CAPÍTULO NOVENO
LA CREACIÓN EXISTE POR EL ESPIRITISMO

¿Creéis que esto es anular, ni siquiera restar un ápice al Creador? No tal. Pero aunque sea esta afirmación una blasfemia ante la teología, es una verdad suprema ante la filosofía y ésta confirma al Creador; la Teología se opone al Creador, creando un Dios o Dioses falsos, ruines y antropófagos y entonces, mi blasfemia equivale al valor de una verdad suprema, que declara a la Teología irracional, absurda y verdadera blasfemia y semillero de blasfemias y absurdos. Y se explica bien por sí solo este problema; puesto que, mientras la Teología consagra Dogmas, la Filosofía hace y sienta Axiomas.

No nos hemos de salir de las argumentaciones que hemos resuelto en los capítulos anteriores, aunque las variemos como la materia lo exige.

No nos pone ningún obstáculo la Teología, ni sus autores, aunque se llaman Crisóstomos o Aquinos, o les haya levantado altares el mismo Dios que ellos hicieron, porque otro no podían concebir los sucesores de otros cuerpos supremáticos, cuyos espíritus pueden ser los mismos o de su grado de aquellos que a Faraón se imponían contra Moisés y de los otros, por los que Moisés se retira del pueblo libertado. Pero como allí, son sentenciados aquí por prevaricadores de la verdad y comerciantes de Dioses.

Sí. La Creación existe por el espiritismo, porque para los espíritus la pensó el Creador y eternamente, es su pensamiento. Pero ¿quién dirá que el pensamiento es cosa? Más ¿ quién podrá desconocer que el pensamiento es todo y que si primero no se piensa la cosa, no puede realizarse la cosa? He aquí lo que hemos de desarrollar en toda justicia para probar que la Creación existe por el espiritismo y se confirmará que no es una blasfemia.

Empecemos admitiendo una verdad universal: la existencia del Éter, y que éste lo llena todo, sin dejar vacío un mil millonésimo de milímetro. Lo que tienen bien probado las ciencias, hijas del espiritismo.

El Éter es substancia a la que Kroques bautizó «Pantógeno» luego es materia, impalpable en su principio como la electricidad y es la electricidad misma; y ésto que lo comprendí en mi razón, lo escribí en el año 1906. En esta forma «La Electricidad, Fuerza Omnipotente y Madre de todo lo creado”.

Quizás no falte alguno que me salga ahora conque estaba escrito hacía mucho tiempo antes, por cualquiera de los usurpadores atrevidos, menos por mí. Lo que no me importa puesto que yo no le había leído más que en mi convicción. Pero advertiré, que pocos días después de haber impreso aquel folletito de leyes de electricidad, en el que imprimí ese axioma un representante de un periódico inglés « The Standard” se me personó a pedir permiso para imprimirlo en aquel periódico; lo cual es una presunción por lo menos, de que aun no se había dicho ni escrito. Dos años más tarde, en la Universidad de Cambridge; el profesor de física J. J. Thompson, la repitió en sus cursos de «Fuerza y Materia”.

Si traigo esto a cuestión, es porque estoy ante un problema mucho más arduo y trascendental para la inteligencia y las ciencias y necesita este capítulo una autoridad eficiente a su magnitud, la que confirmará la unidad del creador y sus hijos los espíritus. Flecha mortal es ésta para todos los errores teológicos y espada reluciente e inquebrable, que ha de cortar toda falacia y no dejará ver diferencia entre la esencia espíritu y su padre. Ya podéis ver si es importante la cuestión, entre tener que confesar que «La creación existe por el espiritismo» y la negación de la existencia del Espiritismo.

Ya lo hemos impreso en otros libros nuestros y ni aun a ellos acudimos en este caso, pues se requiere un extracto todo lo más lacónico posible y así diremos.

El Creador ha tenido el pensamiento de la creación ( no nos puede importar el principio o nacimiento del Creador, muletilla de los falaces y los negadores; pues la Creación existe, porque existe nuestro mundo y basta.).

