíritu de Joaquín