El recién nacido es más sensitivo que los grandes, y lo capta todo.

Octubre 9 de 1959.

Muchos de los que ahora me escucháis sois padres o madres. A vosotros os quiero hablar porque voy a tratar algo sobre vuestros hijos, sobre los niños en general.

El niño, desde que sale del vientre de la madre, es susceptible de educarse. Es lento para despertar, pero trabaja mucho durante meses para ir dando pruebas de comprensión y de inteligencia; sin embargo, hay niños precoces y todos los niños, aunque no lo aparenten, van formándose del reflejo de sus padres.

Creen los padres que como el niño es pequeño, ellos pueden hablarle libremente, pueden reñir, pueden ejecutar actos de violencia delante de aquel infante que duerme, en apariencia, que está tranquilo y que no se da cuenta de nada, según ellos; pero qué delicado es el niño en ese periodo de su primera vida material.

El niño no es para vosotros lo que es para la mayoría de los hombres; vosotros sabéis que, dentro de esos cuerpecitos pequeños y frágiles, hay un espíritu grande, hay un espíritu experimentado, un espíritu misionero, y que ese espíritu está allí y capta todo lo que le rodea, todo lo que escucha, todo lo que ve y lo transmite a su pequeño cuerpo que en apariencia ni siente, ni ve ni entiende.

La mayoría de los hombres que no saben de la reencarnación, creen que el niño se va desarrollando como un animalito y como un ser inconsciente que poco a poco va haciéndose a la vida material e intelectual; pero vosotros, espiritistas, comprendéis mis palabras y sabéis que ese niño es más sensitivo en su primera edad de nacido que después, porque como su materia todavía no puede actuar, todo lo que hace es recibir, recoger, almacenar lo que ve y lo que oye, y eso va germinando en su pequeño cerebro y después realizará, en actos, lo que presenció y escuchó desde el momento en que nació.

Creeréis que es un absurdo lo que os digo; no, el espíritu está allí, el espíritu está captando lo que la materia no aparenta conocer ni escuchar ni comprender; pero el espíritu lo almacena y lo pone en práctica en cuanto va tomando posesión de la materia que va haciéndose consciente poco a poco.

Qué delicados son los niños; quedan en su mente grabadas las acciones de los padres, porque el niño, ya en materia, aunque su espíritu está con él y el espíritu trajo sabiduría, la materia tiene que irse desarrollando y lo primero que hace es imitar, porque no puede crear, y en el niño se van reflejando las palabras, las aspiraciones, los ruidos, todo lo va incorporando a la vida material lentamente. Pero si ese niño sufre impresiones fuertes, si, aunque recién nacido, recibe el choque de un enojo de sus padres, o de golpes, o de palabras fuertes, ese niño que se está plasmando llevará esos recuerdos después, llevará esas cicatrices en su alma, que se reflejarán en su mente y le harán crecer con complejos y temores que no traía su espíritu. Es un consorcio de la materia y el espíritu.

Decís que el niño recién nacido no sabe nada, que es un ser inconsciente. No, hermanos míos, esa materia pequeñita, ese cerebro tierno es una placa fotográfica que no revela de inmediato las imágenes y las impresiones que recibe, sino que las va almacenando en su mente y después las reflejará en sus actos.

Qué pocos padres comprenden la responsabilidad de engendrar y de procrear a un hijo. El niño duerme, los padres pueden pelear, pueden beber... ¡el niño duerme, los padres pueden abandonarse a sus momentos de placer sexual!... el niño no se da cuenta de nada; pero no saben que aquel pedacito de carne lleva ya un cerebro donde se van plasmando las primeras impresiones de su vida material. Cuántos niños crecen tristes, a pesar de que les rodea el lujo y los cuidados, porque en sus primeros días de nacidos recibieron impresiones que se quedaron grabadas en su mente y después forman complejos que los hacen desgraciados, muchas veces para toda su vida.

Padres y madres que me escucháis: respetad a vuestros hijos, acordaos que la materia es materia y que el niño, desde muy pequeño tiene reacción sexual.

Sed precavidos en vuestros actos, sed precavidos en vuestra vida conyugal; el niño dormido pero el espíritu puede estar allí y pasar a la materia las impresiones que recibe y lo que contempla. Sed respetuosos con esos seres que se os entregan; estudiadlos, cuidadlos como cuidáis una semilla que germina poco a poco; el niño es más delicado aún y sois responsables de su desarrollo intelectual, moral y espiritual, así como del material que tengan vuestros hijos.

Acordaos de mis palabras y ved en el niño, en el recién nacido, no el pedazo de carne inconsciente que sólo llora porque tiene hambre o porque siente algún dolor; no. Ved en él el estuche de un alma, de un espíritu que está recibiendo todas las impresiones, que está captando vuestros pensamientos, que está sintiendo vuestras sensaciones y que, a su debido tiempo, esas impresiones que están latentes, se desarrollarán y darán frutos que sorprenderán a muchos padres, pero que son completamente naturales.

Cuidad de vuestros hijos desde el momento en que salen del vientre materno; cuidadlos; no gritéis, no os disgustéis esposos, no os enojéis, hermanos mayores, porque el niño lo está recibiendo todo, el niño está captando aquellas impresiones que germinarán más tarde y luego dicen: qué parecido es al padre, qué parecido a su hermano en el carácter; en los vicios, salió a su padre; es un majadero, es un hombre malo, es un pelele... y no saben que el mismo padre, los hermanos, los mismos afines, sembraron en aquel cerebro virgen esos gérmenes que, a su tiempo, germinarán y fructificarán, y después se asustan tanto.

Cuánto podría decirse de la ley de la herencia; pero eso es la herencia material. Pero cuánto podría decirse de la herencia espiritual que dejan los padres a los hijos, no sólo desde el momento en que nacen a la luz, sino desde el momento en que se engendran.

Esas mujeres que conciben un hijo y que sufren durante el embarazo, que son golpeadas, que son insultadas o que trabajan con exceso y no tienen el alimento suficiente, procrean hijos tristes, procrean niños que vienen ya tarados del alma y del espíritu.

Respetad la vida del feto, respetad la vida del niño; cuidad de vosotros mismos para que engendréis hijos que vengan a la vida con todas sus facultades, las facultades que el Padre Creador da a todos sus hijos.

José de Arimatea.

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