Nada se da de regalo.

Todo hay que ganarlo por el esfuerzo propio.

Octubre 26 de 1958.

Ya sabéis que nada se da de regalo; en la vida del espacio y en la vida de todos los mundos, todo hay que ganarlo. Si bien el espíritu es un hálito del Padre, ese espíritu viene rodeado de elementos que lo oscurecen al tener contacto con los mundos habitados; y esa materia que se adipa, debe ser pulida, debe ser aligerada, pero por él mismo.

Todos los que estudiáis en esta Escuela sabéis que el propio espíritu es el que pulimenta y es el que se va haciendo las facetas que darán después más luz, que lo engrandecerán, que lo embellecerán. Y estáis viendo cómo necesitáis, sobre todo en estos momentos trascendentales para la humanidad de la Tierra, del trabajo propio para sobrevivir, para conservaros. Pues esto que a vosotros os parece tan duro, debéis hacerlo con vuestros propios hijos.

El niño de hoy tiene demasiadas facilidades para desarrollar sus potencias espirituales, lo rodeáis de tantas cosas buenas que el niño se hace indiferente y cada vez quiere más y más.

Como nunca en la historia de la Tierra, los niños han sido rodeados de muchos juguetes, de muchas golosinas y de tantas cosas benéficas para su desarrollo físico o intelectual; pero ¿se preocupan los hombres por el desarrollo espiritual de sus hijos? No; ven la parte material, sujetan a la madre a tratamientos, la tonifican para que el niño venga sano, fuerte, robusto, que sea hombre como yo, dice el padre; que sea mujer como yo, dice la madre.

Pensad que es un espíritu que viene a pedir materia, que todo lo va a necesitar, ya sea hombre o mujer, y recibid con el mismo gusto al que venga, pero conforme vaya dándose cuenta, inculcad en él la idea de que todo lo debe ganar; dadle todo a su tiempo, porque el niño que todo lo tiene no lo estima.

He aquí el secreto de la prostitución de la juventud actual, sobre todo los que tienen buena posición y que los padres los han rodeado de vanidades, de lujos, de comodidades excesivas, cuidados perniciosos; porque así son esos niños, cuando llegan a la pubertad, ya no tienen que desear y entonces buscan sensaciones nuevas; y como lo material ya no les satisface porque todo lo han tenido, en ellos ya no hay ambición. Entonces viene un desenvolvimiento de malas pasiones, un deseo de conocer cosas nuevas, y esas cosas nuevas son vicios que contraen porque ya la vida normal no les es grata. Este es el secreto de la podredumbre, de la prostitución de los jóvenes actuales. Si es muy pobre, con las facilidades que da la vida moderna, cuando entra en la pubertad y por sus estudios ya gana otra posición, cuando logra lo que no tenía, entonces viene la vanidad, un deseo de conseguir lo que no tuvo de niño, y entonces se envilece y quiere saborear todas las pasiones; entonces quiere satisfacer todos sus instintos y llenar todos los deseos incumplidos de su triste y miserable infancia.

Hay un desequilibrio; todos sabéis cuál es la causa, porque existe; y a los padres y madres de hoy les sugiero que eduquen a sus hijos dentro de la sencillez y que les den lo que necesiten nada más para el desarrollo de sus facultades mentales, para el desarrollo de sus cuerpecitos; pero principalmente el concepto de que todo pueden ganarlo por sí mismos y merecerlo.

El niño que se ha educado en esa forma, cuidadlo desde luego, pero no le deis demasiado, no lo agasajéis, no hagáis festín de él, no exhibáis sus facultades, ni sus gracias, ni sus chistes delante de los demás, porque lo único que hacéis es fomentar en el niño la vanidad que después lo conduce a caminos muy malos, a caminos chuecos, a caminos torcidos, y qué trabajo cuesta al espíritu grande volver a encontrar el camino recto que había perdido.

Los padres son responsables de la prostitución actual que tanto os preocupa.

Estimulas al niño; no lo hagáis interesado, dejadlo que siga su camino; no seáis tiranos con él, sed comprensivos y calculad su edad y sus circunstancias para exigirle sus pequeñas labores, sus pequeños compromisos, sus pequeñas tareas de acuerdo con su edad. No seáis duros con él, siempre dadle una explicación y procurad no golpearlo, no privarlo de sus alimentos y darle buenas costumbres, porque las costumbres se hacen hábitos que duran para toda la vida, y el niño que crece en un hogar desordenado, no podrá ser ordenado jamás y toda su vida será un desastre.

Hermanos míos; cuidad de los niños, cuidad de los jóvenes, y así tendréis hombres conscientes que sabrán cumplir con su deber, serán hombres que estimarán todo porque lo han ganado por sí mismos; serán hombres que comprenderán que no viene nada más a divertirse o a gozar, que vienen a luchar, que vienen a construirse, que vienen a formarse ya por si mismos y adquirir la responsabilidad que todo espíritu debe tener.

José de Arimatea.

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