El Creador, repetimos, ha tenido el pensamiento de la creación perdurable e infinita. ¿Pero basta el pensamiento? No. Pues si no hay una voluntad que realice el pensamiento, éste no llegará a ser cosa que lo perpetúe. Es necesario pues, una voluntad. Pero hete aquí el gran conflicto. Según los Teólogos, como el Padre Astete, « Dios no tiene voluntad». Esto es inconcebible ; y lo que no se concibe, no existe. Pero Astete es Jesuita y tal vez, en su carácter verdadero de miembro de la Compañía de Jesús, que es el verdadero Anti-Cristo, haya sentado ese artículo teológico, para los dioses fetiches que, siendo de palo, piedra y metales no pueden tener voluntad: pero tampoco pensamiento. De todos modos, queda sin ningún. valor el artículo de Astete y el autor vale... la negación de Dios.

No basta el pensamiento para la creación de una cosa: se necesita una voluntad que convierta el pensamiento en cosa.

El pensamiento concibe la cosa: luego si la Creación existe, hubo el pensamiento de creación y la voluntad que hace la creación.

Un punto más necesitamos. Para la concepción de una cosa, cl pensamiento no necesita herramienta. Para demostrar el pensamiento necesitase una o muchas herramientas y quien las maneje lo que implica y es de la voluntad exclusivamente.

Ni el pensamiento ni la voluntad son cosa, porque no son materia Y ¿qué son entonces ? Son facultades. ¿ De quién?. Del hombre exclusivamente. «Y el hombre qué es ? Ya lo hemos dicho: la imagen del creador; el macrocosmo representando el universo y el microcosmo representando todos los instintos de la naturaleza y el hombre piensa y saca voluntad de sí mismo, para ejecutar el pensamiento y demostrarlo en cosa tangible. Y el pensamiento y voluntad del hombre ¿ qué queréis que sea sino su espíritu ? Llámenlo como quieran e inventen cuantos nombres les venga en ganas. Para la razón fué, es y será Espíritu y facultades del Espíritu.

Pero aunque queramos tomar el pensamiento por el creador y la voluntad por el espíritu (como cabe en una sana lógica comparativa) no podemos, no somos capaces de separar el pensamiento de la voluntad, lo cual nos llevará necesariamente a la lógica deducción de que no es posible la separación del creador y del espiritismo.

Ahora bien: tenemos la certeza de que el Creador ha pensado en la, creación y que para realizarla, ha sacado de su propio ser al obrero que ha de demostrarla ya que se la entrega en disfrute; cosa innegable, puesto que disfrutamos los hombres lo que creamos y producimos; pero necesitamos materias con que producirlos ; luego el espíritu al que lo manda su Padre a aumentar la creación y hacerse maestro de la creación, no ha podido formar los mundos y su propio cuerpo, sin materiales; y los ha debido tener, puesto que este mundo existe y nosotros también y los ha creado, al mundo,( ) el espiritismo y nuestros cuerpos, nuestro propio espíritu, y sino, no existirían.

Como hasta la rudimentaria (aunque muy fina) química no ve más sustancia o materia que el éter, no tenemos que buscar argumentos para afirmar que el éter es la materia en infinitos grados de los que, molécula por molécula, el espíritu encuentra todo lo que forma cuerpos tangibles, hacinando grandes montañas que llamamos mundos, en los que deposita gérmenes de todo cuanto hay en el universo, en cuyos mundos ha de demostrar la creación eternamente.

Resulta que el espíritu, negado y desconocido por los insensatos, ha hecho sus propios cuerpos en los que se encierra el espíritu para obrar las cosas que demuestran la vida, según el grado de su progreso, y ¿Qué importa la negación con la palabra, cuando se desmiente con los hechos?

En todas formas, no hay más sustancia o materia que el Éter, como pensamiento eterno de la Creación, que es el material infinito que el Creador pone a disposición del espíritu voluntad, que no pudiendo obrar sin herramientas, del mismo éter, por innúmeras metamorfosis la crea y esa herramienta maravillosa es el cuerpo del hombre, en el que se encierra para dirigir el progreso que continuamente piensa y al( ) que han de concurrir todas las otras criaturas y cosas del Universo.

Como aquí no necesitamos hacer una obra anatómica, porque está ya hecha en los libros citados, solo hacemos sentar que « La creación existe por cl espiritismo» porque para el espíritu, fué hecha por su Padre. Y como se ha de afirmar del todo en el capítulo siguiente, no decimos más aquí.

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