Proteger en demasía a los hijos atrofia sus facultades.

Septiembre 13 de 1946.

Hermanos míos: muchos de vosotros no cumplís vuestros deberes para con vuestros hijos; como sabéis que son juramentados y todos ellos traen misiones tan altas que cumplir, os entregáis a ellos, os sacrificáis por ellos y de ellos no exigís nada.

Precisamente porque son espíritus conscientes, deben saber desde pequeños que si han venido por conducto de vosotros, fueron ellos los que os escogieron como padres, si estaba dentro de la Ley. La mayoría de los padres creen que ellos trajeron a la vida a sus hijos y que se deben por entero a ellos; y los hijos también reclaman: ¿Por qué me trajiste a la vida? y se sienten autorizados a pedir todo y con derecho a recibirlo todo; y los padres son generalmente postergados.

No, vosotros no debéis pasar por eso y, desde pequeños, debéis hacerles ver que si vinieron a la Tierra por vuestro conducto, fue porque ellos os escogieron y os ayudaron a que os unierais, así como que ellos traen una misión que desempeñar, para la cual necesitan del instrumento que vosotros, en amor, les habéis dado.

Creéis que respetáis su libre albedrío y los dejáis en absoluta libertad; pero no, el padre debe ser siempre enérgico, debe enseñar, debe inculcarles buenos principios e ideas sanas.

Los padres deben enseñar a sus hijos a hacer uso de sus derechos; pero a la vez enseñarles a crearse, primero, obligaciones.

Mucho se os ha dicho acerca de esto; diréis que insistimos demasiado... pero es que siempre lo necesitáis porque, especialmente entre vosotros espiritistas racionalistas, alumnos de esta Escuela, os dais a vuestros hijos con exceso. No; exigid también de ellos el cumplimiento de sus deberes y hacedles ver que ellos, como juramentados que son, deben tener obligaciones desde pequeños.

No; exigid también de ellos el cumplimiento de sus deberes y hacedles ver que ellos, como juramentados que son, deben tener obligaciones desde pequeños.

Después de la adolescencia deben ellos ya comenzar a bastarse por sí mismos. No sigáis protegiéndolos en demasía porque lo que hacéis es atrofiar sus facultades.

Aun los que no saben la verdad, hasta los ignorantes de la gran evolución que se está operando, se admiran de la inteligencia y la precocidad de los niños de ahora. No saben que son espíritus que han jurado venir a la Tierra a cumplir misiones muy altas. No saben que son espíritus viejos, más viejos casi siempre que sus padres y estos se sienten empequeñecidos, humillados ante la inteligencia manifestada por los niños, y los niños crecen despóticos, llenos de vanidad y de exigencias y los padres se sacrifican por ellos en demasía.

No, hermanos míos, precisamente porque estos espíritus traen mayor sabiduría que vosotros mismos, porque son más viejos, debéis hacerles saber, desde pequeños, cuál es su verdadero papel en esta existencia, cuáles son sus deberes, cuáles sus obligaciones, cuál es el juramento que han hecho antes de encarnar y que han venido a cumplir, a fin de que sientan el deseo de estar a la altura de su deber y del compromiso que han contraído.

Eso no quiere decir que debéis darle demasiado ni quiere decir que los dejéis en libertad absoluta, entregados a que obren por sí mismos; no, el niño necesita aprender, desde pequeño, a obedecer y a respetar a sus padres, porque, si bien es cierto, como vosotros sabéis, que no deben tener ese respeto fanático que inculcan las religiones, deben saber respetaros y obedeceros dentro de la razón.

Vosotros, para ellos, tenéis la obligación y la responsabilidad natural de educarlos, de enseñarlos a obrar dentro de vuestras doctrinas.

En materia, ellos no recuerdan; a vosotros os toca hacerlos recordar el juramento que han hecho, hacerles comprender a qué han venido, enseñarles a que concentren su pensamiento para que reciban intuiciones, a que sean conscientes de sus posibilidades, a fin de que las pongan en práctica y no se les atrofien sus facultades.

Enseñadles el camino, pero no les hagáis todo vosotros porque es más lo que los perjudicáis que lo que los ayudáis en esa forma.

Los niños, hasta los siete años, son irresponsables; sin embargo, muchos de los niños de hoy son responsables desde antes, porque son espíritus viejos y tienen que responder desde su más tierna edad, porque se dan cuenta ya de su sabiduría y de su potencia.

