PÁRRAFO X
EL MUNDO REGENERADO Y ELOÍ SOLO ADORADO

¡Por fin, humanidad, cantas tu victoria! ¡Te conoces a ti mismo, hombre! Y en ti vez el Universo entero y dentro de ti mismo está el incomprensible Creador que buscabas alto, muy alto, en lo inaccesible de una enigmática y escarpada montaña alta o en lo insondable de las regiones etéreas y está dentro de ti mismo, en tu espíritu que es la voluntad de aquel imaginado tan lejos y tan severo mientras le temiste; hoy sabes que convive en ti mismo y que es todo amor, porque tú ya amas.

Ya no adoras lo abstracto en un pensamiento vago e indefinido y sin embargo, hoy sabes perfectamente que adoras al impersonal “en espíritu y verdad”, porque, dándole suelta a tu espíritu, él por la ligadura que lo sujeta a su progenitor, llega hasta su centro de donde saliera para empezar la lucha del dominio de la materia, y tu mismo cuerpo recibe las sensaciones de la vida real y ves que nada has perdido en tus derechos del disfrute de la materia, sino que aun se te acrecienta su disfrute, porque tomas en libertad y justicia lo que antes por leyes absurdas te era prohibido y tu prejuicio te hacía ver falta en lo que es ley y virtud y ver virtud en lo que es falta a la ley divina.

¿Qué es lo que ha cambiado, el hombre o la ley? La ley era de amor y es de amor; así, lo que ha cambiado es el hombre, de material sólo que se veía, en espiritual e hijo consubstancial del Creador; se ve creador de los mundos y las formas, porque se comprende en su trinidad, en su potencia, y sabe que es la voluntad ejecutora del gran cosmos, eterno pensamiento de nuestro Padre y así el hombre vive en los dos mundos y une en una sola las dos potencias: la del cuerpo y del espíritu que estaban divorciadas por el error, el prejuicio y la concupiscencia; pero aunque quisiste separarlos no pudiste porque, la acción de la potencia es indivisible por ser del espíritu, con lo que sólo hiciste rodear, dar vueltas alrededor de la montaña, retrasando el camino y sufriendo las heridas de los matorrales y las piedras.

El camino es derecho, pero es de los fuertes seguirlo recto apechugando la pendiente de frente; y muchos fueron los que lucharon en ese escarpado camino y llegaron a la cúspide, poniéndose de vigas y señalando el camino, que al fin lograron haceros comprender y os maravilláis de vuestros rodeos; pero no se ha perdido vuestro trabajo, pues os sirve de sano consejo y saludable experiencia y hoy subís intrépidos y cantando vuestro triunfo.

Es cierto que está ya el camino despedregado y con jalones iluminados inequívocamente; que se han retirado los malos guías que os encaminaban mal y os robaban en el camino vuestros tesoros, porque sólo para eso os metían en el laberinto de sus dogmas y misterios de dioses sin razón y egoístas, cuya imagen viva era la concupiscencia de sus ministros y sacerdotes y os hicieron desconocer al gran Eloí que llevabais dentro de vosotros mismos y que estaba dentro de ellos mismos, y lo han de ver y oír más tarde; cuando el dolor de las heridas les convenza de que jamás su concupiscencia puede ser satisfecha; entonces llorarán como el profeta, diciendo: “¡Del profundo de mi dolor clamo a ti, oh Señor! ¡Señor, oye mis voces!”, y se maravillarán viendo que les contesta dentro de ellos mismos y se espantarán al saber que, aquél a quien ofendían en su ley está dentro de ellos mismos y tiene presentes todas sus acciones, que no castiga, pero que tampoco perdona, pero sí corrige siempre.

Entonces se ve la gran armonía de la ley; la potencia del espíritu, que obrando en amor como voluntad de Eloí, ha sufrido todas las imperfecciones de la materia; y cuando ésta se rinde de cansancio; cuando el alma piensa que ya no tiene solución en su pérdida y la desesperación la acusa de su impotencia y se ve caer en las quiméricas profundidades de un abismo fantástico invención de los dioses pequeñitos, de los mentidos ministros, de los impúdicos sacerdotes y de los falsos profetas, se ve sostenida y salvada por el espíritu, explicándose así en todo ser la promesa del Padre, hecha al hombre por el profeta: “Angelis suis mandavit ad te ut custodiant te in ómnibus viis tuis”. El mandó sus ángeles (espíritus de luz) para que te guíen y custodien en todos tus caminos.

El hombre es siempre sabio en cuanto puede el espíritu vencer la última resistencia de su alma y llamar a su progenitor Eloí.

