PÁRRAFO III
LEY DE JUSTICIA

Desde luego, creo que habréis visto actos de justicia en esas mismas operaciones que hemos señalado de la ley de afinidad. Lo que quiere decir, que obran inseparables; pero que se distingue cuándo es cargo de una u otra ley, porque se ve su acción como primordial efecto y por lo tanto como primera causa; .y es que cada ley obra como inflexible secretario del Gobierno del Espiritismo, cuya constitución o carta orgánica es el Amor, mantenido, sostenido e impuesto sin obligar, por el Padre de los espíritus, autoridad y potencia suma.

La ley de justicia es absolutamente ciega para lograr sus fines: pero toda ojos, para obrar sus hechos.

En todo el vastísimo proceso evolutivo de las especies hasta aparecer la especie humana la ley de justicia está latente en todos los actos para dar a cada especie lo suyo justo, porque es así como únicamente puede hacerse la Armonía Magnética que necesita la ley de afinidad para que cada cosa cumpla su fin en la creación en el tiempo justo que la reacción química resultante da la conjunción de sus moléculas, con más la atracción y repulsión de los otros cuerpos que conviven en el mismo concierto, para darse mutuamente los productos necesarios a sus movimientos rigurosos, matemáticos y geométricos, cumplan al centímetro, al gramo y al segundo su proceso, estableciendo la infinita fórmula espiritual C.G.S., que representa en verdad al Padre Creador, con todas sus leyes; pero que la de justicia descansa, sobre ese infalible pedestal.

¡Oh matemáticos y geómetras! ¿Qué caminos os pueden ser cerrados después del punto expuesto?...

Pero donde la ley de justicia tiene su trabajo ímprobo, es en que todos los seres humanos paguen a la creación y mutuamente entre sí todos y cada uno de los espíritus, sus deudas y en la misma forma y cosa en que la hicieron. Pero ¿sabéis cómo no se equivoca jamás y le es relativamente fácil a la Ley de justicia el cumplimiento terrible de su cargo?. Pues lo más sencillo, y no os asustéis al saberlo. Cada alma, envoltura de cada espíritu, hace de libro, en la que, cada espíritu, sin que le sea posible eludirse asienta hecho por hecho, en todos los momentos de su eterna vida, su debe y su haber y cada uno lo llevamos a nuestro gusto o pesar acusándonos o dándonos satisfacción según que hagamos mayor o menor grado de conciencia.

De paso, entended que, la conciencia no es otra cosa que el número de instintos dominados, que forma nuestro tribunal interno, que juzga en cada instante todas nuestras acciones y delibera en los procesos todos de nuestros pensamientos, antes de convertirlos en hechos.

El sabio filósofo de esta metafísica, deduce casi infaliblemente el estado de cada individuo por la claridad y prontitud o por lo sombrío, tardo o dudoso e impetuoso de los procesos de la conciencia, manifestada en hechos.

El espiritista (que tal pueda llamarse) debe ser sabio o por lo menos inteligente en estos hechos: y por justicia tiene el derecho de inquirir y será contestado siempre por sus afines porque es ley del espiritismo y es necesario para el buen gobierno de éste

Hechas estas consideraciones del axioma, vamos a señalar los dos casos más transcendentales de la aplicación de la ley de justicia, que expondremos sucintamente aquí; ya que lo podéis ver más extenso en los libros citados atrás. Estos dos casos son: el pago de vidas y el juicio de mayoría.

En el caso del pago de vidas es absolutamente inexorable; para lo cual, la Ley de justicia no tiene en cuenta ninguna posición, estado, ni leyes sociales, ni condición moral-intelectual. Sólo tiene en cuenta, hacer restituir las vidas que cortaron y nada más.

Para eso, cada espíritu, al desencarnar de cada existencia, en cada mundo deja en el libro de la vida, asentado en su debe y haber, las que dio y las que cortó; y allí la Ley de justicia (que, como todas las leyes, no es más que el querer de las mayorías) cada vez le recuerda su deuda, además que la lleva en su libro alma.

Sabe también todo espíritu, que esa deuda no la puede postergar y recuerda siempre el mandato y sentencia de su Padre, que es él todo de la fuerza de la ley: « Si odias, tendrás que amar; y si matas, con tus besos resucitarás al muerto». Lo que lo decide, en cuanto pasa el natural letargo que te causa la desencarnación, a pasar vista a la página de su anterior existencia y empieza a formarse un nuevo juicio destino para otra existencia; pero teniendo que esperar la ocasión propicia, que le debe disponer la ley de afinidad y a veces la de justicia según que haya o no vidas que pagar.

Cuando ya la conciencia es suficiente a darse cuenta de su estado, son tan avaros para pedir en su juicio destino, que tienen los jueces maestros que aminorar mucho de lo que piden, porque no sería posible por demasiado, o por las condiciones de la sociedad en que deberán actuar, que rara vez es dos veces seguidas en la misma nación, país o familia, porque se impone hacer depósitos en todos los puntos de la tierra, mezclarse para afinizarse consanguíneamente con todas las razas, en todos los países y con todos los espíritus hechos hombres; y ha de ser mujer y hombre, hermano de su hermano, padre de su padre y ha de actuar en todas las posiciones, de rico, de pobre, de sabio y aparente ignorante, de bello y deforme de mandante y mandado; ha de ejercer todos los oficios, artes y ocupaciones, porque de todo tiene que experimentarse porque de todo tiene que ser maestro y para ello, dentro de la ley de afinidad y justicia, tiene la de libertad, para buscar en todo la compensación.

¿Os dais cuenta, qué terrible trabajo desempeñan las dos leyes auxiliares de la ley madre amor? ¿Podéis con esto hacer conciencia del gobierno del espiritismo, para el cumplimiento de la política, del Creador?

Pues todo esto es sólo para un individuo. ¿Cómo será para todo un mundo? Pero un mundo no es más que una ciudad; ¿ cómo será para una región formada por los mundos de cada sistema solar? Pero un sistema solar sólo es una región de la cosmogonía de que forma parte como todos los otros sistemas de una nebulosa; ¿cómo será para todo un plano que, por ejemplo, el que pertenecemos nosotros, es compuesto de siete y media nebulosas, siendo la más pequeña, la insondable (humanamente) Vía Láctea? y ¿cómo será para toda el universo? Pues todo lo rige el espiritismo. Y, ¿no es estúpido orgullo el de los muy hombres que niegan el espíritu y el espiritismo, en su acción?... ¡Qué compasión merecen! Meditad en esto poco que he descripto, casi sin orden, para no sin concierto y fundamento y estad seguros, que entre todos no lo podréis desmentir y sí lo habéis de confesar y confirmar, como lo confirma el espiritismo, que es lo mismo que deciros, lo confirma el Padre Creador, que no es Dios pigmeo y antropófago de ninguna religión.

Permitidme que no diga más de esté punto, que emborracha de tanta magnitud; pero lo tenéis en los libros citados; y como introito de aquellos y axioma insuperable de la ley del espiritismo y política del Creador, es bastante; pero continuaremos explayando eso mismo en todos los capítulos de este estudio, en los que hemos de conseguir nuestro fin, de que se conozca él espiritismo uno solo y se estudie de un solo modo, aunque con arreglo al progreso de cada uno, comprendiendo que la Escuela tiene tantos grados como hay de la enseñanza primaria hasta el doctorado, de cuyo grado dependen todos los otros que disciplinados reconocen.

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