Haced que os respeten vuestros hijos, y que os amen sin fanatismo.

Ordenadles siempre dentro de la razón; no seáis arbitrarios con ellos, sed siempre razonables y no os dejéis llevar por la violencia al corregirlos.

No seáis tampoco demasiado bondadosos, no; enseñadles a ser exactos, a ser cumplidos, a ser disciplinados, porque el niño que no lo es de pequeño, de grande no sabe respetar las leyes ajenas, de grande no sabrá convivir con sus hermanos porque siempre querrá imponer su voluntad, ser él el dueño absoluto de su vida y el que establezca sus costumbres, sin fijarse si perjudica a sus semejantes.

No, hermanos míos; vosotros tenéis una gran responsabilidad porque sois padres conscientes y habéis traído a esta existencia a espíritus juramentados que necesitan mucho de vosotros, aunque sean en muchos casos más sabios porque son espíritus más viejos y experimentados.

No os entreguéis de lleno, no es necesario que os entreguéis a ese sacrificio fanático a que llegan la mayoría de los padreas de la Tierra. Vosotros aprended a distinguir el límite haciéndoles ver que no deben tener esas exigencias con vosotros y cuando os digan: ¿para qué me trajiste a la vida? tú sabes dármelo todo, contestadles: no, hijo mío, yo no te traje, fuiste tú quien me escogió para que fuera tu padre; pero y dentro de ese respeto, de esa obediencia, dentro de esa libertad de criterio, de ese respeto al libre albedrío, que no debe confundirse con el libertinaje, con la libertad absoluta para el espíritu, que en materias infantiles es aún irresponsable, proseguid vuestra labor, educadlos bajo estos conceptos, recordando que son espíritus que se os han confiado y que tendréis que dar cuenta de la educación que les deis.

Preparadlos debidamente para las grandes misiones que han traído.

Cuántos de vosotros os sentís amargados porque, después de la adolescencia, cuando esperáis de ellos la entrada a la razón, cuando esperáis de ellos que comiencen a actuar ya como adultos, se entregan a los vicios; pero la lectura de esa comunicación que habéis tenido hoy (del hermano Julio N. Martínez) os dará la clave. (1).

No os amarguéis tampoco en demasía; dejadlos, ya en esa edad son responsables de sus actos. Se saciarán, sufrirán y entonces volverán, serán vuestros otra vez; pero nunca les neguéis vuestro amor, nunca les cerréis la puerta de vuestro hogar. Que siempre encuentren calor en vuestro corazón; que siempre encuentren la solución de sus problemas en vuestras mentes lúcidas y expertas.

No seáis demasiado rígidos con ellos ni tampoco demasiado blandos. No traspaséis ese umbral tan difícil de encontrar a los padres de la Tierra, pues generalmente viene el abuso de una u otra parte, viene la exageración, el fanatismo.

Lo que pido de vosotros, es que no os fanaticéis por vuestros hijos; no les quitéis su actuación ni estorbéis su camino. El hombre, desde niño, debe acostumbrarse a obrar por sí mismo pero, hasta cierta edad, bajo vuestra vigilancia.

Que os amen y os respeten vuestros hijos y recuerden que son ellos los que os han elegido, para que no se sientan autorizados a exigiros todo.

No confundáis vuestra misión, padres y madres de la Tierra porque ya sabéis que tendréis que dar cuenta de ella.

Todo vuestro cariño y vuestra atención para estos juramentados tan amados, pero siempre vigilancia para ellos y respeto y obediencia para vosotros.

Exigid esto de ellos y así veréis coronados vuestros esfuerzos y veréis educada a vuestra familia en la forma en que lo deseáis y tendréis la satisfacción de verlos actuar como espíritus conscientes, como hombres trinos y realizar las grandes misiones que han traído a esta existencia.

Que el Padre os ilumine y os bendiga.

José de Arimatea.

(1) La comunicación a que se refiere el maestro José de Arimatea es la siguiente:

Salud para todos:

La justicia está en acción porque los tiempos son llegados; pero aun a vosotros, que lo sabéis, os sorprende ver que no se castiga tanto abuso, que se tolera tanta depravación, que se consiente tanta prostitución espiritual ¿por qué?

Las esperanzas y los ojos estaban puestos en estos juramentados que esperabais serian los redentores de la humanidad actual y ¿qué están haciendo con esa sed desenfrenada de lujo, de placeres, de vicios?