Pretender la perfección de los mundos y los hombres desde su primer momento, es contrario a la misma ley de amor y justicia; si esto pudiera ser, no habría mundos de expiación y más bajos, por innecesarios; si los hay, es porque la materia es imperfecta; porque existe la disparidad entre uno y otro instinto de todas las moléculas cósmicas, que luego, por la ley metafísica las hará reunirse formando masas como mundos y cuerpos animados y allí tienen que neutralizarse unas con otras para una acción común que la creación exige y, ninguna de esas moléculas ha de perder su cualidad y su instinto, pudiendo aparecer en todo momento cada electrón del Universo, con su instinto y carácter peculiar, en el alma humana. Este es el terrible trabajo del espíritu, encerrado en los cuerpos: dominar todas las moléculas y todos los instintos sin perder ninguna ni desfigurarse cada molécula en su carácter, pero modificado todo, por la armonía que reina en el hombre trino, cuando vive la vida de la materia y la vida del espíritu a la vez.

He ahí recopilado el gran proceso de la vida del espíritu desde que es lanzado a la lucha de la vida individual y demostrativa, hasta que puede mostrarse dentro de la ley viviendo su trinidad en los mundos y en la luz de la unidad, en los espacios; en cuyos trabajos, ha pasado inmemorables millones de siglos, siempre venciendo, siempre dominando, siempre amando al que purifica para vestirse él de la ropa que se le exige, para poder entrar en la armonía de la sociedad universal, que sólo adora la causa única: Eloí.

Por todo esto, el hombre trino conociéndose a sí mismo, no se asusta aunque le duela ver la imperfección de los que le rodean; sabe cuál es la causa de la imperfección y en su sabiduría, oye siempre la voz de Eloí, que a su pedido de amor y justicia, siempre le contesta: “¡Ya curarán… ya curarán!… Tú te curaste y ellos se curarán y me reconocerán, y entonces me serán fieles. Mas corre y diles que los espero en mi mesa y en mi casa que es la casa de ellos, como es la tuya en la que ya entraste y también ellos entrarán”.

Esta esperanza eterna del espíritu, que la sabe aunque esté envuelto en las pasiones, lo hace luchar en unos y otros mundos, hasta llegar a los de expiación donde ha de doctorarse y vestirse de la túnica de luz requerida para entrar primero en el concierto armónico del universal Eloí y luego quedar regenerado, mientras hace su tesis de sabiduría; su axioma de la verdad eterna, para poder llegar al momento más sublime de la vida del espíritu, de presentarse descubierto en la casa del Padre a ser auscultado atómicamente y, empezará entonces su vida de preceptor. Entonces, el espíritu, ya maestro autorizado, puede contestar en autoridad, por el Padre, a la pregunta de sus hermanos que aun luchan en su dúo o en su tesis: ¿quién eres tú?... Y la voz de Eloí le vibra autorizándolo a decir, como Moisés dijo: “Yo soy el que soy” “Vuestro preceptor soy yo; seguid mis enseñanzas, mis ejemplos y mis caminos”. Y al mundo que ya estaba próximo para la regeneración vino Jesús, para decirle: “Yo soy el camino a la vida; seguidlo, que por él se llega a mi Padre”, y los amenazó, porque ya entonces los hombres eran dúos y luchaban en la duda de tantos dioses; y dirigiéndose a los que le oían les dijo: “Si vosotros, que me decís maestro y señor, no siguierais el camino que os indico de adorar al Padre en espíritu y verdad, no entraréis en el reino de mi Padre”… Y es que, el maestro, además del amor, debe saber el temperamento de los que enseña. Entonces, era el momento tremendo de recibirse los doctores que acababan sus estudios; es decir, estaban en el dualismo consciente y ya, sólo un poco de tesón y maestría les hacía falta y la luz de su razón les haría caminar por el sendero inequívoco. Jesús, vino autorizado a descorrer la punta del velo que les diera luz suficiente para hacerse la libertad de pensar en lo que descubrirían en el primer destello del amor que ya les anunciaba para el día de hoy en el reinado del espíritu, que significa la regeneración de un mundo y la adoración del solo y único Creador, al que lo llamó su Padre, cumpliéndose su profecía de la amenaza de que no entrarían en el reino de su padre, si no lo adoraban en espíritu y verdad.

He aquí que hemos llegado a esta adoración y su profecía queda cumplida. Pero hoy se renueva ya toda la escritura porque fué cumplimentada y se resume en este único mandato: Ama a tu hermano. Queda, pues, derogadas todas las anteriores leyes simbólicas e implícitas, y se puede establecer (porque entramos francamente en el reinado del espíritu) la verdad contenida hasta hoy en símbolos y figuras que se descubren majestuosa en su desnudez; el hombre amando a su hermano, sabe que ama al Creador; cosa que no podía saber cuando no se conocía a sí mismo.

Hoy sabe el hombre lo que representan y son Adán y Eva; lo que es la figura del arca de Noé; entiende lo que no se le pudo declarar antes; que el espíritu es causa de la creación y la opera, porque es la voluntad del creador del cosmos, única sustancia creatriz de los mundos y los cuerpos de los hombres; y por fin, sabe que es consubstancial y coeterno del Creador, por lo que, “amando al hermano”, adora con conocimiento de causa en espíritu y verdad, al Creador su Padre.

Hasta aquí ha llegado la humanidad pasando desde el mundo embrionario, al de prueba; de éste al primitivo y de éste al de expiación en el que se regenera sufriendo el juicio de ley, en el cual hubo mayoría de conscientes, declarándose en ley, mundo regenerado; en cuyo momento, el Padre nos promete y da la luz de su propia morada, al igual que los demás mundos que viven la ley de amor (y es todo el Universo infinito de mundos regenerados arriba), donde sólo se reconoce a Eloí, y la tierra, feliz ya por el triunfo de sus luchas, entra en el grado de mayor; por lo que, del mismo modo reconoce y adora, sólo a Eloí.

¿Y qué espera la humanidad terrestre en esta etapa del reinado del amor y adoración sólo de Eloí? Espera lo que esperaban los mundos de la cosmogonía que con amor y ley nos recibieron en la solidaridad; pasar a un mundo mayor donde empezaron una nueva etapa de estudios, superiores a los que puede soportar el material de la tierra; por lo que, empiezan unos mundos en donde acaban los anteriores. Por esto acaban los mundos sus etapas. Pero el espíritu sigue empezando eternamente en cada mundo, donde acabó en el anterior; y en todos, su última etapa o período, o séptimo día, es de mayor felicidad que los anteriores, y se explica que así sea, porque es el disfrute del trabajo de seis días anteriores. Este es el último punto, o símbolo, que os debía explicar: “El séptimo descansó”.

. Los mundos y las humanidades, todos tienen siete épocas, períodos o días; a la humanidad de la tierra, se le dijo como lo podía entender tan pronto como le fue posible al legislador decírselo; y lo dijo en todos los países y en todos los idiomas que en la tierra había, concretándolo aun más cuando Moisés, en su “Génesis” (que los hombres de los dioses pequeños han desfigurado, lo mismo que a Adán y el Arca de Noé).

Pues bien; se le dijo al hombre, que la creación había sido hecha en seis días de trabajo y “el séptimo descansó Dios de su obra”. No lo podían entender en otra forma los hombres. Pero hoy os queda dicho y en sus puntos correspondientes tenéis recorridos esos seis días de trabajo, que en ellos veréis las obras realizadas por el espíritu; y ya nos encontramos en el séptimo día de descanso y progreso material, pero de mayor trabajo espiritual, en el que hemos de comprender toda esa creación. Esa es la tesis que preparáis para ser autorizados al ejercicio de vuestras facultades en el Universo infinito; y en su hora, compendiando la creación y todos facultados, saldremos, formando la aromática y refulgente rosa que correrá la solidaridad saludando la cosmogonía y, el Padre la olerá complaciente y señalará otra morada de dicha y de amor puro donde ya el dolor y la pasión no se conocerán; pero el progreso del espíritu, verá un “siempre más allá”.

¡Padre Eloí! Le declaré al hombre el último símbolo y el principio de una futura nueva existencia y, sólo esperamos tu bendición, en la llegada de la luz plena que encenderá el amor de hermanos, que hará transparentarse las conciencias, iluminará los rincones sombríos y te anuncia a ti en todo instante a los ojos de los encarnados, ya que, en libertad, el espíritu te confiesa en la universalidad y sólo el nombre único, sagrado y santo de Eloí es adorado en espíritu y verdad como tu quieres! Y como hemos enseñado (según nos mandaste a los misioneros) en el templo único del Universo y sobre el corazón del hombre por altar, oficiando el único y supremo sacerdote, la conciencia, sólo se te ofrecerá amor por incienso.

¡Humanidad de la tierra! Sea para siempre en vuestro espíritu el reconocimiento de Eloí; en vuestra conciencia, luz y sentimiento; en vuestro corazón, amor sin límites y puro para vuestros hermanos, y en nombre de Eloí que me mandó a juzgaros y daros la verdad suprema, yo, con el ancla del maestro Espíritu de Verdad, bajo cuyo régimen queda la tierra por todo el séptimo día, y en su nombre, os bendigo.

Por misión,

El Maestro Juez.

Buenos Aires, día 3 del mes 2 del año 3 del siglo 1 de la era de la Verdad.

Corresponde al 22 de Octubre de 1913, era apócrifa o cristiana.

Año 5673 de Adán y Eva y 4000 de Israel-Jacob.

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