La justicia está en acción, hermanos míos, y no se equivoca. Todo estaba previsto. Sí, de manera rápida, de manera violenta, lo que debió haber sido en muchos siglos, tiene ahora que ser en poco tiempo.

Ofuscados, se labran su propio castigo -según dicen los demás- pero vosotros sabéis que no es castigo, es que ellos mismos ayudan al pago de sus deudas y esos juramentados, que parece que vienen ciegos y que no traen más misión a la vida que saciar sus instintos, a eso han venido, a saciar sus pasiones y sus vicios, a pagar sus deudas; pero se irán pronto para volver.

Esto ya lo sabíais pero, aunque mucho se os dice, siempre os sorprende y esperáis el cataclismo, teméis que se produzca un final como el de Sodoma y Gomorra, porque estáis asqueados de esta ola de prostitución, de inmoralidad y no os explicáis cómo se tolera. Después de esta guerra tan sangrienta, parece que los hombres no han aprovechado la terrible lección, pues se vuelven más ambiciosos, más egoístas, más criminales y aun sigue la guerra, pero ahora es la guerra de las conciencias, la guerra de los espíritus que no han querido comprender que ya están libertos y siguen defendiendo lo que llaman ellos "sus derechos"; siguen luchando, llenos de odio, ávidos de venganza; pero la Justicia se vale de todo y lo tolera porque es la única manera de depurar el ambiente, de que queden saciados y de que busquen todos la verdadera paz. Por eso es este paroxismo de lujuria, esta vorágine de pasiones y de ambiciones sin freno.

Los hombres sólo quieren ahora acaparar dinero; no les importa la salud de sus hermanos, no les importa que coman o no, que se mueran de hambre o de frío. Dinero, dinero es su único afán y quieren acapararlo en tal forma que no podrían gastarlo en muchas vidas que tuvieran. Pero también se pondrá término a esto y el dinero se extinguirá para siempre. Sólo entonces se dará en la Tierra su verdadero valor al trabajo individual.

Por eso veis ahora que trabajan ancianos, jóvenes, niños y mujeres, todos trabajan pues no basta el dinero para conseguir un sirviente, no basta el dinero para obtener alimentos puros, no es suficiente lo que se gana para tantas cosas que antes disfrutaba el más humilde de los hombres.

¿Qué es el dinero? ¿Para qué os sirve ahora? ¡Cuánto tenéis que gastar! Os llenáis de satisfacción porque ganáis mucho, cientos, miles de pesos... y sin embargo, qué miserable, qué paupérrima es vuestra vida. Es la Justicia que está en acción.

Al fin se convencerán los hombres de que el dinero no basta a pagar los artículos de primera necesidad, de que el dinero no les puede dar tranquilidad y de que el dinero ya no va a ser necesario porque llegará el tiempo en que no tenga valor más que el trabajo de cada quien, el respeto de los unos para los otros y el amor de todos para todos. Entonces la propiedad será de todos, ya lo sabéis. Esta es la obra de la Justicia y aquí está la solución de ese gran problema en que están empeñados todos los Gobiernos de la Tierra, la explicación de ese gran enigma en que se encuentran todos los hombres que, desorientados, se preguntan: ¿cómo es posible que se tolere esta ola de vicio, esta ordinariez, este descaro, este cinismo? ¿Cómo se explica esta tolerancia a todos los vicios, a todas las malsanas ambiciones? Es, hermanos míos, para que se sacien los hombres, para que se harten de todo aquello que tenían en deseo, hasta que, ahitos, busquen solos el reposo, la calma. Sólo así reinará la paz en la Tierra, solo así volverá el orden, sólo así podréis tener Gobiernos equitativos, sólo así podréis vivir dentro de la Comuna de Amor y Ley.

No os sorprenda, pues, lo que estáis viendo; sed fuertes para resistir este impetuoso oleaje de dolos, de decepción, de amargura, de desencanto y de injusticia (en apariencia) porque ya sabéis que, más que nunca, está hoy la justicia en acción.

Pedid porque pronto termine esa ola de inmundicia que inunda la tierra y porque los hombres mismos en su ceguera, ayuden a la Justicia a quitar de la faz de la Tierra todo lo que estorbe para que pronto reine la verdadera Comuna de Amor y Ley.

Julio N. Martinez.

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